Las películas Pixar-Disney han tomado un giro trascendental en sus historias. Me refiero a ir más allá de lo perceptible, de lo inmanente, no de la relevancia que para la compañía haya tenido en sí este punto y aparte por el que la compañía ha optado probablemente por inanición guionística. Al fin y al cabo, ¿qué más van a contarnos? Su animalario humanizado, sus historias de castillos de personajes malvados y sus apuestas étnicas –visionar ‘Soul’ y valorarla desde el punto de vista del color del protagonista es un error de novatos o interesado- ya fueron expuestos a lo largo de tantas décadas y esas mismas narrativas se exprimen ahora en Live Action.
A lo que vamos: ‘Soul’ es una vuelta de tuerca más de la metafísica de Disney, de la que también hizo gala ‘Coco’, recuerden. La lástima es que no se repita la solvencia con la que se emplearon estas historias del más allá en ‘Del revés’ y la cosa termine en un forzado de situaciones y en una exposición cansina y algo enrevesada de elementos pertenecientes a los submundos expuestos al espectador, que además se repiten con innecesariedad: cabezones a lo Casper brincando, figuras picassianas como dioses administrativos, luz al final del túnel con pasarela incluida bastante cansina para, al fin y al cabo, entregarle la llave maestra a un concepto bastante manido en el cine: el intercambio corporal por error. El alma del protagonista se mete en un gato y una indeterminada chica hinchosa acomodada en el universo inventado que baja nuevamente a lo terrenal es el nuevo interior corpóreo de Joe Gardner, macguffin que da paso a un predecible intercambio de situaciones que obvian un garrafal fallo guionístico en el filme. Cuesta trabajo pensar que el peluquero converse con Gardner escuchándole hablar con voz de mujer como si tal cosa, así como el resto de personajes que se cruzan con el músico con la excepción de su madre, momento en el que se decide colocarle su voz original. Porque si lógicamente el espectador escucha la voz del gato (sic) y los personajes los maullidos, es porque ¡es un gato y no puede hablar! Pero si en la butaca oímos por boca de Gardner la voz de Tina Fey, ¿me tengo que imaginar que los personajes secundarios escuchan a Gardner? ¿Y para qué este embrollo de voces? ¿Me explico o es que he perdido reflejos comprensivos con la edad?
Técnicamente, la animación de ‘Soul’ es extraordinaria. La evolución en este sentido sigue siendo impecable y es especialmente detectable en las secuencias mundanas del filme: la sala de conciertos con Dorothea Williams, su público, las pobladas calles de New York, el metro (¿Hay un personaje anónimo con guiño teóricamente inconexo a Rowan Atkinson?)… Todo un espectáculo acompañado de dos tipos de composición musical en función de donde nos encontremos: la lógica jazzística que indefectiblemente debe acompañar a Gardner y la casi minimalista y recordatoria de la que en su día hiciera Thomas Newman para aquel mundo espacial alienado en ‘Wall-E’. Es muy probable que Trent Reznor y Atticus Ross reciban doble nominación al Oscar en la próxima edición por sus trabajos para esta cinta y ‘Mank’.
Tras la moraleja final, en la que Disney vuelve a sus conceptos ancestrales para proclamar al fin y al cabo que la belleza está en el interior, lo que queda diáfanamente claro es que se deja la puerta abierta a una segunda parte en la que sabremos por dónde se desarrollan las andanzas de 22, personaje femenino –que no se olvide- descolgado del desenlace de una película que echamos en falta en pantalla grande por su atractivo visual.
Os dejo antes del texto la videocrítica de 'Soul', con más cosas comentadas, subida al canal #UltimoEstreno en Youtube, al que te invito a suscribirte.