lunes, 4 de noviembre de 2024

Quincy Jones

Ha muerto Quincy Jones. Brillante compositor aunque con especial clarividencia para la producción musical, en mi libro «Las bandas sonoras para despedir los días» le dedico un capítulo en el que invito a los seguidores de la música cinematográfica a reparar en «A sangre fría» (Richard Brooks, 1967) o «El color púrpura», la excepción musical al binomio Steven Spielberg-John Williams no sin cierta polémica.

Os dejo, a modo de homenaje, las dos páginas del libro para que las disfrutéis, en las que se incluye el código QR del vídeo explicativo, y os sirvan de aperitivo si aún no tenéis «Las bandas sonoras para despedir los días», que podéis comprarlo en librerías o a través de la web www.lasbandasonorasparadespedirlosdias.com


Vídeo del QR: https://youtu.be/6X4WZEAmEdk




viernes, 25 de octubre de 2024

Inolvidable estreno de 'Los últimos del Tívoli' en el Festival Internacional de Cine de Benalmádena

Vuelvo del Festival Internacional de Cine de Benalmádena tras vivir uno de los días más felices de mi vida. El Ficcab Benalmadena 2024 ha sido una enorme responsabilidad para mí, porque no todos los días tiene uno la oportunidad de presentar tu libro a las siete de la tarde y tu película dos horas después ante un patio de butacas lleno para ver mi documental 'Los últimos del Tívoli'.
GRACIAS. A Jaime Noguera por contar conmigo como director del festival, presentarme, su buen rollo y su profesionalidad. Al alcalde de Benalmádena, Juan Antonio Lara Martín, y a su equipo de concejales, por tantas palabras de afecto hacia el documental, su amabilidad, la alegría de verme y palpar a su lado, durante la proyección, su sensibilidad hacia quienes anoche fueron para mí los protagonistas de la premier: la plantilla de los trabajadores del Tívoli y especialmente quienes día a día, desde hace cuatro años, resisten en el parque de atracciones para mantenerlo lo mejor posible. Su trabajo, sin recibir nada a cambio, será una maravillosa herencia en la historia de Benalmádena para quien en su momento, y seguro que en breve, vuelva a abrir las puertas del que fue el lugar de las ilusiones de tantos millones de personas.
GRACIAS a Paco Martín y a David Fuentes. El primero, aparte de quien me acompañó en esta aventura con su cámara y sus consejos, es mi amigo. Y los amigos de verdad son sagrados. El segundo es un pedazo de profesional del sonido audiovisual que ha sido un gustazo trabajar con él y verlo implicado al máximo y especialmente impactado por la historia de lo que sucede con el Tívoli.
GRACIAS a cuantos amigos asistieron a la presentación del libro 'Las bandas sonoras para despedir los días' previa a la proyección de la película, y a tantos y tantos que me enviaron mensajes no solo ayer, sino estos meses. Y a mi familia, pendiente de mi felicidad desde la distancia.
GRACIAS A TODOS.
Aquí tenéis un enlace para ver las palabras de presentación de la película, alguna referencia televisiva fotografías y el trailer del filme: https://youtu.be/MTI6hn2o6wo




























sábado, 12 de octubre de 2024

12 de octubre. Un año después



Hoy hace un año que te fuiste. Esta frase (como siempre, dispuesto a todo lo que te pidiera) fue lo último que me hablaste/escribiste por whatsapp poco antes de tu marcha, cuando íbamos a quedar en Madrid para un proyecto que era la ilusión de mi vida. Después te felicité tu cumpleaños, no me contestaste y, pasadas varias semanas, hace justo doce meses, Carmen me dio la noticia de que acababas de fallecer, diciendo que en el aniversario de tu nacimiento ya estabas mal y no pudiste responderme, "pero le hubiera hecho mucha ilusión".

Parafraseando a Meryl Streep en su última frase en 'Memorias de África', "A Carlos le gustará saberlo. Tengo que acordarme de contárselo".

Te echo mucho de menos, maestro de mi vida.




martes, 1 de octubre de 2024

De «Megalópolis» y sus reacciones



Quienes nos dedicamos a esto de analizar películas desde hace décadas tenemos la obligación de descifrar los códigos que encierran y hacer de puente entre ellas y los espectadores con el objetivo de que puedan tener en sus manos todas las consignas posibles para entenderlas y sacar a la luz valores o mermas que permitan ampliar valoraciones y hacerlas más justas. Eso es tarea muy complicada y hay que ver el cine con ojos más allá de los de un consumidor de películas habitual. No se es por ello mejor ni peor, simplemente ejerces con los conocimientos con los que te has forjado, con un amplio manejo del análisis, con capacidad periodística y sobre todo dedicarte toda tu vida a ver cine. Mientras otros emplean su tiempo en la noble tarea de leer de madrugada, yo veo dos películas. Mientras otros ven programas de televisión, yo me enchufo mi filmoteca. Mientras otros dedican el domingo a pasear, yo analizo una banda sonora en una cinta perdida en Filmin. Mientras otros se gastan su dinero en vacaciones, yo voy a festivales. Mientras otros pasan las tardes de invierno entre semana con un café con amigos, yo grabo todo lo que ofrece la Escuela de Cine de la UCA. Y mientras otros toman copas un sábado por la noche, yo veo «Megalópolis». No soy ni mejor ni peor, porque hay muchas cosas que puedes hacer perfectamente compatibles. Pero el cine es lo que centra tu vida. Eres distinto, lo más probable es que seas un tipo raro y ello no te confiera buena fama. A mí eso siempre me ha dado igual. Pero no quieras ni siquiera parecerte si no cumples con esa premisa.

Por eso me entra la risa floja con tanto mamarracho abriendo canales en plataformas hablando de películas (siete minutitos diciendo su ficha técnica y algunas gracietas para payasear entre frase y frase) o pontificando en los generalmente absurdos y disparatados grupos de cine en Facebook. No suelo ver esas cretinadas, pero dicen que unas cosas llamadas algoritmos deciden por ti lo que aparece ante tus ojos cuando abres estos medios infectos que son las redes sociales. Ayer me apareció un vídeo de un tipo que titulaba su pantalla de inicio sobre lo último de Coppola como «Mierdópolis». La hizo el día del estreno de la película y en 72 horas tiene doce mil visionados. ¿Es posible hacer un trabajo analítico serio sobre este filme en la misma jornada, prepararlo, montarlo, etalonarlo (sí, yo hago esas cosas, soy así de quisquilloso) y decir algo más allá de que lo último del director de «El padrino» es «un churro»? ¿Dónde puñetas queda el respeto al cine y a un director capital en la historia como es Coppola, independientemente de la calidad de su cinta? ¿Qué buscan esos doce mil sujetos que ven esas cosas?

No tengo ni la más mínima idea. Solo sé que, si no eres el feliz espectador común sino el teórico amargado dedicado a radiografiar películas, tienes la obligación de hacer algo serio si después vas de crítico y encima te quieres acreditar para los festivales a los que vas para hacerte fotitos en lugar de ver seis películas al día y no respirar cumpliendo con el cometido de informar, escribir de madrugada o montar vídeos. Que esto es jodidamente sacrificado si lo quieres hacer bien, por mucho que parezca bonito y todos quieran ser críticos.

Tampoco tengo ni idea –entramos en materia- de porqué Coppola, con una cojonuda idea de paralelizar las intrigas políticas y los egos de la civilización que nos creó con las actuales corrupciones que gobiernan en el mundo, decidió barroquizarlo todo e irse por las ramas con momentos y diálogos que ni los más asiduos consumidores de grifa son capaces de mantener. Pero «Megalópolis» tiene mucha, y difícil, miga. El poder de detener el tiempo, el mayor de todos para lograr la inmortalidad, reflejado en el personaje de César Catilina (Adam Driver); la estopa a la servil prensa actual; la seducción de los profetas modernos recibida especialmente por los primeros planos de niños astutamente colocados por Coppola; el débito hacia otras distopías como «Blade Runner» o «Joker» y técnicamente hacia el uso de su paleta de colores, o la magistral banda sonora del argentino Osvaldo Golijov, tan originariamente europeo y clásico como Miklós Rózsa del que bebe excelentemente en su «Nueva Roma» o su capacidad para narrar musicalmente la utopía discursiva de César Catilina con un enorme tema en el que cuerdas, saxos, flautines respondiendo y trompetas gimiendo juegan como solo los maestros saben situarlos en el pentagrama. También encontramos la huella de Alex North en su excelente «The Catilinarian Conspiracies» como ejemplo más diáfano.

«Megalópolis» es indigesta para el anónimo mortal que acude (aún) al cine, es un ejercicio egoísta de Coppola y por ello el espectador medio no tiene que pedir perdón. Tampoco lo tiene que hacer el director, aunque haya perdido la oportunidad de hacer la obra maestra que hoy día es más necesaria que nunca sobre la indefectible caída de una civilización llena de tarados que menosprecian a un maestro calificando sus películas como mierdas o grabando gilipolleces en un mismo día por mucho que ustedes visionen sus basuras.

Análisis de «Megalópolis» en un nuevo vídeo en #UltimoEstreno en este enlace: https://youtu.be/hYPv7bg-lik





domingo, 29 de septiembre de 2024

«Cádiz, donde el cine cumple sus sueños»




La exposición «Cádiz, donde el cine cumple sus sueños» está trabajada con profesionalidad y con mucho amor hacia la ciudad y la vocación y gran pasión de José Manuel Serrano Cueto: el mundo del cine. De hecho, el atractivo de esta muestra de una veintena de fotografías que reproducen fotogramas de películas rodadas en Cádiz reside desde el inicio en su nombre. No recuerdo una exposición con una denominación tan preciosa como la que posee.

«Cádiz, donde el cine cumple sus sueños», se inauguró el viernes en la Plaza de España y estará hasta noviembre. Gente que hace posible que exista este arte han colaborado haciendo el papel de los protagonistas de estas películas para plasmar, en las imágenes captadas por el fotógrafo Juan Antonio Quiñones, un instante de esos filmes que se hicieron realidad con la belleza de la capital gaditana como escenario.

Agradezco de corazón a José Manuel que contara conmigo para reproducir un fotograma de la película «Antes de la quema», de Fernando Colomo, haciendo las veces del «Tuti», aquel personaje sinvergonzón que encarnó Joaquín Núñez. Me divertí mucho durante la sesión fotográfica que hicimos en el Gran Teatro Falla y la actriz Susi Rosado y yo nos reímos mucho. ¡Pudimos con el calor y el vestuario en pleno verano!

Como bien dice José Manuel, el cine existe gracias a la gente perteneciente a muchos sectores relacionados con él.

En este vídeo en #UltimoEstreno podéis conocer mejor la exposición y las impresiones de sus autores. ¡No os lo perdáis y por supuesto tenéis que verla!









martes, 24 de septiembre de 2024

«Segundo premio», la película con la que España quiere ganar el Oscar en 2025



Las desavenencias, el arte mediatizado por los desencuentros y las rupturas son hechos consustanciales a las bandas musicales de todos los tiempos.

Resulta sumamente extraño que los grupos que conforman el olimpo del pop, el rock o cualquier otro género hayan salido indemnes del enfrentamiento entre sus miembros. En algunos casos han existido ceses comunes que han venido a mitificar aún más a esas bandas, en otros han servido para enriquecernos con temas cuyas letras y músicas hablan de nostalgia, tiempos mejores, frustraciones y, en definitiva, de lo idílico, fugaz y perdido por los egos o por la irrupción de elementos tópicamente incentivadores del arte, como el alcohol o las drogas.

Sobre ello trata precisamente «Segundo premio», la película que la Academia de Cine de España ha decidido enviar a los Oscar de Hollywood para lograr la estatuilla a mejor filme de habla no inglesa.

El bastidor cinematográfico sobre el que el director Isaki Lacuesta ha trabajado esta idea universal ha sido «Los planetas», la banda de música indie nacida en los años 90 y que alcanzó cotas de popularidad de gran relevancia en el panorama musical español. La formación sigue viva, pero el axioma expuesto en las primeras líneas de este texto hizo mella en ella como en tantas otras. Así que «Segundo premio» es la excusa (no me atrevo a decir si ideal para el concepto original ni si lo es también para aspirar al Oscar) para contar una historia tan antigua como la música organizada. Por eso, y porque la película hay que venderla para que el público no crea que se trata de una biografía de un grupo cuyo estilo de todas maneras no es mayoritario, el lema del filme está en todas partes, en su cartelera y en su teaser: «Esta no es una película sobre «Los planetas».

Y es cierto por lo razonado anteriormente. Los personajes de un extraordinario Cristalino encarnando al guitarrista de la banda y un distante Daniel Ibáñez bien pudieran ser los de Pink Floyd, Syd Barrett y Roger Waters, cuando el primero no acudía a los ensayos o sobre el escenario se perdía en su particular «Interstellar Overdrive», sin seguir los compases de sus colegas, mirando al vacío hasta que el segundo tuvo que buscar sustituto, y con mucho tacto, encontrándolo en David Gilmour. Así fue un episodio de los más relevantes de la historia de «Los planetas» que Isaki Lacuesta muestra al espectador con la misma paranoia que la que provocan las sustancias en la cabeza del personaje de Florent Muñoz, tan entrañable con Juan Rodríguez ‘Jota’ en una misma secuencia que violento al instante en un bar mientras el resto de gente ni se inmuta cuando ambos se parten la cara en un giro caricaturesco y tarantinesco.

Digo que «Segundo premio» es la historia de la música jerarquizada y de la amistad, de los proyectos comunes pero frustrados, de quien escoge otro camino pero siempre es faro y guía de no se sabe qué (May Oliver en el caso de la banda) pero tan necesario como contarlo en canciones, todo ello rodado con rostros en primer plano muy nítidos y siempre con un aura borrosa (los claros objetivos de expresar y triunfar, lo que rodea que difumina, espesa y trunca), con fundidos de cuerpos que empiezan distantes conversando telefónicamente en imágenes oníricas y simbólicas cinematográficamente excelentes aunque no les iría a la zaga titularlas con el lema reposicional del 2001 de Kubrick, «The Ultimate Trip».

«Segundo premio» fluye –cada fotograma a mejor ante iniciales titubeos- entre lenguaje soez, pero reflexiones protagonísticas expuestas en voz alta al espectador de un valor excepcional para hacer pensar sobre el ser humano, el placer y sacrificio como doble cara consustancial de la amistad y los convencionalismos que debemos vencer. Los mismos que al ver una película imperfecta (demasiado enrocada en sus canciones, confusa en determinadas relaciones, escasamente vocalizada) pero que no deja indiferente y que es una apuesta arriesgada tanto para la Academia de Cine como para el propio espectador. Pero en los tiempos en los que estamos, un boquete es una trinchera.

ENLACE AL PROGRAMA-VIDEOCRÍTICA EN EL CANAL #ULTIMOESTRENO: https://youtu.be/fFgIQRMCC2o

sábado, 21 de septiembre de 2024

Bear McCreary y su música para «Los anillos de poder»



Bear McCreary está haciendo historia con «Los anillos de poder». Su música es uno de los ejercicios narrativos más brillantes en el ámbito audiovisual de todos los tiempos (¡de todos los tiempos, sí!) y no exagero en absoluto. Parto de la base de la satisfacción que produce un fenómeno ya inusual como mantener para todas las temporadas de una serie el vehículo narrativo que supone una orquesta sinfónica en su plenitud, en una época oscura en la que las músicas están siendo relegadas a meros acompañamientos sin desarrollo explicativo y utilizándose tecnologías ajenas a lo orquestal.

McCreary no solo ha dado continuidad musical al mundo de «El señor de los anillos» según Howard Shore, sino que construye un gran universo con su propio estilo o algunos tintes epopéyicos que recuerdan a John Williams en la saga de «Star Wars», como el caso del tema de Sauron (episodio 1) y el «Battle of the Heroes» de «Star Wars. Revenge of the Sith» con sus poderosos obstinatos y coros.

Pero lejos de similitudes estilísticas -muy acertadas-, se encuentra lo crucial en la música cinematográfica: el ejercicio narrativo, el desarrollo de los personajes y acontecimientos llevados de la mano de un pentagrama, la evolución de los hechos o el anuncio de lo venidero y de las intenciones protagonísticas y el impecable hilvane de mundos tan complejos como los de Tolkien con un apasionante puzzle por descubrir. McCreary, por poner un ejemplo, nos adelanta gradualmente la evolución de Gandalf desde la primera aparición del tema «The Stranger» sin que conozcamos aún al personaje o es capaz de introducir temas principales con una pasmosa capacidad que van adelantándose a lo que percibimos con los ojos. Independientemente de la cuestionada calidad de la serie para algunos, la obra del compositor es lo mejor como música narrativa realizado en muchos años y nada más que por ello es fundamental visionarla.

Los festivales de música de cine, una buena parte de ellos sufriendo dificultades en los últimos años y algunos incluso desgraciadamente sin continuidad o con ésta amenazada para el futuro, no parecen contar con organizadores que se percaten de la importancia histórica de lo que está haciendo Bear McCreary, hoy por hoy el compositor cuya presencia es la más necesaria en estos eventos no solo para disfrutar en directo de su música para «Los anillos de poder», sino para dedicarle toda una jornada de horas sin límite de finalización en la que pueda explicar personalmente, a aficionados y profesionales que se dan cita en estos eventos, cómo ha ido creando y trenzando semejante obra maestra.

Mientras no tenemos oportunidad de que él nos lo cuente más allá de algunos vídeos aislados en internet y explicaciones muy puntuales (más musicales que narrativas), recomiendo enfervorizadamente el admirable trabajo que el portal web MundoBSO está haciendo, analizando con detenimiento y rigor lo que podríamos llamar como otra serie aparte, «El poder de McCreary», gracias a unos extraordinarios vídeos que solo el personal con el que cuenta MundoBSO con su capitán Conrado Xalabarder al frente puede ofrecer a día de hoy. Aquí podéis encontrarlos: https://www.mundobso.com/index.php

En la foto superior, BearMcCreary y un servidor.