viernes, 26 de octubre de 2012
Anuncio para trabajar
Prestad atención, por si alguien puede hacer algo. Reenviadlo por ahí, por favor. El chico es de Cádiz capital.
jueves, 25 de octubre de 2012
El tercer paso olvidado
El tercer paso de esta viñeta es fundamental para que en determinados ámbitos de la vida no sucedan muchas cosas. Y en el periodismo, más aún. Eso es lo que ocurrió durante tantos años en estas últimas dos décadas, lo que tristemente ha sucedido, y el cuarto paso del descriptivo dibujo decidieron cambiarlo, escribir otro final para la película. Resulta fácil imaginar cuál ha sido. El látigo continúa alzado y los que se levantaron lo hicieron para colocarse tras el que lo empuña, protegidos como comadrejas, hasta que la mayoría de ellos se van gradualmente al carajo recibiendo su propia medicina. Otros son tan repugnantes como el del látigo y logran quedarse junto a él más tiempo. Aún hoy sucede y seguirá siendo así.
Mucho ánimo para quienes ya lo han recibido de mi parte por otros cauces, saben quiénes son.
Una última nota: me gusta mucho la reflexión de Pepe Landi en su blog: http://www.lobeli.net/24/
Mucho ánimo para quienes ya lo han recibido de mi parte por otros cauces, saben quiénes son.
Una última nota: me gusta mucho la reflexión de Pepe Landi en su blog: http://www.lobeli.net/24/
domingo, 21 de octubre de 2012
Elecciones predecibles
El PP arrasa en Galicia, donde crece el nacionalismo más radical, y los separatistas
barren en el País Vasco. No hacían falta elecciones para esto. Podíamos
habernos ahorrado miles y miles de euros en ambas convocatorias, campañas y demás ripios. Por cierto, 21 escaños para
Bildu. Otro diáfano ejemplo del fracaso del sistema político
español y de la miope previsión de los partidos estatales, que deben estar
obligados a salvaguardar la integridad de un país que se desintegra. ¿Qué sucederá ahora? Una vez se complete el triplete de elecciones cruciales, tras celebrarse las catalanas, y triunfe también el nacionalismo, ¿qué vamos a hacer?
sábado, 29 de septiembre de 2012
'¿Quién dijo miedo?'
UNA Bahía TV estrena programa. La televisión de José Antonio Medina
coloca en su parrilla y en horario nocturno (22.30-00 horas) '¿Quién
dijo miedo?', un espacio de tertulia para debatir sobre la actualidad
social y política de la provincia de Cádiz preferentemente, al que
acudirán desde ahora políticos, periodistas y otras personalidades. Se
emite los miércoles y jueves. Entre los profesionales de la información
con los que han contado se encuentra un servidor, algo que agradezco de corazón a
la dirección de una cadena de televisión que cuenta con algunos programas
sumamente interesantes, algo difícil de encontrar en tiempos en los que
las emisoras locales están decreciendo en interés, mediatizadas por la
crisis o por movimientos empresariales o políticos.
Este pasado día 26 participamos el alcalde de San José del Valle y diputado provincial, Antonio García Ortega; el periodista y escritor Óscar Lobato y quien les escribe. Estuvimos hablando de la visita de los príncipes a Cádiz en la cumbre municipalista, la situación de Bazán, las nóminas adeudadas a los trabajadores por parte de diversos ayuntamientos, los problemas de las viviendas en La Verbena en Arcos y otros asuntos de interés.
Este pasado día 26 participamos el alcalde de San José del Valle y diputado provincial, Antonio García Ortega; el periodista y escritor Óscar Lobato y quien les escribe. Estuvimos hablando de la visita de los príncipes a Cádiz en la cumbre municipalista, la situación de Bazán, las nóminas adeudadas a los trabajadores por parte de diversos ayuntamientos, los problemas de las viviendas en La Verbena en Arcos y otros asuntos de interés.
jueves, 27 de septiembre de 2012
La Laguna
El barrio de La Laguna de Cádiz es un lugar complicado de definir, de calificar. Sus espacios abiertos, desurbanizados y huertas dieron paso, en las últimas cinco décadas, a construcciones gigantescas, viviendas de gran altura con respecto a la media con la que cuentan las edificaciones de la capital gaditana, y finalmente se ha convertido en uno de los enclaves de mayor densidad de población de toda Europa según se ha constatado en varios informes realizados por expertos. Algo de eso publiqué hace años.
Alguien no hizo los cálculos adecuados, quizá se menospreció la naturaleza imperante en el suelo de esta ubicación gaditana y la expansión de Cádiz tuvo lugar indefectiblemente hacia las zonas aún no pobladas sin que se tuvieran en cuenta los niveles freáticos y otros factores que afectan a un barrio castigado tanto por su estructura en forma de bolsa donde se acumulan las lluvias como por el mar que lo rodea. Yo achiqué agua de manera continuada durante los inviernos que trabajé en el Cádiz CF, junto con el resto de compañeros. Aquello era impresionante.
Precisamente es lo que no llego a comprender, debe ser la edad, mi vejez prematura. Varios negocios del barrio se han ido a hacer puñetas hoy según las declaraciones de sus propietarios y la fotografía que muestro extraída del periódico LA VOZ no está trucada, es real. A la izquierda de la imagen, sin que se aprecie, pero a apenas cinco metros, se ha reconstruido el Estadio Carranza con la aportación de alrededor de 60 millones de euros de administraciones públicas. El club que juega en él sigue recibiendo dinero municipal -lo último aprobado, 600.000 euros- mientras lo que observamos no es un fotograma de la última película de Juan Antonio Bayona. Es la realidad justo al lado de un mamotreto faraónico en un enclave que necesita soluciones que desconozco si valen 60 millones de euros, pero lo que ocurre me recuerda a esas fotos que vemos en otros países en los que las construcciones de los ricos se codean con chabolas como sucede en Brasilia, por poner un ejemplo que sirve para contrastar dos realidades diametralmente distintas, permitidme el símil. A la derecha, la realidad gaditana de miles de personas que ven inundadas sus casas. A la izquierda, el pavoneo producto de un gasto inmoral.
Alguien no hizo los cálculos adecuados, quizá se menospreció la naturaleza imperante en el suelo de esta ubicación gaditana y la expansión de Cádiz tuvo lugar indefectiblemente hacia las zonas aún no pobladas sin que se tuvieran en cuenta los niveles freáticos y otros factores que afectan a un barrio castigado tanto por su estructura en forma de bolsa donde se acumulan las lluvias como por el mar que lo rodea. Yo achiqué agua de manera continuada durante los inviernos que trabajé en el Cádiz CF, junto con el resto de compañeros. Aquello era impresionante.
Precisamente es lo que no llego a comprender, debe ser la edad, mi vejez prematura. Varios negocios del barrio se han ido a hacer puñetas hoy según las declaraciones de sus propietarios y la fotografía que muestro extraída del periódico LA VOZ no está trucada, es real. A la izquierda de la imagen, sin que se aprecie, pero a apenas cinco metros, se ha reconstruido el Estadio Carranza con la aportación de alrededor de 60 millones de euros de administraciones públicas. El club que juega en él sigue recibiendo dinero municipal -lo último aprobado, 600.000 euros- mientras lo que observamos no es un fotograma de la última película de Juan Antonio Bayona. Es la realidad justo al lado de un mamotreto faraónico en un enclave que necesita soluciones que desconozco si valen 60 millones de euros, pero lo que ocurre me recuerda a esas fotos que vemos en otros países en los que las construcciones de los ricos se codean con chabolas como sucede en Brasilia, por poner un ejemplo que sirve para contrastar dos realidades diametralmente distintas, permitidme el símil. A la derecha, la realidad gaditana de miles de personas que ven inundadas sus casas. A la izquierda, el pavoneo producto de un gasto inmoral.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
25 de septiembre
Me parece estúpido discutir determinadas circunstancias de lo sucedido ayer en Madrid ante el Congreso. No entiendo qué es lo que hacemos midiendo el grado de dureza con el que se ha empleado la policía. A ver si es que algún ingenuo cree que los antidisturbios están para participar de un debate político y social con los que, si los dejan seguir en sus objetivos, entran en la Cámara a todo trapo a partirles la cara a los diputados. "Disculpe, que en realidad el PIB no condiciona los factores por los que ustedes protestan y la subida del IVA la imponen condicionantes de la política europea,...". Como que no. El agente no conversa; da palos, que es para lo que está entrenado, se le ponga delante un perroflauta o un sindicalista de andar por casa con ganas de repetir La Bastilla,de manera que no sé qué creen iba a hacer anoche la policía. Pegar ostias, que es además para lo que cobran. En alguna que otra calle más, en una esquina menos, según les pille el cuerpo o les arrincone el personal.
Tampoco entiendo que alguien cuestione los motivos de las concentraciones de este tipo, que preconizo irán en paulatino aumento. El problema no es la forma, sino el fondo, y en este sentido, lo que está sucediendo no es que los antidisturbios peguen fuerte o flojo, sino el completo divorcio de una sociedad hastiada de un sistema. Cuando los gobernantes elegidos incumplen sus promesas o son incapaces de acometer lo que prometieron, la democracia contempla los resortes legales correspondientes para elegir otra opción de gobierno. Así funciona un mecanismo en el que, si quienes fallan son los elegidos, el pueblo tiene el derecho -y el deber- de sustituir a los inútiles a través de cada convocatoria electoral. La situación resulta realmente grave cuando el que falla es el sistema, y eso es precisamente de lo que están más convencidos los ciudadanos conforme van extrayendo conclusiones. La gente comienza a plantearse si la única democracia existente es la que le vendieron como la perfección política hace cuarenta años, si la partitocracia imperante ha venido a suplir con eficacia la dictadura padecida y si los garantes del progreso, desde la monarquía hasta las cámaras de sus representantes y los órganos judiciales, están organizados y juegan el papel que necesita una sociedad que sale a la calle contra una estructura discutida y no frente a un partido o un color de gobierno.
Tenemos un profundo problema que nadie quiere ver, especialmente los que viven de un pesebre con el que no se identifica nadie. Esos no es que no lo vean, es que miran interesadamente para otro lado, cuando ya la ciudadanía ha dejado de seguir el dedo con el que señala el tonto. La protesta se alza contra un planteamiento, una filosofía política nacida al albur de un sistema de partidos creado hace apenas varios siglos, y la gente comienza a ver más allá de las siglas de unas organizaciones que sólo se preocupan de acercarse a los ciudadanos cada cuatro años. Y enmedio de todo este caos ideológico y de civilización política occidental, dan asco los que van de piojosos por la vida, protestan en manifestaciones, ocupan edificios justificándolo con palabrería seudofilosófica, se colocan camisetas del Ché y tanto ellos como sus familias están podridos de dinero y son adictos a comprar horteradas de Tous. Dan tanta grima como los fachillas veinteañeros que se escandalizan de las protestas en la calle de gente que realmente no tiene qué comer -personas sin recursos a las que no les vale la caridad, sino la justicia social-, cuando ellos disfrutan de un plato de comida que sus papás les ponen por delante todos los días y les pagan sus matrículas para estudiar y así poder ampliar sus repugnantes conciencias de clase que lavan con falsos padrenuestros.
Foto: EFE.
Tampoco entiendo que alguien cuestione los motivos de las concentraciones de este tipo, que preconizo irán en paulatino aumento. El problema no es la forma, sino el fondo, y en este sentido, lo que está sucediendo no es que los antidisturbios peguen fuerte o flojo, sino el completo divorcio de una sociedad hastiada de un sistema. Cuando los gobernantes elegidos incumplen sus promesas o son incapaces de acometer lo que prometieron, la democracia contempla los resortes legales correspondientes para elegir otra opción de gobierno. Así funciona un mecanismo en el que, si quienes fallan son los elegidos, el pueblo tiene el derecho -y el deber- de sustituir a los inútiles a través de cada convocatoria electoral. La situación resulta realmente grave cuando el que falla es el sistema, y eso es precisamente de lo que están más convencidos los ciudadanos conforme van extrayendo conclusiones. La gente comienza a plantearse si la única democracia existente es la que le vendieron como la perfección política hace cuarenta años, si la partitocracia imperante ha venido a suplir con eficacia la dictadura padecida y si los garantes del progreso, desde la monarquía hasta las cámaras de sus representantes y los órganos judiciales, están organizados y juegan el papel que necesita una sociedad que sale a la calle contra una estructura discutida y no frente a un partido o un color de gobierno.
Tenemos un profundo problema que nadie quiere ver, especialmente los que viven de un pesebre con el que no se identifica nadie. Esos no es que no lo vean, es que miran interesadamente para otro lado, cuando ya la ciudadanía ha dejado de seguir el dedo con el que señala el tonto. La protesta se alza contra un planteamiento, una filosofía política nacida al albur de un sistema de partidos creado hace apenas varios siglos, y la gente comienza a ver más allá de las siglas de unas organizaciones que sólo se preocupan de acercarse a los ciudadanos cada cuatro años. Y enmedio de todo este caos ideológico y de civilización política occidental, dan asco los que van de piojosos por la vida, protestan en manifestaciones, ocupan edificios justificándolo con palabrería seudofilosófica, se colocan camisetas del Ché y tanto ellos como sus familias están podridos de dinero y son adictos a comprar horteradas de Tous. Dan tanta grima como los fachillas veinteañeros que se escandalizan de las protestas en la calle de gente que realmente no tiene qué comer -personas sin recursos a las que no les vale la caridad, sino la justicia social-, cuando ellos disfrutan de un plato de comida que sus papás les ponen por delante todos los días y les pagan sus matrículas para estudiar y así poder ampliar sus repugnantes conciencias de clase que lavan con falsos padrenuestros.
Foto: EFE.
martes, 25 de septiembre de 2012
24 de septiembre
Yo creo, francamente, que el 24-S en San Fernando necesita una revisión. Preocupa que, desde semanas antes y cuando se menciona esta conmemoración, la mayoría de los ciudadanos pregunten inmediatamente cuál es el día elegido para el inicio de la feria de la tapa. Desconozco si el grado de implicación de los isleños con esta fecha es el adecuado, si se ha sembrado para ello o si lo que se organiza genera prestigio y especialmente dividendos económicos para toda la ciudad, no sólo para un sector e incluso para una organización perteneciente a él.
Personalmente nunca fui amigo de fastos de esta índole. La imagen de la gente convertida en soldadesca gabacha y madroñeras en el cabello caminando por la calle Real se me asemejaba al rodaje de una película cutre de cine patrio de antaño entre cuyas localizaciones estaba San Fernando por unas horas. Comprendo que el recordatorio de la historia y el papel fundamental de La Isla en los prolegómenos de 1812 resultan cruciales, pero tampoco me quedó muy claro desde sus inicios si realmente el isleño sabe qué sucedió en 1810, si se ha leído un solo artículo de la Constitución proclamada hace dos siglos o si simplemente a la gente le hace gracia montar un cuadro con personajes de carne y hueso y colocar al monarca en él dejándolo paralizado unos minutos como si de hacerse una foto en el Tívoli vestido de época se tratase.
Para mí que La Isla lleva años necesitando mirar al frente sin mirar atrás, pero creo que no tenemos claro ni lo que debemos dejar a nuestras espaldas ni lo que tenemos delante de nuestros ojos. La Isla padece miopía, especialmente política, pero también identitaria. Por eso no sabemos si vestirnos de franceses invasores, aplaudir a los militares al presenciarlos por la inmortal, cansada y cansina calle Real, a esos reductos a los que se les denostó sin buscarles un recambio beneficioso para la ciudad, o hacer hoteles para que vengan suecas cincuenta años después de que descubrieran Torremolinos. No nos aclaramos y sucede que, como los que tienen que tomar la decisión tampoco, pues ahí nadamos, entre cuatro o cinco aguas, que no dos, en un te quiero pero vete a gritos con todo lo castrense y a la vez conservando el platonismo de aquellos proyectos que Andrés Ruiz Pizones me contaba cuando era concejal y yo publicaba en el periódico, con su club de equitación al lado del mar, el hotel de no sé cuántas estrellas, el camping de La Leocadia y la carretera de Camposoto convertida en la entrada a Beverly Hills. Eran aquellas acciones de cara a 'Una isla hacia el mar' que nos invitaba el PGOU de 1992, guardado en un cajón desde hace veinte años porque los escarceos se quedaron en quimera mientras las administraciones se gastaban ciento y pico de millones de pesetas en la balaustrada del caño de Sancti Petri donde los jóvenes hacen botellón y la gente folla en sus coches a la luz de la luna, entre palmeras más modestas que las californianas, frente a una playa sin suecas y con mucho madrileño paseando.
Yo estaba reflexionando sobre el 24-S y termino hablando sobre los lugares donde fornica la gente. ¿Lo ven? No tengo claro nada sobre el futuro...
La foto que acompaña este artículo es del diario digital Bahía de Cádiz.
Personalmente nunca fui amigo de fastos de esta índole. La imagen de la gente convertida en soldadesca gabacha y madroñeras en el cabello caminando por la calle Real se me asemejaba al rodaje de una película cutre de cine patrio de antaño entre cuyas localizaciones estaba San Fernando por unas horas. Comprendo que el recordatorio de la historia y el papel fundamental de La Isla en los prolegómenos de 1812 resultan cruciales, pero tampoco me quedó muy claro desde sus inicios si realmente el isleño sabe qué sucedió en 1810, si se ha leído un solo artículo de la Constitución proclamada hace dos siglos o si simplemente a la gente le hace gracia montar un cuadro con personajes de carne y hueso y colocar al monarca en él dejándolo paralizado unos minutos como si de hacerse una foto en el Tívoli vestido de época se tratase.
Para mí que La Isla lleva años necesitando mirar al frente sin mirar atrás, pero creo que no tenemos claro ni lo que debemos dejar a nuestras espaldas ni lo que tenemos delante de nuestros ojos. La Isla padece miopía, especialmente política, pero también identitaria. Por eso no sabemos si vestirnos de franceses invasores, aplaudir a los militares al presenciarlos por la inmortal, cansada y cansina calle Real, a esos reductos a los que se les denostó sin buscarles un recambio beneficioso para la ciudad, o hacer hoteles para que vengan suecas cincuenta años después de que descubrieran Torremolinos. No nos aclaramos y sucede que, como los que tienen que tomar la decisión tampoco, pues ahí nadamos, entre cuatro o cinco aguas, que no dos, en un te quiero pero vete a gritos con todo lo castrense y a la vez conservando el platonismo de aquellos proyectos que Andrés Ruiz Pizones me contaba cuando era concejal y yo publicaba en el periódico, con su club de equitación al lado del mar, el hotel de no sé cuántas estrellas, el camping de La Leocadia y la carretera de Camposoto convertida en la entrada a Beverly Hills. Eran aquellas acciones de cara a 'Una isla hacia el mar' que nos invitaba el PGOU de 1992, guardado en un cajón desde hace veinte años porque los escarceos se quedaron en quimera mientras las administraciones se gastaban ciento y pico de millones de pesetas en la balaustrada del caño de Sancti Petri donde los jóvenes hacen botellón y la gente folla en sus coches a la luz de la luna, entre palmeras más modestas que las californianas, frente a una playa sin suecas y con mucho madrileño paseando.
Yo estaba reflexionando sobre el 24-S y termino hablando sobre los lugares donde fornica la gente. ¿Lo ven? No tengo claro nada sobre el futuro...
La foto que acompaña este artículo es del diario digital Bahía de Cádiz.
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