El Festival de Cine Fantástico de la Universidad de Málaga, Fancine, ha sorprendido a todos cuando este viernes 13 de noviembre ofreció en su canal de Youtube y con acceso libre el anunciado concierto de bandas sonoras incluido en la programación de esta edición con la Orquesta Sinfónica de Málaga como intérprete y bajo la batuta de Arturo Díez Boscovich.
Una hora y unos minutos más duró el evento. Cuando éste finalizó, eran más de seiscientas personas las que habían disfrutado del visionado de un concierto con composiciones como ‘Parque Jurásico’, ‘Desafío total’, ‘ET’, Cinema Paradiso’ e incluso ‘Urubú’, compuesta por el propio maestro Díez Boscovich.
Contabilizar más de medio millar de personas un viernes laborable a una hora inusual es todo un logro para Fancine y para los amantes de la música de cine que pudimos presenciarlo en directo. En el canal de Youtube de los organizadores se puede visionar. Es lo bueno además, que su emisión a través de la tecnología que desde hace tiempo está a nuestra disposición nos permite disfrutar de cualquier acto cuando tengamos ocasión de hacerlo o simplemente cuantas veces nos venga en gana, quedando inmortalizado sin fecha de caducidad.
Durante estos difíciles meses mediatizados por el Coronavirus, la inventiva humana se ha agudizado con el objetivo de que nuestras vidas se normalicen todo lo posible en una situación anormal. Desde las salas de cine a los festivales de mayor o menor impacto en la industria cinematográfica, todos se han resistido a enterrar la cabeza bajo tierra y han logrado adaptarse a la situación hasta conseguir que el sector cultural sea el que menos haya tenido que ver en este repunte de la enfermedad provocado por otras actitudes que no han sido precisamente la de ir a un cine o a un concierto de bandas sonoras. Ya sabemos que se nos ha coartado la libertad de movimientos en aras de una recuperación global que todos deseamos, como también tenemos conocimiento de que los políticos y generadores de intereses de otra índole sí andan a sus anchas por toda Andalucía –por todo el país- como vacunados prematuramente por Dios o, paradójicamente, confesos negacionistas. Esta misma mañana me he cruzado en mi ciudad con Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía, acompañado de todo un séquito, cuando este señor reside a casi doscientos kilómetros del municipio desde donde escribo. Pero son los cines los que contagian, ya se sabe.
Hablaba de la inventiva humana positiva, no de hipocresía. Durante estos meses hemos visto programaciones de festivales cinematográficos organizadas presencial o virtualmente, en una fórmula mixta que funciona. O no, porque si el Festival de Cine de Sevilla proyecta en estos días películas de interés como el documental biográfico dedicado a contar la vida de la escoria humana que fue Antonio González Pacheco ‘Billy el Niño’ por citar un ejemplo, el festival no te da opción a verla como otras tantas a competición, imagino que a la espera de una futura distribución comercial.
¿A qué largo fiais? ¿A semanas, meses, años de una película guardada en un cajón confiando en que la pandemia toque fondo? ¿No hemos tenido ya meses para coordinar acciones en los festivales que permitan cambiar los clichés de la distribución? Si me hacen pagar una entrada virtual de una película de primera fila en un festival y con ello tener la opción de visionarla, ¿no tenemos aun estructurados los cauces para la distribución de mis euros entre los participantes de la producción y distribución cinematográfica y convertir mi compra en una entrada de facto?
Quien me conoce sabe que soy un defensor a ultranza de las salas de cine, pero la realidad actual es tozuda. Mientras las pantallas crían telarañas estas semanas por los imperativos de cierre y ya desde antes había polvo por las esquinas de las Kauber de tela blanca porque las salas están vacías debido a más causas para analizar en otro momento, ¿no es posible ‘mover el negocio’ con las plataformas de festivales? La complejidad en ello, si es que la hay, no es excusa. Lo fácil lo hace el tonto del pueblo, que en este caso es cerrar cines y lamentarse o, centrándonos en el asunto del inicio, no contemplar iniciativas de acercamiento a millones de potenciales espectadores sentados en los sofás de sus casas, dispuestos a ver películas. Y a escuchar conciertos.
Más de seiscientos amantes de la música de cine se han sentado hoy a ver un maravilloso espectáculo. Seguro estoy que los músicos de la Sinfónica de Málaga han sentido la gelidez de la ausencia de público, algo que también es casi incompatible con la pasión que el amigo Arturo Díez Boscovich descarga con su batuta. Pero peor hubiera sido el silencio de los instrumentos, los arcos de los violines guardados en sus estuches, las partituras muriendo en las carpetas.
Fancine ha tenido una estupenda idea que algún festival de música de cine también ha probado a poner parcialmente en marcha en este tiempo, caso de Fimucité en Tenerife, y con ello abre la puerta a que se sigan celebrando conciertos organizados por cuantas instituciones o entidades permanezcan en el empeño de salvar la cultura –la cinematográfica en el ámbito que tratamos- y multipliquen esos seiscientos espectadores gracias a su mayor poder mediático y a la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Jamás será lo mismo escuchar a John Williams o a Jerry Goldsmith en streaming que en directo, pero los millones de seguidores de la música de cine tampoco es que estemos acostumbrados a los conciertos presenciales porque sencillamente no proliferan en las programaciones de las orquestas y continuamos siendo seres de otra galaxia, a pesar de que todos los que no miran haciendo muecas extrañas con la cara silban constantemente ‘Cinema Paradiso’ afeitándose o se entusiasman con la música de anuncios que utilizan bandas sonoras sin saber que lo son.
Espectáculos de esta envergadura deben contar con un presupuesto que haga viable su celebración, no se me ha escapado esa insoslayable circunstancia. Pónganse pues a buscar recursos, incluso a patrocinar las emisiones, a inventar como obligan los tiempos, porque si nos sentamos a esperar aquella normalidad que conocimos, cuando regrese tendremos una victoria tan pírrica que habrán desaparecido las orquestas, las películas y se nos habrán olvidado los compases que crearon Steiner, Herrmann o Williams.
Enlace al concierto: https://youtu.be/fOipLE3wY8g