"Los miles de guardas de seguridad contratados por la productora Warner para vigilar las salas donde se proyecta la película Malcolm X no presenciaron ningún conflicto el día del estreno".
Así comenzaba Emma Roig, corresponsal de El País en Nueva York por entonces, el artículo que firmaba el 20 de noviembre de 1992 tras el estreno del filme dedicado al activista defensor de los derechos de los negros en Estados Unidos, asesinado en atentado el 21 de febrero de 1965. Spike Lee acababa de presentar al mundo su película más ambiciosa, destinada a convertirse en una película dentro del selecto grupo de biopics monumentales del Séptimo Arte. Hablaban de la nueva 'Gandhi', de 'Lawrence de Arabia'... Pero la cinta, aun siendo estimada por la crítica y el público que la vio, se quedó a medio camino en sus objetivos.
Personalmente comprendo que Martin Scorsese calificara 'Malcolm X' como una de las mejores películas de la década de los 90. Su dirección es asombrosamente similar al estilo del realizador de 'Taxi Driver', cuya tendencia a eternizar el metraje de sus películas también contagia a Spike Lee en este caso, que prolonga la historia sobre Malcolm X a casi tres horas y media. Demasiado larga, a pesar de las reconocidas bondades que valoro de una película impecable en muchos aspectos.
Uno de ellos es su banda sonora. Para musicalizarla, Spike Lee volvió a fichar a Terence Blanchard. Así, el director, de reconocida ideología en defensa de los derechos de la población negra estadounidense, contaba con una eminencia musical de color con el que ha trabajado en la mayoría de las ocasiones. Blanchard, afamado jazzista y trompetista, tiene en su haber cinco Grammys y en 'Malcolm X' nos presenta una brillante banda sonora que huye de lo más fácil, que era recurrir a sones jazzísticos o de blues y construir una música étnica tirando de discografías de autores de color en sus géneros más identificativos.
Blanchard hace una música eminentemente americana que bien pudiera pasar, en algunos momentos del filme, por estar compuesta por John Williams en su colección de scores para películas históricas americanas, caso de 'JFK' o 'Rosewood'. El compositor ya nos lo deja claro nada más comenzar el filme, en los impactantes créditos en los que, durante algo más de dos minutos, aparece la bandera de la barras y estrellas ardiendo paulatinamente hasta permanecer en pantalla la letra X. La trompeta como elemento característico americano se erige en protagonista del tema principal con una percusión dramática de ritmo continuo y un desarrollo donde los violines van aportando intensidad, los coros contribuyen a ello y finaliza con unas notas que sí nos recuerdan al estilo de la música jazz-blues, siempre sin perder la naturaleza elegíaca del tema. Lo podéis comprobar en la primera secuencia del vídeo que os ofrezco.
La segunda secuencia corresponde al enfrentamiento con la policía en la calle tras la agresión sufrida por el hermano Johnson, una vez que Malcolm X ya ha adquirido influencia sobre la población negra. Aquí impera la música marcial, Blanchard impregna la secuencia de ritmo militar con tambores y trombones, desarrolla el tema principal posteriormente con otros instrumentos, entre ellos poderosas cuerdas que vienen como anillo al dedo a la creciente tensión que se vive. Digna de mención es la manera de rodar de Spike Lee y el peso adquirido por el protagonista, interpretado brillantemente por Denzel Washington.
En la tercera secuencia volvemos a oír el tema principal, con la llegada de Malcolm X al despacho de Elijah Muhammad. Las cuerdas se interrumpen a la entrada del activista y una trompa recoge el testigo del tema, dándole a la secuencia no solo un halo de inquietud y misterio, sino también de profunda identificación de la causa de los protagonistas con su propio país.
Os ofrezco también la llegada de Malcolm X para ir por vez primera a La Meca, secuencia en la que Blanchard transforma el tema dándole sones de música árabe, otra secuencia del protagonista viendo el televisor en la que el compositor sí da rienda suelta al blues y finalmente el tristísimo y acertadísimo tema con clarinete que acompaña al lamento de la muerte de Malcolm X en el atentado en pleno encuentro con sus seguidores. Blanchard no coloca música en esos minutos de discurso ni en la secuencia de los momentos de terror vividos en el tiroteo tras los balazos que recibe Malcolm X, piensa que las imágenes son suficientemente poderosas y prefiere aguardar al instante del llanto de su mujer para desarrollar con su música el trágico final.
Una gran banda sonora, seria, sobria y cuya filosofía es un claro ejemplo de que Blanchard y Lee consideraron que la historia de Malcolm X no fue un fenómeno limitado a lo étnico y político sino algo intrínseco al país en el que se desarrolla.