domingo, 31 de diciembre de 2023

«Tivoli World. Esperando justicia»


Termina un año en el que he trabajado con el mismo esfuerzo e ilusión en dos proyectos que prácticamente son ya una realidad. El libro «Las bandas sonoras para despedir los días», que ya está tirándose en imprenta y en enero será presentado, y las sensaciones en estos días atrás experimentadas durante la grabación del que será mi primer documental como director, «Tivoli World. Esperando justicia».

En él se reflejará lo que he vivido personalmente con los trabajadores que llevan sufriendo un calvario desde que el icónico parque de atracciones malagueño cerró sus puertas por decisión de su propietario, dejando en la estacada a una plantilla con más de ochenta familias que, a día de hoy y durante los últimos tres años, acude diariamente al que fuera lugar de tantas alegrías e ilusiones para mantener las instalaciones del parque, evitar el vandalismo y convivir con la esperanza puesta en que Tivoli World pueda abrir sus puertas nuevamente y se solucione su situación laboral.

«Tivoli World. Esperando justicia», que ya estamos montando para tenerlo listo en el primer trimestre de 2024, no es un documental edulcorado, nostálgico y con imágenes retrospectivas. Es el día a día, desnudo y sin aspavientos visuales ni musicales, de personas que sufren por su situación laboral y económica y por ver cómo el lugar que aman languidece mientras su propiedad y las administraciones miran hacia otro lado. Entre tanto, aguardan que la justicia les dé la razón en la compleja situación en la que se encuentran.

Os iré informando de todo poco a poco. ¡Gracias, 2023, por todo lo que me has dado! ¡Espero un 2024 ilusionante y apasionante!














jueves, 28 de diciembre de 2023

ZX Spectrum: 40 años a mi lado



El 28 de diciembre de 1983, ya bien entrada la tarde, abrí mi regalo de Reyes Magos de aquellas navidades. Fue la única vez en mi vida que lo hice adelantándome a la tradicional fecha del 6 enero, que era muy respetada en mi casa. Pero mi padre se dio cuenta de mi obsesión cuando, durante las madrugadas de las primeras semanas de diciembre, yo enumeraba a gritos, profundamente dormido, los nombres de los juegos que, algunos meses antes, había descubierto en casa del primo de dos de mis mejores amigos. Sus padres le habían comprado un ZX Spectrum y el primer juego que nos enseñó fue el 'Manic Miner'.

“¡'Manic Miner'! ¡'Dictator'! ¡'Death Chase'!”, gritaba dando alaridos en mitad de la noche, con tan solo 14 años, como si estuviera poseído demoníacamente y una prueba de ello fuera hablar en lenguas desconocidas. El exorcismo consistió en ir a la tienda, el 28 de diciembre, y poner en mis manos aquella caja con la ansiada máquina y sus ocho juegos de regalo que incluía aquellas navidades. Aún recuerdo el olor que desprendió el corcho blanco cuando la abrí.

El ZX Spectrum 48 K cambió mis rutinas de chaval, mis hábitos y los de mis amigos más cercanos, tres adolescentes que terminamos cada uno con nuestros respectivos ordenadores para convertirlos en el epicentro de nuestras vidas durante los años posteriores, uniéndonos aún más, devorando revistas, aprendiendo Basic con manual en mano y sin existir internet ni fuentes que no fueran más que lo que llamábamos “método de ensayo y error”, dándole palizas a las teclas de los cassettes y quemando los televisores tanto como nuestros ojos para mayor desesperación de nuestras familias, a las que privábamos de algún que otro programa de televisión hasta que nos buscaron pantallas alternativas en tiempos que no era habitual tener más de un televisor en casa. Tampoco atendíamos horarios de comidas o cenas hasta que nos ‘disolvían’ (pacíficamente o casi), o meriendas, con las que eran más generosos y nos las traían a la mesa en la que había que dejar hueco a la bandeja con galletas y vasos de leche entre cintas de cassette desordenadas, hojas de publicaciones, libretas con apuntes de código máquina, algún joystick, un bote de alcohol y un destornillador. Literalmente.

Vivimos la época más bonita del ZX Spectrum. Entre 1983 y los años posteriores, cada aparición de aquellos juegos inmortales e inigualables generaba una ilusión continuadora de la nacida en la tarde del 28 de diciembre. Esas primeras y eternas cargas de las últimas creaciones de Psion, Ultimate, Imagine, Ocean, Elite, US Gold, Dinamic… se convertían en un ritual que transformaba nuestros ojos en platos, asombrados ante unos escenarios fruto de avances tecnológicos que hoy día, para algunos, son irrisorios e incluso ridículos. Pero por mucho que se empeñen ahora en mostrar su desdén (hay quien incluso vivió intensamente aquello y actualmente reniega) nadie nos quitará la gloria de haber disfrutado de aquellos programas que, con menos de 48K, nos trasladaban a mundos imaginarios en nuestra mente, a escenarios imposibles y sus creadores aprovechaban lo máximo que podían de una memoria tan exigua. Llegamos a conocer las entrañas de muchos de esos juegos, a destriparlos, a ponerles vidas infinitas, a cambiarles los colores de carga en las pantallas de presentación, a retocarlas en el ‘Artist’ para ponerles pomposamente el nombre de Sirius, como nos hacíamos llamar, para dejar nuestra impronta en los cambios que habíamos hecho, permaneciendo ajenos a la incipiente industria que se estaba ya montando alrededor del pirateo mucho más preocupante que nuestro mercadeo de andar por casa con algún que otro juego, cuya venta nos dio para pagarnos los paquetes de pipas que devorábamos los fines de semana camino de algún recreativo, en los que cambiábamos el ‘Pyjamarama’ por el ‘Frogger’ o el ‘Raid over Moscow’ por el ‘Amidar’.

Lo que yo quería decir es que hoy hace 40 años que está conmigo. Sigue a mi lado, funcionando. Como todo anciano, con alguna ‘operación’ para conservar la salud, en este caso solo una, la de la membrana interior bajo sus teclas de goma, destrozada en su día por el (ab)uso. Todo lo demás es original. Aquel 28 de diciembre de 1983 lo toqué por vez primera, lo acaricié como uno de los logros de mi vida. Hoy día ya no es un trofeo, sino un compañero fiel, porque sigue respondiéndome. Ya no es una simple máquina, porque lo que me ha ofrecido ha forjado mucho de mi vida. No es una reliquia, porque se siguen haciendo programas para él, aunque la magia no sea la misma. No me causa desazón nostálgica, porque soy consciente de que aquellos tiempos no volverán. Pero como dijo Lionel Hampton, “la gratitud se da cuando la memoria se almacena en el corazón y no en la mente”.

Feliz cumpleaños, querido. A por otros cuarenta más.





lunes, 25 de diciembre de 2023

«Qué bello es vivir» aún censurada


A la repugnante y a la vez ridícula censura franquista le molestó que George Bailey y Mary Hatch les dieran comida a la gente modesta que había conseguido tener una casa gracias a la iniciativa social 'Bailey Park'.

"¡Pan! Que en esta casa nunca haya hambre", le dice Donna Reed a una mujer que en las siguientes escenas se santigua por tener algo que llevar a la boca a su familia. Escenas que fueron censuradas y eliminadas por incitar a pensar en la justicia social que Capra defendía en la película a través de sus personajes.

En esta Navidad, varias cadenas de televisión volverán a emitir «Qué bello es vivir». Hasta el año pasado aún existían las que, en el colmo de la vergüenza y el descuido, ofrecían la versión mutilada por un régimen dictatorial cuya sombra parece seguir presente. Esperemos que eso se haya solucionado. Si no es así, «Qué bello es vivir» está íntegra en Filmin, con los casi diez minutos mutilados incluidos con subtítulos en castellano.

sábado, 23 de diciembre de 2023

«Maestro», de Bradley Cooper



Me parece estupendo que el cine sensibilice a los espectadores sobre temas aún pendientes por normalizar: la homosexualidad, la igualdad racial y esas cosas. Pero no se puede supeditar el todo de alguien o algo por un único mensaje o condición.
Me explico. No entiendo cómo es posible que Bradley Cooper haga «Maestro» y, con un personaje tan sustancioso como Leonard Bernstein, centre su película en la condición homosexual del protagonista y cómo ello influyó en su matrimonio. «Maestro» pasa de puntillas por el aprendizaje musical de uno de los directores de orquesta más grandes del siglo XX, por su insatisfacción por el resultado final de cómo adaptaron su música en «West Side Story» cuando estamos hablando de una de las películas capitales de la historia, de las acusaciones de comunista que sufrió en tiempos convulsos, de su relación artística con compositores como Aaron Copland, creadores cruciales por entonces para el futuro de la música escénica y cinematográfica...
'Maestro', que se acaba de estrenar en Netflix, se queda en el devaneo sexual de un grande poliédrico que no merece esta película, por muy pulcramente rodada que esté -exceptuando eternas secuencias de un solo plano- y cuente con interpretaciones notables.
Videocrítica de 'Maestro' ya disponible en el canal #UltimoEstreno en este enlace:

sábado, 16 de diciembre de 2023

Moviscores.com cumple cinco años



Ha sido un auténtico placer atender los deseos de
Eduardo Juan Manola y escribir unas líneas dedicadas al quinto aniversario de la creación de la web themoviescores, compartiendo felicitaciones con otros periodistas, escritores, compositores, responsables de festivales, etc. que, desde hace un lustro, contemplamos la estupenda evolución de esta página dedicada a la música de cine con excelentes análisis de bandas sonoras y notables reportajes.

El camino aún por recorrer es largo, querido Eduardo, pero está perfectamente definido.
Os dejo el enlace donde podéis leer a los compañeros y mi artículo.
¡A por otros cinco y cincuenta años más, www.themoviescores.com!
#UltimoEstreno

https://themoviescores.com/themoviescores-aniversario/

lunes, 11 de diciembre de 2023

«Dejar el mundo atrás»



Lo siento, pero no me meto en la película en ningún momento. Este aparentemente interesante pastiche entre el cine de M. N. Shyamalan con ramalazos de Ari Aster juega sus dos bazas sin conseguir hacerme partícipe de ella. La primera, la historia, que termina por diluirla en un metraje interminable, con pretenciosidades como ciervos (de grandes también) y otros vericuetos impensables en una situación de caos generalizado en un país incomunicado camino de la autodestrucción. La segunda, sus seis protagonistas. Todo en ellos está encorsetado, es falsuno, las derivas personales no aportan nada ¿Para qué puñetas quiero yo ver bailar a Julia Roberts y a Mahershala Ali?), y para que el espectador sea el séptimo protagonista en esa casa como marco de coexistencia deben darse unos ingredientes fiables. Y no, no me creo nada.

La Roberts está estupenda como siempre y dice la enormísima frase con la que para mí empieza y acaba el interés por esta película, y eso que la pronuncia al inicio: «No soporto a la puta gente».

Videocrítica de «Dejar el mundo atrás» en el canal #UltimoEstreno de Youtube: https://youtu.be/yh0tlz4PZ50

sábado, 9 de diciembre de 2023

Navidad en la calle más bonita del mundo



La calle Jesús de la Misericordia era la de mis juegos infantiles de los fines de semana, el escenario donde me veía con mis amigos de San Fernando y la que unía, apenas callejeando y en un periquete, los dos puntos cardinales a los que mi memoria ha reducido selectivamente la ciudad donde vivo: la casa de mi abuela, en el número 6, y la iglesia de la Pastora.

En estos días ya casi de celebración, recorrerla es una maravilla, porque el vecindario la ha decorado de esta manera. Y si cada vez que la bajo en alguna que otra ocasión me emociono cumpliendo el ritual de tocar el cierro de la casa donde fui inmensamente feliz, en la que ya solo habitan los recuerdos a los que mi mente se aferra para seguir siendo niño, ahora, contemplando los adornos navideños, surge una sonrisa que me mantiene con el rostro de un pequeño ilusionado. Así, inalterable, sin quererlo, hasta que continúo mi camino por los recovecos del barrio pastoreño, siempre hacia el mismo destino, que es ese rincón donde Él permanece. Su calle, la que lleva Su nombre, es el alfa, y su capilla, el omega de mi vida. Las dos únicas marcas donde se encuentran los tesoros del mapa donde el destino me ha ubicado, sin importarme ya el resto geográfico que rodea a ambas.