La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos ha decidido que los Oscar al corto documental, montaje, maquillaje y peluquería, decoración, cortos de acción real y animación, sonido y música sean entregados aparte del desarrollo de la ceremonia que todos conocemos y que se celebrará el próximo 27 de marzo.
Estos premios se entregarán antes de la emisión y después si acaso se verán algunos segundos de esos momentos en los que los ganadores reciben la estatuilla.
Es decir, que estos profesionales y creadores serán tratados como esos jóvenes teloneros que se buscan un hueco en la música y actúan en los conciertos antes de los grupos consagrados, mientras la gente bebe y charla y casi nadie hace caso a los que están dándolo todo sobre el escenario. La gente ha venido a ver a Pink Floyd o a U2 y los previos son música de ascensor para amenizarnos el viaje hasta la octava o novena planta.
Quienes hacen posible que una película se entienda –vamos a hablar en lenguaje llano-, es decir, quienes editan o montan las películas, quienes le dan coherencia narrativa y temporal a tanto metraje rodado previamente, se convierten desde ahora en alfombras rojas para que pasen los siguientes. Así, ya sabemos que grandes del montaje como Michael Kahn o William Goldenberg se han convertido en teloneros por parte de una Academia que decide matar moscas con el rabo cuando comprueba que, cada año, el aliento en la nuca de la cadena ABC es mayor porque los índices de audiencia bajan estrepitosamente.
Pudovkin, el más prestigioso cineasta soviético junto con Einsenstein, dijo en su día que el proceso de edición es la única fase de producción que es verdaderamente exclusiva de las películas. Todos los demás aspectos del cine se originaron en un medio diferente al cine (fotografía, dirección de arte, escritura, grabación de sonido), pero la edición es el único proceso que es exclusivo del cine.
Quienes no son técnicos sino creadores narrativos a través de su música, entre ellos este año nuestro querido Alberto Iglesias, van a hacer también de teloneros de los supuestamente más esperados y en la trastienda recibirán la estatuilla como el que le dan una acreditación para entrar y a otra cosa. Para la Academia de Hollywood, las bandas sonoras ya son nimiedades técnicas sin mayor relevancia. Así que, en las películas, ya no tendrán la menor importancia a la hora de reconocer el trabajo creativo los Hans Zimmer, John Williams, Thomas Newman o Alexander Desplat, porque si en el barco tenemos que aligerar peso para no hundirnos, lo que se decide no es mejorar la calidad de los barcos que construyen los armadores, sino tirar por la borda a los oficiales de la tripulación más gorditos. Así, sin más.
Los cortos como semilla del cine y productos experimentales,
la tarea de un buen maquillaje, los decorados para hacernos creer el entorno en
el que está sucediendo la historia… Todos ellos quedan relegados a tocar música
en el backstage, a su minuto de gloria luego en diferido y a ver si de esta
manera incrementamos los números de los espectadores para que, entre otras
cosas, la gala sea rentable a los intereses económicos de quienes están detrás
de este tinglado.
La ceremonia del año pasado fue la menos vista en la
historia de los premios, con 9,23 millones de espectadores sintonizados para
ver Nomadland ganar la mejor película, una caída del 51% de los 18,69 millones
de espectadores que vieron los Oscar del año anterior. Y claro, es más
complicado encontrar una razón que no va a gustar del porqué ocurre esto y se
prefiere sacrificar a los profesionales en aras de unos números que no van a
subir. Porque el problema, señores de la Academia, no es que la ceremonia sea
tediosa porque se entreguen 23 oscar, sino porque, además de cómo ustedes
guionizan el acto, las películas de ahora no le interesan a nadie. El problema
es que no hay expectación porque no hay cine de calidad. El problema es que
Nomadland es muy mala al lado de El padrino, que La forma del agua no le llega
a los talones a La lista de Schindler y que nadie se acuerda de Doce años de
esclavitud pero todos nos ponemos firmes con Patton. Y eso, querida cúpula
académica, es un problema endémico del cine actual que no se soluciona
sacrificando a profesionales y creadores.
La revista Variety ha reproducido la carta que el presidente
de la Academia, David Rubin, ha enviado a los académicos tras tomarse esta
decisión.
“Después de escuchar
atentamente los comentarios y sugerencias de nuestra comunidad cinematográfica,
nuestro socio de la red y todos aquellos que aman los Oscar, era evidente que
necesitábamos tomar algunas decisiones sobre la transmisión que son lo mejor
para el futuro de nuestro programa y nuestro organización”.
Poco deben haber oído a los gremios afectados porque esta
medida ya la intentaron poner en marcha hace varios años pero dieron marcha
atrás ante las protestas de estos profesionales.
“Con el fin de brindar
más tiempo y oportunidades para el entretenimiento y la participación de la
audiencia a través de comedias, números musicales, paquetes de fragmentos de
películas y homenajes a películas, se realizará un cambio en la producción del
programa. Los productores del programa de este año y el liderazgo de la
Academia con la supervisión de los Oscar han tomado la decisión, con el
respaldo de los funcionarios y el Comité de Premios, de que cada categoría de
premios debe aparecer en la transmisión televisiva, aunque inicialmente se
presentarán ocho premios en el Teatro Dolby en la hora antes de que comience la
transmisión en vivo”.
Nada de esto tiene sentido en una ceremonia en la que lo
prioritario debe ser la entrega de los premios para la que está convocada la
audiencia. Los Oscar no son un espectáculo de “participación de la audiencia”,
ni una sucesión de trozos de películas, estos son aspectos secundarios,
elementos dinamizadores que, bien empleados, no pueden jamás sustituir al
verdadero objetivo de una ceremonia que no va a ganar seguidores en el mundo
hasta que el cine no se entere de que tiene que hacer películas buenas,
atractivas, que interesen y que nos hagan emocionarnos. Solo así la gente
respaldará estos premios y también volverán a las salas de cine, porque el
problema es mucho más grave y global de lo que quiere ver la Academia
norteamericana.
El tiempo dará y quitará razones. Por lo pronto, para la
ceremonia de 2022 y aunque es probable que no le importe mucho, que David Rubin
me vaya tachando de la lista de espectadores.
VÍDEO EN #ULTIMOESTRENO DE REFLEXIÓN SOBRE ESTE TEMA: https://youtu.be/0dskUB1CyUA