Al margen de que la eclosión de Vox sea un problema de enorme gravedad, lo que está sucediendo en las últimas horas conduce irremisiblemente a dos caminos: que el partido de extrema derecha tenga mayor peso en el gobierno andaluz o a la convocatoria de unas nuevas elecciones andaluzas.
Si alguien pensó que Abascal y compañía iban a salir gratis, pecaron de una enorme ingenuidad. Especialmente el Partido Popular y Ciudadanos, aunque es probable que, más que ingenuos, sean ambiciosos en el sentido más pernicioso de la palabra. Cuando el poder ciega, se avanza firmemente hacia él sin que se llegue a advertir de los peligros que te rodean. Y por mucho que Vox no quiera que el PSOE gobierne Andalucía y lo 'natural' sea que respalde a la otra derecha para que forme gobierno, sus votos de investidura no van a ser un cheque en blanco.
De manera que, sin ambages, la cosa está clara: O PP y C's recortan derechos a las mujeres y a su lucha por una igualdad aun no lograda, lo que supone un elevado y arriesgadísimo precio para gobernar en Andalucía, o no hay acuerdo y estamos abocados a una repetición de las elecciones.
Ni una cosa ni otra son buenas para los que ahora mismo se están frotando las manos con el pastel de la desgraciada comunidad andaluza, en manos -en teoría- de quienes quieren dejar nuestros muertos en las cunetas, a las mujeres sin políticas de legítima protección, a los ceutíes y melillenses tras un muro -ideal para que Roger Waters haga otro 'The Wall' vergonzantemente inspirado en este disparate- y otras lindezas contempladas en el programa, por cierto anticonstitucional y antiestatutario, de Vox.
De manera que el facherío está metiendo en un callejón sin otra salida que la repetición de elecciones en Andalucía al PP y especialmente a Ciudadanos, que de sacrificar las políticas de igualdad, no podrá mirar a la cara a una parte de su electorado. Y C's no está en condiciones de desdeñar votos si quiere ser crucial en la política estatal.
Si se repiten elecciones, tenemos la oportunidad de arreglar este desaguisado. Si algún inconsciente quería castigar a los partidos mayoritarios otorgando su voto a opciones estrambóticas, estoy convencido de que éstos han aprendido la lección y es hora de volver a la normalidad democrática, que no es otra que un bipartidismo bien entendido y organizado con opciones políticas estratégicas para apoyos puntuales y programático de las minorías.
Hacer creer que el bipartidismo es malo es una falacia, una mentira y un arma de desestabilización política. Todas las democracias históricas, desde la primera puesta en marcha por sistema parlamentario, lo fueron manteniendo la alternancia de dos grandes bloques en función del devenir histórico. Fragmentar este ideario es debilitar el poder de acción. El desatino de los gobiernos no tiene su origen en el bipartidismo, sino en no saber gobernar ni dar solución a los problemas que afectan a la ciudadanía desde el prisma progresista o conservador. No hay más opciones, si acaso -insisto- los ajustes provocados por minorías que requieren ser legítima y proporcionalmente atendidas.
Mientras tanto, sufrimos lo indecible en estos días. Vox, en otro alarde de demagogia, habla de la desigualdad para desprestigiar las políticas de género.
Desigualdad es no poner en práctica medidas para igualar lo que es históricamente desigual por la discriminación histórica impuesta.