“Esas notas, que son como unas bolitas, cogen un dimensión especial”.
Con estas palabras se refiere Bingen Mendizabal a los trazos que plasmó en el pentagrama cuando compuso la banda sonora de 'La madre muerta'. Si la frase procediera de cualquiera de nosotros, es muy probable que fuéramos objeto de burla por la manera, bastante primitiva, de definir cómo se hace música.
Pero las pronuncia el compositor de ‘Alas de mariposa’ y las nominadas al Goya ‘El juego del ahorcado’ y ‘Baby’, constituyéndose en uno de los ejemplos más diáfanos de la sencillez y el concepto espartano de la vida que posee el músico vasco en el documental ‘Bidean jarraituz’ (‘Siguiendo en el camino’) que ha dirigido el cineasta Aitor López de Aberásturi dedicado a la figura del compositor y que, desde hace varios meses, realiza su periplo por las pantallas de cine y festivales. En plataformas la encontramos ya en Filmin.
‘Siguiendo en el camino’ es una película necesaria primordialmente por dos razones: el reconocimiento hacia uno de los creadores musicales cinematográficos más interesantes de nuestro país y la profunda reflexión a la que invita su director, transformado en el vehículo entre el espectador y el músico para trasladarle al primero la necesidad de la introspección y del alejamiento del oropel que ofrece la fama para conservar la esencia creativa y apostar así por la pureza de lo auténtico.
Más allá de lo técnico y del legado aportado por la trayectoria musical de Mendizabal, el documental rezuma un dualismo conceptual que sirve de armazón para legitimar la apuesta del compositor por sus raíces, su intimidad, la tribalidad de lo que le rodea como fuente de inspiración anímica frente a lo que hubiera sido formar parte del stablishment de la industria audiovisual. La propia aparición del escritor Bernardo Atxaga como hilo conductor y sus palabras en el epicentro de la cinta lo refrendan así. Sentado frente a la pantalla donde sitúa sus “bolitas’, Bingen cierra los ojos y aspira profundamente imaginando imbuirse de las briznas de un campo que recorre Atxaga, entre baserris y piedras de molino, convertido en el alter ego del compositor: “El amor… Ahí hay que distinguir dos mundos: el pequeño mundo y el gran mundo. El pequeño mundo, quiero decir la familia, amistades (…) ese es tu pequeño mundo, el que se decide en unos kilómetros. Ahí lo más importante es el amor. No hay nada que tenga más importancia que el amor. (…) Si hablamos del gran mundo, se trata de un mundo, planeta, estado donde manda el monstruo Leviatán; el amor no tiene sitio ahí. La materia principal que existe ahí es el odio”.
Bingen Mendizabal era feliz descubriendo caminos en el rock que se hacía en Euskadi en tiempos reivindicativos. Su felicidad se convirtió en definitoria cuando su talento mejoró canciones, cuando las cuerdas de su violín cambiaron los conceptos de 'Ertzainak'. Años después vendría lo del cine, su labor conjunta con Koldo Uriarte en la composición y su extraordinario tándem con el cineasta Juanma Bajo Ulloa del que han salido grandes películas, la última ‘Baby’, el más claro ejemplo de cómo el lenguaje universal de la música puede sostener ‘el todo’ que supone un producto de conjuntos artísticos.
Los primeros 16 minutos de ‘Bidean jarraituz’ conforman una parte inicial sobre los orígenes musicales de Bingen Mendizabal, ajenos a su obra posterior para el ámbito audiovisual. Puede que quien se predisponga a ver el documental como un producto ortodoxo se sienta decepcionado. Quiero decir que López de Aberásturi no ha recorrido platós o despachos donde encontrar directores de cine con los que ha trabajado el compositor: Montxo Armendáriz, Imanol Uribe, Manuel Gutiérrez Aragón, Mariano Barroso, Manuel Gómez Pereira… En aras de armonizar con lo auténtico del protagonista, ha optado por impregnar el resto del metraje del mismo espíritu que el primer cuarto de hora, con los orígenes siempre presentes, lo que convierte el documental en un binomio en el que música y tierra, Bingen y Euskadi, conforman la cuaderna maestra del filme. Eso no significa que no haya momentos de gran interés cinematográfico y se conceda la justa importancia que Bajo Ulloa ha tenido para hacer crecer al compositor (y viceversa): la descripción de Amy en ‘Alas de mariposa’, mostrando su dibujo a la maestra, rodada por el director en función de la música como hecho excepcional (no todo ha sido Spielberg y ET en este sentido), o la impresionante secuencia en ‘La madre muerta’ cuando Ismael se decide a matar a la chica arrojándola al tren, con un crescendo apabullante en la repetición del tema musical…
La amistad, el regreso a los bares a tocar provocado por la crisis creciente desde 2008, las andanzas grupales de Bingen Mendizabal en Nueva York… conforman el resto de un documental que quizá en este punto se resiente de una cierta dispersión, pero que resulta fundamental para conocer la trayectoria de un compositor nacido en una tierra que ha dado brillantes músicos cinematográficos a este país. ‘Bidean jarraituz’ nos deja con la miel en los labios sobre las propuestas particulares compositivas en boca de su protagonista, pero nos ofrece el ejemplo más humano de un extraordinario creador con el crisol que ello supone de reflexiones sobre la amistad, la lealtad y la escala de valores, sobre el lenguaje artístico frente al lenguaje político en tiempos de triunfos impostados.