jueves, 28 de enero de 2021

Disney no quiere ser racista... porque en realidad el sexo es su 'marca de la casa'


La que se ha liado con la decisión de Disney de
establecer un control parental sobre determinadas películas de su catálogo en Disney+ por sus supuestas connotaciones racistas. No las han suprimido, pero los menores tendrán que verlas con el permiso de sus padres.

Títulos como 'Dumbo', 'Peter Pan' o 'La dama y el vagabundo' son, para la propia compañía, filmes que discriminan a afroamericanos, indios o chinos. Semejante imbecilidad forma parte de su empeño por ser lo más correctamente políticos del mundo, aunque en realidad no es nada nuevo: llevan décadas tratando de ocultar una de sus joyas rodadas en 1946, 'Canción del sur', ganadora de dos Óscar, pero de la que Disney reniega por mostrar paisajes idílicos donde felizmente vivían los negros del sur americano en esclavitud.
Lo curioso de esta gente es que la cruzada emprendida contra este racismo inventado jamás lo han hecho contra lo que sí que es marca de la casa: el sexo. La mayoría de las películas de Disney cuentan con mensajes subliminales de contenido sexual, y eso desde que el 'tío Walt' la fundara, que en esto era un sinvergonzón de cojones.
En este nuevo videorreportaje que os ofrezco en el canal #UltimoEstreno de Youtube vamos a hablar de esas películas autocalificadas de racistas, pero especialmente de un lote de cintas descaradamente sexuales que, a pesar de ser como digo 'marca propia', esperemos que no les den por censurarlas de verdad algún día.
Sentaos y disfrutad, porque os cuento cómo es posible que 'Dumbo' sea racista pero 'Blancanieves' está en una cama rodeada de siete hombres, un jerarca catedralicio le pide a la Virgen María que le aleje del pecado de una gitana que se le aparece, un candelabro se lía con una plumera tras una cortina o incluso Disney fue pillada cuando en 'Los rescatadores' colocaron en un fotograma a una mujer con los pechos fuera y tuvieron que redibujar tras ser descubierta y retirar del mercado cuatro millones de copias de la peli en vídeo.

lunes, 25 de enero de 2021

El tren tranvía que vino a destrozar la ciudad


La sucesión de hundimientos del suelo de las calles de la ciudad dejando socavones de envergadura quizás sea producto de la falta de mantenimiento municipal, desde hace varios años o desde tiempos inmemoriales. Es el principal argumento que los ciudadanos, quejosos, exponen en las redes sociales.

Pero vamos a hablar claro. El suelo se hunde por donde el tráfico ha venido masificándose. Y lo que te rondaré morena si no se pone remedio. Te pillas un spray de pintura, te das una ronda por los barrios como el de la Pastora y las calles aledañas al Carmen (allí ya ha cantado la gallina en Benjamín López) y puedes señalar con una equis perfectamente los anuncios de boquetes en donde es cuestión de semanas que el firme se venga abajo.

Hablaba de decir las cosas claras. Esta es una de las numerosas consecuencias de la nefasta idea de crear un tranvía en San Fernando, ese al que se le espera desde hace ya década y media. Ni siquiera los que veían las bondades para la ciudad de este medio de transporte son capaces de argumentar, a día de hoy, lo que quizá en cierto modo era sostenible años atrás. Me refiero a los isleños de a pie, no a los políticos, a los populares que han heredado este considerable marrón, a los antaño andalucistas puestos de canto y a los socialistas, con un ayuntamiento que desde antes de cambiar el gobierno autonómico ya trataba de desmarcarse de los dimes y diretes de esta ruina sobre raíles y ahora ni te cuento. Del PSOE era y es Fernando López Gil, verbi gratia de la bondad de Pedro Sánchez, menospreciado por el individuo en cuestión en un famoso tuit. López Gil, uno de los acérrimos defensores del invento sobre ruedas, que ha pasado de asegurar que se venderían billetes para viajar en breve a ser senador por la mismísima cara. Todo un "nos vemos".

El tranvía ha obligado a masificar el tráfico rodado por calles de la ciudad no acostumbradas a semejante tránsito. Han sido, generalmente, vías de barrios tradicionales, adoquinados, en los que la frecuencia de paso de coches o autobuses era algo llevadero para ellas y su subsuelo. Vino el tranvía a constituirse en todo lo contrario que el soterramiento en Cádiz, es decir, a dividir en lugar de unir la ciudad, a trazar circulatoriamente un San Fernando desde la calle Real a Ronda del Estero y otro desde la principal arteria de la ciudad hasta Pery Junquera. Otro día hablamos de la división 'económica', de la que deberían hablar los comerciantes y vecinos. Los que no tienen interés en ir en listas electorales, claro.

Para permear ambas zonas divididas para que el mamotreto cruce la ciudad desde una punta a otra, no hay otra opción posible en la circulación rodada que utilizar calles perpendiculares, que en un buen número de casos no estaban acostumbradas a esa masificación de tráfico. De la misma manera que el conductor que entra por la Venta de Vargas no puede acceder al corazón de la ciudad por Real, de modo que un porcentaje interesado en trasladarse a la zona entre Real y Pery Junquera accede por las calles del barrio de la Pastora, o bien se marcha a través de ellas. Y así calles como Hernán Cortés, Santa Teresa de Jesús, Ancha, Colón, Mazarredo, Bonifaz, etc. ven masificado su tráfico y basta observar la calzada para comprobar el estado en el que se encuentran, por no decir lo que opinan sus vecinos. Del Carmen tres cuartos de lo propio, y el tráfico por el barrio de la Iglesia Mayor es para comprobarlo con solo permanecer en sus calles durante varias horas.

El tranvía, el tren tranvía para más señas, es una ruina y un destructor de San Fernando, pero sobre todo una nefasta idea, me atrevería a decir que una de las más desafortunadas de la historia de esta ciudad. Mientras las ciudades europeas más avanzadas caminaban hacia el siglo XXI peatonalizando sus cascos históricos, en San Fernando llegaron unos lumbreras para hacernos creer que nuestro casco antiguo era la calle Real, cuando en realidad éste era el 'casco económico', la razón de ser del corazón comercial de la ciudad. Y los comerciantes y los bares necesitan la circulación y bolsas de aparcamientos, no dos vagones inmensos pasando a su alrededor y haciendo temblar todo. 

San Fernando ha perdido la oportunidad de ser una ciudad modélica europea, aunque suene pretencioso. Un plan integral de circulación y peatonalización con miras hacia el futuro hubiera apostado por peatonalizar barrios señeros de gran interés urbanístico y tradicional. Alguien ya lo vio hace casi tres décadas, cuando Alfonso Berraquero -sí, si, Berraquero- puso sobre la mesa una remodelación de la plaza de la Pastora con sus calles peatonales, arcos y una preciosidad amable para quien quiere pasear por este pintoresco barrio. Años después, tenemos una vergonzante reforma de esa plaza perpetrada en 2014 por el anterior gobierno del PP y un masivo incremento de coches, autobuses y camiones provocado por una política errónea socialista en calles que necesitan cariño, sensibilidad y sobre todo saber qué hacer con ellas y por extensión con la ciudad.

Me imagino un barrio pastoreño peatonal, y no hay que irse a Cracovia para aprender de esta idea. Decía que veo en mis ilusiones la Pastora con calles amables, al mismo nivel en su solería, fachadas encaladas, tiendas artesanas y tabernas pintorescas, hostales con encanto, sus casas de hermandad visitables, que recuerden al Pópulo gaditano, al Santa Cruz sevillano a nuestra manera... Imagino un barrio de la Iglesia Mayor como epicentro cultural y un Carmen como reclamo camaronero. Y por supuesto veo una calle Real con tráfico -descongestionada gracias a las dos vías paralelas de moderno uso, Pery Junquera y Ronda del Estero- en la que aparcamientos subterráneos en la Plaza del Rey (¿recuerdan aquel cuento de la lechera?) y en las inmediaciones del Carmen solventarían las necesidades de estacionamiento comercial.

Esa hubiera sido La Isla ideal, y todos esos cientos -¡cientos!- de millones se hubieran empleado en transformar la ciudad de cara a sus potencialidades. Hubiera habido dinero hasta para cambiar totalmente el perfil de la sonrojante imagen de los terrenos baldíos de Renfe que se extienden desde la estación de trenes en General Lobo hasta el puente de la Casería, donde el soterramiento de la vía férrea hubiera dado oportunidad a construir sobre ellos espacios verdes e infraestructuras para un barrio penosamente olvidado. Pero se ha hecho al revés y ya no tiene solución.

Lo peor de todo, tras cargarse una ciudad, es ver cómo el tranvía nace muerto porque se ha convertido en una de las implantaciones más odiadas por la ciudadanía. Hace ya nada menos que seis años, un político de San Fernando del gobierno actual me decía: "Cuando el tranvía ya comience a funcionar, nadie se acordará de las obras". Seis años de este oráculo. Pues eso.

(Foto: Diario de Cádiz)

https://www.diariodecadiz.es/sanfernando/otro-enorme-socavon-San-Fernando_0_1541246235.html


domingo, 24 de enero de 2021

El cine en San Fernando hace 39 años. "Éxito atrevidísimo"



Recorte de Diario de Cádiz del 20 de enero de 1982, es decir, hace ahora 39 años. Lo conservo por una noticia que no tiene nada que ver con el cine, pero descubro ayer a pie de página la cartelera de aquellos momentos en las dos salas del Cine Almirante, el único que por entonces existía en San Fernando.

-'La recluta Benjamín'. Para cortarse las venas. "Es lo que había", podría decir el abogado defensor. Pero no. Esta basura que le dio fama a Goldie Hawn se había estrenado en España en marzo de 1981.

-'Asalto a la comisaría del distrito 13'. La maravillosa película de Carpenter. Lástima que llevaba estrenada en España dos años, desde 1980. Aquí llegó cuando ya habían cumplido condena los asaltantes (chiste fácil, sorry).

-'Ansias de placer'. La mejor de todas. Confieso que si había que leer el Diario para saber qué nos echaban en los cines, también era para leer esos inefables textos con los que se pretendía atraer a los espectadores a ver las películas porno. "Atrevidísimo estreno", era una de las frases frecuentes 'publicitarias' más el consiguiente texto picantón.

Si alguien sabe quién tenía la tarea de escribir esto cada semana, que me lo presente para hacerle un grandioso reportaje en el canal #UltimoEstreno de Youtube.

La cosa es que una peli un año ya estrenada en la 'civilización', otra llevaba dos años en cartelera y la última una porquería de pajilleros. Ese era el cine de San Fernando en 1982, ni más ni menos.
Si entonces hubieran existido las plataformas de hoy día, hubiéramos flipado.

viernes, 22 de enero de 2021

15 años del Real Madrid-Cádiz en Primera División (2006)


Este 21 de enero se han cumplido justamente 15 años de esta fotografía.

El Cádiz visitaba el Santiago Bernabéu para disputar su partido de Liga en Primera División. Poco después de aterrizar, el equipo y quienes formábamos parte de la expedición visitábamos el estadio para los preparativos habituales.
Mientras que en lo deportivo Juanito Marchante disponía primorosamente las equipaciones en el vestuario, se revisaba el césped, Chirino ya pensaba en qué le iba a decir a los árbitros para pelotearlos un poco y toda la intrahistoria futbolera demás, yo tomaba nota de las infraestructuras de comunicación y medios propios del Real Madrid.
Horas después se emprendía de nuevo el viaje en autocar al estadio antes del inicio del partido, con una gran cantidad de aficionados cadistas haciendo pasillo al bus desde mucho antes de llegar. Durante el partido me llamó mucho la atención la afición merengue, que parece siempre que va la ópera en lugar de a un partido de fútbol. Me resultó chocante ver a un tipo bastante curtido que trataba de insultar constantemente a nuestro entrenador desde su asiento, parecía que le iba a dar algo. Claro que lo máximo que llegaba a gritarle era "Esparraguito". Ele la grasia.
Subió algo el tono cuando, en el minuto 51, Cacique Medina adelantaba a los nuestros. Ríase usted de las caras merengonas de anteayer con el Alcoyano. Era chocante, ver a alguien de cierto porte insultar a Espárrago como si el uruguayo fuera un chaval recién llegado a un banquillo al que amedrentar, cuando don Víctor era un señor -con sus manías, eso sí- más que respetable si es que se pudiera medir el índice de respeto que se merecen los entrenadores por parte del público, que debe ser todo el del mundo.
Al final, la lógica se impuso y Roberto Carlos, Beckham y Robinho nos metieron tres chícharos para dejar el resultado en 1-3. Se estrenó antes en Cádiz el brasileño, que lo primero que hizo fue un sombrerito a Fleurquin. Si lo llega a coger después el 'uru', que era como le llamábamos cariñosamente, el niño no la hubiera contado, porque el bueno de Andrés digamos que era bastante expeditivo con los contrarios.
Quince años como digo, a mí me parece que hace veinticinco, pero recuerdo todo como ayer. Extraña paradoja. Debe ser que también he vivido muchas cosas laborales desde entonces a acá, pero mi etapa en el Cádiz como director de medios será siempre inolvidable. Junto con mi experiencia en la radio, han sido los mejores años profesionales de mi vida. Pude desarrollar muchas ideas y me dejaban trabajar. Otras etapas laborales se convirtieron en una inesperada y triste involución, en lugar de evolución, en el constante aprendizaje profesional de la vida, provocada por alguna que otra persona, de esas que se creen tocadas por Dios, incapaces de aprender porque creen saberlo todo, de escuchar, acomplejadas e irrespetuosas con tu trayectoria y tus aportaciones y que necesitan rodearse de una corte de plebeyos eunucos para evitar que le hagan sombra. Al final siempre se sabe cómo son, ya lo estamos viendo.
Hablaba de aquel partido, de aquel viaje a Madrid. Siendo imparcial, os diré que de la experiencia en Primera División a la hora de visitar otros estadios, siempre sobresalió el recibimiento que nos dio el FC Barcelona. Personalmente, mientras que no tuve quejas del trato de los responsables de Comunicación del Real Madrid por entonces -desconozco si son los mismos, pero ya ha llovido- sí fue bastante frío y no más allá del protocolario. Todo lo contrario del de los directivos culés, constantemente pendientes de mí y de enseñarme el impresionante tinglado de comunicación que tienen allí. Descubrí su periódico, me encantó y lo copié para el Cádiz el tiempo que continué trabajando en el club. Después llegó Baldasano, con su brazo ejecutor, Moisés Israel, un tipo malencarado y estéticamente surgido del elenco de los personajes malvados de las películas de Disney, que nos largó a unos cuantos y a mí me dijo que "vamos a internacionalizar el club y tu gabinete porque el Cádiz con nosotros va a jugar la UEFA". Me entró la risa floja y solo le pregunté si se había leído mi informe de 500 páginas sobre lo hecho en mi departamento. A los tres meses Baldasano se largó llevándose a su Iago particular.
Pero eso ya es otra historia en la que yo no estuve porque todo tiene sus momentos, sus etapas...

martes, 19 de enero de 2021

Tippi Hedren cumple 91 años



Hoy, 19 de enero, es el cumpleaños de Tippi Hedren. Noventa y uno, que se dice bien pronto. No sé porqué extraña razón no se le menciona cuando se habla de actores y actrices longevos que aun están con nosotros. Entre otras muchas cosas, esta mujer con los ojos entre los más expresivos y bellos que ha mostrado una pantalla, ha trabajado bajo las órdenes de Charlie Chaplin y Alfred Hitchcock, que es como dejar claro que está todo dicho.
De este último, ella me turba mucho en 'Marnie', película que amo, creo que tanto por su enorme papel como por culpa de Herrmann, que construye una partitura arrebatadora. Pero Tippi Hedren siempre podrá presumir de haber sido protagonista de la obra más cruel de Hitchcock. Un psicópata obsesionado con su madre, un lío político o un enamorado de una enigmática mujer son cosas que entran dentro del espectro guionístico común, pero que unos animales tan miedicas e insustanciales como los pájaros atemoricen a todo una población hasta el plano final en el que los cabrones han triunfado y el ser humano huye despavorido, es el remate del retorcimiento guionístico de Hitchcock, que conociendo su sadismo se pondría brutísimo con el cuento corto de Daphne du Maurier.
El colmo es que los agapornis, los pájaros más cursis y pacíficos de todos los que existen, es el macguffin de la historia. Qué maravilla...
Felicidades por estar en esta joya, Tippi Hedren. Y por tu cumpleaños.

domingo, 17 de enero de 2021

'¡Ni te me acerques!': fotopollas para la pandemia


Si queréis pasar un rato divertido y sois amantes de esas películas con referencias a otras convertidos en clásicos del cine, buscad en Filmin ‘¡Ni te me acerques!’.

Es obvio que la pandemia provocada por el coronavirus va a comenzar a ser destacada protagonista en el cine, bien como tema central o como excusa. Norberto Ramos del Val y compañía no perdieron el tiempo y en el verano pasado se pusieron a rodar lo que han calificado como una comedia pandémica. En realidad, el virus y sus circunstancias son las excusas para un filme con mucho de Screwball Comedy actualizada y cinefilia en sus venas y no tanto de sal gorda como de inicio nos pueda parecer o quieran vendernos.

‘¡Ni te me acerques!’ podría ser un subproducto irrespetuoso con una temática de delicado tratamiento o incluso algo peor, una de tantas basuras innecesarias y que el cine, espectadores incluidos, no merece. Si alguien cree que va a visionar algo así, se equivoca. La llegada de un escritor contratado para vigilar un hotel a un pueblo perdido de personajes dispares da la oportunidad de utilizar talentosamente ‘El resplandor’ de Kubrick, surgiendo así lo que pudiera parecer la manida comedia de desmitificación de clásicos. En el fondo hay mucho cine español y muy español recordatorio de los más estrafalarios personajes creados por Berlanga o Cuerda, una fauna humana con sello hispano que se mueve entre un bar de machos ibéricos, el policía de “la calle es mía” o el del taller de coches que te mantiene eternamente esperando las piezas de tu vehículo jodido y que además es negro, que para eso tiene ‘el resplandor’. Una exposición de motivos que da pie a una comedia romántica con sus ingredientes tradicionales –líos y ambiguedades sexuales, equívocos, mensajes telefónicos comprometedores, alcohol y drogas para justificar decisiones alocadas- en las que, insisto, la pandemia es solo una excusa para lo de siempre: el amor que surge inesperadamente y lo que supone lograrlo. No faltan tampoco las referencias a otros filmes cuando ‘¡Ni te me acerques!’ se vuelve más convencional, como la que encontramos a ‘Love Actually’, y mientras Alicia la del súper se decide y transigimos por la risa gruesa con las fotopollas, los días de cuarentena pasan ante nuestra pantalla y sucede precisamente lo que confiesa uno personaje: que los finales no se le dan bien, como a Stephen King. Mientras eso no ocurre, toca disfrutar del resto de una película divertida, solvente e incluso necesaria en estos momentos.

viernes, 15 de enero de 2021

¿Cuándo nos olvidamos de aquellos aplausos?


El jueves volví a encontrarme con la serie 'Cuéntame'. Joaquín Oristrell, que sabe sobradamente de esto de escribir historias, ha resuelto el agotamiento guionístico de los Alcántara actualizando sus andanzas, jugando con el calendario y trasladando al espectador en el tiempo, de 1992 a 2020 y viceversa. Suele ser un recurso habitual en el cine y en la televisión y Bernardeau, Oristrell y compañía han sido inteligentes. Conviene apostillar que esto de manejar al antojo el espacio-tiempo es más complicado de lo que pueda aparecer y raras veces funciona como un reloj en pantalla, nunca mejor dicho. Tendremos que esperar varias semanas más para ver cómo evoluciona una serie emblemática de la televisión de este país, capaz de lo mejor, como aquellas primeras temporadas a pesar del histrionismo actoral o la del cáncer de Merche, y de lo peor, como los devaneos de Carlos con los ochenta más sucios o el fuera de tono de la resolución de la bodega de Cruz de Sagrillas, con el nada creíble rapto de Merche (!) por parte de Mauro.

Pero mi intención no era analizar 'Cuéntame', sino detenerme en los primeros minutos del capítulo de inicio de esta temporada y la reciente realidad que nos muestra. La serie nos recordó con sus realistas imágenes que hace tan solo unos meses estábamos aplaudiendo a nuestros sanitarios, a los cuerpos de seguridad, a nuestros enfermos, a los sones de "Volveremos..." mientras nuestros ojos vidriosos mostraban la incertidumbre del desconocimiento, del miedo, como jamás lo habían hecho, en una sociedad acostumbrada a vivir sin conflictos globales más allá de los de siempre, que nos acompañan habitualmente pero no nos deja muertos en camillas por los pasillos de los hospitales, nuestros mayores incomunicados pendientes del hilo que, cuando se ha roto, los envió a un lugar a donde ni siquiera se pudieron llevar nuestra última caricia sobre las pieles apergaminadas, nuestro rezo compartido y consolado.

Digo que 'Cuéntame' nos muestra algo que no sucedió en la cotidianidad de la serie, que es la de tantas décadas lejanas atrás, sino la de anteayer, la de ayer mismo si cabe, de un aciago año que apenas anoche dejamos. Por eso siento una desazón y una tristeza inconmensurable que desembocan en una pregunta machacona y retórica: ¿En qué momento hemos olvidado esos aplausos y la situación que los provocó? ¿Cuándo nos descreímos del concepto, inédito y gravísimo, de pandemia, para volver a vivir como si nada estuviera sucediendo?

El ser humano es frágil en la inmensidad pero a la vez un superviviente a la hostilidad, un ente que lucha por vivir como premisa incondicional para más tarde ansiar el estado del bienestar construido a base de bienestares individuales. Por eso son comprensibles los deseos de volver a lo que más asimilamos a la felicidad, que es la rutina prepandémica, con sus logros, sus frustraciones, sus risas y sus llantos. Trato de encontrar el momento concreto en el que esos deseos se han convertido en ansias desmedidas, el día en el que nos olvidamos de las palabras de Nietzsche: "Los sentidos engañan, la razón corrige errores".

Sea cuando fuere, hemos llegado a este punto en el que nos encontramos, peor que el de partida, en el que en ocasiones la rabia me lleva a un iracundo concepto reduccionista. "Ahora a joderos, a jodernos, que habéis sido unos irresponsables". La situación es mucho más compleja que lo que provoca el exabrupto, pero cuando me calmo no me puedo olvidar de que, efectivamente, la razón solventa nuestras faltas tanto como la sinrazón las causa.

Y no, no había razón alguna para, olvidando lo que significa una pandemia, fomentar la movilidad, promover concentraciones, transformar acontecimientos y fiestas locales en catetadas de pequeño formato. No necesitábamos calles repletas de gente bebiendo y cantando "el resultado nos da igual". No eran necesarias las multitudinarias visitas a un edificio público para ver a Papá Noel en pantalla. ¿A qué grado de terraplanismo hemos llegado para pelearnos por pedir una cita para mirar un plasma?

Lo siento, pero no era necesario un calendario de adviento, luterano y tirolés, para invitar a concentrar a la gente en un punto concreto. Fue un riesgo de extrema irresponsabidad -de la estética hablamos otro día, pero ahora es asunto muy secundario- habilitar muñecos gigantes en la entrada de un edificio público en cuyas peanas se han sentado, han tocado miles de personas para fotografiarse y después subir el momento a Facebook. 

En aras de sostener una economía cogida con pinzas como es la de este país y más alla la de una zona como la de la Bahía de Cádiz -no digamos ya San Fernando- se ha dado rienda suelta a iniciativas pésimamente controladas, a desmanes en centros comerciales que podían haberse evitado con un control exhaustivo, a actos culturetas, que no culturales, sin supervisión de nombres en sus accesos, a bares que no han respetado las normas ante la pasividad de los gobernantes municipales. Alcaldes que se van de copas navideñas con los suyos, poniendo así el capote para el embiste a la prensa que está de cuernos con él. Alcaldesas escondidas ante una ciudad que se va pareciendo a Raccon City en los datos de 'devorados' por el virus. Un gobierno central cobardica que mira hacia el lado de las autonomías para adoptar medidas y presidentes de un país desordenado y caótico que pretenden arreglar una pandemia, nada más y nada menos, no vendiendo alcohol durante dos horas o encerrándonos por la noche. 

Que esta tibieza terminaría en desastre tras las navidades era algo previsible. Tanto como que había que usar mascarilla desde el primer día, que debió ser antes del 11 de marzo, pero su uso solo fue obligatorio a partir de finales de mayo. Salíamos a comprar, a trabajar -muchos más de los que creíamos- y a zafarnos del confinamiento (me asombraba la capacidad de algunos vecinos para hacer lo que les venía en gana)- mientras nuestras conductos respiratorios seguían al aire. En todo esto volvimos a la calle y nos permitieron ir a los aeropuertos, a los concursos de televisión, a viajar de aquí a acá, a entrar en casas ajenas y hacernos creer el extremo contrario: que por llevar una mascarilla ya estábamos salvados de cualquier cosa. ¡Ay!

Vivimos en una España cainita en la que buscamos culpables sin mirar al espejo. Los políticos, sin poner los cojones necesarios para así continuar conservando votos, y nosotros, que nos escandalizamos de lo que vemos en el televisor pero tomamos café en casa del vecino con ocho reunidos, toqueteamos todo en los centros comerciales y "vivimos, porque si no, qué hacemos". 

Leo la prensa y dice que en mi ciudad se ha alcanzado la tasa de 502,2 de contagios, que se preparan rutas gastronómicas para 2021, eventos deportivos "de primer orden" y hasta un concurso de cuplés de Carnaval para premiar al más gracioso con una letra sobre el Covid-19. No de pasodobles, sino de cuplés. Dinero para el chistoso de turno sobre abuelos y padres muertos sin saber el porqué. No es mi piel fina, es el repugnante mal gusto de algunos. La oposición política, más callada que en misa de ocho durante meses en este sentido para no enfrentarse a los "sectores productivos", pide responsabilidades sobre los contagios. Ahora con exigencias. Oposición de mangas verdes, de dirigentes que mandan en otras administraciones y deambulan de aquí para allá, con su séquito, inaugurando actos desde Huelva a Almería, cuya presencia es innecesaria pero donde las fotos son la prioridad. Las puñeteras y malditas fotos...

Regreso del desasosiego, cambio de tercio para volver a mi libro inacabado del cine y su música pero no puedo quitarme de la cabeza la pregunta sin respuesta. ¿Cuándo nos olvidamos de aquellos aplausos?