martes, 10 de junio de 2008

Ataos los machos

Un ceutí que trabaja en una oficina de extranjería de Almería ha resultado imputado por un delito de calumnias contra Mohamed Alí (en la fotografía) efectuado durante las pasadas elecciones en un foro de internet. La investigación llevada a cabo por la unidad de delitos informáticos de la Policía Nacional ha servido para localizar el lugar desde el que se emitió un comentario en el que se acusaba al líder de UDCE, Mohamed Alí, de estar vinculado a la yihad. Así, tras una infructuosa labor, se pudo saber que dicho comentario se había efectuado desde un ordenador de una oficina de la administración central, averiguándose que el mismo estaba situado en la oficina de extranjería de Almería.

Hasta allí se desplazaron agentes de la Policía para analizar cada ordenador, localizando la IP desde el que se produjo el comentario, conociendo así el titular del mismo que ha confesado que realizó dichas valoraciones como tantas otras al estar continuamente participando en los foros internautas sobre Ceuta, ciudad en la que nació. Tras prestar declaración, el juez ha decidido imputar al citado un delito de calumnias que viene marcado por una connotación más grave: el hecho de que dicho comentario se produjera en periodo electoral. En un principio se intentó archivar la denuncia presentada por el diputado de la UDCE, pero el recurso interpuesto por el mismo evitó que se aceptara la decisión de la primera instancia judicial. Delitos de este tipo pueden ser sancionados con una cantidad económica además de una necesaria rectificación pública.

Lo cierto es que no hay más que echar un vistazo al vigente Código Penal para darse cuenta de que hay muchas formas de meterse en líos a través de un ordenador, ya sea consciente o inconscientemente. Desde violaciones del derecho a la intimidad por realizar accesos a cuentas de correo electrónico ajenas (hasta cuatro años de prisión y multa), hasta el sabotaje informático, que consiste en entrar ilegalmente en sistemas telemáticos para alterar o destruir datos (de uno a tres años de prisión y multa), las injurias o calumnias a través de la red (fuertes multas económicas) o las violaciones del derecho de propiedad intelectual -la denominada piratería informática- que se castiga con prisión de seis meses a dos años y multa. Los expertos advierten que muchos adolescentes consideran estas conductas como meros juegos, mientras que otros se sienten a salvo tras la falsa seguridad de la pantalla del ordenador.

También quedan tipificados los actos consistentes en apoderarse, utilizar, modificar, revelar, difundir o ceder datos reservados de carácter personal que se hallen registrados en ficheros o soportes informáticos, electrónicos o telemáticos. El artículo 197.2 castiga con prisión de 1 a 4 años para el caso de acceso, utilización, etc. y de 2 a 5 años si los datos se difunden, revelan o ceden a terceros. Cuando dichos actos afectan a datos de carácter personal que revelen la ideología, religión, creencias, salud, origen racial o vida sexual, o la víctima fuere un menor de edad o un incapaz, se impondrán las penas previstas en su mitad superior.

El artículo 211 establece que los delitos de calumnia e injuria se reputarán hechas con publicidad cuando se propaguen por medio de la imprenta, la radiodifusión o cualquier otro medio de eficacia semejante. Puede incluirse perfectamente en este supuesto la difusión de mensajes injuriosos o calumniosos a través de Internet, en especial, en el entorno www que es el más similar a la prensa tradicional. Las penas establecidas pueden llegar a los 2 años de prisión en el caso de la calumnia, y multa de hasta 14 meses en el caso de la injuria. El artículo 212 establece la responsabilidad solidaria del propietario del medio informativo a través del que se haya propagado la calumnia o injuria. En el caso de internet, la responsabilidad civil solidaria alcanzaría al propietario del servidor en el que se publicó la información constitutiva de delito, aunque debería tenerse en cuenta, en este caso, si existió la posibilidad de conocer dicha situación, ya que el volumen de información contenida en un servidor no es comparable al de una revista, un periódico o un programa de TV o radio.

lunes, 9 de junio de 2008

Testamento cofrade

El viernes finalizaba una etapa de mi vida. Tal y como están las cosas, empeoradas verbi gratia a los propios interesados que poco están colaborando en preservar esta expresión plástica de fe, a muchos les resultará poco interesante que decida abandonar temporalmente mi actividad en primera fila como cofrade de la hermandad sacramental de la Misericordia de San Fernando. Supongo que les resultará más sustancioso –si es que algo les agrada de mi blog- conocer mis elucubraciones sobre qué sucederá con Rajoy, el futuro de Obama, mis enfrentamientos con internet o las lacerantes críticas al nefasto cine que se rueda hoy día. Pero ya lo decía Ortega y Gasset, cada uno somos nosotros y nuestras circunstancias, y la cofradía de la Misericordia me viene acompañando a lo largo de mi existencia desde que nací, hace ya casi cuarenta años.

No reniego ahora de ella ni del mundo de las hermandades. Si lo hiciera sería un ingrato y además me engañaría. Pocas cosas llevas en la maleta de la vida, en la que en cuatro décadas portas consigo como bajage y equipaje, que realmente te hayan acompañado durante todo este tiempo. Mi hermandad ha sido una de ellas. ¿Cómo rechazar esa satisfacción? También debo matizar que esta despedida no significa un abandono total del mundo cofrade ni un cambio de camino para acometer otros derroteros, aunque ganas no han faltado en ocasiones ante la vertiginosa y alarmante denegeración que están sufriendo estas instituciones en particular y la iglesia en general.

Pero sobre cualquier creencia escrita y dictaminada por la teoría, y por encima de la carencia de personas preparadas para encauzar un mundo que se pierde entre ufanos de gloria, niños y descerebrados de chateo escondidos tras cobardes seudónimos, sacerdotes insolidarios o sepulcros blanqueados, prima el cariño florecido con la dilatada experiencia de los años, lo vivido en la hermandad y la herencia familiar de un admirable cofrade como es mi padre. Así que me retiro de la primera fila, de los diecisiete elegidos para regir los destinos durante cuatro años, cedo el testigo a otros, algunos y algunas de ellas jóvenes con ansias, de espíritu limpio e ímpetu idéntico al que yo tuve con 23 años, y llega el momento de que sean ellos los que dirijan una institución en San Fernando como es la Misericordia, una gran cofradía con 51 años de historia que logró reunir, en el cabildo celebrado este pasado viernes, a 372 hermanos para elegir entre las dos candidaturas presentadas.

Ahora toca descansar de estos años, de estas pasadas semanas, y aguardar tiempos mejores para la Semana Santa y las hermandades en general, esperar el momento en el que se ponga freno a tanta proliferación de procesiones sin sentido a lo largo del año, de tanta escasa preparación, de directores espirituales como directos responsables de los desmanes que estamos viviendo, que parece tendrán su culminación en 2010, con una procesión magna que hará que contemplemos a nuestros titulares por las calles como modelitos de la pasarela Cibeles, uno tras otro, para ser comparados, criticados, como una fiesta auspiciada además por parte de la clase política de San Fernando, que recurre a la Semana Santa y a sus hermandades para utilizarla como moneda de cambio de votos. Y nosotros, cayendo en la trampa. O participando del escarnio conscientemente. Ya veremos qué sucede cuando la gente se canse de ver santos por la calle a todas horas, especialmente en una sociedad abocada a sufrir una crisis de proporciones gravísimas de aquí a dos años, en la que se pierde empleo constantemente, se desangra de valores, no se llega a fin de mes, no hay recursos para pagar la gasolina del coche, para pagarle a los hijos sus estudios,...

Sea como fuere, prefiero quedarme con lo bueno, que en las últimas horas han sido varias cosas: la voz soberana de los hermanos de la Misericordia y la noche del viernes, tras el cabildo, rodeado de buenos amigos, los que ven en la foto, que no son cualquier cosa. Ahí, copa en mano, compartiendo momentos inolvidables, experiencias y opiniones, están tres hermanos mayores de la Misericordia en décadas pasadas, antiguos dirigentes, próximos miembros de Junta de Gobierno,... escucharnos nuestras historias hasta la madrugada no tiene precio. Ahí aprendes y aún más te reafirmas en que deberán volver los tiempos en los que sucedían las cosas que hoy deseo plasmar aquí como ideas inconexas, como varios ejemplos de las decenas de anécdotas que hacen que merezca la pena vivir 40 años en el seno de una hermandad.

Una parte de ellos llevan más que yo, toda una vida en su cofradía, a sus sesenta y pico de años,... Ahí están. Algunos descerebrados los quieren relegar. Cuánta ignorancia y carencia al no saber valorar el patrimonio humano, mucho más relevante que el material. Otros quieren aprender en círculos menos enjundiosos y proclaman el derecho de estar a la altura de los que ven en la imagen menospreciando la esencia del momento, del lugar, del grupo donde se encuentra la piedra filosofal de esta hermandad para saber dirigirla...

Antes de plasmar el cúmulo de anécdotas que muchos apenas entenderán, es mi deseo elevar un consejo a los nuevos dirigentes de la Misericordia. Lo primero que debéis hacer es gobernar. Decidir. Para eso estáis. Ahora tenéis plena legitimidad para ello. Podéis errar en algunas decisiones, acertar en otras, pero debéis decidir. Gobernar es lo más difícil, lo más complicado en esta vida. Por eso los que no valen abandonan cuando sienten el vértigo del lugar que ostentáis. O hay que relegarlos por su manifiesta incompetencia. Que no os tiemble el pulso. Con decisión, pero con templanza. Sin dudar, pero con serenidad. Con conocimiento, pero siempre rodeados de quienes conocen más que vosotros. Como hermano os lo demando y así os lo exigiré desde mi 'exilio voluntario' para descansar y quizás regresar con más fuerza. Eso lo determinará el tiempo.


"Al padre Arenas no le gustaba ir a Cádiz con su coche. Se detenía en los STOP porque siempre veía llegar uno por los espejos colocados en las esquinas de las calles. Allí se quedaba durante minutos y minutos, aguardando a que el vehículo que observaba cada vez más cerca circulara por delante suya. El problema era que el coche que veía en los espejos era el suyo...".

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"Aquellos jóvenes habían logrado reservar la piscina municipal para celebrar un baile. Era el verano de 1967 y las ilusiones pasaban por conseguir algo de dinero para la hermandad. Prepararon las bebidas, en número suficiente de reservas como para abastecer al público que se esperaba, que era numeroso en este tipo de eventos. Por aquellas fechas, los bailes de verano eran encuentros casi obligados para divertirse en una sociedad en la que apenas existían otras opciones de evasión. Decoraron lo que permitía la modesta economía y abrieron las puertas a la hora prevista. Tras una larga espera, sin que un alma atravesara el dintel de entrada al recinto de la piscina municipal, apareció por la puerta un marinero, que para colmo se pidió una mirinda. Se sentó y se puso a mirar alrededor, seguramente esperando lo mismo que aquellos jóvenes que aguardaban un éxito en un baile que jamás llegó. Pasaron las horas y sólo había entrado el marinero. Se le devolvió el precio de la entrada, que era de 25 pesetas,... y el de la mirinda".

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"Pedro Pérez se había comprado un coche. Era un Seat 600 celeste, hacía pocos días que lo había estrenado. Pedro llevaba a Tito, Diego y Pepe Ponce para una gestión de la hermandad en Cádiz. En la esquina de Manuel Rancés creyó que le daba tiempo a girar para incorporarse a Plaza Mina. Y mira que Pepe se lo dijo, que por allí viene un coche, que se ve en el espejo... El seíta se quedó con un bollo monumental".

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"Volvían de Sevilla en una furgoneta que se había agenciado Jesús Noriega. Bajo una maraña de mantas y telas, colocado horizontalmente para que no sufriera daños, metieron la imagen del Señor tras la restauración de Castillo Lastrucci y emprendieron camino para San Fernando. Por aquella carretera medio infernal, aún lejos de la autopista de peaje que hoy conocemos, comenzó el viaje hacia la iglesia de la Pastora desde el taller del escultor sevillano. En aquellas horas, la Guardia Civil había recibido el aviso de que un peligroso preso se había escapado de una cárcel sevillana y que su búsqueda era prioritaria. La Benemérita desplegó sus agentes por distintos puntos del extrarradio de Sevilla y, lógicamente, por las carreteras que el recluso podía estar utilizando para escapar. En una de las curvas, dos agentes ordenador detenerse a la furgoneta. Cuando les obligaron a abrir la parte trasera, descubieron lo que parecía ser el cuerpo de un hombre oculto y envuelto en mantas. Encañonaron a Noriega y al resto de la expedición, les hicieron ponerse de cara al vehículo, y cuando los guardias civiles creyeron que ya habían descubierto dónde estaba el preso gracias a sus compinches...Apareció debajo de las mantas, la imagen de Jesús de la Misericordia. "Pero esto...¿Qúe coño es?" "Pues ya ve, agente... es que somos cofrades de San Fernando y venimos de ver a Castillo Lastrucci por..." "Lárguense de una puta vez".

miércoles, 4 de junio de 2008

La red no es para mí

No hay discusión posible. El invento del siglo no es la televisión, ni las cosas del señor Albert Einstein -las peligrosas y el resto-, ni siquiera las que han hecho posible que avance la medicina. La piedra angular de la sociedad, y aún lo será más en los próximos años, es internet.

A alguien le dio por crear una red mundial de comunicación gracias a un sistema tecnológico que jamás entenderé porque, entre otras limitaciones, tengo la de ser un negado para las cosas de la ciencia. La primera vez que vi un televisor y me explicaron lo del bombardeo de partículas y el tubo catódico me quedé paralizado al aparato como la niña de Poltergueist en la cartelera, tratando de comprender aquello practicando las altaneras enseñanzas de Santo Tomás, es decir, si no toco, no creo.

Cuando apareció el magnetoscopio, vulgo vídeo, fui tan bruto que, al terminar la primera cinta en la que grabé una película -recuerdo que era Excalibur, de John Boorman, esa joya que no hay quien entienda en la última media hora- quise darle la vuelta como los cassettes de música, y al tratar de introducirla por la supuesta cara B, me cargué el arrastre del Sony.

La primera vez que quise jugar con el ZX Spectrum dejé correr la cinta porque creí que no podría continuar masacrando marcianos o recorrer pantallas en el Manic Miner con el hermano del osito de Bimbo -era igual que el pequeño plantígrado del pan de molde- si no permanecía pulsado el Play. Cuando vi que llegaba a su final, me entraron sudores porque me quedaba muy poco para superar mi récord de principiante y de los nervios me cargué aquel frágil teclado de plástico ya en mis primeras partidas.

Con los canales digitales creí que las películas pornográficas eran gratis y que sólo había que pulsar dos teclas para cumplir un mero trámite que supuse servía para obstaculizar su activación por menores. Cuando llegó la factura me costó medio sueldo, aunque eso sí, ellos y ellas ya eran como compañeros de piso, de las veces que salían los mismos actores haciendo de todo.

Bendito invento el de internet con todas sus ventajas hoy día. Ahora nos jactamos de su uso para "enriquecernos culturalmente" (pomposa manera de decir que nos bajamos música, películas y libros por la puta cara) o de las ventajas de disfrutar de banda ancha, que no es una nueva agrupación musical del pueblo, sino algo como un cable que, al ser tan gordo, puede lanzar muchos datos a velocidad de vértigo. Más o menos.

Pero seamos sinceros, la primera vez que allá por mediados de los noventa comenzamos a conocer internet, lo primero que nos llamó la atención fue chatear. Mi abuela no lo comprendía, y su reacción era lógica. Escribir en un teclado y que en tiempo real lo lea una china de Pekín manda cojones. Si estuviera viva ahora le daría un patatús al ver que no sólo escribes, sino que envías fotografías captadas al instante, puedes ver a la china por una cámara sonriendo con los ojos como dos signos de restar y si hay muy buen rollo hasta te enseña las tetas, algo que personalmente no me provoca la más mínima alteración sexual, y no es que no me agraden los pechos de las chinas, sino porque, a pesar de los avances tecnológicos, no deja de verse como si hubieras copiado mil veces una película en video, o la china en cuestión se queda repentinamente como si hubieras pulsado la pausa, más quieta que cualquier protagonista en un capítulo de Doraemon, y ya el rollo, quieras que no, te lo corta.

La cosa es que todos conocimos internet por el chateo, aquello que realmente era tan teóricamente enriquecedor por lo del contacto con los demás para conocer gentes de todos los rincones del planeta y esos tópicos repetidos durante estos años. Por entonces me resultó divertido y los pocos que participábamos de la red aprendimos muchas cosas unos de otros. Incluso de las chinas, aunque más de las sudamericanas.

Transcurrió el tiempo y no volví a un chat de esos. De hecho, cuando hace ya diez años descubrí el primer sitio en internet para chatear, apenas había otro que le hiciera la competencia, uno se llamaba chat.com y era en inglés con unos monigotes que nos representaba a cada internauta conectado, y el otro inforchat.com. Poco más. Después vendría la eclosión de portales, hotmail, su messenguer y toda esa patulea. A excepción del messenguer, me olvidé por completo del chat, hasta que por un casual y al encontrar un viejo papel con unas anotaciones en su margen, recordé que hacía años me inscribí en uno de esos sitios para conversar con el personal y nunca más volví a entrar.

Picado por la curiosidad, anoche recordé aquellos años mozos de intento de hacer amigos, o al menos conocidos, en internet. Aún funcionaba mi nick, si bien me resultó dificultoso adaptarme a tanta modernidad. Ahora no había muñecos, sino fotos pequeñas de gente conectada, funciones a gusto del consumidor para lanzarle un bocinazo al resto del personal, ponerle una cara con cientos de expresiones, grabarle un mensaje de voz, poner una cam (ya nos hemos ahorrado el resto de la palabra en español) o entrar en cientos de habitáculos de sorprendentes nombres: Desde Cofrades de verdad hasta Jovencitas esperándote, pasando por Sólo gays, Teenagers orientales o habitaciones con el nombre de cada ciudad. No quise entrar en Cádiz, no fuera a ser que me encontrara a otro periodista a algún reputado político y, sirviéndose del anonimato, se complicaran las cosas al aflorar secretos inconfesables.

El caso es que esto ha evolucionado una barbaridad, o quizás degenerado, como cada uno entienda lo que puede sucederte en tan sólo diez minutos: repentinamente apareció una colombiana que aseguraba estar enamorada de ti por el mero hecho de desearle buenas noches cometiendo además un error cronológico, porque allí aún están comiéndose el bollycao de la merienda cuando nosotros tiramos al suelo los cojines de encima de la cama para meternos en ella. Logras escabullirte pero otra amable chica te invita a que la agregues al messenguer, lo haces y aparece una foto en una ventana en la que la susodicha se ve ligera de equipaje. El susto no es ese, sino los tres mensajes que te sugiere escribas a un teléfono para que te enseñe el culo, todo ello al módico precio de tres euros. Al decirle amablemente que no me interesa, y en reiteradas ocasiones porque son más pesadas que los del Canal Satélite cuando te quieres dar de baja, termina por insultarte y desaparece. Menos mal.

El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra... o tres, así que como una tercera chica tenía pinta de buena gente, terminé agregándola a la nómina de mis contactos. Cuando apareció como conectada, si nick era "¿Sabes una cosa? Sonríe porque Cristo te ama/El único que te perdona los pecados". Si no me creen, ahí tienen la foto para comprobarlo. Así que comenzó una retahíla de buenos principios que ni el mismísimo ET a Elliot, para finalizar aquella homilia cibernética con un "Dios te bendiga", algo que no me cuadraba mucho con los tres euros de la anterior. Del frustrado vicio casi pasé a convertirme en una sucursal del Vaticano, y cuando la chica en cuestión comenzaba a explicarme el milagro de los panes y los peces, le mentí -iré al infierno, estoy convencido de ello- y le escribí que el wi-fi me estaba fallando por culpa de una avería de Ono para, finalmente, eliminarla por siempre jamás. Amén.

Aturdido por lo sucedido, un tipo me abrió una ventana en un privado de esos -que así lo llaman- para decirme que soy muy atractivo, por lo que intuí que quería abrirme algo más. A todo ello me pregunté que cómo podía saber de mi supuesta belleza si en el hueco para una imagen personal yo tenía puesto un fotograma de Slot, el dionisíaco protagonista de la película Los Goonies. Como a mí los hombres no me van nada, al igual que los aduladores sin ni siquiera saber cómo eres, lo ignoré aterrorizado y miré mi ordenador por si tenía cámaras sin yo saberlo o el sujeto me lo había hackeado, pero resultó ser que no.

Ante tamaño despropósito más propio de una película de Jerry Zucker y Jim Abrahams, los maestros de Aterriza como puedas o la grandiosa Top Secret, entré en una sala cuyo título era Política, pero no sirvió de nada porque en aquella fiesta particular entre cuatro estaban escribiendo como loros letras de canciones de Pignoise, algo que con tan sólo leerlo, sin necesidad de oírlo, ya me produce náuseas.

Alentado nuevamente por la curiosidad de acceder a las para mí novedosas opciones como ver los perfiles del personal, urgué en tres de ellos en una sala común, pero podía habérmelo ahorrado. Poemas de Bécquer (qué escritor tan chapucero, Dios santo), fotos de hadas rodeadas de estrellas, dragones mitológicos, brujas de disfraces catetos de Carnaval o panorámicas de ciudades. Pues eso, vaya panorámica...

Desconecté sin saber cómo valorar aquello. Creo que volveré a entrar en un chat de esos dentro de otros seis años, a ver los avances de internet cómo se reflejan por entonces. Por ahora seguiré siendo un Paco Martínez Soria de la red, con mi boina y mi blog a cuestas.

viernes, 30 de mayo de 2008

La crisis eucarística

Los cristianos más seguidores de las tradiciones plásticas y propagadores de la fe mediante las representaciones tangibles -es decir, cofrades y partidarios de los cortejos procesionales, entre los que me incluyo- estamos mirando para otro lado a la hora de reflexionar sobre la grave crisis que envuelve a uno de los dogmas católicos de mayor relevancia. Me refiero a la presencia de Cristo en la Eucaristía.

El fenómeno recesivo no sólo afecta a la Iglesia ecuménica en cuanto que cada vez son menos las personas que comulgan. Las cifras de fieles en misa descienden, y los guarismos son aún más negativos en el caso de los que deciden practicar el sacramento de la eucaristía, ya que, de los que aún observan el mandato de la Iglesia de acudir a misa, cada vez son menos los que se acercan al altar a tomar lo que -cuesta trabajo asimilar el concepto de transustanciación- se supone es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Como indicaba anteriormente, la crisis de comuniones -las de verdad, no esas de mayo con ínfulas de acontecimientos sociales, de miles de euros de coste y manipulación infantil incluida- también ha alcanzado a los 'cristianos evangélico-plásticos'. Las procesiones de Corpus Christi en las ciudades cada vez son vistas por menos ciudadanos (me niego a emplear el término 'fieles' para todo aquel que ve un cortejo procesional en la calle), el propio clero acude a regañadientes en numerosas localidades y en otras se lanzan la pelota de la organización. Todo ello en grandes ciudades tanto de larga tradición sacramental como en poblaciones de menor tamaño.

Los periódicos reflejan la cruda realidad para los amantes del sacramentalismo y, por ende, la propia Iglesia, que mantiene como piedra angular la figura antiempírica de Jesús presente directamente, sin intermediarios, en la eucaristía. En el ámbito en el que resido, los rotativos se Cádiz, San Fernando, Sevilla,... se preguntan dónde está el público que, conforme han transcurrido los años, van perdiendo a pasos agigantados las procesiones del Corpus Christi.

En una significativa fotografía que he visto en un medio se puede observar las calles que rodean a la Alameda Moreno de Guerra de San Fernando prácticamente vacías, al igual que otras adyacentes con grupúsculos de personas, familias,... Aún recuerdo de pequeño aquellas aceras por donde era imposible transitar ante la masiva presencia de isleños de todas las edades, conveniente y absurdamente separados del cortejo procesional por una hilera de militares de Infantería que hacían pasillo a toda la procesión y, llegado el paso de custodia, se arrodillaban y adelantaban su arma en señal de subyugación a Su Divina Majestad,... Nunca me agradó ver nada relacionado con Jesús el nazareno al lado de instrumentos para matar.

Ya no hay militares, lo que dicho sea de paso, me parece una extraordinaria idea que no ha ordenado un jerarca castrense progresista ni un arcipreste rojo. Lo ha marcado el signo de los tiempos, la evolución, la separación de los poderes más próximos a la calle. Jesús no es más sacramental rodeado de fusiles ni asistiendo a un desfile al paso de la oca, ni una procesión es más solemne por lucir uniformes variopintos.

Lo que es obvio es que estas procesiones están siendo ignoradas por cada vez más personas, y algo tendrá que hacer la Iglesia y las entidades que en ciertas ciudades organizan esta procesión: las hermandades.

Habría que pensar si realmente el modelo de cortejo procesional del Corpus Christi es el acertado, inmersos ya en el siglo XXI y con la que está cayendo. Me pregunto hasta qué punto es necesario que cientos de cofrades hagamos un desfile de modelitos de El Corte Inglés precedidos por nuestras insignias y portando pértigas de poder, ordenados cual ejercicio de maniobras en el Cuartel de Instrucción, mostrando nuestros rostros como escogidos por el dedo de Dios, mientras el vulgo nos contempla desde la acera con sus innumerables prismas cortantes reflejados en sus ojos: los del desempleo, la desesperación por la precariedad laboral, las dudas de fin de mes, los indomables hijos ante una educación hostil avalada por los gobiernos, el precio de la gasolina o, simplemente, si lo que están viendo es 'real' o un pomposo teatro de oropeles plagado de cursis a los que les siguen sacerdotes -cuando acuden- bien alimentados y con cara de pocos amigos.

Deberíamos ir pensando si tiene sentido ocultar nuestro rostro como pecadores en abril para ostentar corbata o escote mes y medio después ante todo el mundo. Quizás la salvación de estas procesiones tan elitistas en las que se han convertido los Corpus Christi se solucionen como a Dios le gustaría, y cuya fórmula infalible no es algo nuevo bajo el sol porque los propios cofrades la practican con otras imágenes y, por cierto, con gran éxito, cuando de vía crucis o rosarios de la aurora se tratan, por poner dos ejemplos.

Me pregunto si Jesús Sacramentado no puede ir acompañado del pueblo, de las gentes sencillas delante de su paso de custodia, alabando con cánticos al Señor, compartiendo la misma fe con fervor y recogimiento, pero con alegría y el gozo de un cortejo de gloria, donde se rezume fervor popular y legítimo, real y sin vacuas ostentosidades, donde tengan cabida los amigos de chaqueta junto a los que prefieren la rebeca, el cofrade anónimo -tal y como lo dictamina el capuz que nos hace ser penitentes anónimos en el momento culmen del año- y el sacerdote de mi parroquia, el militar sin vestir, como va el butanero de mi barrio, que no porta peto rojo para salir en ningún Corpus...

Puede que sea el momento de hacer más sustanciosa, más rabiosamente verdadera, la procesión de las procesiones. Como ocurre entre las sencillas gentes de la fotografía que les aporto hoy.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Territorios Sevilla

Mi buen amigo Paco Martín (extraordinario fotógrafo, mejor persona, amante de la buena música menos cuando le gusta algo de Michael Nyman y perezoso compulsivo cuando se trata de terminar de una vez por todas su segundo libro), viene asistiendo en estos días a los conciertos de Territorios Sevilla, una cita ineludible que se celebra en la capital hispalense con músicos de gran prestigio enmarcados en diversos estilos, desde el chill out hasta cualquier ritmo étnico.
En estas últimas horas me enviaba unas fotos como la que acompaña a estas palabras, y un texto sobre el recital de Gilberto Gil. Se lo dejo a ustedes para que disfruten...

"Gilberto Gil: el mi(ni)sterio de la música

Si la pureza buscara un sentido entre la música, soñaría probablemente con la simpleza, la melodía y, por supuesto, el compás. Saber mezclar exactamente los sonidos y los silencios, como un maestro en alquimia, y eso precisamente fue lo que el pasado jueves pudimos presenciar unos pocos afortunados en el Pabellón Hassan II durante el concierto que brindó Gilberto Gil dentro del XI Festival Internacional de Música de los pueblos, Territorios Sevilla.
Pero la grandeza de este músico va más allá de lo puramente musical, sus palabras nos transportan a un mundo políticamente comprometido, solidario, y sus enseñanzas brotaron tanto de su boca como de su guitarra.


Los que hemos visto a Chano Lobato en recitales de los últimos tiempos, sabemos que, aunque su voz no era la de antaño y su energía limitaba sus esfuerzos, suplía sus deficiencias bajo el manto de la experiencia, contando historias de él, del grandioso Beni de Cádiz, de Matilde Coral… todas en clave de humor. Gilberto cambia la clave de humor por la clave de amor, y nos cuenta sueños de poeta, como Metáfora, una de sus interpretaciones más aclamadas durante el recital, donde hace un fiel reflejo de sí mismo narrando el mundo paralelo del artista como si fuera precisamente eso, una panacea o una metáfora.

El concierto duró algo más de hora y media y fue un recorrido por la vida artística del brasileño, armado con una simple guitarra acústica y sin más ayuda que su voz y el puntual auxilio de su hijo que demostró al público aquello que dicta ‘de tal palo tal astilla’.

Gilberto Gil no sólo mostró su dominio de la bossa-nova y los antiguos ‘palos’ brasileiros si no que impartió su enseñanza musical a través del blues, pop, rock e incluso regae, pero siempre llevado a su terreno, donde el inglés es portugués y viceversa.

Sólo un marco tan incomparable como el antiguo pabellón de Marruecos de la Expo podía hacer justicia para una noche deliciosa donde la luna de mayo en Sevilla se transformó en luna de Salvador de Bahía o tal vez de Ipanema,..

Paco Martín 23/05/08"

martes, 27 de mayo de 2008

Sydney Pollack

Me pregunto cuál sería la utilidad de mi reflexión de hoy si me limitara a decirles que Sydney Pollack ha muerto. Eso ya lo saben. Si les aporto una interminable lista de películas que dirigió a lo largo de su vida tampoco les será de mucho valor. Para eso escriben su nombre en Google y allá va la sucesión de películas que no sólo hizo tras la cámara, sino delante de ella o produciéndolas...

Así que me limitaré a decirles que fue un tipo arriesgado (Danzad, danzad malditos), un extraordinario narrador de historias cotidianas, dolosas y convulsas socialmente (Tal como éramos), un maestro del 'tempo' narrativo muy lejos del vacío preciosista de otros (Memorias de África), un salvador de proyectos inacabados (Eyes wide Shout), un auspiciador de 'revivals' del trasvestismo Wilderiano (Tootsie), un enorme director de acción (La intérprete, Yakuza), un caballero (se dirigió con una reverencia a Steven Spielberg cuando le venció en los Oscar dejando la magnífica El color púrpura sin una estatuilla) y un maestro que supo darle a sus músicos para cada ocasión el lugar que les correspondía: John Barry, Marvin Hamlisch, Dave Grusin, John Williams, James Newton Howard,... ahí es nada.

He escrito varias páginas monotemáticas en los periódicos dedicadas a Sydney Pollack en estos pasados años. Rescataré los textos en próximos días.

Hoy sólo puedo apostillar que ha muerto un grande con mayúsculas. Esta noche volveré a revisar aquella secuencia de Memorias de África en la que Meryl Streep entra en el bar exclusivo para hombres y todos le abren paso, menos uno que permanece sentado y se siente obligado moralmente a ponerse de pie antes del brindis,...volveré a emocionarme al ver a la baronesa arrodillada ante el gobernador, defendiendo a sus nativos:

-"¿Tengo su palabra?"
-.....
-(La esposa del gobernador): "Tiene la mía".

Repasaré ese plano secuencia final de Tal como éramos y el indefectible camino de cada protagonista mientras Pollack abría campo visual subido en la grúa. O el viaje en aquel autobús mortal en La intérprete. Cualquier fotograma de Pollack vale más que decenas de películas actuales.

viernes, 23 de mayo de 2008

Tan fetichista como innecesaria

Me lo preguntaba durante estos meses y, tras visionarla este jueves en su estreno, me corroboro en mi amargo interrogante: ¿Qué necesidad tenían Steven Spielberg y George Lucas de hacer una cuarta entrega de Indiana Jones?

Huelga decir que es ridículo pensar, a estas alturas, en los réditos que aportará en taquilla. Tampoco resultaría sólido elucubrar con un posible ardid de Harrison Ford para encarnar al aventurero, soportando 64 años de edad sobre sus espaldas.

Continuemos buscando un origen a este pleonásmico producto, anacrónico en el tiempo conceptualmente, ya de por sí, y visto el producto, aún más trasnochado. Tampoco parece necesario que John Williams escriba una nueva música porque le haya venido la inspiración. El más preciado músico cinematográfico entre los aficionados también ha plasmado ya en los pentagramas todo lo maravilloso que podía hacer y, camino de los ochenta años, así lo demuestra en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, con una sucesión de leit motivs que ya compuso hace 28, 24, 20 años, en un amalgama de notas incidentales también de pasmosa similitud a las de los dos últimos filmes de la saga de Star Wars. Eso sí, Williams siempre es un maestro en la apostilla musical a la escena. Presten atención a los sones que escucharán en los inicios del filme cuando abran la gran nave donde custodian aquellas cajas de En busca del arca perdida, porque son las que conforman el score de aquella joya de 1981, o cuando Jones recoge su sombrero del suelo, o el retrato de su padre en la mesa del despacho,...

¿Necesitaría Janusz Kaminski hacer una fotografía para Indiana Jones? Tampoco es motivo para rodar esta veleidad, cuando Kaminski tiene varios Oscar en su casa y ya hizo grandes trabajos de luz en Salvar al soldado Ryan o La lista de Schindler, y ahora se encuentra además preparando su tercer largometraje como director, White Rose.

Michael Kahn es el montador. Ya le dio sentido a las secuencias de Un hombre llamado caballo, Encuentros en la tercera fase, las otras tres cintas de Indiana Jones,...

¿Querrán crear un parque temático con los devaneos ridículos del final de Indiana Jones y la calavera de cristal, que me permito reservarlo para no fastidiarles semejante idea más propia de M. Night Shyamalan cuando hace malas películas (la mayoría de las ocasiones)? ¿Les quedó ganas de rodar otra vez la admirable persecución por las galerías del templo maldito con casi la misma música, pero ahora con un niñato vestido de rockabilly y una gritona ucraniana? (qué originalidad, los malos malísimos son los rusos...).

Ninguna de estas razones las considero de peso para haberme desmitificado aún más la figura de Indiana Jones. Así que me quedan sólo dos: a Spielberg y Lucas les encanta los folletines venezolanos y el fetichismo o han querido divertirse con una obra menor. El primero de los casos lo tengo claro con tanto lío familiar, la reaparición del clon de Carmen Maura y otros ripios que no les puedo adelantar, además de tanto guiño (lo más salvable de la cinta por su amable ingenuidad) que convierten el producto en un codiciado ejemplo, como les indico, de fetichismo para los que se declaren adeptos sin condiciones de la saga del intrépido arqueólogo.

La segunda razón probablemente también. Así que si se trata exclusivamente de pasar el rato sin más pretensiones, quizás le den un aprobado a esta, insisto, innecesaria secuela. Aunque para divertirme prefiero Blanco humano de John Woo, para que no me califiquen de pedante. Eso sí que divertía.