Lo siento. No me gusta Sangre de mayo, de José Luis Garci. Y me entristece porque no existe en España un director de su factura. Pedro Almodóvar es otra cosa, extraordinaria pero distinta. El resto de distinguidos aún en activo tienen su sello, pero no está tan presente en sus obras como el de Garci.
Sin rodeos. Sangre de mayo me parece un supino aburrimiento. Dejé de luchar con las cabezadas en las escenas del enfrentamiento entre los franceses y los madrileños. Demasiada cámara lenta, pero pulcrísimamente rodadas. Y al menos algo de música original de Pablo Cervantes (al que véis en la fotografía conmigo, arriba a la derecha) con un cierto tufo a Llamaradas de Hans Zimmer, pero bien colocada. Le tengo que preguntar a Pablo cómo puede llevar años trabajando con un director que tiene en el culo el concepto de introducción de la música en las escenas y tan pesado que es capaz de colocarnos un tema principal hasta siete veces en un mismo filme. Y si alguien lo duda, recuerden You`re the One o la misma Sangre de mayo.
Tragarme dos horas y media de filme para sólo salvar la batallita y el cuadro final de la película a pesar de su sobrada teatralidad y la innecesaria ñoñez previa del cura rezando con todos es demasiado imperdonable tratándose de Garci. Su primera película histórica, independientemente del tratamiento temporal en otras obras suyas como El abuelo, es un auténtico muermo. ¿Quince millones de euros para no contar nada, menos en los últimos 20 minutos? ¿Acaso una historia amorosa como otras tantas con momentos de viejos roñones que parecen extraídos de Escenas de matrimonio? ¿Debo suponer que la historia me la sé porque he leído los Episodios Nacionales? Si fuera eslovaco y no tuviera ni puñetera idea de la historia de España -que es desde la perspectiva desde la que debe escribirse el guión y dirigirse el filme-, me quedaría en blanco. ¿Alguien me explica qué puñetas vienen a hacer los franceses? ¿Por qué Sangre de mayo parece un folletín con episodios como Arrayán en lugar de un ejemplo de película histórica?
No me vale excusar la pulcritud técnica de la película. La mayor parte de los actores no tienen que ser dirigidos y siempre están bien donde los pongas. ¿Acaso es necesario decirle a estas alturas a Paco Algora cómo debe recitar o llorar? ¿Lo recuerdan en Barrio en aquella sobrecogedora secuencia donde llora cuando habla de su hijo? ¿A Carlos Larrañaga?
Ah, sí, los decorados... Yo tengo un grupito de conocidos que hacen belenes en Navidad en San Fernando que quedan acojonantes de realistas. Yo mismo tengo tres primeros premios, dos segundos y tres terceros en años de montaje de porexpán con escayola, pinturas plásticas, modelaje y esos ripios. Esos escenarios madrileños son tan perfectos que parecen construidos por un sarasa de pueblo en una pretenciosa obra teatral pueblerina. Todo está colocado tan milimétricamente que, de lo real que es, resulta falso. ¿Otros tecnicismos? Coño, es que está Gil Parrondo. A estas alturas, si no tenemos ni eso bien hecho, apaga y vámonos...
Me imagino a los americanos viendo este coñazo para seleccionar las cinco finalistas a los Oscar. Como si les hablara en sánscrito, vamos. Menos mal que la Academia ha seleccionado Los girasoles ciegos...
domingo, 5 de octubre de 2008
viernes, 3 de octubre de 2008
Sitges alza el telón recordando a Kubrick
Hoy ha comenzado una nueva edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges. Soy consciente del error al referirme a su denominación, porque unos lumbreras decidieron hace algunos años cambiar el nombre por el que era conocido universalmente este evento con más de cuatro décadas a sus espaldas y colocarle el rimbombante título de “Festival de Cinema Internacional de Catalunya”. Políticos nacionalistas –el cáncer del sistema democrático- y poderes mediáticos le hicieron la pinza a los gestores del festival de los años anteriores a que diera lugar el obligado giro hasta que lograron aburrirlos. Conozco bien la historia porque me llevé años acudiendo a ese festival en el que tan bien fui tratado por el entonces director de Marketing de Cinesa, mi buen amigo Ricardo Gil, que tuvo su participación antaño en la organización de Sitges, por Juan Luis Goas, Xabier Catafall y los huecos entre películas compartidos con Carlos Pumares en el Hotel Calípolis en el maravilloso paseo marítimo de la ciudad.
Para mí siempre será el festival de cine fantástico, como para todos cuando se refieren a él. Allí conocí, a principios de los noventa, al entrañable Robert Wise, con el que hablé de Star Trek, de su Sonrisas y lágrimas, de su obra maestra West Side Story, de Marcado por el odio y de cómo dirigió a nuestro gran Paul Newman. Me metieron en una furgoneta con Peter Greenaway para evitarme ir andando hasta el Port D'aiguadoç, donde el director británico daba su rueda de prensa tras hacernos sufrir con El niño de Macon. Ya echábamos chispas por el camino porque, como me ocurre con Woody Allen, no perdono al cineasta que me aburre hasta dormirme en una butaca.
En la documentación que me envían y en la prensa veo que esta edición de 2009 supondrá un reconocimiento a Stanley Kubrick y su 2001, una odisea del espacio, de manera que la viuda del director recoge esta noche un premio póstumo a la carrera de su marido y especialmente por rodar el filme que hizo adulto al género de la ciencia ficción. Están previstas las asistencias de los actores de la película, Keir Dullea y Gary Lockwood, el primero de ellos el astronauta Dave Bowman que experimenta en el filme lo sucedido “más allá de Júpiter”. Me viene a la memoria cuando conocí a Keir Dullea en los noventa precisamente en Sitges, un año que asistió para compartir mesa redonda con grandes del cine de ficción como Ray Harryhausen, el desarrollador de la técnica ‘Stop Motion’. Le entrevisté para la extinta revista del Cine club Metrópolis, aquella asociación que luchó a mediados de los noventa por lograr que en la Bahía de Cádiz se celebrasen conferencias y mesas redondas sobre cine y que varios envidiosos oscuros y un par de descerebrados se encargaron de cargarse con el paso del tiempo, y compartí algunas anécdotas del rodaje de 2001 antes de hacerle una foto con un ejemplar del número anterior. Ahí os ofrezco la imagen de Keir Dullea conmigo (en aquellos tiempos yo servía aún más de ejemplo de fealdad que ahora).
Para mí siempre será el festival de cine fantástico, como para todos cuando se refieren a él. Allí conocí, a principios de los noventa, al entrañable Robert Wise, con el que hablé de Star Trek, de su Sonrisas y lágrimas, de su obra maestra West Side Story, de Marcado por el odio y de cómo dirigió a nuestro gran Paul Newman. Me metieron en una furgoneta con Peter Greenaway para evitarme ir andando hasta el Port D'aiguadoç, donde el director británico daba su rueda de prensa tras hacernos sufrir con El niño de Macon. Ya echábamos chispas por el camino porque, como me ocurre con Woody Allen, no perdono al cineasta que me aburre hasta dormirme en una butaca.
En la documentación que me envían y en la prensa veo que esta edición de 2009 supondrá un reconocimiento a Stanley Kubrick y su 2001, una odisea del espacio, de manera que la viuda del director recoge esta noche un premio póstumo a la carrera de su marido y especialmente por rodar el filme que hizo adulto al género de la ciencia ficción. Están previstas las asistencias de los actores de la película, Keir Dullea y Gary Lockwood, el primero de ellos el astronauta Dave Bowman que experimenta en el filme lo sucedido “más allá de Júpiter”. Me viene a la memoria cuando conocí a Keir Dullea en los noventa precisamente en Sitges, un año que asistió para compartir mesa redonda con grandes del cine de ficción como Ray Harryhausen, el desarrollador de la técnica ‘Stop Motion’. Le entrevisté para la extinta revista del Cine club Metrópolis, aquella asociación que luchó a mediados de los noventa por lograr que en la Bahía de Cádiz se celebrasen conferencias y mesas redondas sobre cine y que varios envidiosos oscuros y un par de descerebrados se encargaron de cargarse con el paso del tiempo, y compartí algunas anécdotas del rodaje de 2001 antes de hacerle una foto con un ejemplar del número anterior. Ahí os ofrezco la imagen de Keir Dullea conmigo (en aquellos tiempos yo servía aún más de ejemplo de fealdad que ahora).
martes, 30 de septiembre de 2008
La ministra debería prohibir también esto...
No perdáis puntada de la fotografía que os ofrezco hoy. Es el más claro indicio de la verguenza que podemos sentir como hombres y mujeres, los primeros por permitir semejante espectáculo discriminatorio a los ojos de todos incluido niños (varios de ellos situados a la izquierda de la imagen), las segundas por no denunciar hasta donde haga falta actos humillantes y horteras como este.
La imagen recoge la concentración tunning celebrada en San Fernando hace varias semanas. Para lo que ha quedado la Real Isla de León...
Un maromo de color (negro, que dirían Les Luthiers en tiempos en los que no había que tener tanto cuidado con el lenguaje) menea su manguerita con chorro incluido hacia una chica que aparenta disfrutar con cara de película pornográfica cuando el tipo en cuestión la apunta y dispara. El espantoso coche sirve de apoyo para la desdichada y de excusa para semejante anacronismo machista. Un ramillete de angangos contempla el espectáculo al fondo, y a la izquierda -insisto por la relevancia de este 'detalle'- unos cuantos menores de apenas ocho o nueve años de edad. El bañador del cachas muestra motivos de hojas que no son precisamente las de los helechos que tenía mi abuela en su patio eminentemente isleño de la calle Jesús de la Misericordia, y más allá, en el lado derecho donde otra mujer aguarda su manguerazo, un par de cubatas con redbull en el suelo. Será para mantenerse ante tanto ejercicio físico, claro está.
Me da verguenza todo esto. Me asquea ver así San Fernando. Me repugna saber que se han sustituido proyecciones de cine, obras teatrales o por qué no, apoyo a verbenas populares en los barrios de la localidad, por penosos eventos como el Floridance de los cojones o lo del tunning. Me entra grima al saber que todo un Ayuntamiento organizaba conjuntamente este tipo de espectáculo que la propia ministra de Igualdad debería prohibir que se celebrara en cualquier lugar de España como así lo ha hecho ayer con un anuncio televisivo. Y me da pavor que oprobiosas celebraciones de este pelaje den pávulo al desarrollo del 'quinquismo' tan presente hoy día en esa ciudad y que, como ejemplo, abarrotaba estas pasadas noches la Feria de la Tapa.
La imagen recoge la concentración tunning celebrada en San Fernando hace varias semanas. Para lo que ha quedado la Real Isla de León...
Un maromo de color (negro, que dirían Les Luthiers en tiempos en los que no había que tener tanto cuidado con el lenguaje) menea su manguerita con chorro incluido hacia una chica que aparenta disfrutar con cara de película pornográfica cuando el tipo en cuestión la apunta y dispara. El espantoso coche sirve de apoyo para la desdichada y de excusa para semejante anacronismo machista. Un ramillete de angangos contempla el espectáculo al fondo, y a la izquierda -insisto por la relevancia de este 'detalle'- unos cuantos menores de apenas ocho o nueve años de edad. El bañador del cachas muestra motivos de hojas que no son precisamente las de los helechos que tenía mi abuela en su patio eminentemente isleño de la calle Jesús de la Misericordia, y más allá, en el lado derecho donde otra mujer aguarda su manguerazo, un par de cubatas con redbull en el suelo. Será para mantenerse ante tanto ejercicio físico, claro está.
Me da verguenza todo esto. Me asquea ver así San Fernando. Me repugna saber que se han sustituido proyecciones de cine, obras teatrales o por qué no, apoyo a verbenas populares en los barrios de la localidad, por penosos eventos como el Floridance de los cojones o lo del tunning. Me entra grima al saber que todo un Ayuntamiento organizaba conjuntamente este tipo de espectáculo que la propia ministra de Igualdad debería prohibir que se celebrara en cualquier lugar de España como así lo ha hecho ayer con un anuncio televisivo. Y me da pavor que oprobiosas celebraciones de este pelaje den pávulo al desarrollo del 'quinquismo' tan presente hoy día en esa ciudad y que, como ejemplo, abarrotaba estas pasadas noches la Feria de la Tapa.
domingo, 28 de septiembre de 2008
Adiós, maestro
El ser humano se empeña en matematizar la vida. De ese erróneo concepto ordenativo de las cosas salen las listas de mejores películas, directores, compositores, las mejores canciones, los mejores solos de guitarra, los grupos musicales más agraciados,...
¿Cómo poder escoger entre Casablanca, Lo que el viento se llevó, El Padrino o Metrópolis, por decir un ramillete de películas entre decenas de obras maestras? Jamás he comprendido esa obstinación por "elegir lo mejor", de manera que mi elección en todos los órdenes de la existencia está conformada por muchos elementos y todos ellos compatibles entre sí.
Sólo existe un apartado en el que practico la monogamia artística: la elección de actores. Estoy tan convencido, incluso de mi propio error y mi incongruencia, que no lo he dudado jamás aun sabiendo mi contradicción. A la hora de hablar de actores sí hay un elegido único, irrepetible y situado por encima del bien y del mal. Ese es Paul Newman.
El atormentado Eddie Felson de El buscavidas ha dejado de ver la luz con sus inmensos ojos azules. Newman tiene su cáliz de plata como todos los maestros su cara oculta de la luna, pero ¿quién lo recuerda vestido de romano barato cuando a la memoria acude su socarrona sonrisa en El golpe durante aquella partida para timar a Robert Shaw? ¿Qué más daba su introversión casi incompatible con la feria parafernálica hollywoodiense cuando era capaz de encarnar a Luke Jackson en La leyenda del indomable?
Paul Newman es el actor más grande que haya parido el cine. No aceptaré discusiones. Y lo es, en presente, gracias a un legado inmortal que transcurrirá a través de generaciones enteras de las que será sumamente complicado que aparezca alguien capaz de superar semejantes registros interpretativos. Aún queda quien venga al mundo capaz de colocarse ante la cámara de Robert Rossen para regalarnos los últimos quince minutos de El buscavidas.
En mi casa es día de luto y el clima, más allá de la ventana de mi despacho, acompaña...
¿Cómo poder escoger entre Casablanca, Lo que el viento se llevó, El Padrino o Metrópolis, por decir un ramillete de películas entre decenas de obras maestras? Jamás he comprendido esa obstinación por "elegir lo mejor", de manera que mi elección en todos los órdenes de la existencia está conformada por muchos elementos y todos ellos compatibles entre sí.
Sólo existe un apartado en el que practico la monogamia artística: la elección de actores. Estoy tan convencido, incluso de mi propio error y mi incongruencia, que no lo he dudado jamás aun sabiendo mi contradicción. A la hora de hablar de actores sí hay un elegido único, irrepetible y situado por encima del bien y del mal. Ese es Paul Newman.
El atormentado Eddie Felson de El buscavidas ha dejado de ver la luz con sus inmensos ojos azules. Newman tiene su cáliz de plata como todos los maestros su cara oculta de la luna, pero ¿quién lo recuerda vestido de romano barato cuando a la memoria acude su socarrona sonrisa en El golpe durante aquella partida para timar a Robert Shaw? ¿Qué más daba su introversión casi incompatible con la feria parafernálica hollywoodiense cuando era capaz de encarnar a Luke Jackson en La leyenda del indomable?
Paul Newman es el actor más grande que haya parido el cine. No aceptaré discusiones. Y lo es, en presente, gracias a un legado inmortal que transcurrirá a través de generaciones enteras de las que será sumamente complicado que aparezca alguien capaz de superar semejantes registros interpretativos. Aún queda quien venga al mundo capaz de colocarse ante la cámara de Robert Rossen para regalarnos los últimos quince minutos de El buscavidas.
En mi casa es día de luto y el clima, más allá de la ventana de mi despacho, acompaña...
viernes, 26 de septiembre de 2008
Los girasoles ciegos, ¿a los Oscars?
Si no le pongo la interrogación a la expresión del titular de mi comentario de hoy, estaría invitándoles a caer en el error que muchos medios de comunicación ya comenten desde esta mañana. Porque en realidad, Los girasoles ciegos deberá ahora competir con más de medio centenar para, finalmente y si lo consideran los académicos, entrar en el elegido grupo de las cinco películas finalistas que realmente serán las que compitan por el Oscar al mejor filme de habla no inglesa.
Por lo pronto, España ya ha elegido la cinta de José Luis Cuerda (en la foto, dirigiendo a la extraordinaria Maribel Verdú) de la terna en la que estaban Gracia Querejeta con Siete mesas de billar francés y José Luis Garci con Sangre de mayo. Me resulta sorprendente que aún no se haya estrenado en las pantallas comerciales una de ellas y eso nos prive de un debate que no sólo lo mantienen los críticos y amantes empedernidos del cine, porque los Oscar y todo lo que rodea a este evento trasciende mucho más allá. No sé qué aguarda la Academia española para optar por una serie de medidas que incentivarían el cine español a través de varias iniciativas, como por ejemplo que los propios espectadores eligieran mediante sus votos depositados en las salas la película que desean que represente a España en los Oscar, para lo cual tendrían que estrenarse en un periodo estipulado de tiempo, así como rebajas en el precio de las entradas o incentivos para 'enganchar' a los espectadores a las producciones de propia cosecha en lugar de soltar dinero público en un agujero negro... De acuerdo, es probable que piensen que son medidas populistas o con inconvenientes por razones como la posible competencia desleal con otros países, pero son los expertos académicos y el Ministerio de Cultura los que deben alcanzar acuerdos que permitan relanzar el cine español y no mirar hacia otro lado. Que inventen ellos, que para eso les pagamos.
Por lo pronto, y a la espera de ver la película de Garci, me alegro de la elección de Los girasoles ciegos por varios aspectos, como la excepcional música de Lucio Godoy, compositor del que les recomiendo enfervorizadamente esta banda sonora, El lápiz del carpintero y de manera muy especial Los aires difíciles, así como por Maribel Verdú y Raúl Arévalo.
Por lo pronto, España ya ha elegido la cinta de José Luis Cuerda (en la foto, dirigiendo a la extraordinaria Maribel Verdú) de la terna en la que estaban Gracia Querejeta con Siete mesas de billar francés y José Luis Garci con Sangre de mayo. Me resulta sorprendente que aún no se haya estrenado en las pantallas comerciales una de ellas y eso nos prive de un debate que no sólo lo mantienen los críticos y amantes empedernidos del cine, porque los Oscar y todo lo que rodea a este evento trasciende mucho más allá. No sé qué aguarda la Academia española para optar por una serie de medidas que incentivarían el cine español a través de varias iniciativas, como por ejemplo que los propios espectadores eligieran mediante sus votos depositados en las salas la película que desean que represente a España en los Oscar, para lo cual tendrían que estrenarse en un periodo estipulado de tiempo, así como rebajas en el precio de las entradas o incentivos para 'enganchar' a los espectadores a las producciones de propia cosecha en lugar de soltar dinero público en un agujero negro... De acuerdo, es probable que piensen que son medidas populistas o con inconvenientes por razones como la posible competencia desleal con otros países, pero son los expertos académicos y el Ministerio de Cultura los que deben alcanzar acuerdos que permitan relanzar el cine español y no mirar hacia otro lado. Que inventen ellos, que para eso les pagamos.
Por lo pronto, y a la espera de ver la película de Garci, me alegro de la elección de Los girasoles ciegos por varios aspectos, como la excepcional música de Lucio Godoy, compositor del que les recomiendo enfervorizadamente esta banda sonora, El lápiz del carpintero y de manera muy especial Los aires difíciles, así como por Maribel Verdú y Raúl Arévalo.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Carta a Arnaldo Otegi
Señor Otegi:
Permítame obviar formalidades y evitar lo de "estimado" al inicio de mi carta por razones obvias.
La democracia tiene muchas aristas. Su existencia permite a todos optar a participar de las instituciones, a todos sin excepción, respetando las normas convivenciales y el sistema de representación. Existen parlamentos europeos con diputados neonazis desde hace años (Austria, Holanda,...) y ultraizquierdistas de los que Mao para ellos era un conservador. Es el precio de las urnas. Tienen su representación porque son la voz de una parte de la sociedad con la que no comparto sus criterios, pero está ahí. Y la democracia les permite estar presentes en un sistema que abarca a todos. El despreciable de Le Pen ha sido durante años votado por miles de franceses y casi llega a alcanzar el Gobierno, aunque fuera a través de pactos, de un país crucial en el devenir político y económico europeo como es el galo.
No me molestan. Les temería hace décadas, cuando las sociedades de cada país estaban formadas por ciudadanos sin apenas preparación cultural ni capaces de discernir por culpa de las injusticias sociales, cuando los discursos calientes pero vacíos embaucaban porque no existían los debates televisados, ni los periódicos, ni las emisoras de radio, cada medio de una tendencia donde elegir libremente a la hora de contemplar la actualidad con el caleidoscopio de cada tendencia. Los ultras apenas tienen ahora poder. Su presencia es obvia en los parlamentos, pero no pasan de ahí y si incluso alguno llega a gobernar (lo hemos visto ya en países europeos) no pueden aplicar sus teóricas radicalidades y ni siquiera la ultraderecha es la de antes. Ahora son más temibles los que van de liberales o de moderados que los ultras. Berlusconi es un claro ejemplo de ello. Su formación política es más vomitiva que cualquier partido nazi. A sus decisiones me remito.
Por eso no me preocupa que existan partidos independentistas en España. Yo, señor Otegi, le permito hacer política. La democracia es grande hasta para ustedes, que entran en su bondadoso y justo pastel. El problema de gente de su cuenta es tan complejo como sencillo: hagan política a través de sus organizaciones, pero no sustenten con ellas al terrorismo. ¿Acaso Ezquerra Republicana de Catalunya no es un partido independentista, casi radical y su propio nombre ya da hasta grima pronunciarlo? Y gobiernan en Cataluña, donde por cierto son mucho más inteligentes que en el Pais Vasco, señor Otegi.
Si usted fuera Gerry Adams, si tuviera la capacidad de controlar realmente a ETA, hubiera intermediado para hacer el trueque necesario: ustedes hacen política pero disuelven la banda terrorista. Es el precio de la democracia. Ustedes tienen su partido, su bandera, sus ruedas de prensa en vasco, sus concentraciones los días patrios como todo hijo de vecino nacionalista, sus subvenciones,... pero no alimentan el terrorismo. Disuelvan ETA y podrán sentarse con nosotros. Si no lo hacen, si con el dinero de todos continúan comprando explosivos, matando personas y quemando cajeros, no hay nada de qué hablar.
Es tan sencillo como decirle que me temo que su problema es que sabe que, en el ruedo político democrático, ustedes tienen la batalla de las urnas perdidas. Y lo que quieren es poder absoluto. Si me equivoco, acepten el reto y déjenme mudo, pero no con un tiro en la sién, sino con los votos que le permite la democracia en la que, aunque cueste trabajo creerlo, usted y los suyos tienen cabida.
Permítame obviar formalidades y evitar lo de "estimado" al inicio de mi carta por razones obvias.
La democracia tiene muchas aristas. Su existencia permite a todos optar a participar de las instituciones, a todos sin excepción, respetando las normas convivenciales y el sistema de representación. Existen parlamentos europeos con diputados neonazis desde hace años (Austria, Holanda,...) y ultraizquierdistas de los que Mao para ellos era un conservador. Es el precio de las urnas. Tienen su representación porque son la voz de una parte de la sociedad con la que no comparto sus criterios, pero está ahí. Y la democracia les permite estar presentes en un sistema que abarca a todos. El despreciable de Le Pen ha sido durante años votado por miles de franceses y casi llega a alcanzar el Gobierno, aunque fuera a través de pactos, de un país crucial en el devenir político y económico europeo como es el galo.
No me molestan. Les temería hace décadas, cuando las sociedades de cada país estaban formadas por ciudadanos sin apenas preparación cultural ni capaces de discernir por culpa de las injusticias sociales, cuando los discursos calientes pero vacíos embaucaban porque no existían los debates televisados, ni los periódicos, ni las emisoras de radio, cada medio de una tendencia donde elegir libremente a la hora de contemplar la actualidad con el caleidoscopio de cada tendencia. Los ultras apenas tienen ahora poder. Su presencia es obvia en los parlamentos, pero no pasan de ahí y si incluso alguno llega a gobernar (lo hemos visto ya en países europeos) no pueden aplicar sus teóricas radicalidades y ni siquiera la ultraderecha es la de antes. Ahora son más temibles los que van de liberales o de moderados que los ultras. Berlusconi es un claro ejemplo de ello. Su formación política es más vomitiva que cualquier partido nazi. A sus decisiones me remito.
Por eso no me preocupa que existan partidos independentistas en España. Yo, señor Otegi, le permito hacer política. La democracia es grande hasta para ustedes, que entran en su bondadoso y justo pastel. El problema de gente de su cuenta es tan complejo como sencillo: hagan política a través de sus organizaciones, pero no sustenten con ellas al terrorismo. ¿Acaso Ezquerra Republicana de Catalunya no es un partido independentista, casi radical y su propio nombre ya da hasta grima pronunciarlo? Y gobiernan en Cataluña, donde por cierto son mucho más inteligentes que en el Pais Vasco, señor Otegi.
Si usted fuera Gerry Adams, si tuviera la capacidad de controlar realmente a ETA, hubiera intermediado para hacer el trueque necesario: ustedes hacen política pero disuelven la banda terrorista. Es el precio de la democracia. Ustedes tienen su partido, su bandera, sus ruedas de prensa en vasco, sus concentraciones los días patrios como todo hijo de vecino nacionalista, sus subvenciones,... pero no alimentan el terrorismo. Disuelvan ETA y podrán sentarse con nosotros. Si no lo hacen, si con el dinero de todos continúan comprando explosivos, matando personas y quemando cajeros, no hay nada de qué hablar.
Es tan sencillo como decirle que me temo que su problema es que sabe que, en el ruedo político democrático, ustedes tienen la batalla de las urnas perdidas. Y lo que quieren es poder absoluto. Si me equivoco, acepten el reto y déjenme mudo, pero no con un tiro en la sién, sino con los votos que le permite la democracia en la que, aunque cueste trabajo creerlo, usted y los suyos tienen cabida.
domingo, 21 de septiembre de 2008
San Sebastián pierde el buen gusto
El Festival de San Sebastián parece empeñado en premiar a los peores actores existentes sobre la faz de la tierra. No llego a entender la estrategia de sus organizadores. Un certamen prestigioso, un galardón, el Premio Donosti, institucionalizado en 1986 -disfruta ya por tanto de más de veinte años- y con un poder mediático impresionante, entre otras cosas por su prolongado anecdotario. Demasiado poderío para meter la pata dos años seguidos.
Porque sólo así se puede calificar el hecho de otorgar este galardón en 2007 a Richard Gere y ahora a Antonio Banderas. Un actor conocido no tiene porqué ser reconocido, dos conceptos distintos y en ocasiones diametralmente opuestos. A Gere lo hemos visto en muchas películas y ya el pasado año explicaba mi perplejidad ante su elección (http://arrozamargo.blogspot.com/2007/09/premio-escandaloso-para-richard-gere.html), pero ahora Banderas... La guinda al pastel.
El malagueño me cae bien, que no se diga. Fui al estreno para la prensa de Locos en Alabama al Teatro Cervantes aquella mañana una semana antes de su proyección en las salas comerciales y disfrutamos de las fresas bañadas en chocolate y cava a los que nos invitó a los pocos que nos quedamos después conversando con él y con Melanie, y el tipo es muy inteligente en todos los aspectos, pero eso no le convierte en buen actor. Su nefasta expresividad corporal, su voz y carencia de registros son aspectos negativos más que objetivos y, aunque me alegre profundamente de su éxito, no nos engañemos: no se le puede dar el Premio Donosti a Banderas después de que este galardón lo hayan logrado Bette Davis, Robert de Niro o Fernando Fernán Gómez.
Una lástima, Paul Newman no está para viajes ni le agrada eso de las ceremonias. Pero hace años se podía haber intentado. Quizás San Sebastián sea como los Oscar, esos premios que jamás galardonaron a Alfred Hitchcock y al propio Newman, que le dieron sólo uno y como el que no quiere la cosa. Aún hoy está vivo Roberd Redford y no tiene el Premio Donosti, por poner sólo un ejemplo. ¿Quieren alguno español? Ahí tienen a López Vázquez, Imanol Arias, Victoria Abril,...
Porque sólo así se puede calificar el hecho de otorgar este galardón en 2007 a Richard Gere y ahora a Antonio Banderas. Un actor conocido no tiene porqué ser reconocido, dos conceptos distintos y en ocasiones diametralmente opuestos. A Gere lo hemos visto en muchas películas y ya el pasado año explicaba mi perplejidad ante su elección (http://arrozamargo.blogspot.com/2007/09/premio-escandaloso-para-richard-gere.html), pero ahora Banderas... La guinda al pastel.
El malagueño me cae bien, que no se diga. Fui al estreno para la prensa de Locos en Alabama al Teatro Cervantes aquella mañana una semana antes de su proyección en las salas comerciales y disfrutamos de las fresas bañadas en chocolate y cava a los que nos invitó a los pocos que nos quedamos después conversando con él y con Melanie, y el tipo es muy inteligente en todos los aspectos, pero eso no le convierte en buen actor. Su nefasta expresividad corporal, su voz y carencia de registros son aspectos negativos más que objetivos y, aunque me alegre profundamente de su éxito, no nos engañemos: no se le puede dar el Premio Donosti a Banderas después de que este galardón lo hayan logrado Bette Davis, Robert de Niro o Fernando Fernán Gómez.
Una lástima, Paul Newman no está para viajes ni le agrada eso de las ceremonias. Pero hace años se podía haber intentado. Quizás San Sebastián sea como los Oscar, esos premios que jamás galardonaron a Alfred Hitchcock y al propio Newman, que le dieron sólo uno y como el que no quiere la cosa. Aún hoy está vivo Roberd Redford y no tiene el Premio Donosti, por poner sólo un ejemplo. ¿Quieren alguno español? Ahí tienen a López Vázquez, Imanol Arias, Victoria Abril,...
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