viernes, 6 de septiembre de 2024
El ZXSpectrum reaparece con gran expectación 42 años después de su creación gracias a su emulador más fiel: «The Spectrum»
lunes, 2 de septiembre de 2024
Ajedrez
Hace unos días me obstiné en jugarle una partida de ajedrez al mar. Disfrutaba de suficiente visión de un tablero irregular y resbaladizo y contaba con un peón blanco para atacar. Justo cuando iba a mover, mi única pieza decidió cobrar vida, se giró hacia la derecha y salió de la escena sorteando por sí sola los embates del oponente. Entonces aquel reto dejó de tener sentido y concluimos en tablas por decisión unánime.
Desconozco si esa señora me libró de un jaque mate seguro frente a aquella inmensidad. A veces te libras de la derrota sin quererlo porque alguien decide inconscientemente por ti. Si sucede aisladamente, es astucia. Si lo practicas como norma, es cobardía. Jamás te contagies de ella.
Fotografía: JCFM
lunes, 19 de agosto de 2024
Las cosas han cambiado
En agosto de 1998, hace ahora nada menos que 26 años, cumplía con aquel ritual que suponía recibir por Correo los paquetes con las bandas sonoras que pedía a las poquísimas distribuidoras especializadas que existían por entonces o a los países de origen donde se editaban los discos.
Bastantes cientos de BSO, durante años, a costa de mi bolsillo desangrado con muchísimo gusto, llegaron a mi centro de trabajo por entonces (era absurdo poner mi domicilio, porque nunca estaba allí) e inmediatamente abría, nervioso, el paquete que contenía un material que solo podía escuchar la audiencia de #UltimoEstreno en los tiempos de la radio.
Fijaos en un detalle en la factura de este paquete, en concreto con dos grandísimas bandas sonoras: «Mulan» llegó a España el 20 de noviembre de 1998 y «Salvar al soldado Ryan» el 18 de septiembre. La película de Disney se estrenó en Estados Unidos el 5 de junio y la de Spielberg el 24 de julio. Ambos compactos llegaron a mis manos el 5 de agosto, es decir, mucho tiempo antes de que se pudieran oír en la película y ya no digamos en un disco si alguien pretendía buscarlo por cauces habituales.
Te gastabas una pasta, pero era como si los Reyes Magos llegaran cada quincena, cada mes. Así se formó poco a poco mi leonera, durante muchos años, un patrimonio que está ahí. Alguno que otro también tiene que tener algo de él, aunque falsuno y copieteado, porque tras el sangrado del bolsillo llegaba el de algún que otro advenedizo. Las cosas de ser uno un ingenuo, por no decir un carajote. Tampoco todo era tan malo en este sentido. Había con quienes se producían compras en común, intercambios, un quid pro quo del que nos beneficiamos mientras aprendíamos mutuamente. Eran los menos de tanta gente que pasó colaborando en el programa. Dos o tres de nada menos que una veintena que tuvieron un micrófono delante durante tantos años. Ellos saben quiénes son. Los malos, que jamás agradecieron nada, y los buenos.
A lo que íbamos: nada podrá igualar aquel placer. Ahora pinchas en YouTube y te bajas lo que quieras. De esto no está libre nadie, ni por supuesto yo. Pero el inconfundible olor del papel del libreto del CD, tan similar a aquellos libros de texto que absorbíamos por la nariz en las vísperas del inicio del colegio; o de la funda del disco de vinilo; o las sensaciones de la primera vez que lo pinchabas aquellas noches de miles de oyentes pendientes de lo último de Alan Menken o, en este caso, Jerry Goldsmith, CINCO MESES antes de que se pudiera oír en España, con el hermético silencio en el estudio durante la emisión del tema principal aguardando las reacciones de la gente... Eso no me lo quita nadie. «Ahora existe internet y ya no hay lugar a mi memoria», dijo en su día Carlos Pumares, pronunciando una de las frases más bonitas que he oído en los últimos tiempos, de boca de quien tuvo la culpa de mi amor por el cine.
Ya apenas compro discos. Si lo hago suelen ser bandas sonoras de épocas pasadas que aún no tengo o muy aisladamente algo actual que me resulte enorme. Fijaos si hace tiempo que lo último fue «Los anillos de poder» de Bear McCreary, y ahora estoy esperando la segunda parte. Desconozco si soy muy selectivo, o me he quedado obsoleto, o tengo otras prioridades económicas. Lo que sí tengo claro es que no echo de menos compartirlo con el resto de la humanidad.
Algunos pueden decir que cómo es posible no comprar bandas sonoras y escribir un libro o artículos sobre música de cine, pero no debemos olvidar que las bandas sonoras se deben a la imagen, y las escuchas aisladas, por mucho que no nos lo creamos, son SECUNDARIAS con respecto al cometido que tiene una banda sonora. Por lo tanto, no es correcto analizar la música de cine sin ver la película en cuestión. Y en ese ámbito, queridos, sigo pegado a una pantalla, visionando todo lo posible mientras, como titulaba el grandísimo Fritz Lang, Nueva York duerme.
sábado, 17 de agosto de 2024
«Alien: Romulus». Los goonies en el espacio en un ejercicio de amor 45 años después
jueves, 15 de agosto de 2024
Cuarenta y cinco años de la 'avanzadilla' del equipo de rodaje de Verano Azul
Tras meses de búsqueda de localizaciones y elegirse Nerja, Fernando Quejido, ayudante de producción; Juanjo Sánchez Vila, auxiliar de producción; Germán Quejido, regidor, y Diego, conductor, conformaron la 'avanzadilla' del rodaje de Verano Azul. "Para mí es muy entrañable recordar aquellos momentos", afirma Juanjo Sánchez, que acaba de finalizar un libro que ha escrito sobre la serie y los entresijos de su rodaje y que ya ha entrado en imprenta.
martes, 13 de agosto de 2024
«La trampa», de Michael N. Shyamalan
Regresa Shyamalan a los cines con «La trampa», una película con una solvente primera parte en la que el director va introduciendo al espectador en los acontecimientos con tal habilidad que, sin suceder más allá de un concierto para adolescentes y un gradual conocimiento del personaje psicótico, nos mantiene en la butaca sin pestañear.
El director de «El protegido» se vuelve a mostrar como pez en el agua rodando espacios multitudinarios, marchando de un lado a otro pero con pulcritud clásica, descubriéndonos elementos u objetos importantes para el guión con movimientos de cámara hacia abajo, a un lado, sin ostentosidad, e inquieta al espectador con el convencionalismo que supone el cerco a un asesino, pero manejando los tiempos admirablemente. Otros lances son los que acontecen cuando el filme da paso a una vulgar persecución del protagonista, con policías estereotipados y situaciones inverosímiles que le benefician en sus chirriantes escapatorias del cerco de los agentes y el ramalazo hitchcockiano de andar por casa con fantasma de madre incluida que atormenta a su perturbado hijo en apariciones que suceden cuando al guión le conviene y no cuando hay que darle credibilidad a la película para que el espectador no termine cabreado.
En realidad lo que sucede es que, cuando nos sentamos a ver una película, nos predisponemos a vivir el género que se nos anuncia. Por eso nos creemos las disparatadas peripecias de James Bond o disfrutamos con Indiana Jones y sus amigos cayendo al vacío desde un avión en un bote hinchable. Pero la pregunta es –desde el principio de los tiempos- en qué género enmarcamos las películas de un tipo que ha hecho «El sexto sentido», «Señales», «El bosque» o «Tiempo». Su versatilidad sinóptica lo encumbra tanto como lo condena.
Yo me he divertido porque creo que Shyamalan, con «La trampa», también. Sin alardes filosóficos, sino con piruetas guionísticas no muy serias. Sin lo que le aportaba James Newton Howard con su música, pero con canciones pop tan livianas como la película. Y lo ha hecho siendo consciente de ello. No hay más, ni siquiera la pretenciosidad que mostraba en algunos de los títulos con los que carga en su irregular mochila. Y si encima hace calor en la calle y en el cine se está fresquito, pues mejor que mejor.
domingo, 28 de julio de 2024
Juegos olímpicos de los años 1985 y 1985 para ZX Spectrum
Este vídeo hace un rápido repaso por cinco de estos juegos, los más llamativos, desde el popular Daley Thompson's Decathlon de Ocean (uno de los primeros juegos en emplear el sistema turbo anticopy en su carga) hasta la apuesta española en este ámbito, cuando los chicos de la conocida Dinamic sacaron al mercado el Video Olimpic, en el que podemos encontrar cosas tan curiosas como publicidad subliminal en la que no falta la polémica, como anuncios en las vallas de los estadios de Coca-Cola en los que leemos en realidad a mucha velocidad 'Cocaína'.
La mayoría de los juegos, en mayor o menor medida afortunados en desarrollo y gráficos, consistían en disputar una serie de pruebas que había que ir superando para pasar a otras disciplinas. Natación, salto de obstáculos, atletismo, tiro con arco, tiro al plato, salto de altura... Auténticos motivos para destrozar los teclados de goma de nuestras queridas máquinas o los joysticks de la época.