Vamos a continuar hablando de perros. Me apetece como fórmula de relajación, otros se desestresan puteando a los demás o tomando coca, por poner dos ejemplos. Yo ahora disfruto de cinco minutitos entre las cosas que tengo que hacer y me da por desentumecerme con mi blog que no lee nadie, así que da igual lo que escriba.
Esta vez no hablaremos de razas peligrosas. Más bien repugnantes. Conozco perros que se las dan de defender la ecuanimidad y van jactándose de ello en sus palabras escritas y habladas, cuando han permanecido callados durante meses porque le iban a dar un puesto de trabajo en un sitio al que no se atrevió a criticar y en el que se estaban-están cometiendo barbaridades laborales. Achanta la mui por si caía el curro, claro. Esos son perros interesados y por extensión cobardes.
Otra raza digna de incluirla en una vomitiva lista de ejemplos negativos es la de sujetos proclives a mover el rabo cuando lo ordena su jefe y pegan dentelladitas a los demás de la manera más grosera posible. Al final, su dueño, tras utilizarlos, les corta el rabo, el cuello y a la puta calle. Ahora a joderos, a morder el mismo polvo que yo sentí en mi rostro humillado y del que ni recuerdo, afortunadamente, su sabor. Degustadlo, por gilipollas.
Otros ejemplares de cánidos ladran poco o nada, no vaya a ser que le zurren y coño, hay que defender a los cachorritos al precio que sea, y por tanto, que le den a los perros que tanto han luchado por protegerte en la manada. Esos son perros ingratos.
Esperad, que hay más. Esos con los que compartiste muchas confesiones, -amistades o han sido parejas incluso-, y dejaron de hablarte un buen día, haciéndote pensar durante mucho tiempo qué puñetas les hiciste para que hayan sido tan injustos. Pero repentinamente descubres que les mueven el rabo de alegría a algunos que sí que les hicieron daño de verdad. Esos perros me importan menos aún que los otros –y eso que el resto me las trae al pairo- porque sencillamente demuestran que nunca merecieron estar a mi lado.
Se me ocurren algunas razas más. Los que ponen velas a Dios y al diablo, por ejemplo. Los que te quitan la mota de polvo de la chaqueta cuando eres medianamente alguien pero caes por culpa de otros perros y le cepillan los hombros al nuevo que viene a sustituirte; el perro envidioso, con el que apenas te cruzaste una vez y te olisqueó para, transcurridos los años, seguir rajando de ti por donde pueda porque sencillamente estaba loco en su día por disfrutar de mi comedero de metal. Vaya mierda de cacharro del pienso que deben tener algunos para aspirar con malas artes a un puesto por el que al parecer había que pedir perdón por desempeñar.
Hay otros mundos, pero están en este. Lo decía Paul Éluard. Que viene a significar en este caso que hay muchos perros y están alrededor hasta que te mueras. Sólo hay que divertirse viendo como sus miserias salen a la luz, tarde o temprano, y terminan colocados en el tablero de la vida en el lugar que les corresponde. Seguro, seguro, que ya estáis pensando en nombres de cada ejemplo de can. Ea, a divertirse con el jueguecito. Buen fin de semana.
viernes, 11 de junio de 2010
lunes, 7 de junio de 2010
Prohibir las razas peligrosas en sociedad
Otra persona muerta tras la dentellada de un perro. Y es un niño. Lo siento, pero lo tengo claro. Me gustan los animales, me refiero a los de cuatro patas. Por eso precisamente hay que actuar en defensa de ellos y de los seres humanos. Yo tengo un gato que en estos momentos duerme plácidamente, soportando el calor, a escasos metros de mi mesa. Lo digo para que no me llamen ogro antianimalitos.
No entiendo algo que me parece magnífico para los que, como yo, no fumamos. Es decir, llevar la ley hasta las últimas consecuencias, al extremo más radical, y hacerlo con ahínco desde hace tiempo, cuando otras normativas que deberían implantarse no se llevan a efecto con la misma rectitud. Colocarse un pitillo en la boca es pecado mortal social, pero pasear con pinta de angango con un dogo argentino al lado es cojonudo.
Me parecen absolutamente insuficientes las escasas medidas tomadas tras la catalogación de las razas de perros potencialmente peligrosos. Sigo viendo canes en la playa campando a sus anchas con pequeños alrededor, niñatos con cachorros de pitbull y viviendas en las que los ladridos parecen atentados de ETA. Insisto, lo tengo claro: hay que prohibir tener perros peligrosos en las viviendas. A nadie se le ocurre tener un tigre o un leopardo en el salón de su casa. La demagógica frase aquella de "yo tengo en mi casa lo que me da la gana" no vale desde el momento en el que se convierta en riesgo de afectación al resto de personas. Por algo vivimos en sociedad, y el que no quiera -ojalá pudiera yo hacerlo- que se compre un chalet cerca de la torre del Puerco. Los perros peligrosos no son animales domésticos por razones obvias y no vamos a explicar la etimología latina de la palabra. Y si no son animales domésticos, no se pueden tener en casa. Y menos aún en los espacios públicos comunes. Si se quiere tener un yorkshire o un chucho sin pedigrí no incluido en las razas peligrosas, disfrute usted de su can en su piso. Pero que tenga en su cocina un animal brutal que sale como un toro bravo por la puerta cuando usted se despista y a mi hija la pilla por el cuello y la convierte en jirones mientras paseamos plácidamente es un homicidio por parte de su propietario, así de claro. De manera que para evitar estas situaciones, reclamo que la ley prohíba tener perros potencialmente peligrosos en domicilios afincados en ciudades. Esos animales, al campo.
¿Radical? ¿Imposible de llevar a efecto? Mucho más sencillo que no permitir a un solo bar de España, sala de fiestas, local en general, que alguien se fume un cigarro. Basta con no conceder los permisos para tenerlo, ni chip, ni vacuna, ni pollas en vinagre. Así de sencillo. Y llegará, ya lo veréis. Al tiempo.
No entiendo algo que me parece magnífico para los que, como yo, no fumamos. Es decir, llevar la ley hasta las últimas consecuencias, al extremo más radical, y hacerlo con ahínco desde hace tiempo, cuando otras normativas que deberían implantarse no se llevan a efecto con la misma rectitud. Colocarse un pitillo en la boca es pecado mortal social, pero pasear con pinta de angango con un dogo argentino al lado es cojonudo.
Me parecen absolutamente insuficientes las escasas medidas tomadas tras la catalogación de las razas de perros potencialmente peligrosos. Sigo viendo canes en la playa campando a sus anchas con pequeños alrededor, niñatos con cachorros de pitbull y viviendas en las que los ladridos parecen atentados de ETA. Insisto, lo tengo claro: hay que prohibir tener perros peligrosos en las viviendas. A nadie se le ocurre tener un tigre o un leopardo en el salón de su casa. La demagógica frase aquella de "yo tengo en mi casa lo que me da la gana" no vale desde el momento en el que se convierta en riesgo de afectación al resto de personas. Por algo vivimos en sociedad, y el que no quiera -ojalá pudiera yo hacerlo- que se compre un chalet cerca de la torre del Puerco. Los perros peligrosos no son animales domésticos por razones obvias y no vamos a explicar la etimología latina de la palabra. Y si no son animales domésticos, no se pueden tener en casa. Y menos aún en los espacios públicos comunes. Si se quiere tener un yorkshire o un chucho sin pedigrí no incluido en las razas peligrosas, disfrute usted de su can en su piso. Pero que tenga en su cocina un animal brutal que sale como un toro bravo por la puerta cuando usted se despista y a mi hija la pilla por el cuello y la convierte en jirones mientras paseamos plácidamente es un homicidio por parte de su propietario, así de claro. De manera que para evitar estas situaciones, reclamo que la ley prohíba tener perros potencialmente peligrosos en domicilios afincados en ciudades. Esos animales, al campo.
¿Radical? ¿Imposible de llevar a efecto? Mucho más sencillo que no permitir a un solo bar de España, sala de fiestas, local en general, que alguien se fume un cigarro. Basta con no conceder los permisos para tenerlo, ni chip, ni vacuna, ni pollas en vinagre. Así de sencillo. Y llegará, ya lo veréis. Al tiempo.
martes, 1 de junio de 2010
Israel y su impunidad por cobardía
El barco de la imagen no es el que nos ofrece determinada firma turística propiedad de un sinverguenza que preside una importante institución para que hagamos un crucerito por la islas griegas, aunque lo pueda parecer. Menos similitudes tiene con un acorazado que guarda en sus bodegas toneladas de armas con el objetivo de dispararlas contra el invasor. Se trata de un buque que ha sufrido la desproporcionada reacción de Israel en aguas internacionales porque, al parecer, iban a comportarse como los piratas de las películas: en el momento en el que divisas cualquier perfil de costa judía, y mientras sonríes desde cubierta para que vean tu amabilidad en lontananza, cambias la bandera del país, pones el cráneo y las tibias y atiborras de balazos de cañón cualquier paseo marítimo judío, liándola a la usanza de la huida de Geena Davis y Matthew Modine en aquella gozada de La Isla de las cabezas cortadas.
Una vez más, y digámoslo en gaditano, el estado judío hace lo que le sale de los cojones. La respuesta del Consejo de Seguridad de la ONU, cada vez con mayores concomitancias con aquellas Naciones Unidas en determinados prolegómenos de las guerras mundiales y su tibieza, vuelve a ser ridícula. Una vez más, los intereses y la cobardía -tan presente en nuestro mundo hoy día a todos los niveles- permite y permitirá que se produzcan hechos como estos con total impunidad. No entremos en disquisiciones del Derecho Internacional para no ser pedantes, pero el ataque israelí a un barco extranjero en aguas internacionales es un atentado a la legislación mundial y algo intolerable en política internacional. Si los bestias esos que han atacado al navío turco hubieran sido iraquíes, iraníes o norcoreanos, a estas horas ya no entraba ni una rebanada de pan Bimbo en una establecimiento del centro de Teherán. A estas alturas no voy a defender repúblicas bananeras ni basadas en principios ultrarreligiosos, pero ya toca las narices decir que al menos Israel es el único país con sistema democrático de aquella zona. La propia Irán, con todos sus defectos, que son muchos, cuenta con una cámara de 290 miembros elegidos cada cuatro años en elecciones. El país persa contaba con 40 millones de habitantes en 1988. Ahora, apenas una veintena de años después, su índice demográfico oficial contabiliza un total de 65 milllones de iraníes.
Si Irán ataca un barco extranjero en aguas internacionales, el premio Nobel en el que tanto confiásteis -os remito a mi entrada en el blog de aquella época y mi escepticismo- ya estaría hablando de "terrorismo en aguas comunes". Pero es Israel, que además de participar negativamente en actuaciones importantes, está presente en otros asuntos livianos que, como buen ignorante que soy, jamás entenderé. Y a un país ilegítimo y terrorista de verdad como es Israel me lo tengo que tragar en Eurovisión, cuando Israel no es Europa en ningún aspecto, sólo en el 'técnico' que les interesa a quien convenga. Los tengo que soportar, y a los representantes de sus gobiernos ultraderechistas -ver resultados electorales en internet, por si alguien tiene alguna duda- en juegos olímpicos, en competiciones deportivas, en acontecimientos culturales europeos,...
La impunidad de Israel, la tibieza de la comunidad internacional, la sangre que corre en Palestina,... todo es fruto de nuestra cobardía común. De los que nos atrevemos a darnos golpes de pecho de falsa moral con las cosas y ponemos velas a Dios y con nuestras actitudes al diablo. Como la vida misma actual. Como con tu vecino también. Como con tu hermano de fe que tienes al lado. Qué asco, ¿no?
Una vez más, y digámoslo en gaditano, el estado judío hace lo que le sale de los cojones. La respuesta del Consejo de Seguridad de la ONU, cada vez con mayores concomitancias con aquellas Naciones Unidas en determinados prolegómenos de las guerras mundiales y su tibieza, vuelve a ser ridícula. Una vez más, los intereses y la cobardía -tan presente en nuestro mundo hoy día a todos los niveles- permite y permitirá que se produzcan hechos como estos con total impunidad. No entremos en disquisiciones del Derecho Internacional para no ser pedantes, pero el ataque israelí a un barco extranjero en aguas internacionales es un atentado a la legislación mundial y algo intolerable en política internacional. Si los bestias esos que han atacado al navío turco hubieran sido iraquíes, iraníes o norcoreanos, a estas horas ya no entraba ni una rebanada de pan Bimbo en una establecimiento del centro de Teherán. A estas alturas no voy a defender repúblicas bananeras ni basadas en principios ultrarreligiosos, pero ya toca las narices decir que al menos Israel es el único país con sistema democrático de aquella zona. La propia Irán, con todos sus defectos, que son muchos, cuenta con una cámara de 290 miembros elegidos cada cuatro años en elecciones. El país persa contaba con 40 millones de habitantes en 1988. Ahora, apenas una veintena de años después, su índice demográfico oficial contabiliza un total de 65 milllones de iraníes.
Si Irán ataca un barco extranjero en aguas internacionales, el premio Nobel en el que tanto confiásteis -os remito a mi entrada en el blog de aquella época y mi escepticismo- ya estaría hablando de "terrorismo en aguas comunes". Pero es Israel, que además de participar negativamente en actuaciones importantes, está presente en otros asuntos livianos que, como buen ignorante que soy, jamás entenderé. Y a un país ilegítimo y terrorista de verdad como es Israel me lo tengo que tragar en Eurovisión, cuando Israel no es Europa en ningún aspecto, sólo en el 'técnico' que les interesa a quien convenga. Los tengo que soportar, y a los representantes de sus gobiernos ultraderechistas -ver resultados electorales en internet, por si alguien tiene alguna duda- en juegos olímpicos, en competiciones deportivas, en acontecimientos culturales europeos,...
La impunidad de Israel, la tibieza de la comunidad internacional, la sangre que corre en Palestina,... todo es fruto de nuestra cobardía común. De los que nos atrevemos a darnos golpes de pecho de falsa moral con las cosas y ponemos velas a Dios y con nuestras actitudes al diablo. Como la vida misma actual. Como con tu vecino también. Como con tu hermano de fe que tienes al lado. Qué asco, ¿no?
viernes, 28 de mayo de 2010
Carajotes
Perdóneme, pero es usted carajote. El de la foto de arriba de este texto no. Ese es un listo como muchos otros de la cosa esta del balón. Lo de ser imbécil va por usted mismo. Sí, sí, el que está leyendo. Especialmente si reúne las características de miles, millones de cretinos que se atreverán a calificarme de demagogo por el mero hecho de poner los puntos sobre las íes.
Un periodista majadero que se cree gracioso humilla a un pobre hombre que pide limosna por las calles y varios descerebrados le lanzan a su platillo unas cuantas tarjetas de crédito. Un club de fútbol que se come el piquito con alguna que otra caja de ahorros pública se gasta 90 millones de euros en un futbolista, el mismo club que ahora se saca de la chistera 16 millones para traerse a su banquillo al gilipollas de la foto (ahora sí va por él). Los futbolistas de la selección española van a embolsarse 550.000 euros cada uno si ganan el Mundial, y para evitar el qué dirán, una parte irá destinada a obras sociales, dicen. El fútbol genera dinero, cierto, y con el balón no vamos a solucionar los problemas del mundo. Pero nadie denuncia cuánto deben los clubes a la Seguridad Social, es decir, a nuestros bolsillos, desde hace años. Los que deciden en este país optan por recortar la pensión de mis familiares más mayores antes de cerrar un estadio e impedir que corra el balón y 22 tipos de corto detrás de él hasta que de una puta vez paguen lo que deben a las arcas públicas. Mientras muchos no comen, otros tiran de las tarjetas de crédito para irse de putas aprovechando los viajes de los equipos de los que son consejeros o beben Moet Chandon fumándose un puro en el palco. Y usted, querido amigo, discute en el bar tomándose el café como un poseso con el colega de barra por quién va a ganar la liga. O no duerme esta noche porque su equipo esté a dos puntos del descenso. Y para que no piense más de lo habitual, le endosan -como en otros tiempos- partidos de fútbol en el televisor a diario. Y le importa tres puñetas la especulación inmobiliaria con dinero de ayudas públicas para construir tres campos de fútbol y dos vestuarios que pomposamente llaman 'ciudades deportivas'. Son sólo varios ejemplos. Podemos poner muchos. Y me gusta tela el fútbol, pero odio la obscenidad inmoral en lo que se ha convertido con la anuncia de casi toda la sociedad.
Lo dicho. Carajotes.
Un periodista majadero que se cree gracioso humilla a un pobre hombre que pide limosna por las calles y varios descerebrados le lanzan a su platillo unas cuantas tarjetas de crédito. Un club de fútbol que se come el piquito con alguna que otra caja de ahorros pública se gasta 90 millones de euros en un futbolista, el mismo club que ahora se saca de la chistera 16 millones para traerse a su banquillo al gilipollas de la foto (ahora sí va por él). Los futbolistas de la selección española van a embolsarse 550.000 euros cada uno si ganan el Mundial, y para evitar el qué dirán, una parte irá destinada a obras sociales, dicen. El fútbol genera dinero, cierto, y con el balón no vamos a solucionar los problemas del mundo. Pero nadie denuncia cuánto deben los clubes a la Seguridad Social, es decir, a nuestros bolsillos, desde hace años. Los que deciden en este país optan por recortar la pensión de mis familiares más mayores antes de cerrar un estadio e impedir que corra el balón y 22 tipos de corto detrás de él hasta que de una puta vez paguen lo que deben a las arcas públicas. Mientras muchos no comen, otros tiran de las tarjetas de crédito para irse de putas aprovechando los viajes de los equipos de los que son consejeros o beben Moet Chandon fumándose un puro en el palco. Y usted, querido amigo, discute en el bar tomándose el café como un poseso con el colega de barra por quién va a ganar la liga. O no duerme esta noche porque su equipo esté a dos puntos del descenso. Y para que no piense más de lo habitual, le endosan -como en otros tiempos- partidos de fútbol en el televisor a diario. Y le importa tres puñetas la especulación inmobiliaria con dinero de ayudas públicas para construir tres campos de fútbol y dos vestuarios que pomposamente llaman 'ciudades deportivas'. Son sólo varios ejemplos. Podemos poner muchos. Y me gusta tela el fútbol, pero odio la obscenidad inmoral en lo que se ha convertido con la anuncia de casi toda la sociedad.
Lo dicho. Carajotes.
domingo, 16 de mayo de 2010
Jesús y 'sus legionarios'
La Noria es un programa curioso. En algunas facetas presenta similitudes con la generalmente díscola programación de Tele 5 , en otras mantiene un sólido empaque de espacio de opinión con diversidad de temas que quizás sea la piedra angular de su interés. Esta noche, sin ir más lejos, ha contado con nada menos que un ministro, José Blanco, e intercalando otras estupideces como dos concursantes de Gran Hermano que están liados, se han analizado aspectos políticos del país y la polémica generada entorno a los 'Legionarios de Cristo'.
La Noria lo presenta Jordi González, que por si alguien se pregunta cómo es posible que a Jorge Javier Vázquez le den el Premio Ondas por hacer de moderador sin moderar y otros no lo tengan, que sepan que al presentador del programa de las sábados por la noche de Tele 5 ya se lo han concedido en dos ocasiones. Al menos nos consolamos con ese dato. De todas maneras, lo de los premios no deja de ser algo muy tocapelotas en estos tiempos. Ahora mismo aparece en pantalla Pilar Rubio porque ha recibido un Micrófono de Oro. Y la Pantoja como una diva en la ceremonia de esos premios. Qué coño sabrá ese oscuro personaje de lo que es la profesión radiofónica,...
En realidad no quería reflexionar sobre premios como el Nobel a Obama, paladín de las injusticias universales. Lo que me tiene con arcadas de fatiga es escuchar la expresión 'Legionarios de Cristo' en televisión desde hace cuarenta minutos. Escucharla no sólo catódicamente, sino en el mundo. Me da repugnancia los casos de pederastia llevados a cabo por el tipo ese que manda ahí, pero me da la misma grima saber que el Vaticano permitió en 1941 que una orden religiosa se llamara 'Legionarios de Cristo'. Como si Jesús hubiera necesitado, necesitara, militares. El diccionario de la RAE deja a las claras que el concepto etimológico de la palabra 'legionario' es total y absolutamente militar. Si Jesús hubiera tenido militares a su lado para propagar sus enseñanzas, le hubieran dado para el pelo a la panda de amiguetes que fueron a Getsemaní a prenderlo. Rebanarle una oreja a un sicario era lo menos que le podía haber pasado al grupito. Jesús se rodeó de doce chavales, un puñado de piojosos, un niño apenas quinceañero que fue Juan el Evangelista, que tuvo los dos cojones que no demostraron otros, un club de fieles mujeres entre los que se encontraba una prostituta y dijo diáfanamente que quien tocara a un niño más vale que se colgara una piedra de molino al pescuezo y se fuera al carajo. Pero de ahí a militarizar su ideología, nada menos que con legionarios, va un trecho. Así que el Papa podría aprovechar que está loco por reorientar a los mal llamados 'Legionarios de Cristo' y, tras expulsar de su seno a un puñado de hijos de puta degenerados, cambiar el nombre a la congregación para que no nos de asco a los que creemos que el cristianismo debe despojarse de terminología que suena tan casposa como ultra, muy peligrosa, anacrónica, inadecuada y tan alejada de los postulados reales de Cristo.
La Noria lo presenta Jordi González, que por si alguien se pregunta cómo es posible que a Jorge Javier Vázquez le den el Premio Ondas por hacer de moderador sin moderar y otros no lo tengan, que sepan que al presentador del programa de las sábados por la noche de Tele 5 ya se lo han concedido en dos ocasiones. Al menos nos consolamos con ese dato. De todas maneras, lo de los premios no deja de ser algo muy tocapelotas en estos tiempos. Ahora mismo aparece en pantalla Pilar Rubio porque ha recibido un Micrófono de Oro. Y la Pantoja como una diva en la ceremonia de esos premios. Qué coño sabrá ese oscuro personaje de lo que es la profesión radiofónica,...
En realidad no quería reflexionar sobre premios como el Nobel a Obama, paladín de las injusticias universales. Lo que me tiene con arcadas de fatiga es escuchar la expresión 'Legionarios de Cristo' en televisión desde hace cuarenta minutos. Escucharla no sólo catódicamente, sino en el mundo. Me da repugnancia los casos de pederastia llevados a cabo por el tipo ese que manda ahí, pero me da la misma grima saber que el Vaticano permitió en 1941 que una orden religiosa se llamara 'Legionarios de Cristo'. Como si Jesús hubiera necesitado, necesitara, militares. El diccionario de la RAE deja a las claras que el concepto etimológico de la palabra 'legionario' es total y absolutamente militar. Si Jesús hubiera tenido militares a su lado para propagar sus enseñanzas, le hubieran dado para el pelo a la panda de amiguetes que fueron a Getsemaní a prenderlo. Rebanarle una oreja a un sicario era lo menos que le podía haber pasado al grupito. Jesús se rodeó de doce chavales, un puñado de piojosos, un niño apenas quinceañero que fue Juan el Evangelista, que tuvo los dos cojones que no demostraron otros, un club de fieles mujeres entre los que se encontraba una prostituta y dijo diáfanamente que quien tocara a un niño más vale que se colgara una piedra de molino al pescuezo y se fuera al carajo. Pero de ahí a militarizar su ideología, nada menos que con legionarios, va un trecho. Así que el Papa podría aprovechar que está loco por reorientar a los mal llamados 'Legionarios de Cristo' y, tras expulsar de su seno a un puñado de hijos de puta degenerados, cambiar el nombre a la congregación para que no nos de asco a los que creemos que el cristianismo debe despojarse de terminología que suena tan casposa como ultra, muy peligrosa, anacrónica, inadecuada y tan alejada de los postulados reales de Cristo.
martes, 11 de mayo de 2010
'Poniente': las palabras que abren las puertas del mundo que fue...
El escritor José Carlos Fernández Moreno presentó su nuevo libro, el décimo de su trayectoria literaria, el sábado 8 de mayo en el marco de la Feria del Libro de Cádiz. Poniente es el título de una obra que compendia una quincena de relatos de diferente temática y extensión, desgranada en la presentación por el escritor Enrique Montiel. Su amistad personal con el autor no lo ha condicionado para reflexionar sobre el nivel literario demostrado por Fernández Moreno en este Poniente, un título tan bello como algunas de las palabras dedicadas por el presentador, que destacó el carácter retrospectivo de una buena parte de las historias narradas en este libro, "palabras que abren puertas a un mundo que fue", aseveró Enrique Montiel, entusiasmado con algunos relatos de añejo sabor léxico. "Llueve en el patinillo" es el título de uno de los cuentos cuyo inicio leyó el presentador, dejando claro a la vez que no se trata de un conjunto de historias ancladas en el tiempo o peyorativamente de añoranzas.
A Montiel le agradan los "Cuentos así de breves", historias de apenas una, dos, tres líneas en el libro, intemporales y que, en numerosas ocasiones, invitan al lector a seguir escribiendo mentalmente la resolución de lo que deja entrever el escritor. Al menos a mí me sucede, aunque eso no lo comentara el amigo Enrique Montiel, que citó en este tipo de literatura breve a Augusto Monterroso, el escritor guatemalteco, erigido en la figura más notable del microrrelato en lengua española.
"Un libro de madurez, de una rara perfección y mucha intención, con cuentos de un nivel de calidad muy alto y fulgores narrativos pequeños,..." fueron algunas de las palabras del presentador hacia una obra que os recomiendo enfervorizadamente. Hay relatos históricos de gran envergadura narrativa, otros hitchcockianos, algunos de una candidez propia para los más amantes de la literatura doméstica y algunas historias que envuelven dardos inteligentemente encubiertos no exentos de crítica. Ya está a la venta, no os lo perdáis. El día 20 de mayo será la presentación en San Fernando, en el Centro de Congresos y Exposiciones 'Cortes de la Real Isla de León'. Os dejo un vídeo del acto del sábado en el Baluarte de la Candelaria y una foto en la que aparece un buen amigo y filólogo, Pedro Payán Sotomayor, que estuvo presente entre otros invitados.
viernes, 7 de mayo de 2010
Locos sueltos
Recuerdo a Paco Ibáñez dibujando sus viñetas con los personajes de Mortadelo y Filemón entre otros. Cuando alguno de ellos desvariaba en sus palabras reflejadas en los típicos bocadillos, el coprotagonista de la historieta lo miraba extrañado y, sobre su cabeza, Ibáñez dibujaba una gran exclamación o un esbozo de Napoleón caricaturizado. Con ello quería decir que al personaje que 'hablaba' en ese momento se le había ido la cabeza. Se había vuelto loco.
¿Qué es un loco, dejando a un lado el concepto médico del término? Ibáñez lo simplificaba en Napoleón, pero es obvio que los que deliran no llevan un ros militar en la cabeza ni tienen la mano metida en una guerrera a la altura del estómago. Los locos proliferan y parecen personas normales, os lo aseguro.
Hace años que los/as desequilibrados/as me producen sumo interés porque el estudio de sus comportamientos, lejos de indignarme, me aportan mucho para analizar al ser humano. Teniéndolos de lejos, claro está, y a veces cerca para profundizar en los conocimientos. Son individuos admirables porque logran camuflarse entre la gente normal, como uno más, y sólo al cabo del tiempo diagnosticas su locura sin temor a equivocarte. Claro está que el loco es un personaje peculiar, pero no por ser peculiar se está majara. Hay seres humanos con rarezas, como yo: me encierro en el aseo aun viviendo solo, no abro la puerta de mi casa jamás aunque quemen el timbre, aborrezco la fealdad -hoy día abunda en la gente y en las cosas-, me gusta la música de Bernard Herrmann,... Pero no creo que esas peculiaridades puedan utilizarse contra mí para calificarme de ido despectivamente. Otros defecan delante de sus hermanos con la puerta del wc abierta, escuchan a Camela o tienen la puerta de su casa abierta de par en par todo el santo día. Y nadie los llama locos.
El loco tiene un principal problema interior: se cree sus patrañas. Hay locos sensibles, angelitos míos, tanto que se inventan lo que dicen, se autocompadecen por alguna que otra carajotada que les ocurre y piensan a pie juntillas que sus delirios son ciertos. Algunos lo hacen público, que hoy día la indiscreción está a la orden del día en esto de internet, y te venden una moto cuyo carburador está averiado casi de nacimiento, aunque eso sí: te percatas de ello al cabo del tiempo.
El loco en ocasiones se enorgullece de serlo al creer que su desvarío es un estado emocional particular del que pavonearse por ser distinto al vulgo. Los palmeros de los locos le ríen las gracias y el loco entonces se envalentona. El loco parece tener una línea fija y recta de actuación, pero nos la da con queso en todos los aspectos, oiga. Hoy piensa una cosa y enaltece algo, mañana pasa página y le da por otra. Y así sucesivamente, creyéndose sus amoríos con lo divino y lo humano. En un buen porcentaje de casos es un liante y jode grupos humanos o relaciones. Si no lo pillas a tiempo, zas: ya ha enrollado la cosa de tal manera que no tiene solución.
El loco, ufano de gloria, necesita tener gente alrededor de su pelaje para desarrollar su desequilibrio. Como buen loco, a veces le puede la irascibilidad y la lía en público para pedir perdón a los diez minutos o hacer como el que ignora a los cuerdos. El loco además suele tener problemas en el seno familiar porque su familia está también tocada de la mollera y suceden cosas que, concatenadas con el objetivo de realizar un somero estudio, sirven para llegar a la conclusión de lo congénito de su quijotismo.
Hay locos pánfilos que salen detrás de los pasos, esos no hacen daño. Hay locos catetos y de golpes de pecho que salen delante de ellos y que no sirven ni para hacer puñetas por mucho que saquen el pescuezo para salir en la foto o autoengañarse con lágrimas. Porque el loco se autoengaña, recordemos lo dicho. Esa es su mayor desgracia.
Hay tanto loco suelto que voy a volverme uno más de ellos, así que confieso que yo me vuelvo loco... cada vez que compruebo que el tiempo los pone en su sitio. Mientras los mantengo tan a raya que es como si no existieran. Menos cuando me da por estudiarlos. Tan apasionantes, tan atormentados, tan divertidos... tan patéticos.
¿Qué es un loco, dejando a un lado el concepto médico del término? Ibáñez lo simplificaba en Napoleón, pero es obvio que los que deliran no llevan un ros militar en la cabeza ni tienen la mano metida en una guerrera a la altura del estómago. Los locos proliferan y parecen personas normales, os lo aseguro.
Hace años que los/as desequilibrados/as me producen sumo interés porque el estudio de sus comportamientos, lejos de indignarme, me aportan mucho para analizar al ser humano. Teniéndolos de lejos, claro está, y a veces cerca para profundizar en los conocimientos. Son individuos admirables porque logran camuflarse entre la gente normal, como uno más, y sólo al cabo del tiempo diagnosticas su locura sin temor a equivocarte. Claro está que el loco es un personaje peculiar, pero no por ser peculiar se está majara. Hay seres humanos con rarezas, como yo: me encierro en el aseo aun viviendo solo, no abro la puerta de mi casa jamás aunque quemen el timbre, aborrezco la fealdad -hoy día abunda en la gente y en las cosas-, me gusta la música de Bernard Herrmann,... Pero no creo que esas peculiaridades puedan utilizarse contra mí para calificarme de ido despectivamente. Otros defecan delante de sus hermanos con la puerta del wc abierta, escuchan a Camela o tienen la puerta de su casa abierta de par en par todo el santo día. Y nadie los llama locos.
El loco tiene un principal problema interior: se cree sus patrañas. Hay locos sensibles, angelitos míos, tanto que se inventan lo que dicen, se autocompadecen por alguna que otra carajotada que les ocurre y piensan a pie juntillas que sus delirios son ciertos. Algunos lo hacen público, que hoy día la indiscreción está a la orden del día en esto de internet, y te venden una moto cuyo carburador está averiado casi de nacimiento, aunque eso sí: te percatas de ello al cabo del tiempo.
El loco en ocasiones se enorgullece de serlo al creer que su desvarío es un estado emocional particular del que pavonearse por ser distinto al vulgo. Los palmeros de los locos le ríen las gracias y el loco entonces se envalentona. El loco parece tener una línea fija y recta de actuación, pero nos la da con queso en todos los aspectos, oiga. Hoy piensa una cosa y enaltece algo, mañana pasa página y le da por otra. Y así sucesivamente, creyéndose sus amoríos con lo divino y lo humano. En un buen porcentaje de casos es un liante y jode grupos humanos o relaciones. Si no lo pillas a tiempo, zas: ya ha enrollado la cosa de tal manera que no tiene solución.
El loco, ufano de gloria, necesita tener gente alrededor de su pelaje para desarrollar su desequilibrio. Como buen loco, a veces le puede la irascibilidad y la lía en público para pedir perdón a los diez minutos o hacer como el que ignora a los cuerdos. El loco además suele tener problemas en el seno familiar porque su familia está también tocada de la mollera y suceden cosas que, concatenadas con el objetivo de realizar un somero estudio, sirven para llegar a la conclusión de lo congénito de su quijotismo.
Hay locos pánfilos que salen detrás de los pasos, esos no hacen daño. Hay locos catetos y de golpes de pecho que salen delante de ellos y que no sirven ni para hacer puñetas por mucho que saquen el pescuezo para salir en la foto o autoengañarse con lágrimas. Porque el loco se autoengaña, recordemos lo dicho. Esa es su mayor desgracia.
Hay tanto loco suelto que voy a volverme uno más de ellos, así que confieso que yo me vuelvo loco... cada vez que compruebo que el tiempo los pone en su sitio. Mientras los mantengo tan a raya que es como si no existieran. Menos cuando me da por estudiarlos. Tan apasionantes, tan atormentados, tan divertidos... tan patéticos.
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