Asumo el cachondeo que va a suponer esta fotografía del año 1990 y los
desmayos masivos al verla, pero no me resisto a celebrar que hoy, 13 de
febrero, es el Día Mundial de la Radio. La que me acompañó durante
16 años, en la que aprendí y en la que trasladé a tantos fieles oyentes
mi pasión por el cine durante centenares de noches, las noticias de La
Isla al mediodía, los titulares de la prensa al amanecer y algunas cosas
más, junto con vivencias, que permanecen en mis recuerdos y son
imborrables. Hoy es el Día de la Radio, el medio de comunicación con
más magia del mundo y en el que disfruté muchísimo también junto a
compañeros del medio, de buenos amigos y contertulios que participaban
con orgullo en 'Último Estreno'. La amistad y los conciertos de música
de cine nos siguen uniendo muchos años después.
En la foto, nada de hoy. Ni los revox se utilizan, ni las mesas de mezclas 'de ruedas', ni los cartuchos de cintas y menos aun esas camisas de cachemira, los relojes casio con sintonías y ni siquiera la gente le pone perejil ya a San Pancracio, aunque ese momento no tenía pero les prometo que en muchas ocasiones había quienes le colocaban un vaso al lado con agua y un buen manojo.
Anoche en los Goya triunfó gente que conozco y por eso me alegro mucho. Independientemente de cómo valoremos cada película, de nuestros gustos personales, es una alegría ver a Fernando Velazquez con la estatuilla en la mano o cómo se premia la labor técnica de 'Un monstruo viene a verme', en donde está presente el isleño Javier Coronilla. Sin su trabajo, no hubiera sido posible ver las facciones del monstruo en la peli de Jota Bayona. Ni tampoco algunas cosas sorprendentes de 'Rogue One', entre otras.
Talento a raudales de gente del cine que aprecio y de gente de San Fernando. En esta fotografía mía, la alcaldesa Patricia Cavada y el concejal de Desarrollo Económico, Conrado Rodríguez, observan una de las creaciones de Javier en una reunión celebrada el pasado verano.
La primera vez que charlé con Fernando Velázquez tranquilamente fue en un burguer de Málaga en febrero de 2011. Ya ha llovido. Salimos de un concierto dirigido por él y fuimos a cenar algo varios de los que estábamos en la organización del Festival Internacional de Música de Cine y amigos inseparables de correrías cinematográficas-musicales. Lo pasamos muy bien porque discutimos mucho sobre, por ejemplo, 'Poltergueist', ante mi insistencia de que la película es una media basura. Fernando se llevó las manos a la cabeza y los apasionados intercambios de impresiones lo recordamos muchas veces. Aunque no lo parezca, seis años son muchos, y si no, pues ya véis la fotografía que nos hicimos al salir de cenar. El segundo por la izquierda es Fernando y en el centro, atrás, estoy yo. Vaya caretos.
Me temo que lo peor de La La Land no es la indefectible -y necesaria, para tener memoria histórica- comparativa con los clásicos musicales. Que Ryan Gosling se sujete a una farola guiñándole el ojo con el gesto a Gene Kelly, o que el grupo de féminas recuerde a la chicas de Grease, aun sin el magnetismo de una Stockard Channing nunca valorada, son 'homenajes' o 'copias descaradas' según el espectador se tienda más a la filia o a la fobia irracional hacia el filme.
Recurrir al pasado para desprestigiar el presente es una técnica peligrosa, porque de llevarla a cabo, tendremos que medir por el mismo rasero cualquiera de las obras cinematográficas de los últimos tiempos que no tienen porqué disfrutar de un cheque en blanco si no se lo concedemos también a Damien Chazelle y su película.
El musical tiene carácter, es un género identificable, aunque les parezca una perogrullada decirlo así, como definición teóricamente pleonásmica. El musical tiene canciones, las producciones bélicas no. El cine de guerra también lo identificamos, pero a nadie se le ha ocurrido masacrar lo último de Mel Gibson por sus 'guiños' a Kubrick, entre otros maestros tras la cámara. Ni su celebrada Brave Heart tuvo comparativas con imágenes cuando Wallace se transforma en Kirk Douglas a caballo y en Escocia. Al sobrevalorado Eastwood nadie le acusó de rodar 'Memorias de América' con un fotógrafo bohemio en lugar de un cazador aventurero. Y así sucesivamente hasta comprobar que en el cine no hay nada nuevo salvo una estética rompedora que pueda envolvernos lo que siempre nos cuenta.
Es, precisamente y hablando de musicales, lo que sucedió con Moulin Rouge, al fin y al cabo una simple historia de amor en la que una pistola golpea la Torre Eiffel y un tango rasga un parqué con una áspera y buscada iluminación. Elementos suficientes, junto con el resto de similares y maravillosos aderezos, para convertise (esta sí) en el mejor musical del cine contemporáneo, una prolongación estética y una vuelta de tuerca perfeccionada del Luhrmann de Shakespeare.
Lo peor de La La Land no es la crítica fácil, ni siquiera que es el musical más endeble del cine comercial de los últimos 20 años. Tampoco que reduzcamos el producto a una historia de amor y poco más. ¿Qué es, al fin y al cabo, el cine en su máxima expresión, reflejo del sentimiento más encomiable del ser humano? ¿Qué hizo Curtiz con Bogart y Bergman sino un folletín histórico, aun cuando los excelsos diálogos puntuales ("Los alemanes iban de gris y tú llevabas un vestido azul...") aportaban lo tan difícilmente lograble e indefectiblemente necesario para obtener la vitola de una obra maestra?
Me temo que La La Land no sufrirá la rémora de la comparativa. Lo peor de ella es que se convertirá en el buque insignia de los espectadores más pedantes, los buenistas del flowerpower que se ensimisman en los primeros treinta minutos con una Emma Stone que parece Amelie dando vueltas por un mundo que no le corresponde (lo de Jean-Pierre Jeune fue todo un icono del gafapastismo) y, aunque paulatinamente la simple historia (el amor; "los tortolitos", Torrente dixit) toma vuelo de cierta altura cinematográfica, no deja de quedarse a medio camino para culminar con un rewind tan tramposo como la propia película y que deja al binomio director-guionista en el altar de los intocables porque hay desenlace para todos los gustos. Cobardía, se llama eso.
Una lástima, porque el filme además es de esos que apabullan en sus primeros instantes con una coreografía espectacular pero que, como el prólogo aquel del león de la Disney, fue lo mejor del filme. El resto nos sirve para desear comprar el cd, silbar en el coche las canciones y ver el oscar en la vitrina del compositor. Como La La Land.
Para vivir en plena paz, hay que dignificar a quienes no la tuvieron. Para aprender de la historia, hay que conocerla a través de los testimonios que nos deja, aunque algunos de ellos estén enterrados en cal viva y entre casquillos.
Para no repetirla, hay que relegar el rencor, pero no la justicia.
Para hacer justicia, no vale dejarlo todo "como está". Dejar las cosas "como están" hubiera sido no abrir la cancela de Auschwitz para que entraran nuestros ojos, no haber revisado los libros de historia que nos contaban barbaridades, no haber dado el lugar que corresponde a quienes, en casos como este, sólo piden saber dónde están sus antepasados para honrarles. Abuelos, tíos, padres o hermanos quizá comprometidos políticos. Siempre seres humanos.
Únicamente el odio puede maniatar la verdad, la dignidad. Tan atadas como han estado durante ochenta años las muñecas de quien pueda ser una de las cuatro personas halladas ya a dos metros bajo tierra y que, unidas, están colocadas junto a su cabeza. Tan quietas como quienes prefieren mirar hacia otro lado.
Fotografías realizadas este lunes 20 de diciembre en la visita de la alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada, a las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en la fosa común del cementerio de San Fernando como primera fase, previa a la exhumación, para corroborar la existencia de restos óseos de personas represaliadas durante la guerra civil y años posteriores. Se calcula que puede haber restos de unas doscientas personas bajo la cota de dos metros de superficie.
Descansen en paz. Llegará el momento en el que lo hagan.
Tú sabías, lo sabes, que este mundo -y algunos submundos que pertenecen a
él más aun- es así. Ahora vendrán quienes te han tratado de hacer daño,
de tantas maneras y durante años, a escribir y decir ripios
rimbombantes sobre ti, a utilizar tu muerte para sus conveniencias. Pero
viviste como te dio la gana, porque tu arte fue, y es, tan grande, que
tus manos, aparte de ser las de mi devoción y las de Aurora, te dieron
la libertad para hacer y decir lo que pensabas.
"No me enterréis en
Chiclana, por favor, eh, porque yo he vivido aquí y aquí voy a morir,
en La Isla", dijiste aquella mañana de marzo de 2010 en la que te
nombraron Hijo Predilecto. Así será. Y disculpa mi virulento tono del
inicio, pero tú me lo perdonas porque nosotros nos entendemos.
La inauguración de la exposición ‘206 años de la
prensa en San Fernando’ tuvo lugar en la tarde de ayer lunes, en el
Centro de Congresos y Exposiciones, en la cual estuvieron presentes
tanto la alcaldesa de la ciudad, Patricia Cavada, el Consejero de
Educación, Juan Luis Belizón, el primer teniente de alcaldesa, Francisco
José Romero junto a miembros de la corporación.
La muestra es una semblanza de los distintos periódicos publicados
en San Fernando desde 1810, fecha del IX Decreto de Libertad Política de
Imprenta del 10 de noviembre, todos ellos originales y que se conservan
en los archivos de la hemeroteca del Museo Histórico Municipal. La
pujante actividad de la prensa escrita a lo largo de estos dos siglos y
su evolución se refleja en sus portadas expuestas, así como otros
elementos como el libro de actas de la Agrupación de la Prensa Isleña
(1927), fotografías de periodistas isleños, etc.
Juan Luis Belizón señaló en sus palabras la importancia de la
educación como elemento transversal para hacer libre a las personas y
con ello poder disfrutar de una prensa libre. Patricia Cavada, por su
parte, destacó que “este año del 250 Aniversario es especial y teníamos
claro nuestro tributo a la prensa en sus 206 años presente en San
Fernando gracias a nuestros fondos municipales”, señalando el “trabajo
intenso” y agradeciendo la labor del personal municipal que ha hecho
realidad esta recopilación y fuente documental. También mostró su
gratitud a Diario de Cádiz, cuyo director, David Fernández, asistió a la
inauguración de la exposición, por su colaboración aportando documentos
históricos ante la larga trayectoria de este medio cubriendo la
información generada en San Fernando. Un tomo original de 1889 con el
Diario narrando las vicisitudes del submarino de Isaac Peral, dos
portadas con noticias de gran calado o el título de Hijo Predilecto de
San Fernando concedido en 1917 al fundador del Diario de Cádiz, el
isleño Federico Joly, son algunas de las aportaciones de esta empresa
editora.
En la inauguración -en la que se ofreció además un documental en el
que ha colaborado Costa Cádiz Comunicación- estuvieron también presentes
el presidente de la Real Academia de San Romualdo, José Carlos
Fernández Moreno, y la presidenta de la Asociación de la Prensa de
Jerez, María José Pacheco.
La prensa en San Fernando, desde hace 206 años hasta ahora. Tras la
conferencia de hoy organizada por la Academia de San Romualdo con la
participación del Ayuntamiento, el próximo 21 de noviembre será
inaugurada una exposición con curiosos originales de portadas de los
periódicos con los que ha contado La Isla desde que fuera promulgado el
Decreto de Libertad de Imprenta en 1810, además de otros interesantes
elementos.
Entre las fotografías que hoy han sido proyectadas, ha salido
esta que hacía años que no la veía. La redacción del 'San Fernando
Información' en 1992, hace nada menos que 24 años, cuando transformamos
el semanario en un diario con todas las de la ley. Ahí aparezco yo con
23 años, dándole ya a esto del periodismo. Franzón y Rioja como
fotógrafos, hasta un dibujante -Lutgardo Fernández, un chaval que llamó
la atención de la Disney y trabajó para ella posteriormente-, Helen y
Jose Espigado que 'pintaban' las maquetas en pantalla, Jesús del Río,
Antonio Bouza, Rafael Duarte, José Carlos Fernández dirigiendo el cotarro...
Han pasado tantas cosas, han cambiado otras muchas. Imágenes que te hacen esbozar una sonrisa.