No soy nada taurino. Sí del convencimiento de que cada cual vaya a presenciar lo que le venga en gana. Si hay corridas (de toros), es porque existe público y, lo más importante, una industria alrededor de este arte o como ustedes lo quieran llamar.
Si prohibimos los toros, tenemos que inventar previamente algo nuevo con lo que dar de comer a quienes viven de ello, desde los propios matadores -repelús que me provoca esta denominación- hasta subalternos, personal de las plazas, bordadores de trajes, taquilleros, forjadores de los 'avíos de matar', que les llaman... Es como la innecesaria polémica porque un cura con carguito ha decidido enviar una circular interna a las hermandades de la Diócesis de Cádiz sobre las limitaciones de lo que deben gastar en proyectos como pasos, bordados, etc. La carta no aporta nada novedoso más allá de lo estipulado en 2003, y desde entonces se vienen dividiendo proyectos por partes para que no sufran trabas como truco útil para que en el Obispado se haga la vista gorda.
La Iglesia dice que hay mucha hambre para hacer pasos, y mi amigo Manuel Guzmán Fernández asegura que
habrá más bocas pidiendo comida si se cierran los talleres al no tener encargos.
¿Qué podemos inventar en la Semana Santa que no cueste dinero? ¿Parihuelas hechas con listones y pintadas a barniz? Que representantes de una institución que lleva más de dos mil años haciendo uso de una ostentación abusiva en otros muchos ámbitos que no son las cofradías tire de la oreja de esta manera resulta al menos sorprendente.
Podemos quitar flores de los pasos si los curas venden sus coches o dejan de aparecer en fotos en redes sociales con cubatas en mano y en opíparos almuerzos, cosas que no solo me parecen signos de gastos nada éticos, sino lamentables ejemplos de un duro calificativo que me ahorraré. Como sugerencia, oiga: ¿Y si el clero deja en paz el patrimonio y evitan mejor la innecesaria creación de cofradías, potenciando las ya existentes, suprimen de una vez tantas procesiones chorras donde también se gasta y deja de utilizar a otras instituciones públicas para pagarse el boato de sus misas y actos?
Me desvío del tema de una manera espectacular, ustedes disculpen. Pero es el dilema de siempre, porque alguno seguramente está pensando en qué hacemos con la industria armamentística.
Si fuera por Gandhi, hubiera enviado al paro a medio planeta, al que tan brutísimo ponen los fusiles y los misiles. Ya saben, aquello de que el ser humano es malo por naturaleza y los cacúmenes de Hobbes. "El arte de la guerra", le llaman. Curiosamente, como al toreo. A la estrategia, en cualquier ámbito, la llaman arte. Hitler acabó con el desempleo creando tanques y uniformes, pero ya se sabe que tantas máquinas de matar o eufemísticamente calificadas como 'de defensa del territorio nacional' no las colecciona uno como los clics de Famóbil. Si en Navantia no fabrican los BAM, la empresa se va a por tabaco. Si los construye, estamos creando armamento militar, socavando la paz y derrochando presupuesto público. ¿Aparecerá alguien que descubra la piedra filosofal que sustituya los barcos de guerra por beneficios económicos venidos de otros sectores más benévolos? Pues eso, un carajal del que no llegamos a extraer una conclusión diáfana.
Yo lo único que quería -y termino yéndome por ramas inconexas- es
felicitar a mi amigo Santiago Muñoz Romero, periodista y buena gente, cuyo hijo torero, Santi, como lo llama su padre, hizo un faenón en la plaza de toros de La Isla este 19 de julio con su novillo. Yo no entiendo de cuernos y además, insisto, me gusta todo lo que rodea al mundo taurino -música, lenguaje, trajes de luces, curiosas manías- pero debo ser muy cateto y guiri cuando pienso que el toro debería tener un belcro con colchones en el lomo en el que se ensañen los de los capotes. Como eso no es posible, pues asisto porque me identifico con el compañero de fatigas en mi periódico, sin que yo sufra a un hijo torero, porque eso debe ser casi igual en grado de locura que te salga periodista, y además compruebo que cualquier mastuerzo como yo es capaz de hacer fotos medianamente pasables con mi antigua Sony Cyber-shot, lo que demuestra que aquí hace fotos hasta el más tonto, que los hay y a pares.Y es que estas cámaras tenían una lente Carl Zeiss que son la leche...
Va por el torero y el padre, especialmente la imagen de un emotivo abrazo que dure muchos años más. Tu hijo es lo que tú querías ser, Santiago, convirtiéndose por ello en tu viva imagen y tu sueño. Os quiero a los dos.