domingo, 15 de noviembre de 2020
Adiós a la revista 'Imágenes de Actualidad'
viernes, 13 de noviembre de 2020
Más de seiscientas razones
El Festival de Cine Fantástico de la Universidad de Málaga, Fancine, ha sorprendido a todos cuando este viernes 13 de noviembre ofreció en su canal de Youtube y con acceso libre el anunciado concierto de bandas sonoras incluido en la programación de esta edición con la Orquesta Sinfónica de Málaga como intérprete y bajo la batuta de Arturo Díez Boscovich.
Una hora y unos minutos más duró el evento. Cuando éste finalizó, eran más de seiscientas personas las que habían disfrutado del visionado de un concierto con composiciones como ‘Parque Jurásico’, ‘Desafío total’, ‘ET’, Cinema Paradiso’ e incluso ‘Urubú’, compuesta por el propio maestro Díez Boscovich.
Contabilizar más de medio millar de personas un viernes laborable a una hora inusual es todo un logro para Fancine y para los amantes de la música de cine que pudimos presenciarlo en directo. En el canal de Youtube de los organizadores se puede visionar. Es lo bueno además, que su emisión a través de la tecnología que desde hace tiempo está a nuestra disposición nos permite disfrutar de cualquier acto cuando tengamos ocasión de hacerlo o simplemente cuantas veces nos venga en gana, quedando inmortalizado sin fecha de caducidad.
Durante estos difíciles meses mediatizados por el Coronavirus, la inventiva humana se ha agudizado con el objetivo de que nuestras vidas se normalicen todo lo posible en una situación anormal. Desde las salas de cine a los festivales de mayor o menor impacto en la industria cinematográfica, todos se han resistido a enterrar la cabeza bajo tierra y han logrado adaptarse a la situación hasta conseguir que el sector cultural sea el que menos haya tenido que ver en este repunte de la enfermedad provocado por otras actitudes que no han sido precisamente la de ir a un cine o a un concierto de bandas sonoras. Ya sabemos que se nos ha coartado la libertad de movimientos en aras de una recuperación global que todos deseamos, como también tenemos conocimiento de que los políticos y generadores de intereses de otra índole sí andan a sus anchas por toda Andalucía –por todo el país- como vacunados prematuramente por Dios o, paradójicamente, confesos negacionistas. Esta misma mañana me he cruzado en mi ciudad con Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía, acompañado de todo un séquito, cuando este señor reside a casi doscientos kilómetros del municipio desde donde escribo. Pero son los cines los que contagian, ya se sabe.
Hablaba de la inventiva humana positiva, no de hipocresía. Durante estos meses hemos visto programaciones de festivales cinematográficos organizadas presencial o virtualmente, en una fórmula mixta que funciona. O no, porque si el Festival de Cine de Sevilla proyecta en estos días películas de interés como el documental biográfico dedicado a contar la vida de la escoria humana que fue Antonio González Pacheco ‘Billy el Niño’ por citar un ejemplo, el festival no te da opción a verla como otras tantas a competición, imagino que a la espera de una futura distribución comercial.
¿A qué largo fiais? ¿A semanas, meses, años de una película guardada en un cajón confiando en que la pandemia toque fondo? ¿No hemos tenido ya meses para coordinar acciones en los festivales que permitan cambiar los clichés de la distribución? Si me hacen pagar una entrada virtual de una película de primera fila en un festival y con ello tener la opción de visionarla, ¿no tenemos aun estructurados los cauces para la distribución de mis euros entre los participantes de la producción y distribución cinematográfica y convertir mi compra en una entrada de facto?
Quien me conoce sabe que soy un defensor a ultranza de las salas de cine, pero la realidad actual es tozuda. Mientras las pantallas crían telarañas estas semanas por los imperativos de cierre y ya desde antes había polvo por las esquinas de las Kauber de tela blanca porque las salas están vacías debido a más causas para analizar en otro momento, ¿no es posible ‘mover el negocio’ con las plataformas de festivales? La complejidad en ello, si es que la hay, no es excusa. Lo fácil lo hace el tonto del pueblo, que en este caso es cerrar cines y lamentarse o, centrándonos en el asunto del inicio, no contemplar iniciativas de acercamiento a millones de potenciales espectadores sentados en los sofás de sus casas, dispuestos a ver películas. Y a escuchar conciertos.
Más de seiscientos amantes de la música de cine se han sentado hoy a ver un maravilloso espectáculo. Seguro estoy que los músicos de la Sinfónica de Málaga han sentido la gelidez de la ausencia de público, algo que también es casi incompatible con la pasión que el amigo Arturo Díez Boscovich descarga con su batuta. Pero peor hubiera sido el silencio de los instrumentos, los arcos de los violines guardados en sus estuches, las partituras muriendo en las carpetas.
Fancine ha tenido una estupenda idea que algún festival de música de cine también ha probado a poner parcialmente en marcha en este tiempo, caso de Fimucité en Tenerife, y con ello abre la puerta a que se sigan celebrando conciertos organizados por cuantas instituciones o entidades permanezcan en el empeño de salvar la cultura –la cinematográfica en el ámbito que tratamos- y multipliquen esos seiscientos espectadores gracias a su mayor poder mediático y a la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Jamás será lo mismo escuchar a John Williams o a Jerry Goldsmith en streaming que en directo, pero los millones de seguidores de la música de cine tampoco es que estemos acostumbrados a los conciertos presenciales porque sencillamente no proliferan en las programaciones de las orquestas y continuamos siendo seres de otra galaxia, a pesar de que todos los que no miran haciendo muecas extrañas con la cara silban constantemente ‘Cinema Paradiso’ afeitándose o se entusiasman con la música de anuncios que utilizan bandas sonoras sin saber que lo son.
Espectáculos de esta envergadura deben contar con un presupuesto que haga viable su celebración, no se me ha escapado esa insoslayable circunstancia. Pónganse pues a buscar recursos, incluso a patrocinar las emisiones, a inventar como obligan los tiempos, porque si nos sentamos a esperar aquella normalidad que conocimos, cuando regrese tendremos una victoria tan pírrica que habrán desaparecido las orquestas, las películas y se nos habrán olvidado los compases que crearon Steiner, Herrmann o Williams.
Enlace al concierto: https://youtu.be/fOipLE3wY8g
jueves, 12 de noviembre de 2020
Juan López
Me llega a través de Diario de Cádiz (la foto es de este rotativo) la noticia de la muerte del profesor Juan López.
Los salones recreativos pierden su último bastión: Japón
martes, 10 de noviembre de 2020
007, un personaje trasnochado
sábado, 7 de noviembre de 2020
'Casa ajena', terror tribal
viernes, 6 de noviembre de 2020
¿Quién va a querer venir a rodar en la Casería de Ossio?
Cuando, en 2017, Israel Gómez se ponía a las órdenes del director Isaki Lacuesta para rodar la película ‘Entre dos aguas’ en la playa de la Casería de Ossio, el joven isleño jamás pudo imaginar que pocos meses después estaría en el Festival de San Sebastián, en la ceremonia de los Goya y en cuantos eventos cinematográficos le reclamaran gracias al éxito de la película del cineasta catalán. Es probable que la mente de Lacuesta fuera más ambiciosa y visionaria que la de su actor, de hecho ya había gozado del éxito de los premios en el cine en años anteriores.
Quienes no deberían haberse sorprendido del asombro que causó ‘Entre dos aguas’ incluyendo las localizaciones de rodaje mostradas en el filme eran los responsables políticos que corrieron a sacar pecho –como siempre- ante las condiciones paisajísticas “y las que hagan falta poner en marcha” para convertir la Bahía de Cádiz en un centro neurálgico del rodaje de películas, aprovechar concretamente el litoral isleño, la maravilla del entorno que rodea a la famosa cantina de Bartolo, a La Corchuela, que leo hoy en Diario de Cádiz que mantienen medio centenar de puestos de trabajo, amén de la docena de pescadores que faenan en ese peculiar fondo de saco de la bahía gaditana.
Digo que no había lugar para extrañarse porque quienes tienen la responsabilidad administrativa de preservar y aprovechar los recursos –naturales o no- de sus municipios, de sus perfiles como el de La Isla, hace ya mucho tiempo que deberían haber tenido conciencia de las especiales características que posee la playa de la Casería de Ossio de San Fernando, su peculiar fisonomía y cuantas instalaciones permanecen en la zona desde hace ya casi un siglo. Esa necesidad de prestar atención a uno de los enclaves más peculiares del litoral gaditano debería haber nacido de la capacidad de la administración para generar respuestas provechosas a lo que sabemos –nadie lo duda- que se trata de un conjunto fuera del ordenamiento legal. Como si eso hubiera sido obstáculo en muchos lugares en los que se ha luchado por conservar el entorno en procesos de regularización. A todos se nos vienen ejemplos a la cabeza.
Para que las casetas de la playa de la Casería isleña y sus característicos locales de restauración, a donde acuden miles de personas al año, muchas de ellas más conocidas de lo que podamos imaginar, se pudieran mantener en el trazado perimetral donde se encuentran, hace tiempo –insisto, mucho tiempo- que el Ayuntamiento de la ciudad debería haber apostado por una regularización demostrando la capacidad de diálogo y gestión con otras administraciones competentes que se le supone poseen los representantes de la ciudadanía. Pero no solo no ha sido así, sino que corroborando esa falta de visión, vienen sacando pecho con la puesta en marcha de un proyecto de “recuperación” de la zona. Es decir, la intervención de manual en cualquier lugar donde pongan su ojo: un paseo, unas farolas, unos bancos, algunos árboles de media planta y una moderna balaustrada para contemplar el interior de la Bahía de Cádiz. Todo ello digamos que con una intención voluntarista pero carente de la más mínima sensibilidad hacia un lugar que se ha venido haciendo a sí mismo con unas peculiaridades distintas a tantos emplazamientos del litoral que necesitan un impersonal proyecto de “urbanización”.
En agosto de 2015, el presidente de Spain Film Commission, Carlos Rosado, realizó una visita a San Fernando para comenzar las gestiones que desembocaran en la inclusión de la ciudad en la llamada Red de Ciudades de Cine (https://www.diariodecadiz.es/sanfernando/Isla-quiere-convertirse-plato-cine_0_942506296.html). Impresionado por las diversas localizaciones de las que disfrutaba La Isla, entre ellas la Casería ‘actual’, alentó al Ayuntamiento a agilizar el proceso que permitiría a la ciudad subirse formalmente y de manera estructurada al tren de los beneficios que genera acoger rodajes de películas, series de televisión y documentales. Pocos meses después, Rosado regresó a San Fernando acompañado por Pedro Barbadillo, presidente de Mallorca Film Commission y prestigioso productor cinematográfico. Volvieron a la Casería, a Camposoto, a diversos enclaves susceptibles de ofrecer a los jefes de localizaciones de importantes producciones cinematográficas. También visitaron el edificio del malogrado Parque de la Historia y del Mar, ahora entregado a Navantia, ante la posibilidad de construir un plató acuático, iniciativa de lo que se lleva hablando décadas por parte de distintos dirigentes políticos de los municipios de la bahía gaditana. Yo estaba en ambas visitas y en la primera me encargué de trazarle el itinerario a Carlos Rosado.
Carlos Rosado y Pedro Barbadillo en 'El Bartolo'. |
Los protagonistas de 'Camarón', la película de Chávarri, en la Casería en julio de 2017. |
Desde entonces, hace ya seis años, nada se sabe de las intenciones de convertir a San Fernando en un lugar de atracción cinematográfica. Ni antes, cuando ya numerosos productores habían venido elogiando las particulares características de esta zona para poder rodar y de hecho se han llevado a cabo rodajes, ni ahora, cuando quieren convertir un espacio único en un paseo marítimo más de tantos en el mundo. ¿Quién va a venir a rodar una calle con bancos y papeleras que mira al mar como tantos otros? ¿Alguien conoce un espacio donde encontrar el perfil, anárquico, teóricamente paupérrimo pero absolutamente pintoresco y aprovechable que posee la Casería actual?
Pues eso es lo que quieren cargarse. Pero quienes auspician estas actuaciones en aras de una modernidad mal entendida o no han movido un dedo para proteger este paisaje con fórmulas recalificatorias, con declaraciones proteccionistas en torno a paisajes de interés turístico, económico o pintoresco que contempla la ley, se han venido pavoneando en estrenos de películas rodadas estos años en ese lugar que ahora quieren transformar en uno de tantos, luciendo palmito en el nombre de Camarón o en los Goya. Y así, La Isla, sigue perdiendo sus oportunidades. Qué mala suerte tenemos.