
El Vaticano ha dado su espaldarazo al movimiento neocatecumenal que fundara en su día este líder mesiánico y grandilocuente en sus reflexiones. Tras años en los que los denominados 'kikos' se han movido subterráneamente en la Iglesia expandiéndose desde sus bases al instalarse como comunidades en las iglesias de las más recónditas poblaciones, su estructura piramidal ha servido para que Benedicto XVI los haya admitido como entidad oficial de evangelización eclesial.
¿Conforman los 'kikos' el nuevo Opus Dei de la Iglesia? Un somero repaso a la trayectoria de los neocatecumenados sirve para corroborar las sorprendentes coincidencias entre ambos movimientos, con la diferencia de que resulta chocante que en el siglo XXI podamos asistir al crecimiento de tendencias de esta índole en el seno de la Iglesia y más aún en la sociedad.
No voy a censurar a los neocatecumenados con la misma crueldad que ellos emplean en condenar a la mayoría de los mortales, entre otras cosas porque existe la Misericordia de Dios, virtud que muchos parecen no querer emplear o no son capaces por su dificultad y que personalmente, por afinidad cofrade, trato de practicar. No obstante, es probable que mis comentarios de hoy sirvan para ganarme sus iras que ellos creen divinas, algo que me importa un rábano con bicho dentro.
Lo que resulta obvio es que no beneficia para nada a la Iglesia y a su progreso hacia lo social el refrendo de un grupo que admito está rodeado de ínfulas críticas que pueden considerarse exageradas en ciertos aspectos, pero que todos, incluido su fundador que se jacta de ello, sabemos que conforman el ala más ultraconservadora de la Iglesia.
Si los cristianos tenemos que dar respuesta hoy día a lo que la sociedad nos exige, no sé qué puñetas hacemos garantizando oficialmente comunidades donde los textos de sus ceremonias se retrotraen al dogmatismo más casposo, sus conceptos morales son sectarios y las cuentas económicas de su cúpula permanecen en el más estricto de los secretos. En la experiencia más cercana, todos hemos vivido la desestabilización provocada por estas comunidades en templos de la Diócesis gaditana, sus exacerbados ataques a las entidades religiosas que consideran más "progresistas" (entre ellas movimientos católicos obreros y hermandades) y la semilla de la crispación generada ante la fagocitación de todo lo que supone la estructura y organización parroquial.
Flaco favor hace el Vaticano validando una facción que bien pudiera ser investigada por la comisión en el Congreso que analiza las sectas en España. En estos pasados años no dudaron en advertir sobre la peligrosidad de determinados grupos como los testigos de Jehová o los mormones. ¿Acaso son más nocivos que los neocatecumenados, observando la trayectoria hilvanada por éstos?
Millón y medio de seguidores, presencia en más de un centenar de países, medios propios de comunicación y discursos en los que impera la condena expresa a la homosexualidad, "que es una enfermedad que se cura" (Argüello dixit), así como construcciones faraónicas o ataques a las chicas por llevar faldas o el ombligo al aire. No lo extraigo de El País. También, pero conozco casos personalmente.
En definitiva, más vacuidad para una Iglesia que necesita soplos de aire fresco reales que parecen no interesar al Vaticano, más ocupado en que la "doctrina de la fe", de la que siempre ha entendido mucho Benedicto XVI, persista por siempre.