sábado, 13 de enero de 2018

'Tres anuncios en las afueras', el talento con toque de exceso


¿De qué adolece el cine actual? Principalmente, de guiones brillantemente desarrollados y con personajes que enriquezcan al espectador a través de sus interioridades, de sus aciertos y errores al menos correctamente perfilados por los directores. Por eso es muy de agradecer que 'Tres anuncios en las afueras' venga a romper la tónica generalizada del hastío que provoca la falta de talento maquillada con técnica aparente o envoltorios engañosos.
La película ganadora del Globo de Oro de 2018 no es solo la historia de una mujer que exige justicia por el asesinato y violación de su hija mediante métodos poco ortodoxos como la colocación de tres grandes vallas publicitarias. Mildred, una Frances McDormand inconmensurable, es la piedra angular de un retrato de la América profunda -y en sí de una sociedad global enferma de racismo, miedo e inmovilismo- con personajes que, cuando Martin McDonagh los ha metido ya en el bolsillo del público, vuelve a sacarlos para dar estratégicos giros a la historia: giros de protagonistas buscando su particular redención o exponentes del fracaso de sus relaciones sentimentales que actúan de conciencia de grillo de la justiciera en grado sumo en lo que se ha convertido Mildred, una pistolera del lejano oeste como así nos la presenta estilísticamente el director desde el inicio del metraje a través de la manera de mostrarla por espacios escénicos principales del pueblo. Contribuye a ello el compositor Cartell Burwell en estado de gracia en este filme ciertamente deudor de los Cohen, pero mucho más talentoso, oscuro y con ribetes que recuerdan asimismo al cine más maduro de Eastwood.
Lástima de los excesos que pululan en el aire. Lastran la seriedad del filme pero ni por asomo arruinan un extraordinario ejercicio expositivo de miedos, sed de venganza o la utilización de lo grotesco para desmoronar la pétrea actitud de la protagonista, a la que Peter Dinklage en su papel de enano protector la desnuda con sus palabras calificativas tocando a hundido como no lo había hecho otro personaje poniendo punto y final en una cena antinatura. Por su parte, Sam Rockell entrega totalmente su papel a una transformación, no sólo profesional, tras habernos mostrado un agente que roza lo disneyano cuando acompaña al jefe de policía, William Willoughby. ¿Son entonces los personajes grotescos-excesivos los que polarizan el filme más de lo que nos creemos pero sus perfiles en cada momento están tan excepcionalmente ubicados que el mecanismo funciona como un reloj que no nos permite apartar la vista? La respuesta es, probablemente, afirmativa. Si a ello le unimos momentos sublimes como la réplica al sacerdote que acude a casa de la protagonista, las epístolas póstumas que dedica Willoughby o la secuencia del cervatillo junto a las vallas (la 'pistolera' McDormand se desmorona aquí), estamos ante una firme candidata a cosechar estatuillas en los próximos Oscar.

viernes, 12 de enero de 2018

Guillermo del Toro, ganador del Globo de Oro a mejor director: 24 años desde su primera visita a España


El cineasta mexicano Guillermo del Toro acaba de ganar el Globo de Oro por 'La forma del agua'. Hoy consagrado por su particular universo y manera de entender la relación entre el ser humano y el monstruo, la primera vez que vino a España fue en 1993 para presentar en el Festival de Sitges su película 'Cronos', con un inconmensurable Federico Luppi como protagonista.
Allí estaba yo, hace nada menos que 24 años. En el nuevo trabajo en vídeo de mi canal Youtube-Último Estreno os ofrezco declaraciones que Guillermo del Toro hizo en aquella ocasión recién presentada 'Cronos', rescatadas de mi archivo. Asistí a su rueda de prensa y posteriormente estuvimos en el paseo marítimo de Sitges, haciendo una entrevista y tomando algo. De todo lo que me dijo, me quedo con aquellas románticas palabras que han marcado su carrera: "La primera vez que vi una película de horror tenia dos años y medio (...) Me levanté una noche en la cuna para ir a mear y de pronto vi el suelo de mi cuarto infantil tapizado de manos verdes y monstruos en el WC. Le dije a los monstruos "Si se vuelven ustedes mis amigos, les prometo serles fiel toda la vida mientras me dejen ir a mear". Así que, a partir de que pude ir a mear, estoy aquí".
Este vídeo está basado en una grabación que subí en el espacio de Último Estreno en Ivook cuando Guillermo estuvo nuevamente en España el pasado octubre de 2017.
Seguro que disfrutáis de su curioso contenido, en el que incluso el director de 'El laberinto del fauno' hablaba hace casi dos décadas y media de una película que iba a rodar sobre políticos y vampiros (!) que jamás vio la luz.

martes, 26 de diciembre de 2017

154 años del nacimiento de Charles Pathé, uno de los padres del cine


 Si Charles Pathé no hubiera nacido hace hoy justamente 154 años, el cine no lo conoceríamos como es ahora.
Descubrió su pasión por el fonógrafo cuando iba en bicicleta por una feria parisina. Comenzó a soñar con las posibilidades que veía en el desarrollo de la imagen, y con sus ahorros y mucha tenacidad, comenzó a producir películas hasta llegar a ser el padre de una de las mayores empresas cinematográficas de antes de la Primera Guerra Mundial. Su símbolo, el famoso gallo que aparece en sus créditos, dio la vuelta a Europa.
En aquellas peliculitas -que no eran tales en esos años de naciente desarrollo del cine sino 'ambiciosos' proyectos- contó con el español Segundo de Chomón en varias ocasiones, especialmente en 'Vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo'. Chomón fue el responsable de la fotografía de aquella producción, impensable hasta entonces, de más de 40 minutos de duración, con un año de trabajo y el coloreado de fotogramas a mano. 
Pathé no corrió buena suerte a pesar de ser capital en la historia del cine, en la que Francia tiene grabada con letras de oro a los padres de este invento tan maravilloso: Méliès, Zecca, Alice Guy...
Afortunadamente, no es necesario ir a París para conocer una muestra del cine de Pathé. En Youtube podemos encontrar muchas cosas muy interesantes.
Y ya que estamos en fechas navideñas, mi emotivo homenaje en el 154 aniversario de su nacimiento a Charles Pathé con un fragmento que es nada menos que el inicio de la película que 'la productora del gallo' estrenó en 1905 dedicada a la historia de Jesucristo, y en cuyas secuencias podemos ver una ingenua anunciación del ángel, la estrella de Belén anunciado el nacimiento, los Reyes Magos... No os lo perdáis, son solo 5 minutos. Impagable. El resto del vídeo lo dedico a Pathé contando algo de su obra.
Quienes estuvieron en la conferencia que el pasado año ofrecí en la Academia de San Romualdo sobre la historia de Jesucristo en el cine recordarán que ofrecí una secuencia de esta película, si bien era la resurrección, también sin desperdicio. Pero mejor ahora adaptarnos a las fechas navideñas :-)
Aquí la conferencia, por si hay alguien masoquista que quiere verla entera:


martes, 19 de diciembre de 2017

'Star Wars VIII: The Last Jedi'. Que la fuerza nos siga acompañando




Disney puede hacer películas bajo el epígrafe de Star Wars hasta superar las de Wong Fei Hung o la saga de James Bond. Al fin y al cabo llevamos cuarenta años observando la lucha entre el bien y el mal, que no dejan de ser los conceptos que equilibran el universo, y con mayor o menor acierto, la creación de personajes en torno a la producción cinematográfica sinópticamente más maniquea de la historia. De personajes y de árboles genealógicos propios de folletines televisivos. Un cóctel que, aderezado con la rienda suelta a la espectacularidad, a la ópera musical creada por John Williams y al regreso estratégico e inteligente de los personajes incontestables en el momento adecuado, da como resultado películas que van a satisfacer a los millones de seguidores con los que cuenta la odisea galáctica que en su día creara George Lucas y que ahora controla la factoría de animación más importante del planeta que, aspectos económicos y de distribución aparte, ha querido dejar su impronta como responsable de los dos últimos episodios, marcando roles en ambos guiones en los que queda patente una desmitificación dosificada de los protagonistas en situaciones estratégicas, de los que no se escapan personajes secundarios que tanto gustan a la Disney a la hora de crear situaciones cómicas más cercanas a Timón y Pumba que a la esencia de Chebwacca o BB-8. Incluso se permiten rebanar por la mitad a temibles líderes creando una sensación general en el espectador de vulnerabilidad casi cómica o de Skywalker quitarse las motas de polvo de su ropa con un gesto mitad disneyano mitad Lucas ‘asesorando’ con remembranzas de la dupla formada con Spielberg sobre el arqueólogo más famoso del mundo encarnado, curiosamente, por quien dio vida a Han Solo.
Y así, esta octava parte, ‘The Last Jedi’, podemos mirarla más allá que con la condescendencia si somos seguidores de la saga, porque la obra está a la altura de lo que se espera. No así si no llegamos al grado de iniciados, si somos incapaces de responder a un examen de preguntas básicas: qué parentesco tienen Luke y Leia, ésta y Kylo Ren, quién era Anakin… Interrogantes básicos para quienes vivimos en este constante universo galáctico pero no tan accesible para quienes quieran ver en ‘The Last Jedi’ el resultado de una exposición trágica de hasta donde es capaz de destruir el poder de la oscuridad, la lucha política –algo timorata en esta nueva secuela-, el sentido de la justicia y otros valores que podemos encontrar en una película que se prolonga demasiado en el metraje, en unos primeros sesenta minutos que se convierten en una vuelta de tuerca de tantas horas predecesoras a las que se las versiona en muchas ocasiones junto con revisitaciones de personajes (Benicio del Toro no deja de ser la versión 2.0 y tartamuda de Lando Calrrisian), algo que se transforma en una seria amenaza de naufragio para el filme. Pero la película remonta en una última hora épica, en la que en ocasiones es deudora de la mejor de la saga o al menos la más conceptualmente madura –entiéndase ‘El imperio contraataca’- y en otras se transforma en un western galáctico que culmina con un cara a cara metafísico de gran envergadura resolutiva con un Mark Hamill sobrado para el papel, al que Adam Driver (Kylo Ren) trata de dar la talla, aun desgraciadamente lastrado por un tratamiento grotesco –insisto, disneyano- de los personajes del lado oscuro del filme.
Tras 40 años de saga, el folletín galáctico y familiar se sostiene mientras la esencia de la Fuerza –con mayúsculas- se mantenga de generación en generación –acertada e intencionadamente actualizado en una mujer, por cierto-, se administre en pantalla y, en el caso de ‘The Last Jedi’, los espectadores más incondicionales, que son muchos, sonrían inconscientemente al ver en pantalla el regreso de Hamill-Fisher, cuya binomio sirva para que una entrañable melancolía se convierta en la argamasa que une a los espectadores con la saga. 
Que la fuerza nos siga acompañando. En el vídeo de inicio podéis ver mi opinión con más detalle y algún curioso aspecto de la banda sonora de John Williams.

sábado, 16 de diciembre de 2017

'Coco', de Disney-Pixar

Permitidme hacer un paréntesis en la vorágine de 'Star Wars: The Last Jedi' y ofreceros un reportaje en vídeo con la crítica de 'Coco', de Disney-Pixar, incluyendo un repaso por las películas y cortos que tratan el mismo tema y la colaboración especial de Carmela, que con nueve añitos de edad me ha explicado 'Coco' a la perfección, porque yo no me entero de algunas cosas
Carmen Martínez, tu hija debería venirse a algún que otro festival de cine conmigo :-) ¡Gracias por todo!


martes, 5 de diciembre de 2017

'Perfectos desconocidos': tiempo récord para hacer un impersonal remake


Hasta ahora nos habíamos acostumbrado a remakes de películas míticas, taquilleras o mediáticas en su momento. Décadas, medio siglo después de sus estrenos, trataron de modernizar a aquellos héroes de guerra, ir más allá del cartón piedra, desempolvar guiones que ya habían rodado los Wyler, De Mille o Hitchcock para volver a darles una vuelta de tuerca con el objetivo de 'actualizar' unas historias que quizás daban más de sí con la técnica actual. El inconfeso motivo real casi siempre está en el Box Office. No era nada nuevo, pero los motivos de antaño tenían el aura de la romántica envidia. A Thorold Dickinson le plagiaron su Luz de Gas y en la retina se ha quedado para siempre Ingrid Bergman, cuatro años después, dirigida nada menos que por George Cukor. Un cuatrienio no es nada, pero menos son unos pocos meses, debe haber pensado De la Iglesia.
El cine debe estar muy enfermo cuando ahora se hacen remakes tan inmediatos. O quizás estamos dándole demasiada importancia a copiar -con todas sus letras- una curiosa cinta italiana que han visto unos cuantos y solo se trata de un divertimento sin más pretensiones que embadurnar la comedia primigenia con sal negra -y gorda- para que el producto parezca más cáustico y a otra cosa mariposa, mientras Telecinco vende la película más impersonal de toda la carrera de De la Iglesia a pesar de su voluntarismo por dejar una impronta que apenas aparece. Y va a ser por eso. Porque estamos ante un producto en el que ni el director parece tener más interés que el andar por casa tras la cámara para explotar el filón poco aprovechado de 'Perfetti Sconosciuti', aquella comedia italiana de 2016 (!) que traspasó pocas fronteras. Ahora toca reventar taquilla con las miserias escondidas en los odiosos móviles con una difusión más potente. Al menos no se quemarán las copias de la película de Paolo Genovese, como le pasó a Dickinson. Aunque nunca se sabe...
¿Todos tenemos algo que esconder? Y lo que guardamos celosamente para nosotros mismos, nuestras obras inconfesables, tanto las que hacen daño como el grotesco e inofensivo fetiche que podemos llevar dentro, con nuestras manías que solo absorbe nuestro espejo, ¿hasta qué punto permitimos que lo conozca el resto de la humanidad a través de un teléfono? Intimidades, miedos, ufanidades de gloria, vanidades estratégicas, lo que somos capaces, a quién conocemos y no conocen otros. Las redes sociales y las amistades privadas en una sola mano. Explosiva combinación que forma parte del yo más oculto, el que quizás todo el mundo tiene, y que indefectiblemente resulta muy atractivo para la pantalla si además se revela a través del nuevo vehículo, del 'macguffin' de las nuevas tecnologías a las que medio mundo está enganchado hasta el enfermizo punto de creer a pie juntillas cuantas barbaridades aparecen en las pantallas del Iphone.
Y para mezclar en una coctelera elementos tan atractivos aparece De la Iglesia con solventes momentos -Eduard Fernández y la relación con su hija dejando en fuera de juego a una Belén Rueda cada vez más camaleónica- y otros que lastran la película -en general toda la intepretación de Eduardo Noriega y su previsible affaire- y una sensación general de comedia grotesca in crescendo, degenerativa sin el menor ápice de parecerse a El ángel exterminador y muy mucho a una cena de los idiotas con los mismos problemas que en general arrastra el cine del director a la hora de resolver.
Aun falta pues por hacer la película que deje desnudos a sus protagonistas por culpa del infernal invento que ha hecho que la humanidad permanezca más comunicada pero peor que antes de la existencia del whatssap, el telegram y todo el compendio de redes de contacto rápido para, al fin y al cabo, escribir lo que podemos hablar o dejar huellas de lo que no debemos decir. 
Muy recomendable la banda sonora de Víctor Reyes ('Enterrado', 'El infiltrado' (TV) cuya mecanicista composición en las ocasiones que así se requiere o los tonos negros de comedia que recuerdan a Danny Elfman acentúan extraordinariamente la imagen.
ESCUCHAR EL ANÁLISIS DE 'PERFECTOS DESCONOCIDOS' EN IVOOX EN ESTE ENLACE:  http://www.ivoox.com/perfectos-desconocidos-audios-mp3_rf_22510353_1.html
CRÍTICA EN MI CANAL YOUTUBE CON VÍDEO:  https://www.youtube.com/watch?v=T_dMWMO8Mro&feature=youtu.be

domingo, 26 de noviembre de 2017

Saw VIII: la última secuela de un Gran Hermano con un juez rudimentario



El éxito de la Saga de Saw es más que explicable. Otro asunto es que sea justificable. Las sucesivas secuelas de las andanzas de John Kramer sustentan su éxito sobre tres pilares fundamentales, dos de ellos sociológicamente novedosos. El primero se halla en el padrenuestro del cine, en el limbo sinóptico de las historias de asesinos en serie perseguidos por individuos que responden a los prototipos policiales-científicos, desde inspectores con intrahistoria hasta forenses que no hacen ascos a cadáveres con secretos. Nada nuevo. Pero las dos piedras angulares que ha venido a aportar la saga de Saw tienen la sufiente consistencia como para prolongar la saga hasta donde les apetezca a sus promotores y estén dispuestos a hacer taquilla. De hecho, esta octava parte ya lleva recaudados más de 90 millones de dólares cuando su coste apenas alcanzó los diez millones.
Con cada secuela tenemos realmente en pantalla grande un gran hermano televisivo en el que se ha dado una vuelta de tuerca hacia el terror y lo sanguinolento. Pero no nos confundamos: Saw es, ante todo, un juego orwelliano, un crisol de actitudes -eso sí, impostadas y extremas para satisfacer al público menos sesudo frente al que aprecia realmente este inteligente cóctel de comportamientos- reflejadas en sujetos dispares que tienen pecados que esconder y que, conforme avanza la explosiva combinación de las interrelaciones encauzadas por guionistas manipuladores de cobayas, revelan ante el espectador de manera inconsciente los comportamientos humanos más primitivos, todo ello mientras la sala come palomitas y elige a sus personajes en función de la sintonía de caracteres. Es decir, gente encerrada que sobrevive, en este caso para escapar de las salvajes pruebas del asesino en lugar de ganar un premio en metálico y la fama catódica. Y esto funciona como todos sabemos desde que alguien inventó GH.
El segundo factor de éxito está directamente relacionado con Jisaw. No estamos ante un asesino en serie que mata por placer o por maniqueísmo, sino frente a un ser con la peligrosa vitola de un superhéroe que, lejos de serlo por sus retorcidas trampas, provoca que el espectador se identifique con su concepto de la venganza y la aplicación de la justicia 'suis manibus' con lo que ello significa en una sociedad actual crispada en la que la mitad está sedienta de castigo sin escrúpulos hacia la otra mitad. De manera que no es difícil encontrar a quienes se pongan de lado del perverso John Kramer sintiéndose juez supremo. Y eso es tan preocupante como actual.
De ahí que Saw, con toda su casquería moderada en esta octava edición, con su estética impactante y exclusivamente soportable para sus incondicionales, encierre mucho más en toda una saga cuyo hilo conductor nos lleva una y otra vez ante la rendición de cuentas de gente con miserias (¿cuánta humanidad así?) frente a un dios juguetón cuyas pruebas y métodos, eso sí, dejan que desear en esta nueva secuela. No deja de producir cierta sorna ver que Saw aun utiliza grabadoras de un modelo más que anacrónico en estos tiempos y trampas que ni un programador de videogames clásico se le ocurriría por temor a que los consumidores piensen que regresan los tiempos del ZX Spectrum. Jeringuillas a elegir, granero para ahogar a los personajes, palancas que accionar, escopeta que apunta a dos... ¡Saw necesita más imaginación para triunfar en este gran show de pruebas televisivas!

ESCUCHA AQUÍ LA CRÍTICA DE SAW VIII EN EL ESPACIO IVOOX DE ÚLTIMO ESTRENO:  http://www.ivoox.com/saw-viii-jigsaw-audios-mp3_rf_22289033_1.html

ANÁLISIS DE LA SAGA Y DE SAW VIII EN YOUTUBE: https://www.youtube.com/watch?v=CCWDsgp1drE&t=174