Si Harold Ramis -era uno de aquellos famosos cazafantasmas de la icónica película de Ivan Reitman, por cierto- hubiera vivido en San Fernando, se habría percatado de que se encontraba en el lugar perfecto para rodar una versión de su película 'Atrapado en el tiempo', absurdo título del original 'El día de la marmota', que es como todo el mundo conoce aquella ingeniosa película sobre el tipo que se levanta cada mañana con el mismo panorama por delante.
San Fernando es una marmota gigante que no despierta de su sueño ni tiene visos de hacerlo. Me pongo a buscar municipios con actuaciones pendientes para su desarrollo y encuentro decenas, cientos de ellos, pero la lista se me acorta cuando hablamos de generaciones de jóvenes -y no tanto- que nacieron en los años ochenta y noventa del siglo pasado y hoy les mencionas proyectos perdidos en el tiempo y te ponen la misma cara que si les hablaras de Franco. Ni lo conocieron ni les interesa. Y eso es muy triste. Y no me refiero a Franco.
Leo en Diario de Cádiz que la playa de Camposoto no se desafecta militarmente. No sé qué de una respuesta parlamentaria. Quiero decir una más de tantas, respuestas parlamentarias sobre San Fernando hay para sobrepasar 'Guerra y paz'. Otra de la playa. A estas alturas, siglo XXI, y seguimos enzarzados en líneas epistolares políticas sobre si se tiran bombas o no en Camposoto.
Mi cuñada Cristina tiene 25 años. Es decir, nació casi a la vez que se logró que Defensa de entonces claudicara para que la ciudad contara con unos metros de su (lejana y aislada) playa. Cuando ahora le cuento lo de la (otra) respuesta parlamentaria, me mira con los mismos ojos que me ponía mi gato cuando yo sobrevaloraba su entendimiento. Aquí no se trata de menospreciar a Cristina y su capacidad de discernimiento, solo es cuestión de que ella ya es una mujer, ha transcurrido toda una generación en años y la chica no alcanza a entender que en casi tres décadas se siga hablando de lo mismo que escuchó cuando comenzó a tener constancia de donde vivía. Ha mamado La Isla día tras día en su joven vida y, si no lo impide la ruina que estamos padeciendo todos en esta tierra desaprovechada, continuará viviendo aquí. Al menos creo que es su intención. Y ha leído no sé cuántas veces lo de las "respuestas parlamentarias" sobre Camposoto, de la misma manera que los reproches políticos y peleas ridículas en las que unos a otros achacan lo logrado sobre lo debido. Yo desafecté y tú no. Yo no liberé pero puse meaderos de madera para que alivien los bañistas. Tú tenías la carretera hecha un cisco, yo he hecho un par de rotondas por las que durante dos meses y medio esto es la ostia de gente entrando para darse chapuzones (ya eso del aprovechamiento económico lo dejamos para otro momento), pero durante el resto del año circulan un puñado de coches para que algunos extravagantes vengan a un cubilete de cemento desde donde se ven los chorlitejos patinegros. Y así sucesivamente.
Me refiero a que ahora Cristina lee otra "respuesta parlamentaria" sobre algo que nadie ha sido capaz de alumbrar en treinta años, que es toda una vida generacional. Y lo más probable es que mi cuñada lea en la prensa, en unos días, que alguno de estos ponen a parir a los otros porque los polvorines de Fadricas están abandonados y Punta Cantera es un erial, cuando iba a significar el desarrollo de aquellos vestigios militares, de la zona norte hasta la ahora desgraciada Casería de Ossio, en donde quieren intervenir y puede cebarse la mala suerte, esa que dice que todo está muerto porque nadie con poder se ha remangado jamás, pero lo único que está vivo ahora resulta que se lo quieren cargar.
La animosa y joven Cristina pasará a ver en prensa, días después, discusiones sobre "el aprovechamiento de la-figura-universal-del-flamenco", y volverá a salir, casi otros treinta años después, otro marmótico asunto: Camarón de La Isla. Tres décadas y otro cubilete con mercedes al exterior, como una oficina de Movisa Renault. Punto y final.
El otro día me preguntó para qué sirve eso que llaman "la mesa del Turismo", y como obviamente soy el doble de mayor que ella, me bastó recordar cuantas veces desde los años noventa del siglo pasado se ha venido hablando del turismo en San Fernando sin resultados concretos, cuántas redacté noticias al respecto en los medios en los que trabajé. Cruzo los dedos porque no paseemos un día por la calle Real, esa por donde nos prometieron hace ya una quincena de años que circularía un tranvía, y Cristina me pregunte por Casa Lazaga. Creo que en breve tocará nota de prensa de algún partido sobre ella, ya llevan varios meses sin orear el tema.
Tranquilos que no pretendo que nadie se corte las venas con tanto negativismo. Es que, simple y llanamente, mi cuñada lleva toda su vida escuchando Camposoto, Fadricas (polvorines y polígono, que esa es otra), Camarón, la Magdalena, la Marina, Tierra, (¡ay, el CEFOT!), turismo y estoy que no me llega la camisa al cuello esperando que tome una decisión: la conformista, la "resignada" tal cual los detallistas del Mercado Central dicen haber adoptado tras ¡otras cuantas décadas más! esperando el remozado de sus puestos, o buscar alguna tierra prometida donde Harold Ramis no pueda rodar la segunda parte de una tristísima película hacia ninguna parte.