miércoles, 30 de diciembre de 2020

Hace 40 años: mi primer proyector de cine



Mi primer proyector de cine 'de verdad' -muchos habíamos tenido antes el entrañable juguete Cine Exin- apareció en mi vida cuando yo tenía 11 años. Mi padre me lo regaló en los Reyes Magos de 1981 y lo compró el 30 de diciembre de 1980. Un día le 'tomé prestada' esta especie de garantía que en la gaditana y purísima tienda Óptica Malet ("al servicio de usted") le dieron junto con la máquina asegurando que "era legal su importación".

Se trataba de un Eumig Mark para películas de 8 mm. Mi sueño se hizo realidad y además con un proyector de calidad que aun hoy conservo en una zona de mi despacho, expuesto, junto a otras reliquias. Eumig fue la compañía más importante de fabricación de proyectores a nivel mundial en los años 70, fundada mucho antes, en 1919, y tuvo un triste final a mediados de los 80: optó por destinar a sus empleados más expertos a trabajar para Polaroid según el acuerdo entre ambas empresas para poner en marcha el sistema Polavisión, aquel mamarracho que te revelaba una foto en 90 segundos en tus narices tras salir de las cámaras que inventaron y que fue una ruina. Se dice que Eumig se quedó sin trabajadores para sus propios proyectores y cámaras y tuvo que contratar a mineros austríacos (¡) para montar sus aparatos, provocando una enorme y lógica caída en la calidad de éstos.

Hoy se cumplen 40 años de aquella compra, como puede verse en la hojilla que os muestro. A diferencia de una gran mayoría de quienes compraban este proyector, yo no lo quería solo para poner películas en la pared más grande que existiera en nuestra casa o invitar a los amigos a flipar, que también, a los que obligaba a sentarse diez minutos antes mientras con el tocadiscos de mi padre les hacía escuchar, a modo del sonido ambiente en los cines, bandas sonoras de sus discos recopilatorios con temas de Francis Lai, Georges Delerue o Morricone que ahora los conserva quien escribe.

De manera que yo 'construía' cines. Sacaba de un mueble del salón o de mi habitación todo lo que hubiera, metía el proyector como podía en un extremo y proyectaba hacia el otro donde, con un A3 en blanco, había hecho una pantalla a la que le había pintado los bordes con el carioca negro. Entre ella y el Eumig construía sillones de cartón y sentaba los clicks de Famobil que me quedaban de mis años más infantiles, aun sueltos por ahí, en alguna caja. En un trozo de papel pintaba una cartelera y la pegaba por fuera del mueble que tocara ese día y, a la hora que había escrito en ella, abría ceremoniosamente la puerta del armario, accionaba la rueda del proyector y las dos bobinas comenzaban a dar vueltas en el mismo sentido. A los cinco minutos la lámpara interna ya había dado suficiente calor como para que se fundiera cada cierto tiempo por la falta de ventilación y hasta juraría que hacía sudar a los clicks aun estando hechos de plástico. Pero yo estaba "echando cine" a imaginarios espectadores.

Hoy veo que las salas que yo recreaba con mis infantiles ocurrencias están desapareciendo y leo que ir al cine es un coñazo, que mejor ver las películas en casa, y no puedo remediar una dolorosa mueca de desilusión por todo#UltimoEstreno

lunes, 28 de diciembre de 2020

'Soul', Disney sigue en el camino de la trascendencia

Las películas Pixar-Disney han tomado un giro trascendental en sus historias. Me refiero a ir más allá de lo perceptible, de lo inmanente, no de la relevancia que para la compañía haya tenido en sí este punto y aparte por el que la compañía ha optado probablemente por inanición guionística. Al fin y al cabo, ¿qué más van a contarnos? Su animalario humanizado, sus historias de castillos de personajes malvados y sus apuestas étnicas –visionar ‘Soul’ y valorarla desde el punto de vista del color del protagonista es un error de novatos o interesado- ya fueron expuestos a lo largo de tantas décadas y esas mismas narrativas se exprimen ahora en Live Action.

¿Qué hacer, pues, con la animación que incluso la propia Disney anunció en su momento que enterraría para siempre? Volverla ‘trascendental’, modernizar conceptos y profundizar en la psique humana para desarrollar historias que, como la propia mente, posee ilimitadas posibilidades, en este caso guionísticas y formales, creativa de mundos al albur de los ideólogos de la nueva generación de la animación disneyana. Filmar hasta la saciedad secuelas de ‘El Rey León’ no te permite cambiar de escenario a los protagonistas por la propia naturaleza donde se mueven los personajes, pero inventar el desarrollo de las emociones humanas (‘Del revés’) o el cielo, el infierno y los diferentes submundos entre ambos sin necesidad de tocar conceptos teocráticos permite todo lo que los guionistas quieran inventar. ¿En qué ámbito se mueve el ser humano cuando muere? ¿Cómo son nuestros huéspedes en el lugar donde anidará nuestra alma? Como quieran los autores de la animación actual de Pixar. Y eso es una ventaja que les está resultando exitosa a la siempre inteligente compañía creada por el tío Walt.
A lo que vamos: ‘Soul’ es una vuelta de tuerca más de la metafísica de Disney, de la que también hizo gala ‘Coco’, recuerden. La lástima es que no se repita la solvencia con la que se emplearon estas historias del más allá en ‘Del revés’ y la cosa termine en un forzado de situaciones y en una exposición cansina y algo enrevesada de elementos pertenecientes a los submundos expuestos al espectador, que además se repiten con innecesariedad: cabezones a lo Casper brincando, figuras picassianas como dioses administrativos, luz al final del túnel con pasarela incluida bastante cansina para, al fin y al cabo, entregarle la llave maestra a un concepto bastante manido en el cine: el intercambio corporal por error. El alma del protagonista se mete en un gato y una indeterminada chica hinchosa acomodada en el universo inventado que baja nuevamente a lo terrenal es el nuevo interior corpóreo de Joe Gardner, macguffin que da paso a un predecible intercambio de situaciones que obvian un garrafal fallo guionístico en el filme. Cuesta trabajo pensar que el peluquero converse con Gardner escuchándole hablar con voz de mujer como si tal  cosa, así como el resto de personajes que se cruzan con el músico con la excepción de su madre, momento en el que se decide colocarle su voz original. Porque si lógicamente el espectador escucha la voz del gato (sic) y los personajes los maullidos, es porque ¡es un gato y no puede hablar! Pero si en la butaca oímos por boca de Gardner la voz de Tina Fey, ¿me tengo que imaginar que los personajes secundarios escuchan a Gardner? ¿Y para qué este embrollo de voces? ¿Me explico o es que he perdido reflejos comprensivos con la edad?   
Técnicamente, la animación de ‘Soul’ es extraordinaria. La evolución en este sentido sigue siendo impecable y es especialmente detectable en las secuencias mundanas del filme: la sala de conciertos con Dorothea Williams, su público, las pobladas calles de New York, el metro (¿Hay un personaje anónimo con guiño teóricamente inconexo a Rowan Atkinson?)… Todo un espectáculo acompañado de dos tipos de composición musical en función de donde nos encontremos: la lógica jazzística que indefectiblemente debe acompañar a Gardner y la casi minimalista y recordatoria de la que en su día hiciera Thomas Newman para aquel mundo espacial alienado en ‘Wall-E’. Es muy probable que Trent Reznor y Atticus Ross reciban doble nominación al Oscar en la próxima edición por sus trabajos para esta cinta y ‘Mank’.
Tras la moraleja final, en la que Disney vuelve a sus conceptos ancestrales para proclamar al fin y al cabo que la belleza está en el interior, lo que queda diáfanamente claro es que se deja la puerta abierta a una segunda parte en la que sabremos por dónde se desarrollan las andanzas de 22, personaje femenino –que no se olvide- descolgado del desenlace de una película que echamos en falta en pantalla grande por su atractivo visual.
Os dejo antes del texto la videocrítica de 'Soul', con más cosas comentadas, subida al canal #UltimoEstreno en Youtube, al que te invito a suscribirte.


jueves, 24 de diciembre de 2020

Música de cine para el Día de Navidad




RTVE ha apostado por la música de cine para el día de Navidad, y yo que me alegro. La programación es para adaptar todo lo que vayáis a hacer el 25 a dos bandas horarias sagradas.

-En La 2, a las 12:30 horas, emisión del concierto Gala de Música del Cine Español, a cargo de la Orquesta Sinfónica y Coro de la RTVE, con obras de los compositores Alberto Iglesias, Pascal Gaigne, Iván Palomares, Arturo Cardelús , Vanessa Garde y Alejandro Amenábar. No os podéis perder el concierto entero, especialmente la suite de 'En las estrellas' de Palomares y 'El laberinto de las tortugas', de Cardelús.

-En La 2, a las 20:30 horas, se emite el concierto que a principios de año ofreció John Williams en Viena con la Orquesta Filarmónica de Viena, en el que se pudieron escuchar bandas sonoras como 'Hook', 'Encuentros en la tercera fase', 'ET', etc. Algunas como 'Las brujas de Eastwick' o 'Sabrina' no suelen oírse en conciertos ni la mayoría prestarle atención, ante tanta saturación de galaxias e Indianas Jones, así que prestadle mucha atención.

Hasta entonces (recordad: doble cita, a las 12:30 y 20:30 horas), sed felices y os emplazo a mi felicitación navideña colgada ayer en mis redes ;-)





domingo, 20 de diciembre de 2020

'El Cid', la serie de Amazon Prime Video



Sin que sirva de precedente, vamos con una videocrítica de una serie en el canal #UltimoEstreno de Youtube. Ya sabéis que en #UltimoEstreno no hablo de series de televisión ni plataformas.
Lo hago en esta ocasión porque me llama mucho la atención que alguien se gaste actualmente una brutalidad de pasta para hacer una cosa con #elcid como protagonista, un personaje politizado que el facherío utiliza para hablar sobre la unidad de España (en el siglo XI no existía España, pero en fin) y los del otro lado consideran casposísimo y un matamoros, con lo incorrecto que hoy día resulta pensar en esa posibilidad. ¿A alguien le resulta interesante ver la historia de Rodrigo Díaz de Vivar durante casi seis horas y además los cinco capítulos de la primera temporada solo son del personaje de niño y sus primeros escarceos bélicos?
Preconizo fracaso de espectadores, aun incluso algunos viéndola por aquello de las batallas al estilo 'Juego de tronos' y eso. Ojalá me equivoque, porque la serie es solvente, la pasta se nota y el nivel interpretativo de actores como Carlos Bardem, Elia Galera o Juan Echanove es excelente. Echanove está maravilloso, contenido (¡es posible!), con rostro de senador o emperador romano aunque haga de obispo. Si a alguien ya puestos se le ocurre producir una serie sobre Espartaco, que lo contrate como sucesor de Charles Laughton.
Además, me enoja lo cainitas que somos en España. Si esta producción fuera americana o británica, estaríamos babeando.
De la banda sonora de Gustavo Santaolalla ni hablo en el vídeo. Prefiero no hacerlo porque no me van los bajos acústicos ni los samplers en la edad media. Y ni mucho menos desaprovechar los personajes y sus estupendas opciones para 'componerles sus temas'. Elegir a Santaolalla ha sido uno de los mayores errores de la serie, una pena.
#elcid la podéis ver en Amazon Prime. Y ya no hablo de más series. Durante las casi seis horas de los cinco capítulos podía haber visto tres películas de John Ford de las que aun tengo esperándome, que para eso hizo más de doscientas.

Enlace a la videocrítica en Ivoox: https://go.ivoox.com/rf/62693144

domingo, 13 de diciembre de 2020

Veinte años no son nada... Por los cojones



Los jóvenes de hoy no hacen aquellas cosas de décadas pasadas: crear asociaciones de autoenriquecimiento, de crítica social utilizando vehículos como la música, el cine, la cultura en general.

Se perdieron en el tiempo aquellas revistas hechas de andar por casa donde cabía casi todo para estimular el conocimiento, las de instituto a través de talleres de los que salían chavales pensando que el periodismo era la profesión más maravillosa del mundo (me acaba de entrar la risa floja).

No sé cuántas veces quedaron conmigo muchas de estas asociaciones juveniles o esos institutos y colegios para que les hablara del cine, de la radio. He perdido mucha documentación y el otro día, rebuscando material para mi futuro libro, me encontré con unas hojas desperdigadas de una revista de chavales del año 2000 que fueron a la radio a entrevistarme. Eran cuatro páginas dedicadas a mis opiniones, pero solo he encontrado la portada y fragmentos de varias. Entre ellas ya rajaba de lo insufrible de 'La milla verde', del timo de 'El sexto sentido' o de que el cine estaba desapareciendo. Creo recordar que entre mis típicas barbaridades que decía ponía a parir a Ridley Scott, 'Matrix' y la falta de recursos para hacer cine mientras subvencionaban mierdas. Y leo que exaltaba 'Los diez mandamientos' por lo que supuso para mí de pequeño... amor condicionado por la infancia a un falsuno mamotreto, qué le vamos a hacer.

Veinte años no son nada, que decía Gardel. Por los cojones.




viernes, 11 de diciembre de 2020

'El paciente inglés'


Soy raro. Llega la Navidad y se me viene a la mente una enormísima secuencia de 'El paciente inglés', aquella del tipo con la gaita y la gente cantando 'Noche de paz' mientras László y Katharine se han largado para darle fuerte y flojo.

Es maravilloso como Anthony Minghella la rueda, dejando que sean los primeros planos de ella los que hilvanen el momento, desde el broche al collar, el sujetador, la combinación, el rostro de ambos... Tanto el director como el compositor Gabriel Yared son conscientes de la importancia de generar con un prolongado silencio la expectación en el espectador, y luego desatan el brutal momento de pasión armonizando el villancico con el tema musical principal de la película.
Ya aprovecho para recordar otro enorme instante, el de László llevando entre sus brazos a Katharine en el desierto, desesperado. Ahí Gabriel Yared sí mete el tema, de fondo, como el que no quiere la cosa. Él le dice a ella que no hable, otro primer plano del colgante, Katharine deja caer su rostro sobre la mejilla y el hombro izquierdo de László, éste rompe a llorar desesperadamente como a la vez rompe el grandioso tema musical del filme.
Da igual que durante el resto de la película Ralph Fiennes siga poniendo cara de estar creyendo que interpreta a Amon Goeth o que la historia de Juliette Binoche con el indio me importe una mierda. Solo por estas dos secuencias ya me retuerzo en el más absoluto placer del cine maravillosamente hecho.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

'Mank'. Esto es Hollywood


‘Mank’ (podéis verla en Netflix en estos días) es una película coral aunque gire en torno a un guionista gamberro como fue Herman Mankievicz. Personajes del mundo del creciente Hollywood dorado pululan por su metraje y son fundamentales para entender la historia de quien ideó ‘Ciudadano Kane’, una de las joyas del cine. Por eso los espectadores tenemos una gran ventaja y un inconveniente: la ventaja es que estamos ante una película cuidada como toda obra de su director, David Fincher, de buena factura, con un montaje complicado para quien visiona el filme pero admirable, que va más allá de la simpleza de quienes prejuzgan porque la catalogan como un producto sin interés, al tratarse al fin y al cabo de la historia de un tipo obligado a escribir el guión de una película, recluido y clandestinamente borracho. En ‘Mank’ hay mucho más, entre otras cosas el reflejo de lo mejor y lo peor de Hollywood, desde el desprecio a los técnicos del cine –especialmente a los incómodos por sus incorrecciones políticas- a reconocer que esos mismos denostados se merecen la gloria concediéndoles los premios más importantes del mundo en esto del cine.
El videorreportaje en el que os hablo de ‘Mank’ que acabo de subir al canal #UltimoEstreno de Youtube vuelve a invitaros a tomar asiento, echaros una copa previamente y disfrutar durante un buen rato. Os cuento porqué ‘Mank’ es tan buena pero se os hace algo pesada, dónde está el problema. Os hablo de quién es quién, de cómo Fincher recuerda rodando a Scorsese, a sus guiños como los planos rodados a la manera de Orson Welles cuando éste aparece en pantalla y las agudísimas referencias a la política en un texto para cada actor de bastante altura. También os cuento cómo la banda sonora no cumple con su verdadera función (aunque lo parezca) y algo muy interesante: cómo están reaccionando aquellos herederos de los personajes que protagonizan el filme o han tenido directa relación con ellos. Por ejemplo, ¿sabéis que
Dorothy Herrmann
, la hija del compositor Bernard Herrmann, autor de ‘Ciudadano Kane’, ha escrito en facebook mostrando su disgusto con la película? ¿Que
Constance Bongi
, la hija de Herber Stothart, compositor de ‘El mago de Oz’, le contesta porque ella fue amiga íntima de la mujer de Herman Mankievicz? Pues todo eso os lo muestro en este nuevo videorreportaje en #UltimoEstreno. ¡No os lo perdáis!