Hace veinte años, la variedad de medios de comunicación brillaba por su ausencia en la provincia de Cádiz y, por extensión, en el resto. Apenas varias emisoras a nivel nacional con programas aislados locales y un periódico que, por consolidación histórica, parecía suficiente a la hora de cubrir la demanda de lectores. En nuestro caso era el Diario de Cádiz.
Las circunstancias han cambiado a lo largo de dos décadas. Aparecieron emisoras de radio y televisiones a nivel local que ofrecían la posibilidad de conocer qué estaba sucediendo en ese momento dos calles más allá y que interesaba más, en numerosas ocasiones, que un informativo de ámbito internacional analizando los pormenores de la bolsa de Londres.
Aquella fórmula funcionó. Los medios emergentes comenzaron a dar una inesperada calidad gracias a su aumento en inversión y el empuje de periodistas jóvenes que jamás comprobaban si las horas que reflejaban sus contratos (si lo tenían) eran las que verdaderamente cumplían o las reales superaban con abismal diferencia a la teoría del papel que todo lo aguanta. Los medios de cuño tradicional supieron adaptarse a la revolución informativa y estructural de aquellos ochenta y principios de los noventa. Era una revolución, sí, como la que hace tres años se ha comenzado con la era digital, aunque con una sustancial diferencia: por entonces se creaba empleo y ahora se destruye.
En veinte años han nacido periódicos, emisoras, medios especializados, publicaciones profesionales que no dejan de pertenecer al ámbito de la comunicación, televisiones locales,... Algo ha sucedido en esa cadena evolutiva. En un momento de este imparable y teórico desarrollo mediático, determinados empresarios comenzaron a hacernos creer que dos más dos son cinco y me llevo tres. De las otras dos, una para ti y la otra para sobornar. La aparición de medios no guardó la lógica proporcionalidad con la calidad de lo que comenzaba a ofrecerse porque, entre otras razones, la profesión periodística se convirtió en un coto sin la necesaria valla de una regulación que protegiera los derechos -y deberes- bien marcados de la incipiente profesión y la eclosión de medios configuraba un panorama con un final cada vez más claro: una oferta de prensa variopinta, de diseño y contenido más o menos acertado en función de la empresa en cuestión, y un crecimiento desmedido similar en muchos aspectos al del sector inmobiliario.
Los periodistas hemos tenido mucho que ver en lo que está sucediendo ahora. Durante años, sin tener visión de futuro por culpa de nuestra bisoñez en muchos casos y en otros por dejarse embaucar por los cantos de sirena del empresario invitándonos a traicionar al de la mesa de al lado, hemos perdido un tiempo precioso. Sin darnos cuenta crecieron los bolsillos de los grupos mediáticos mil veces más que los de los profesionales de la información, gremio en el cual también existen muchos periodistas malos de narices. Como futbolistas, abogados, médicos,... Hace más de una década comenzaron a ponerse las bases de los convenios de prensa diaria, pero nadie veló por su aplicación en los medios que habían crecido en cada provincia en estos veinte años, que son los que realmente han proporcionado puestos de trabajo a las nuevas generaciones de periodistas y entusiasmaron a muchos desengañados que peinaban ya canas ante las ganas de aprovechar los recursos, recursos ahora (re)convertidos en transformar al redactor en un individuo con bolígrafo, libreta, grabadora, cámara de foto, vehículo propio, peine para adecentarse el cabello antes de salir en la televisión del propio empresario, papel suelto en el bolsillo para aprenderse la clave con la que entrar en la nueva web puesta en marcha por este o aquel grupo vendida como "la apuesta por las tecnologías y el nuevo periodismo". El nuevo periodismo,... consistente en obligar a profesionales licenciados, contratados como 'auxiliares de redacción', a hacer dos y tres páginas al día sobre temas dispares y sin especialización ante la "optimización de recursos" (es decir, dejar bajo mínimos las redacciones) y, una vez finalizado su trabajo a las nueve de la noche, ser obligados por el sicario del dueño a subir todo eso en internet. Cuarenta y cinco minutos más. El 'nuevo periodismo' consiste en prescindir de los redactores gráficos porque con colgar una cámara digital al cuello del redactor, ¿para qué quieres a un fotógrafo? La calidad es secundaria, lo que prima es ahorrarse 800 euros al mes, o 1.600 si son dos,...
No sé cuándo nos dimos cuenta del engaño, cuándo debimos detenernos todos a una para exigir la dignidad personal pero también la de nuestra profesión, porque no haberlo hecho en su momento no sólo provoca ahora la acuciante precariedad que el lunes vamos a comenzar a denunciar, por fin, dando la cara en la calle. Haber sido cómplices de esta vorágine ha supuesto prostituir el periodismo y encontrarnos con productos vergonzantes, con páginas plagadas de erratas, temas que no interesan al lector, portadas bochornosas, calidad inexistente ante la saturación del profesional que lo mismo tiene que cubrir un juicio, con la especialización y terminología particular que ello conlleva, que una entrega de llaves de viviendas públicas, y acercándote "que te pilla de paso" a una exposición de caretas de Carnaval.
Algo se mueve, tarde, pero aún con posibilidades de colocar en su sitio a tanto paleto jugando a nuestra profesión, cuya credibilidad y dignidad humana hace tiempo que perdieron. Con la unidad se podrá lograr antes, pero aun existiendo ¿periodistas? comprados se conseguirá, aunque se prolongue más la victoria en el tiempo. Pero llegará. No es una máxima apocalíptica, es un claro mensaje a los navegantes. El embudo se estrecha y los tiempos no son los mismos. La regularización de la profesión acabará por llegar, le pese a quien le pese y, aun creyendo que se puede comprar con almuerzos a algún sindicalista, a cierto político de medio pelo o zafarse de la legalidad cada vez más marcada y ofrecer cualquier cosa -periódicos de nefasto diseño, limitadas páginas, escasos de criterio en todos sus ámbitos o gratuitos de titulares grotestos y ridículos en sus portadas que sirven de mofa en internet a nivel nacional-, los lectores saben perfectamente qué es lo que está leyendo. Y nosotros a donde queremos llegar. Hasta el final.
Hace años, sólo unos pocos, no sé en qué mes ni día, debió de suceder y no lo hicimos. Los sindicatos debieron haber dado el paso al frente, las asociaciones profesionales haberse implicado en lugar de practicar una política de pedigrí en sus admisiones, las administraciones públicas haber presionado y no dejarse vender por páginas enteras y, sobre todo, los periodistas demostrar valentía y dignidad. El primero que fallé fui yo. Borrón y cuenta nueva. Nunca es tarde para defender entre todos por lo que luchamos, que es lo mismo: el empleo, la dignificación de la profesión y asegurar la calidad del producto que se realiza.
LUNES, 12 DEL MEDIODÍA: CONCENTRACIÓN EN EL ORATORIO DE SAN FELIPE NERI DE CÁDIZ CONTRA LA PRECARIEDAD EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
Estos enlaces os servirán para saber más al respecto. El comunicado de la Federación Andaluza de Asociaciones de la Prensa me parece extraordinario. En la fotografía, arriba, su presidente, Fernando Santiago, hace unos días con Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, al que se le han dado detalles de la situación que padecen actualmente los periodistas.
http://www.prensacadiz.org/trabajo_digno_leer.asp?id=14http://www.prensacadiz.org/trabajo_digno_leer.asp?id=15http://www.prensacadiz.org/trabajo_digno_leer.asp?id=11