Entrevista al director y animador David Ibernia, ganador y finalista de varios certámenes cinematográficos con especial tratamiento al cortometraje animado. Hablamos también sobre el fenómeno de la animación en el cine y el encuentro familiar que tendrá lugar con quien desee asistir el miércoles 28 de diciembre en el parque Los Toruños (El Puerto de Santa María-Cádiz) organizado por la Escuela de Cine de la Universidad de Cádiz.
David también lamenta la falta de ideas originales para hacer buenos guiones en el cine. Nos lo cuenta en esta entrevista que puedes ver pinchando en la imagen superior del texto.
A través de #UltimoEstreno y de un breve recorrido en este vídeo por momentos que el cine ha inmortalizado a la hora de reflejar el nacimiento de Jesús, os deseo de todo corazón lo mejor y que podamos seguir celebrando la naVIDAd. Para que sea así, cuidaos... Y ved buen cine, que es muy sano.
Hay que tenerlos bien puestos para volver a hacer ‘West Side Story’, que en su día ganó nada menos que diez Oscars. Debe ser algo más allá del capricho, una confianza plena de Spielberg en sí mismo y en su equipo habitual. Está Janusz Kaminski en la fotografía, colorida como guiño –entre tantos- a aquel clasicismo cromático de las películas de la época del filme original de Robert Wise. Está Michael Kahn en el montaje, y no encontramos al compositor John Williams por razones obvias, ya que la cinta cuenta con la banda sonora original que compuso Leonard Bernstein con las canciones de Sondheim.
Quizá ha sido que Spielberg ha considerado, de manera inconfesa durante todos estos años, que el ‘West Side Story’ de 1961 es mejorable. Estoy de acuerdo con él. Tras ver su película no podemos decir con concreción qué momentos son más brillantes que los de la original, o si aquella le gana la partida en el minuto tal o cual… Lo que sí es manifiesto es que Spielberg demuestra una vez más que es uno de los tipos más inteligentes del cine y hace su particular adaptación de la obra teatral primigenia. Cuando llegaron los recientes y desafortunados remakes de ‘Ben-Hur’ y de otras obras intocables, sus directores no tuvieron la sagacidad del director de ‘ET’. Porque en su ‘West Side Story’ se respira clasicismo, una manera de rodar que no tiene prácticamente nada que ver no solo con él mismo, sino con el cine actual. Se ha respetado pretendidamente una partitura inmortal. No se ha modernizado la historia para nuestros ojos, pero sí para nuestra conciencia social, porque lo mejor que ha hecho Spielberg en este filme es convertir una controvertida historia sociopolítica en protagonista de igual a igual que la tragedia amorosa de María y Toni. Lejos de ñoñerías, Spielberg mete el dedo en la destrucción de un barrio entero en aras de que USA progresara urbanística y culturalmente y, de manera distinta y más comprometida que la película de Wise, sitúa esta historia de enfrentamientos raciales y clasistas en un escenario derruido. Cruel y simbólica paradoja: dos bandas que llevan a gala su origen, su reivindicación sobre el lugar, pugnando por un trozo de tierra convertido en escombros, luchando por y para nada. Hay miga en esta manera de mostrarnos una película mucho más áspera, valiente –la imagen del cartel de la construcción del Lincoln Center es lapidaria, edificado sobre las casas de los demolidas de los puertorriqueños en 1958- y equilibrada que la antigua, aunque sobrada de metraje, algo que no se percibía en el clásico.
Os cuento más cosas en la videocrítica subida al canal #UltimoEstreno de Youtube recién grabada nada más llegar del estreno. Aquí tenéis el enlace: https://youtu.be/OU9e7RWpXAU
He estado varias semanas obviando ver 'El poder del perro'. Es escuchar el nombre de Jane Campion y entrarme sueño. Jamás entenderé cómo aquella cosa tan absurda como 'El piano' pudo llamar la atención. Aquella señora que no hablaba, de un lado para otro, con un piano de cola en una playa, esperando a alguien, y una niña odiosa berreando. Era todo tan impostado y tan pesado escuchar constantemente la música de Michael Nyman...
Compruebo la cantidad de gente que ha visto (en Netflix) lo último de Campion, me preguntan constantemente y no tengo más remedio que verla para llegar a la conclusión de que es una verdadera lástima que una historia tan sórdida, de personajes torturados y tóxicos -nunca mejor dicho y no digo nada más para no spoilear- y que tan elegantemente cabalga entre la homosexualidad, la diferenciación de clases y la posesión ilimitada haya quedado sacrificada por el onanismo de su directora.
'El poder del perro' es tan preciosista como soporífera, tan interesante como innecesaria en muchos momentos y sobre todo tan, tan narcisista por culpa de Campion, que te pasa mirándote por encima, regodeándose en excesos de tiempo dejando imágenes técnicamente estupendas pero contradictorias con las dos piedras angulares del cine: el movimiento y la historia que se cuenta y cómo se cuenta, cosas que reciben una patada en las partes nobles cada vez que esta señora coge una cámara para rodar algo.
E insisto, es una pena. Porque 'El poder del perro' es una involución inesperada de personajes, un trampantojo sórdido y sutil a la vez.
Y no, no creo que Johnny Greenwood deba ser nominado al Oscar por su banda sonora. No porque no contribuya a generar el clima de tragedia que pulula desde el principio, ni desconozca cómo tratar musicalmente a cada personaje. Simplemente, es que no se ha dado cuenta de que estaba componiendo para Campion. Su música, atosigadora y acertadamente limitada instrumentísticamente, es átona, minimalista, machacona y rítmica para precisamente presionar. Pero no hay movimiento visual y entonces provoca un anacronismo sensorial gravísimo. La lentitud visual va por un lado y la velocidad musical por otro. Y eso es un clamoroso error, de Campion por usar algo así y del compositor por no percatarse del tempo narrativo que le han dado a la película.
Te cuento más cosas de 'El poder del perro' en una nueva videocrítica en el canal #UltimoEstreno de Youtube en este enlace. Si no estás suscrito, ya sabes. ¡Te espero para apasionarnos con el cine en #UltimoEstreno! Pincha arriba en la imagen para acceder.
Hoy se ha inaugurado en Madrid la cabina telefónica que reproduce la que hizo sufrir tanta angustia al gran José Luis López Vázquez -y a nosotros- en el extraordinario mediometraje 'La cabina'. Es un justo homenaje a su director, el cineasta Antonio Mercero. Está en Chamberí, en la plaza del Conde Valle de Suchil, a solo cincuenta metros de donde se rodó.
Su idea fue acompañada de una campaña en redes sociales con el hashtag #UnaCabinaParaMercero, que cosechó más de 4.000 apoyos y que contó con el respaldo de familiares y amigos del propio director cinematográfico, así como de la Academia del Cine y de instituciones privadas como la Fundación Telefónica.
El Pleno del Ayuntamiento de Madrid lo aprobó en agosto de 2018. Han tardado casi tres años y medio en plasmar esta iniciativa. Hay que ser incompetentes o dejados para colocar un cubo de material y cristales que se ha demorado más que construir una urbanización. Es lo que tiene la burocracia creada -o no solucionada- por los políticos. Si el bueno de Mercero llega a seguir entre nosotros y a esperar disfrutar de este homenaje, se nos marcha sin verlo colocado.
En España se suicidaron en 2020 un total de 3.941
personas. Las circunstancias de la muerte de Verónica Forqué han conmocionado a
todo el mundo, pero muchos de esos que ahora dicen estar consternados no se han
parado jamás a reflexionar sobre el grave problema de las personas que deciden
quitarse la vida, una cifra que aumenta cada año ante la desorientación que
actualmente vive el ser humano, los problemas económicos, emocionales, la
incomunicación, la alienación o la brutal competencia para llegar a ser el
número uno a la que someten a gente ya sea anónima o famosa en repugnantes
programas de televisión, incluidos los de cadenas públicas que pagamos de
nuestros bolsillos.
Decía que el año pasado se quitaron la vida 3.500-4.000 personas. Las comparativas no sirven para minimizar otros factores de
fallecimiento, pero sí para darnos cuenta de que hay que exigir de una vez todas
mayor infraestructura sanitaria en materia de psicología y psiquiatría, de
atención a quienes necesitan apoyo por sus problemas mentales, casos de los que
no se hablan porque parece un tema tabú. Porque es del todo inexplicable que
existan campañas intensivas de tráfico y nos hablen constantemente de los
accidentes de circulación, algo que es necesario, pero cuyos datos nos revelan
que en 2020 murieron 1.370 personas en las carreteras españolas. Es decir, menos
de la mitad de los suicidios.
La violencia de género es algo aberrante, con lo
que hay que acabar como sea, pero desde el año 2003, hace la friolera de 18
años, han sido asesinadas 1.078 mujeres a manos de esos hijos de puta. En todo
este tiempo, ni siquiera esa cifra llega al 50 por ciento de un año de
suicidios.
Hasta el tercer trimestre de 2021, en España se
han cometido 206 asesinatos registrados por los cuerpos de seguridad, una cifra
casi insignificante comparada con el número de personas que decidieron acabar
con su propia vida. Y así podemos seguir, con estadísticas frías, a las que se
les puede contestar con la voluntariedad del suicidio como ‘motivo de
culpabilidad’ de estas personas. Pero lo que es vergonzoso es que la sanidad
española no afronte por derecho el gravísimo problema de cómo estamos ‘de la
cabeza’, dicho en lenguaje coloquial. Y no lo acometa con equipamientos,
presupuesto, prevención… Todo lo necesario para afrontar una enfermedad situada
en primera línea hoy día por culpa de cómo vivimos.
Pero no. El dinero público se va para programas
televisivos con gente compitiendo por ver quién presenta mejor unas alcachofas
en un plato, quién canta mejor o quién convive en espacios cerrados como cobayas
víctimas de la experimentación mediática. Y da igual que participen juguetes
rotos, como nuestra Verónica Forqué.
A Verónica la encontró su asistenta en su casa,
sin vida… Qué horror. Qué desazón produce pensarlo. Ojalá su muerte no fuera
inútil y sirviera para pararnos y pensar qué mierda de sociedad hemos creado. Me
temo que millones de ahora consternados verán en breve, como una anécdota, la
muerte de la actriz, y seguirán sentados en el sofá enchufados a programas con
más personajes manirrotos, usados hasta la extenuación.
Estuvimos hablando de cine tan solo unos minutos. De 'Mi vida sin mí', de #IsabelCoixet, por ejemplo. Y de televisión, cuando #AnaDuato, en su papel de Merche en Cuéntame cómo pasó, nos conmocionó entrando en el mar tras saber su enfermedad.
Pero la entrevista a la periodista y escritora Paka Diaz ha sido una de las que más he ansiado subir a #UltimoEstreno en todos estos años. Está recorriendo ciudades españolas, a veces sola, otras con Mabel Lozano cuando el tiempo se lo permite, presentando el libro 'Te invito a un mojito', que fue la frase que el anestesista le dijo a la cineasta y ganadora de un Goya a punto de operarle de su cáncer de mama. Aquel especialista jamás pudo imaginar que su simbólica invitación para animar a Mabel iba a convertirse en el título de un libro que respira vida por cada poro de sus páginas.
Porque leer 'Te invito a un mojito' es igual que conversar con Paka Díaz. Vas pensando cómo tienes que tratar una enfermedad así a la hora de hablar con una persona que la ha padecido, que ha visto cómo su hermana también, su colega de libro... y te das cuenta que Paka está libre de prejuicios, de eufemismos, de titubeos a la hora de ser feliz a pesar de todo. Y la conversación fluye alegremente porque no eres tú quien trasladas fuerzas a alguien con un recorrido marcado por el cáncer de mama, que no tiene cura, solo tratamiento, sino que es ella la que te insufla vida, risas y te percatas de lo poco que importan las cosas cuando valoramos lo realmente necesario.
Las mujeres quieren ver papeles en el cine más reales y que reflejen realmente lo que éstas sufren cuando padecen este cáncer metastásico, afirma Paka Díaz, apoyándose en sondeos efectuados al respecto. Es una de las cosas de las que hablamos, pero hay muchas más en las palabras de esta mujer que va lanzando los mensajes más fortalecedores y esperanzadores que se pueden escuchar en boca de quien ha decidido luchar y hacer partícipes a todos de una batalla en la que se necesita a los hombres que cuiden a esas mujeres, a las familias, a los médicos con su curativa empatía, a las amistades... Y a quienes con nuestra voz, nuestros medios, podamos aunar esfuerzos para seguir ayudando a quienes nos dan una lección de vida como Paka.
Os dejo el enlace a la entrevista. Por su temática, más que por nuestras impresiones sobre el cine, os pido que os sintáis identificados con ella.