Está ya en Filmin «La zona de interés», ganadora de los Oscar a la mejor película internacional 2024 y al mejor sonido. Curiosa cinta, pero que falla en sus pretensiones sinestésicas. Vista y oído van descompensados, para ser más prosaicos.
La película presenta una impresionante capacidad para mostrar, a través de lo auditivo en lugar de lo visual –que es paradójicamente la piedra angular del cine-, los hechos sucedidos en un campo de concentración de los más crueles que existieron en aquellos años. Los gritos a los judíos, los disparos, el sonido de los hornos crematorios funcionando, las palas cavando…
Pero al igual que una película no es solo imagen, tampoco es sonido. Y es un filme que le debe mucho, un porcentaje elevadísimo de su funcionamiento, al sentido auditivo. Jonathan Glazer, el director, lo emplea con el mismo sentido que los buenos cineastas cuando muestran el mal. Como Ridley Scott lo hizo con Alien, como Spielberg con Tiburón. Es decir, dejando a la capacidad creativa del espectador el florecimiento de las sensaciones y, al no mostrarse tangiblemente la maldad, desde la butaca 'diseñamos' lo que sucede, tratando de generar una mayor consternación con lo que es el ‘imaginando’ más que el ‘visualizando’ y, en el caso que nos ocupa, todo gracias al sentido auditivo, menos directo obviamente que el visual.
Pero el exponente visual de «La zona de interés» y el comportamiento de los personajes son tan geométricamente perfectos como fríos, y eso se convierte en una rémora a la hora de imaginar con el oído, por lo que la desproporción es muy evidente. El jefe de Auschwitz tiene esposa, hijos y suegra, pero es tan gélido en su actitud cotidiana y parece tan corto de mente que la manera de exponerlo no te suscita la cercanía que debería causar la película hacia un personaje tan despreciable pero que, para que la película funcione, debemos empatizar con él como humano y así incrementar las sensaciones espeluznantes que entran por el oído.
Sí hay momentos extraordinarios, como por ejemplo la reunión de jefes de campos de concentración para organizar los exterminios como los que están en una cita para aumentar las ventas de thermomix, por decir cualquier cosa.
Fría, matemática, estéticamente fascinante,… tanto como una película de Kubrick. Porque, de hecho, los últimos 20 minutos sirven para descubrir las deudas direccionales de su realizador. Esa matematicidad en las escaleras, en las baldosas del suelo que tanto recuerdan a «El resplandor», o el confuso manejo del espacio-tiempo que en la película protagonizada por Jack Nicholson vimos culminado en el retrato de la pared con los participantes de la fiesta y aquí, en «La Zona de interés», con las escenas del Auschwitz moderno y las limpiadoras aseando las cristaleras de las habitaciones con los objetos expuestos de los judíos asesinados en las salas habilitadas para ello, o en lo que podemos contemplar contemporáneamente en diversos barracones, todo ello entremezclado con el hilo temporal de lo sucedido en la época en la que se desarrolla la película, sin más sentido que, para algunos espectadores, un regodeo o incluso una banalización del mal en beneficio de la estética, y para otros una necesidad de no olvidar lo ocurrido a través de unas imágenes que llaman a alertar de que la maldad siempre acecha y es necesario estar vigilando también hoy. Un ‘No olvidemos’ con una mirada a lo actual.
Ya tenéis la videocrítica de #lazonadeinteres en el canal #UltimoEstreno de Youtube en este enlace: https://youtu.be/1JecdFWBjHM