Me pregunto cuál sería la utilidad de mi reflexión de hoy si me limitara a decirles que Sydney Pollack ha muerto. Eso ya lo saben. Si les aporto una interminable lista de películas que dirigió a lo largo de su vida tampoco les será de mucho valor. Para eso escriben su nombre en Google y allá va la sucesión de películas que no sólo hizo tras la cámara, sino delante de ella o produciéndolas...
Así que me limitaré a decirles que fue un tipo arriesgado (Danzad, danzad malditos), un extraordinario narrador de historias cotidianas, dolosas y convulsas socialmente (Tal como éramos), un maestro del 'tempo' narrativo muy lejos del vacío preciosista de otros (Memorias de África), un salvador de proyectos inacabados (Eyes wide Shout), un auspiciador de 'revivals' del trasvestismo Wilderiano (Tootsie), un enorme director de acción (La intérprete, Yakuza), un caballero (se dirigió con una reverencia a Steven Spielberg cuando le venció en los Oscar dejando la magnífica El color púrpura sin una estatuilla) y un maestro que supo darle a sus músicos para cada ocasión el lugar que les correspondía: John Barry, Marvin Hamlisch, Dave Grusin, John Williams, James Newton Howard,... ahí es nada.
He escrito varias páginas monotemáticas en los periódicos dedicadas a Sydney Pollack en estos pasados años. Rescataré los textos en próximos días.
Hoy sólo puedo apostillar que ha muerto un grande con mayúsculas. Esta noche volveré a revisar aquella secuencia de Memorias de África en la que Meryl Streep entra en el bar exclusivo para hombres y todos le abren paso, menos uno que permanece sentado y se siente obligado moralmente a ponerse de pie antes del brindis,...volveré a emocionarme al ver a la baronesa arrodillada ante el gobernador, defendiendo a sus nativos:
-"¿Tengo su palabra?"
-.....
-(La esposa del gobernador): "Tiene la mía".
Repasaré ese plano secuencia final de Tal como éramos y el indefectible camino de cada protagonista mientras Pollack abría campo visual subido en la grúa. O el viaje en aquel autobús mortal en La intérprete. Cualquier fotograma de Pollack vale más que decenas de películas actuales.
martes, 27 de mayo de 2008
viernes, 23 de mayo de 2008
Tan fetichista como innecesaria
Me lo preguntaba durante estos meses y, tras visionarla este jueves en su estreno, me corroboro en mi amargo interrogante: ¿Qué necesidad tenían Steven Spielberg y George Lucas de hacer una cuarta entrega de Indiana Jones?
Huelga decir que es ridículo pensar, a estas alturas, en los réditos que aportará en taquilla. Tampoco resultaría sólido elucubrar con un posible ardid de Harrison Ford para encarnar al aventurero, soportando 64 años de edad sobre sus espaldas.
Continuemos buscando un origen a este pleonásmico producto, anacrónico en el tiempo conceptualmente, ya de por sí, y visto el producto, aún más trasnochado. Tampoco parece necesario que John Williams escriba una nueva música porque le haya venido la inspiración. El más preciado músico cinematográfico entre los aficionados también ha plasmado ya en los pentagramas todo lo maravilloso que podía hacer y, camino de los ochenta años, así lo demuestra en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, con una sucesión de leit motivs que ya compuso hace 28, 24, 20 años, en un amalgama de notas incidentales también de pasmosa similitud a las de los dos últimos filmes de la saga de Star Wars. Eso sí, Williams siempre es un maestro en la apostilla musical a la escena. Presten atención a los sones que escucharán en los inicios del filme cuando abran la gran nave donde custodian aquellas cajas de En busca del arca perdida, porque son las que conforman el score de aquella joya de 1981, o cuando Jones recoge su sombrero del suelo, o el retrato de su padre en la mesa del despacho,...
¿Necesitaría Janusz Kaminski hacer una fotografía para Indiana Jones? Tampoco es motivo para rodar esta veleidad, cuando Kaminski tiene varios Oscar en su casa y ya hizo grandes trabajos de luz en Salvar al soldado Ryan o La lista de Schindler, y ahora se encuentra además preparando su tercer largometraje como director, White Rose.
Michael Kahn es el montador. Ya le dio sentido a las secuencias de Un hombre llamado caballo, Encuentros en la tercera fase, las otras tres cintas de Indiana Jones,...
¿Querrán crear un parque temático con los devaneos ridículos del final de Indiana Jones y la calavera de cristal, que me permito reservarlo para no fastidiarles semejante idea más propia de M. Night Shyamalan cuando hace malas películas (la mayoría de las ocasiones)? ¿Les quedó ganas de rodar otra vez la admirable persecución por las galerías del templo maldito con casi la misma música, pero ahora con un niñato vestido de rockabilly y una gritona ucraniana? (qué originalidad, los malos malísimos son los rusos...).
Ninguna de estas razones las considero de peso para haberme desmitificado aún más la figura de Indiana Jones. Así que me quedan sólo dos: a Spielberg y Lucas les encanta los folletines venezolanos y el fetichismo o han querido divertirse con una obra menor. El primero de los casos lo tengo claro con tanto lío familiar, la reaparición del clon de Carmen Maura y otros ripios que no les puedo adelantar, además de tanto guiño (lo más salvable de la cinta por su amable ingenuidad) que convierten el producto en un codiciado ejemplo, como les indico, de fetichismo para los que se declaren adeptos sin condiciones de la saga del intrépido arqueólogo.
La segunda razón probablemente también. Así que si se trata exclusivamente de pasar el rato sin más pretensiones, quizás le den un aprobado a esta, insisto, innecesaria secuela. Aunque para divertirme prefiero Blanco humano de John Woo, para que no me califiquen de pedante. Eso sí que divertía.
Huelga decir que es ridículo pensar, a estas alturas, en los réditos que aportará en taquilla. Tampoco resultaría sólido elucubrar con un posible ardid de Harrison Ford para encarnar al aventurero, soportando 64 años de edad sobre sus espaldas.
Continuemos buscando un origen a este pleonásmico producto, anacrónico en el tiempo conceptualmente, ya de por sí, y visto el producto, aún más trasnochado. Tampoco parece necesario que John Williams escriba una nueva música porque le haya venido la inspiración. El más preciado músico cinematográfico entre los aficionados también ha plasmado ya en los pentagramas todo lo maravilloso que podía hacer y, camino de los ochenta años, así lo demuestra en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, con una sucesión de leit motivs que ya compuso hace 28, 24, 20 años, en un amalgama de notas incidentales también de pasmosa similitud a las de los dos últimos filmes de la saga de Star Wars. Eso sí, Williams siempre es un maestro en la apostilla musical a la escena. Presten atención a los sones que escucharán en los inicios del filme cuando abran la gran nave donde custodian aquellas cajas de En busca del arca perdida, porque son las que conforman el score de aquella joya de 1981, o cuando Jones recoge su sombrero del suelo, o el retrato de su padre en la mesa del despacho,...
¿Necesitaría Janusz Kaminski hacer una fotografía para Indiana Jones? Tampoco es motivo para rodar esta veleidad, cuando Kaminski tiene varios Oscar en su casa y ya hizo grandes trabajos de luz en Salvar al soldado Ryan o La lista de Schindler, y ahora se encuentra además preparando su tercer largometraje como director, White Rose.
Michael Kahn es el montador. Ya le dio sentido a las secuencias de Un hombre llamado caballo, Encuentros en la tercera fase, las otras tres cintas de Indiana Jones,...
¿Querrán crear un parque temático con los devaneos ridículos del final de Indiana Jones y la calavera de cristal, que me permito reservarlo para no fastidiarles semejante idea más propia de M. Night Shyamalan cuando hace malas películas (la mayoría de las ocasiones)? ¿Les quedó ganas de rodar otra vez la admirable persecución por las galerías del templo maldito con casi la misma música, pero ahora con un niñato vestido de rockabilly y una gritona ucraniana? (qué originalidad, los malos malísimos son los rusos...).
Ninguna de estas razones las considero de peso para haberme desmitificado aún más la figura de Indiana Jones. Así que me quedan sólo dos: a Spielberg y Lucas les encanta los folletines venezolanos y el fetichismo o han querido divertirse con una obra menor. El primero de los casos lo tengo claro con tanto lío familiar, la reaparición del clon de Carmen Maura y otros ripios que no les puedo adelantar, además de tanto guiño (lo más salvable de la cinta por su amable ingenuidad) que convierten el producto en un codiciado ejemplo, como les indico, de fetichismo para los que se declaren adeptos sin condiciones de la saga del intrépido arqueólogo.
La segunda razón probablemente también. Así que si se trata exclusivamente de pasar el rato sin más pretensiones, quizás le den un aprobado a esta, insisto, innecesaria secuela. Aunque para divertirme prefiero Blanco humano de John Woo, para que no me califiquen de pedante. Eso sí que divertía.
domingo, 18 de mayo de 2008
Vuelve Indiana Jones...¿Para qué?
Si Steven Spielberg no hubiera ya profanado la figura de Indiana Jones en la tercera entrega de la saga, ahora mismo no me llegaría la camisa al cuerpo. Pero ya en La última cruzada vimos un ejemplo de cine de aventuras crepuscular, en el que primó las payasadas con el paraguas de Sean Connery y su insoportable 'junior' cada vez que citaba a su aventurero vástago, a lo que se sumó el rídículo final con templario incluido. Ni siquiera los trepidantes primeros diez minutos, ejemplo de un emotivo flashback al origen de la figura de Indiana, salvaban un producto que distaba mucho de sus dos predecesoras.
Precisamente anoche desempolvé mi estuche en DVD de la trilogía para visionarla nuevamente, pegarme unas extensas horas para volver a comprobar la frescura de En busca del arca perdida, sus excelentes momentos direccionales (la silueta del protagonista en la pared recién llegado al tugurio de Marion, la búsqueda de la chica en los cestos, el guiño-homenaje final a Ciudadano Kane,...), así como reafirmarme en que la segunda de la trilogía, Indiana Jones y el templo maldito, es la mejor con diferencia. Sólo así se explica su excepcional presentación en la sala nocturna con Lao Che y sus secuaces y el adelanto de la enorme y desafortunada misoginia que se destila de este filme ante el tratamiento de la figura de Willy, encarnada por Kate Kapshaw, la actriz que terminaría contrayendo matrimonio con Spielberg. Pero todo es permisible ante secuencias admirables como la de la cena en el palacio con aquella 'serpiente con sorpresa' o el 'sorbete de sesos de mono', en la que el 'macguffin' Hitchcockiano está presente ante el creciente clímax provocado por Indiana y sus sugerencias sobre los sacrificios humanos que según le cuentan protagonizan en el submundo de aquellos oropeles... Ni que decir tiene de la maestría en las secuencias de la persecución de las vagonetas, el puente,..."fortuna y gloria, hijo; fortuna y gloria...". Y punto y aparte para la banda sonora de John Williams.
Ahora llega una cuarta parte. ¿Para qué? ¿Tan mal está el cine como para recurrir a iconos ya escasamente explotables o clásicos? Recordemos que el personaje de Indiana cuenta ya casi con treinta años... ¿Nos va a aportar Spielberg algo más a estas alturas que nos demuestre que es un genio tras la cámara? ¿Necesita hacerlo el director de obras maestras como Tiburón o ET, cuando ya en 1982 demostraba su espíritu visionario, su condición del nuevo Orson Welles en cada escena de aquella historia rabiosamente mesiánica y cristífera del extraterrestre que llega "de arriba", se rodea de sus "jóvenes discípulos", hace "milagros" al curar al dedo de Elliot, es "incomprendido" y perseguido por la masa, muere "y resucita" y termina volando ordenando que "seamos buenos"?
No necesito que Spielberg me demuestre nada. Como ejercicio de mero escapismo, tampoco sería ineludible recurrir a Indiana. John Williams ya ha escrito toda la música que puede escribir a sus ochenta años, nominaciones y Oscar a pares, Michael Kahn ya ha montado todo lo montable por él,... Entonces, ¿cuál es el motivo? ¿Ganar dinero? ¿Spielberg lo necesita? ¿Harrison Ford?
Ya nada me asusta en el cine. Quizás me divierta hasta cierto punto en el estreno del filme. No voy a renegar ahora de un símbolo de mi juventud. Pero sólo quiero saber qué necesidad había de mancillarlo, tanto como han hecho con Alien.
Indiana Jones y la calavera de cristal se estrena hoy domingo en Cannes. Esperemos las críticas, entre ellas la línea directa que tengo con compañeros que cubren el festival. Esta misma noche me han dicho que me llamarán tras verla. Mañana les cuento...
Precisamente anoche desempolvé mi estuche en DVD de la trilogía para visionarla nuevamente, pegarme unas extensas horas para volver a comprobar la frescura de En busca del arca perdida, sus excelentes momentos direccionales (la silueta del protagonista en la pared recién llegado al tugurio de Marion, la búsqueda de la chica en los cestos, el guiño-homenaje final a Ciudadano Kane,...), así como reafirmarme en que la segunda de la trilogía, Indiana Jones y el templo maldito, es la mejor con diferencia. Sólo así se explica su excepcional presentación en la sala nocturna con Lao Che y sus secuaces y el adelanto de la enorme y desafortunada misoginia que se destila de este filme ante el tratamiento de la figura de Willy, encarnada por Kate Kapshaw, la actriz que terminaría contrayendo matrimonio con Spielberg. Pero todo es permisible ante secuencias admirables como la de la cena en el palacio con aquella 'serpiente con sorpresa' o el 'sorbete de sesos de mono', en la que el 'macguffin' Hitchcockiano está presente ante el creciente clímax provocado por Indiana y sus sugerencias sobre los sacrificios humanos que según le cuentan protagonizan en el submundo de aquellos oropeles... Ni que decir tiene de la maestría en las secuencias de la persecución de las vagonetas, el puente,..."fortuna y gloria, hijo; fortuna y gloria...". Y punto y aparte para la banda sonora de John Williams.
Ahora llega una cuarta parte. ¿Para qué? ¿Tan mal está el cine como para recurrir a iconos ya escasamente explotables o clásicos? Recordemos que el personaje de Indiana cuenta ya casi con treinta años... ¿Nos va a aportar Spielberg algo más a estas alturas que nos demuestre que es un genio tras la cámara? ¿Necesita hacerlo el director de obras maestras como Tiburón o ET, cuando ya en 1982 demostraba su espíritu visionario, su condición del nuevo Orson Welles en cada escena de aquella historia rabiosamente mesiánica y cristífera del extraterrestre que llega "de arriba", se rodea de sus "jóvenes discípulos", hace "milagros" al curar al dedo de Elliot, es "incomprendido" y perseguido por la masa, muere "y resucita" y termina volando ordenando que "seamos buenos"?
No necesito que Spielberg me demuestre nada. Como ejercicio de mero escapismo, tampoco sería ineludible recurrir a Indiana. John Williams ya ha escrito toda la música que puede escribir a sus ochenta años, nominaciones y Oscar a pares, Michael Kahn ya ha montado todo lo montable por él,... Entonces, ¿cuál es el motivo? ¿Ganar dinero? ¿Spielberg lo necesita? ¿Harrison Ford?
Ya nada me asusta en el cine. Quizás me divierta hasta cierto punto en el estreno del filme. No voy a renegar ahora de un símbolo de mi juventud. Pero sólo quiero saber qué necesidad había de mancillarlo, tanto como han hecho con Alien.
Indiana Jones y la calavera de cristal se estrena hoy domingo en Cannes. Esperemos las críticas, entre ellas la línea directa que tengo con compañeros que cubren el festival. Esta misma noche me han dicho que me llamarán tras verla. Mañana les cuento...
viernes, 16 de mayo de 2008
Algo más que un festival
Cannes ya ebulle en su cita cinematográfica anual. En realidad, es el verdadero festival mundial del celuloide en su más amplio concepto de la palabra. Los privilegiados que acuden a este evento no sólo tienen la opción de ver siete y ocho películas al día como es habitual en una celebración de estas características, que tanto han proliferado en todos los países en los últimos años. Cannes es el verdadero escaparate del cine, es mucho más que una exposición de filmes durante una semana. Después de Hollywood, y rozándole los talones en muchos ámbitos, Cannes es el centro neurálgico de la industria cinematográfica.
Les explicaré porqué. Paralelamente a las proyecciones, la pequeña y carísima ciudad francesa se transforma en el punto de encuentro de cientos de productoras cinematográficas y televisivas que ofrecen lo mejor de sus realizaciones a las distribuidoras y a las majors catódicas, que recorren los stands y despachos viendo las cartas de presentación de nuevas series deTV, filmes, proyectos en definitiva que adquirir para toda una temporada hasta mayo del próximo año.
Es Cannes por tanto un gran show y un enorme negocio. Todo aquel que se precie de producir cine y TV y desee vender sus productos debe acudir, al igual que cualquier productora que quiera ofrecer a sus espectadores lo más avanzado en el mundo audiovisual debe enviar sus profesionales a un lugar y a un festival en el que, por cierto, se acreditan más periodistas que en las olimpiadas. Así que ya ven la importancia que tiene Cannes...
Para los aficionados al cine, lo relevante es observar el panorama de películas en competición o rememorar las grandes cintas que han sido premiadas con la Palma de Oro, queda en un apartado secundario la maquinaria de venta y productiva de la que les hablaba anteriormente. Y como el cine está de pena en cuando a la calidad actual, no puedo evitar recordar títulos de películas que lograron el preciado premio en Cannes a lo largo de las pásadas décadas para reafirmarme en que eso sí que era cine.
En realidad, Cannes nació en 1939, aunque se empeñen en decir que fue en 1946. De hecho, en el primer festival iban a participar 15 países, y películas tan maravillosas como El mago de Oz, Unión Pacífico, de Cecil B. de Mille... pero apareció la guerra y jodió el invento, así que desmontaron el chiringuito, arriaron velas y esperaron a mejores tiempos. Tras finalizar la contienda mundial, Cannes empezó a escalar puestos referenciales hasta convertirse en lo que hoy es: insisto, un gran escaparate.
Fíjense en algunos títulos que ahora, de memoria, recuerdo han ganado la Palma de Oro en Cannes: El tercer hombre, de Carol Reed; Viridiana, de Luis Buñuel; Taxi Driver, de Martin Scorsese; La Misión, de Roland Joffe, denostada en Estados Unidos por el escaso interés que suscitó su temática y recuperada en Europa,... y actores premiados, desde Fernando Rey a Alfredo Landa, Paco Rabal, Marcello Mastroianni, Bette Davis, Paul Newman,... Los españoles siempre hemos tenido una buena relación con los jurados de Cannes.
Foto: cartel del primer festival de Cannes, celebrado en 1946.
Les explicaré porqué. Paralelamente a las proyecciones, la pequeña y carísima ciudad francesa se transforma en el punto de encuentro de cientos de productoras cinematográficas y televisivas que ofrecen lo mejor de sus realizaciones a las distribuidoras y a las majors catódicas, que recorren los stands y despachos viendo las cartas de presentación de nuevas series deTV, filmes, proyectos en definitiva que adquirir para toda una temporada hasta mayo del próximo año.
Es Cannes por tanto un gran show y un enorme negocio. Todo aquel que se precie de producir cine y TV y desee vender sus productos debe acudir, al igual que cualquier productora que quiera ofrecer a sus espectadores lo más avanzado en el mundo audiovisual debe enviar sus profesionales a un lugar y a un festival en el que, por cierto, se acreditan más periodistas que en las olimpiadas. Así que ya ven la importancia que tiene Cannes...
Para los aficionados al cine, lo relevante es observar el panorama de películas en competición o rememorar las grandes cintas que han sido premiadas con la Palma de Oro, queda en un apartado secundario la maquinaria de venta y productiva de la que les hablaba anteriormente. Y como el cine está de pena en cuando a la calidad actual, no puedo evitar recordar títulos de películas que lograron el preciado premio en Cannes a lo largo de las pásadas décadas para reafirmarme en que eso sí que era cine.
En realidad, Cannes nació en 1939, aunque se empeñen en decir que fue en 1946. De hecho, en el primer festival iban a participar 15 países, y películas tan maravillosas como El mago de Oz, Unión Pacífico, de Cecil B. de Mille... pero apareció la guerra y jodió el invento, así que desmontaron el chiringuito, arriaron velas y esperaron a mejores tiempos. Tras finalizar la contienda mundial, Cannes empezó a escalar puestos referenciales hasta convertirse en lo que hoy es: insisto, un gran escaparate.
Fíjense en algunos títulos que ahora, de memoria, recuerdo han ganado la Palma de Oro en Cannes: El tercer hombre, de Carol Reed; Viridiana, de Luis Buñuel; Taxi Driver, de Martin Scorsese; La Misión, de Roland Joffe, denostada en Estados Unidos por el escaso interés que suscitó su temática y recuperada en Europa,... y actores premiados, desde Fernando Rey a Alfredo Landa, Paco Rabal, Marcello Mastroianni, Bette Davis, Paul Newman,... Los españoles siempre hemos tenido una buena relación con los jurados de Cannes.
Foto: cartel del primer festival de Cannes, celebrado en 1946.
jueves, 15 de mayo de 2008
Sesenta años discutidos
Luis del Olmo entrevistaba esta mañana en Punto Radio al embajador de Israel en España, Raphael Shutz. El veterano periodista trató con ello de aportar a la audiencia información sobre la celebración del 60 aniversario de la constitución del Estado de Israel.
Creo que les resultará cansino que empiece a cargar las tintas contra la constitución de un país con unos más que discutibles métodos y la maquiavélica tutela que desde hace seis décadas ostenta Estados Unidos hacia la máquina política y económica hebrea. Lo especifico porque muchos analistas y prestigiosas firmas periodísticas y literarias, compatibilizadas con millones de anónimos ciudadanos del mundo, ya han manifestado lo que todos sabemos en innumerables foros y en los medios de comunicación imparciales en este sentido, y todo ello sin ningún tipo de resultados. Las reivindicaciones internacionales sobre el derecho de los palestinos a regularizar su situación en una tierra de la que fueron expulsados son aplastadas por la maquinaria internacional norteamericana y un mapa político en Oriente Próximo que muchos dan por hecho para toda la vida pero que, realmente, fue concebido precisamente hace sólo 60 años y como solución impositiva y urgente al amparo de los dictámenes e intereses de los Estados Unidos.
Sí quiero reparar en determinadas declaraciones de Shutz, sin exponer las conclusiones personales que extraje. Ustedes mismos pueden hacerse una composición de lugar, hechos y valorar la impunidad con la que se dicen estas palabras, la misma con la que George W. Bush visita Israel para darles la bendición política a su país satélite estratégico en una parte de un continente que indefectiblemente tendrá que cambiar su configuración política en el tiempo, le pese a Bush o a su sucesor. Al igual que era de esperar las alteraciones territoriales en el centro de Europa y los Balcanes, tras las componendas para salir al paso hechas al finalizar la Segunda Guerra Mundial. O la extinta URSS. Lo que sucede es que el problema de Israel va más allá de los intereses, que no eran pocos, latentes en los territorios eslavos.
A lo que íbamos. Luis del Olmo lanzó el órdago al embajador judío y le preguntó si alguna vez podremos ver a los palestinos celebrando la constitución de un estado como el hebreo. Encogiéndose verbalmente de hombros, Shutz señaló que sería posible, indicando no obstante que "hay quienes tienen que cambiar las señas de victimismo que llevan ostentando durante todos estos años. Sólo con un cambio de mentalidad podrán lograrlo". Primera perla.
Segunda joya. España debe aprender del preparado sistema de regadío y política de agua de Israel.
Vamos por partes. Existe una variedad de regiones climáticas dentro del país, que se caracteriza por enormes diferencias de pluviometría y así, por ejemplo, el promedio anual de lluvia en el norte del país fluctúa entre 700-800 mm, mientras que en el centro es de 400-600 y en el sur sólo llega a 25.
El sector agrícola de Israel consume anualmente cerca de 1.200 millones de metros cúbicos de agua, de los cuales 900 millones son agua potable. El resto del agua proviene del reciclaje, agua salobre o pozos salinos. La política oficial de explotar las precipitaciones al máximo se refleja en el continuo desarrollo de embalses. En Israel existe una vasta experiencia en el uso adecuado del agua y este legado produce una gama de nuevos desarrollos tecnológicos que además de utilizarse internamente, se exportan de manera exitosa.
Lo que no se dice de todo esto es que más del 60 por ciento del coste de todo el sistema de regadíos y desarrollo de políticas de agua de Israel lo mantiene económicamente Estados Unidos. Aún así, el estado judío no ha aplicado una política agraria realmente eficaz en el plano económico. Eso no lo digo yo, lo dicen incluso ellos mismos, como es el caso de Jad Isaac, director general del Instituto de Investigación Aplicada de Jesusalén. "En Israel el gobierno sigue subvencionando el agua", añade Isaac. En la región, observa, Israel tiene uno de los más altos porcentajes de agricultura de regadío –alrededor de 50% de la superficie cultivable–, pero ella contribuye en menos de 2% a su economía. En cambio, el sector agrícola palestino representa aproximadamente 20% de la economía de esos territorios, aunque sólo 6% de las tierras arables son de regadío. "La política de los israelíes no tiene sentido", prosigue Isaac. "Deberían devolver el agua que cogen a los palestinos, que pueden utilizarla para su propio desarrollo". Con un producto nacional bruto de unos 17.000 dólares por cabeza, razona, Israel puede darse el lujo de orientar su economía hacia las tecnologías de punta y reducir su dependencia del sector agrícola. El PNB palestino, en cambio, es de alrededor de 1.000 dólares por cabeza y descansa en la agricultura. Por consiguiente, los palestinos deben seguir desarrollándose a corto plazo, pero al mismo tiempo construyendo poco a poco una base industrial. Eso lo digo yo pero también se ha dicho, con otras palabras, en la mismísima Unesco.
La última pregunta de Luis del Olmo hacía referencia a ETA. Desconozco si lo hizo con maldad o con ingenuidad, pero preguntarle a un alto cargo hebreo cuál sería la política de Israel si sufriera en sus carnes una banda terrorista como la vasca,... obviaré la respuesta para que no se les pongan los vellos de punta.
FOTO: Un niño palestino saluda a un soldado israelí en una zona ocupada. Fue una de las pantallas proyectadas durante el concierto de Roger Waters en Atarfel el pasado 9 de mayo. La imagen es de mi amigo y magnífico fotógrafo Paco Martín.
Creo que les resultará cansino que empiece a cargar las tintas contra la constitución de un país con unos más que discutibles métodos y la maquiavélica tutela que desde hace seis décadas ostenta Estados Unidos hacia la máquina política y económica hebrea. Lo especifico porque muchos analistas y prestigiosas firmas periodísticas y literarias, compatibilizadas con millones de anónimos ciudadanos del mundo, ya han manifestado lo que todos sabemos en innumerables foros y en los medios de comunicación imparciales en este sentido, y todo ello sin ningún tipo de resultados. Las reivindicaciones internacionales sobre el derecho de los palestinos a regularizar su situación en una tierra de la que fueron expulsados son aplastadas por la maquinaria internacional norteamericana y un mapa político en Oriente Próximo que muchos dan por hecho para toda la vida pero que, realmente, fue concebido precisamente hace sólo 60 años y como solución impositiva y urgente al amparo de los dictámenes e intereses de los Estados Unidos.
Sí quiero reparar en determinadas declaraciones de Shutz, sin exponer las conclusiones personales que extraje. Ustedes mismos pueden hacerse una composición de lugar, hechos y valorar la impunidad con la que se dicen estas palabras, la misma con la que George W. Bush visita Israel para darles la bendición política a su país satélite estratégico en una parte de un continente que indefectiblemente tendrá que cambiar su configuración política en el tiempo, le pese a Bush o a su sucesor. Al igual que era de esperar las alteraciones territoriales en el centro de Europa y los Balcanes, tras las componendas para salir al paso hechas al finalizar la Segunda Guerra Mundial. O la extinta URSS. Lo que sucede es que el problema de Israel va más allá de los intereses, que no eran pocos, latentes en los territorios eslavos.
A lo que íbamos. Luis del Olmo lanzó el órdago al embajador judío y le preguntó si alguna vez podremos ver a los palestinos celebrando la constitución de un estado como el hebreo. Encogiéndose verbalmente de hombros, Shutz señaló que sería posible, indicando no obstante que "hay quienes tienen que cambiar las señas de victimismo que llevan ostentando durante todos estos años. Sólo con un cambio de mentalidad podrán lograrlo". Primera perla.
Segunda joya. España debe aprender del preparado sistema de regadío y política de agua de Israel.
Vamos por partes. Existe una variedad de regiones climáticas dentro del país, que se caracteriza por enormes diferencias de pluviometría y así, por ejemplo, el promedio anual de lluvia en el norte del país fluctúa entre 700-800 mm, mientras que en el centro es de 400-600 y en el sur sólo llega a 25.
El sector agrícola de Israel consume anualmente cerca de 1.200 millones de metros cúbicos de agua, de los cuales 900 millones son agua potable. El resto del agua proviene del reciclaje, agua salobre o pozos salinos. La política oficial de explotar las precipitaciones al máximo se refleja en el continuo desarrollo de embalses. En Israel existe una vasta experiencia en el uso adecuado del agua y este legado produce una gama de nuevos desarrollos tecnológicos que además de utilizarse internamente, se exportan de manera exitosa.
Lo que no se dice de todo esto es que más del 60 por ciento del coste de todo el sistema de regadíos y desarrollo de políticas de agua de Israel lo mantiene económicamente Estados Unidos. Aún así, el estado judío no ha aplicado una política agraria realmente eficaz en el plano económico. Eso no lo digo yo, lo dicen incluso ellos mismos, como es el caso de Jad Isaac, director general del Instituto de Investigación Aplicada de Jesusalén. "En Israel el gobierno sigue subvencionando el agua", añade Isaac. En la región, observa, Israel tiene uno de los más altos porcentajes de agricultura de regadío –alrededor de 50% de la superficie cultivable–, pero ella contribuye en menos de 2% a su economía. En cambio, el sector agrícola palestino representa aproximadamente 20% de la economía de esos territorios, aunque sólo 6% de las tierras arables son de regadío. "La política de los israelíes no tiene sentido", prosigue Isaac. "Deberían devolver el agua que cogen a los palestinos, que pueden utilizarla para su propio desarrollo". Con un producto nacional bruto de unos 17.000 dólares por cabeza, razona, Israel puede darse el lujo de orientar su economía hacia las tecnologías de punta y reducir su dependencia del sector agrícola. El PNB palestino, en cambio, es de alrededor de 1.000 dólares por cabeza y descansa en la agricultura. Por consiguiente, los palestinos deben seguir desarrollándose a corto plazo, pero al mismo tiempo construyendo poco a poco una base industrial. Eso lo digo yo pero también se ha dicho, con otras palabras, en la mismísima Unesco.
La última pregunta de Luis del Olmo hacía referencia a ETA. Desconozco si lo hizo con maldad o con ingenuidad, pero preguntarle a un alto cargo hebreo cuál sería la política de Israel si sufriera en sus carnes una banda terrorista como la vasca,... obviaré la respuesta para que no se les pongan los vellos de punta.
FOTO: Un niño palestino saluda a un soldado israelí en una zona ocupada. Fue una de las pantallas proyectadas durante el concierto de Roger Waters en Atarfel el pasado 9 de mayo. La imagen es de mi amigo y magnífico fotógrafo Paco Martín.
martes, 13 de mayo de 2008
Una situación previsible
Un conocido, militante del Partido Popular, me comentaba ayer que tanto a su formación política como a España le hace un flaco favor continuar hurgando en las raíces del gravísimo problema que envuelve a los populares, por lo que es necesario llegar al Congreso de junio para hacer borrón y cuenta nueva. Como a todo buen partidario del centro derecha, como aquellos que en las noches electorales mal utilizan la bandera de España frente a la sede de Génova como si sólo ellos tuvieran derecho sobre la enseña que nos representa a todos, establece un equivocado paralelismo entre el estado de su partido y el país. Resulta obvio que es malo para España la (in)existencia de una oposición que sólo está siendo protagonista de guerras intestinas desde marzo, sin que apenas se conozca por sus actos qué tipo de oposición quieren o saben hacer, dejando el camino expedito para que el PSOE minimice la crisis económica y apenas se quite las motas de polvo de una impoluta chaqueta de vencedor colocada aquella noche marceña sin que los populares ni siquiera le hayan tosido en la solapa para al menos dejarle el lamparón.
Decía que se equivoca mi colega en relacionar siempre PP y España. Sin una oposición seria (la actual no lo es), el país se resiente, pero resulta que los populares tienen esa fea manía de unir sus siglas al nombre de nuestro Estado en un inconsciente ademán de salvadores de ella. Si no hay PP o se encuentra enfermo, ¿quién salvará a la patria de las ordas separatistas, marxistas, aconfesionales y todo lo que ustedes deseen colocar susceptibles de denigración por parte de la derecha? Ahí tenían a Mariano Rajoy en su torpe campaña, citando una y otra vez a España como moneda de salvación en lugar de hacerlo como proyecto de progreso. Otro error entre tantos...
Pero en lo que más se equivoca mi amigo pepero es en que no se debe mirar atrás para analizar los problemas de su partido. Lo que está sucediendo en el seno de un partido que votaron nada menos que diez millones de españoles es exclusivamente la cosecha recolectada ante tanta política de mentira y estrategias basadas en premisas nada creíbles. Durante cuatro años, el PP no hizo el necesario acto de contrición para reconocer sus crasos errores que provocaron la caída del poder y la primacía de la figura de Rodríguez Zapatero. En lugar de admitir su responsabilidad en las nefastas consecuencias del intervencionismo internacional de la mano de Estados Unidos y Gran Bretaña ejemplificada en aquella ominosa foto de las Azores, los dirigentes populares prefirieron seguir demonizando a ZP y negar la evidencia, vender algo que la propia militancia comenzó a dejar de creerse y continuar con teorías de conspiración, etarras tras los trenes de Atocha, separatismo barbárico y otros cuentos tremendistas en los que, por cierto, bien participaba María San Gil, una mujer valiente, algo que le reconozco, pero de grandes lagunas estratégicas y maniqueas a la hora de trazar la política popular en el País Vasco. Y no me refiero especialmente a los cada vez peores resultados electorales en las tres provincias de Euskadi, sino a la negativa y obcecada política antiterrorista defendida por ella, por ejemplo.
San Gil se rebela y el PP se desintegra. Normal. Ocultaron los verdaderos problemas de este partido tras el fracaso electoral de 2004, cerraron en falso el resultado de aquellos comicios que nunca aceptaron y ahora iban camino de hacer lo propio con el congreso de junio. Al menos ha salido a la luz lo que se veía venir, la existencia de un partido con tendencias dispares, falsa y aparentemente unido, pero con demasiadas aristas en su seno, con liberales que no lo son, con alcaldes desaprovechados de díscola esencia derechista, de demócratas cristianos que miran con recelo los posibles giros hacia posiciones más centristas, de ultraderechistas agazapados e inconfesos, de familias apegadas a la Iglesia,... un pastiche difícil de digerir con un presidente que no aclara a dónde quiere llegar.
Yo lo veo claro. Desprendido de dos cachorros aznáricos y rancios como Zaplana y Acebes, rodeado de determinados políticos casi desconocidos del PP cuyos nombres saldrán en próximos días, veo a Mariano Rajoy caminar hacia unos postulados que modernizarán la maquinaria popular, con caras nuevas que aparquen la crispación y el colosalismo negativo vendido en estos años y que tan oprobiosos resultados le ha dado al partido. Pero eso no es fácil. Hay mucha lapa pegada al cuerpo de las siglas y mucho conservador de la vieja guardia. Para preservar esa nutrida facción está Esperanza Aguirre, por ejemplo. ¿O va a resultar que 'el tapado' de todo esto es María San Gil? ¿Se ha planteado Rajoy la posibilidad de que él no sea el lider adecuado para revolucionar el PP? ¿Por qué piensa que guardar silencio y decir "yo sé a dónde voy" es positivo? ¿Teme que al pronunciarse pierda opciones de ganar y quiere vencer para llevar a cabo una purga en la que incluso caerán los que en junio pueden alzarle?
Decía que se equivoca mi colega en relacionar siempre PP y España. Sin una oposición seria (la actual no lo es), el país se resiente, pero resulta que los populares tienen esa fea manía de unir sus siglas al nombre de nuestro Estado en un inconsciente ademán de salvadores de ella. Si no hay PP o se encuentra enfermo, ¿quién salvará a la patria de las ordas separatistas, marxistas, aconfesionales y todo lo que ustedes deseen colocar susceptibles de denigración por parte de la derecha? Ahí tenían a Mariano Rajoy en su torpe campaña, citando una y otra vez a España como moneda de salvación en lugar de hacerlo como proyecto de progreso. Otro error entre tantos...
Pero en lo que más se equivoca mi amigo pepero es en que no se debe mirar atrás para analizar los problemas de su partido. Lo que está sucediendo en el seno de un partido que votaron nada menos que diez millones de españoles es exclusivamente la cosecha recolectada ante tanta política de mentira y estrategias basadas en premisas nada creíbles. Durante cuatro años, el PP no hizo el necesario acto de contrición para reconocer sus crasos errores que provocaron la caída del poder y la primacía de la figura de Rodríguez Zapatero. En lugar de admitir su responsabilidad en las nefastas consecuencias del intervencionismo internacional de la mano de Estados Unidos y Gran Bretaña ejemplificada en aquella ominosa foto de las Azores, los dirigentes populares prefirieron seguir demonizando a ZP y negar la evidencia, vender algo que la propia militancia comenzó a dejar de creerse y continuar con teorías de conspiración, etarras tras los trenes de Atocha, separatismo barbárico y otros cuentos tremendistas en los que, por cierto, bien participaba María San Gil, una mujer valiente, algo que le reconozco, pero de grandes lagunas estratégicas y maniqueas a la hora de trazar la política popular en el País Vasco. Y no me refiero especialmente a los cada vez peores resultados electorales en las tres provincias de Euskadi, sino a la negativa y obcecada política antiterrorista defendida por ella, por ejemplo.
San Gil se rebela y el PP se desintegra. Normal. Ocultaron los verdaderos problemas de este partido tras el fracaso electoral de 2004, cerraron en falso el resultado de aquellos comicios que nunca aceptaron y ahora iban camino de hacer lo propio con el congreso de junio. Al menos ha salido a la luz lo que se veía venir, la existencia de un partido con tendencias dispares, falsa y aparentemente unido, pero con demasiadas aristas en su seno, con liberales que no lo son, con alcaldes desaprovechados de díscola esencia derechista, de demócratas cristianos que miran con recelo los posibles giros hacia posiciones más centristas, de ultraderechistas agazapados e inconfesos, de familias apegadas a la Iglesia,... un pastiche difícil de digerir con un presidente que no aclara a dónde quiere llegar.
Yo lo veo claro. Desprendido de dos cachorros aznáricos y rancios como Zaplana y Acebes, rodeado de determinados políticos casi desconocidos del PP cuyos nombres saldrán en próximos días, veo a Mariano Rajoy caminar hacia unos postulados que modernizarán la maquinaria popular, con caras nuevas que aparquen la crispación y el colosalismo negativo vendido en estos años y que tan oprobiosos resultados le ha dado al partido. Pero eso no es fácil. Hay mucha lapa pegada al cuerpo de las siglas y mucho conservador de la vieja guardia. Para preservar esa nutrida facción está Esperanza Aguirre, por ejemplo. ¿O va a resultar que 'el tapado' de todo esto es María San Gil? ¿Se ha planteado Rajoy la posibilidad de que él no sea el lider adecuado para revolucionar el PP? ¿Por qué piensa que guardar silencio y decir "yo sé a dónde voy" es positivo? ¿Teme que al pronunciarse pierda opciones de ganar y quiere vencer para llevar a cabo una purga en la que incluso caerán los que en junio pueden alzarle?
lunes, 12 de mayo de 2008
Roger Waters: el hombre que iluminó la luna
Un desgarbado tipo de indeterminada edad pulula nervioso por los tenderetes buscando algo. En su semirraída chaqueta lleva colgadas tres chapas. En una se observa un cerdo sobrevolando una fábrica, en otra un ejército de martillos coronados por unas letras de violentos trazos y en la tercera un prisma sobre fondo negro del que emanan los colores básicos. Se adivina su camiseta, también oscura, con el nombre de Roger Waters grabado en el centro.
Una pareja vestida de vaqueros engulle dos macetas de cerveza mientras leen, sobre una de las barras instaladas en el exterior del recinto deportivo, el suplemento especial dedicado al concierto editado por La Opinión de Granada. Ella tiene más arrugas que él, pero no tanto como los cuatro tipos de una de las mesas del bareto temporal en la que están jugando al mus aguardando pacientemente la hora de la apertura de puertas...
Dos individuos que sólo hablan inglés ya han entrado y se colocan a pocos metros de la torre de proyección frente al escenario. Uno de ellos tiene un asombroso parecido a David Gilmour. Paradojas de la vida...
Una hippy inunda de olor yerbáceo la zona mientras, sin saberlo, comparte su escudriñamiento del estadio y toda la hilera de bafles de sonido que lo circunda íntegramente (es el único espectáculo musical del mundo con sonido totalmente envolvente) con una treintona de gafas y rebeca para el frío en cuyo bolsillo bien podría asomar una estampa de Escrivá de Balaguer. Mientras, y sin que sirva de precedente, aparece un quinceañero. Qué extraño. Lleva bigotillo, gafas de culo de botella, mirada tan nerviosa como perdida en el espectacular escenario y un firmamento de barrillos en la frente. Está tan blanco como la leche y detrás viene una amiga contagiada estéticamente de su colega. Si son así, ya no es tan extraño...
En uno de los puestos de fuera del campo de fútbol de Atarfe te ofrecen seis tipos de café mostrados en grandes sacos, un vasito por dos euros hecho al momento. Cafés de Brasil, de Colombia, italiano, granos extraños de remotos países africanos, con sus aromas entremezclados en el ambiente de la pérgola. La pareja que tuesta ese café que ellos cultivan y muelen con mimo llevan años de giras y es un placer hablar con ellos. Estuvieron en San Sebastián en 1987, cuando los Floyd ofrecieron su espectacular concierto en la gira promocional del A Momentary Lapse of Reason. Ya hacía algunos años que Roger Waters había decidido emprender su camino en solitario...
En los puestos frente a los de café venden bandejas enormes de dulces recién hechos: un bizcocho de frutas cortado a trozos a dos euros, un gran pudding y una cuadrilátera y gigante tarta de queso para chuparse los dedos. Al lado, una agradable cincuentona la vende a mi amigo Paco una pulsera de piedras celestes. Es para Aitana, su hija. Qué preciosidad. Cómo pasa el tiempo, colega...
Situados frente al escenario aparecen más personajes. Dos de ellos, en la parte superior a la derecha de la composición de la imagen de hoy, están pletóricos mirando el reloj. El más chalado lleva en su gorra, sujeto con las gafas de sol, un papel con una leyenda de su puño y letra: "Rogelio Aguas, eres el mejor", se puede leer.
Apenas unos segundos sobre las diez de la noche, y cuando la escasa luz aún permitía adivinar que poco después aquellas nubes que se acercaban provocarían un diluvio que poco nos importó, Roger Waters y sus músicos iniciaban aquel viaje de casi tres horas por la música de Pink Floyd, en un particular homenaje, sobre todo, a lo que él y sus colegas con los que ya no toca compusieron en aquellos experimentales setenta: canciones de The Wall, Animals, el Wish You Were Here, varias maravillas de The Final Cut, el testamento más amargo, reflexivo y único -no podía ser otro- que dejaron los Floyd juntos, ante asombrosas imágenes de fondo con una calidad jamás vista en una pantalla de escenario. Música de ángeles psicodélicos, de perfectos punteos de guitarra, de reivindicaciones (puños en alto animados por Roger, fotos de indeseables como Pinochet, Ronald Reagan, Sadam Husein, Bush en momentos reivindicativos y letras de denuncia), cómic primoroso narrado desde el cañón de luz, cápsulas de adicción volando anárquicamente durante la interpretación sin resuello e íntegra de The Dark Side of the Moon (sonó como el disco que se llevó 25 años entre los más vendidos del mundo y que aún hoy, treinta y cinco años después, se venden 8.000 copias de él a la semana), lenguas de fuego ganándole la partida a las venas y líquidos arteriáceos estallando ante clamorosos guiños a los efectos de la droga, el tormento interior, la incompresión,... cruces recorriendo la pantalla para rememorar a quienes murieron en las absurdas guerras, calles de Palestina y niños con el rictus del terror reflejados en sus rostros,... una colección de inolvidables imágenes tras Roger tocando su bajo y sus músicos mimando los instrumentos... y un cerdo volando, el gigante gorrino rosa que el público quiso tocar y que no permitieron que volara, a pesar de la propia petición de Waters ("dejad que vuele el cerdo", dijo solemnemente). Pero asir sus patas y leer sus dos leyendas pintadas, una por cada cara, era un ritual que los veinte mil deseábamos cumplir. "Todas las religiones nos separan". "El miedo construye muros". ¿Con cuál de la dos máximas reflejadas en el gigante porcino por El Niño de las Pinturas se quedan? Mazazo a la conciencia. Sin pelos en la brocha. Otra paradoja.
Aguas mil sobre nuestras cabezas y música digital de fondo. ¿Cómo encontrar un fallo a aquello? Imposible. Another Brick in the Wall Part Two para finalizar semejante espectáculo orgásmico. Todos coreando. Y Roger Waters, al que jamás pensé que vería en directo en mi vida, nos dejó sin poder hablar mientras abandonábamos el Municipal de Atarfe. ¿Qué decir? ¿Qué cantar por el camino para recordarlo con el regusto de un plato que jamás deseas que se acabe? ¿Qué hubiera pasado si los Floyd no se hubieran separad0? Si Gilmour, Wright y Mason por su lado hacen lo que provocó la dimisión del alcalde de Venecia en su día y Waters por el suyo es capaz de montar lo que vi el viernes noche, ¿qué sucedería si por obra y gracia de la reconciliación aparecieran los cuatro juntos en un escenario como los vimos durante 20 minutos en Live 8 hace tres años de manera excepcional?
Qué gente más fea somos los pinkfloydianos, yendo al hilo de lo que les escribía antes de entrar a citar detalles del concierto. Como para ir a ver a Roger Waters y tratar de ligar. Je. Somos una deformación similar a la del propio Roger, que tiene una cara con las facciones de Richard Gere pero rabiosamente dionisíaco. Pero ¿y qué? En unos meses he visto sobre un escenario a Alejandro Sanz, Héroes del Silencio, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, la Electric Light Orchestra, y los últimos veinte años a Sting, Jean Michel Jarre, Gun´s and Roses, Juan Luis Guerra, Mecano, Celtas Cortos, Miguel Bosé, Status Quo,... Pero lo vivido en Atarfe hace apenas unas horas no tiene parangón. No es cuestión de gustos. Es cuestión de todo lo demás. Y después, en último lugar, vienen las preferencias personales... y los gustos.
Una pareja vestida de vaqueros engulle dos macetas de cerveza mientras leen, sobre una de las barras instaladas en el exterior del recinto deportivo, el suplemento especial dedicado al concierto editado por La Opinión de Granada. Ella tiene más arrugas que él, pero no tanto como los cuatro tipos de una de las mesas del bareto temporal en la que están jugando al mus aguardando pacientemente la hora de la apertura de puertas...
Dos individuos que sólo hablan inglés ya han entrado y se colocan a pocos metros de la torre de proyección frente al escenario. Uno de ellos tiene un asombroso parecido a David Gilmour. Paradojas de la vida...
Una hippy inunda de olor yerbáceo la zona mientras, sin saberlo, comparte su escudriñamiento del estadio y toda la hilera de bafles de sonido que lo circunda íntegramente (es el único espectáculo musical del mundo con sonido totalmente envolvente) con una treintona de gafas y rebeca para el frío en cuyo bolsillo bien podría asomar una estampa de Escrivá de Balaguer. Mientras, y sin que sirva de precedente, aparece un quinceañero. Qué extraño. Lleva bigotillo, gafas de culo de botella, mirada tan nerviosa como perdida en el espectacular escenario y un firmamento de barrillos en la frente. Está tan blanco como la leche y detrás viene una amiga contagiada estéticamente de su colega. Si son así, ya no es tan extraño...
En uno de los puestos de fuera del campo de fútbol de Atarfe te ofrecen seis tipos de café mostrados en grandes sacos, un vasito por dos euros hecho al momento. Cafés de Brasil, de Colombia, italiano, granos extraños de remotos países africanos, con sus aromas entremezclados en el ambiente de la pérgola. La pareja que tuesta ese café que ellos cultivan y muelen con mimo llevan años de giras y es un placer hablar con ellos. Estuvieron en San Sebastián en 1987, cuando los Floyd ofrecieron su espectacular concierto en la gira promocional del A Momentary Lapse of Reason. Ya hacía algunos años que Roger Waters había decidido emprender su camino en solitario...
En los puestos frente a los de café venden bandejas enormes de dulces recién hechos: un bizcocho de frutas cortado a trozos a dos euros, un gran pudding y una cuadrilátera y gigante tarta de queso para chuparse los dedos. Al lado, una agradable cincuentona la vende a mi amigo Paco una pulsera de piedras celestes. Es para Aitana, su hija. Qué preciosidad. Cómo pasa el tiempo, colega...
Situados frente al escenario aparecen más personajes. Dos de ellos, en la parte superior a la derecha de la composición de la imagen de hoy, están pletóricos mirando el reloj. El más chalado lleva en su gorra, sujeto con las gafas de sol, un papel con una leyenda de su puño y letra: "Rogelio Aguas, eres el mejor", se puede leer.
Apenas unos segundos sobre las diez de la noche, y cuando la escasa luz aún permitía adivinar que poco después aquellas nubes que se acercaban provocarían un diluvio que poco nos importó, Roger Waters y sus músicos iniciaban aquel viaje de casi tres horas por la música de Pink Floyd, en un particular homenaje, sobre todo, a lo que él y sus colegas con los que ya no toca compusieron en aquellos experimentales setenta: canciones de The Wall, Animals, el Wish You Were Here, varias maravillas de The Final Cut, el testamento más amargo, reflexivo y único -no podía ser otro- que dejaron los Floyd juntos, ante asombrosas imágenes de fondo con una calidad jamás vista en una pantalla de escenario. Música de ángeles psicodélicos, de perfectos punteos de guitarra, de reivindicaciones (puños en alto animados por Roger, fotos de indeseables como Pinochet, Ronald Reagan, Sadam Husein, Bush en momentos reivindicativos y letras de denuncia), cómic primoroso narrado desde el cañón de luz, cápsulas de adicción volando anárquicamente durante la interpretación sin resuello e íntegra de The Dark Side of the Moon (sonó como el disco que se llevó 25 años entre los más vendidos del mundo y que aún hoy, treinta y cinco años después, se venden 8.000 copias de él a la semana), lenguas de fuego ganándole la partida a las venas y líquidos arteriáceos estallando ante clamorosos guiños a los efectos de la droga, el tormento interior, la incompresión,... cruces recorriendo la pantalla para rememorar a quienes murieron en las absurdas guerras, calles de Palestina y niños con el rictus del terror reflejados en sus rostros,... una colección de inolvidables imágenes tras Roger tocando su bajo y sus músicos mimando los instrumentos... y un cerdo volando, el gigante gorrino rosa que el público quiso tocar y que no permitieron que volara, a pesar de la propia petición de Waters ("dejad que vuele el cerdo", dijo solemnemente). Pero asir sus patas y leer sus dos leyendas pintadas, una por cada cara, era un ritual que los veinte mil deseábamos cumplir. "Todas las religiones nos separan". "El miedo construye muros". ¿Con cuál de la dos máximas reflejadas en el gigante porcino por El Niño de las Pinturas se quedan? Mazazo a la conciencia. Sin pelos en la brocha. Otra paradoja.
Aguas mil sobre nuestras cabezas y música digital de fondo. ¿Cómo encontrar un fallo a aquello? Imposible. Another Brick in the Wall Part Two para finalizar semejante espectáculo orgásmico. Todos coreando. Y Roger Waters, al que jamás pensé que vería en directo en mi vida, nos dejó sin poder hablar mientras abandonábamos el Municipal de Atarfe. ¿Qué decir? ¿Qué cantar por el camino para recordarlo con el regusto de un plato que jamás deseas que se acabe? ¿Qué hubiera pasado si los Floyd no se hubieran separad0? Si Gilmour, Wright y Mason por su lado hacen lo que provocó la dimisión del alcalde de Venecia en su día y Waters por el suyo es capaz de montar lo que vi el viernes noche, ¿qué sucedería si por obra y gracia de la reconciliación aparecieran los cuatro juntos en un escenario como los vimos durante 20 minutos en Live 8 hace tres años de manera excepcional?
Qué gente más fea somos los pinkfloydianos, yendo al hilo de lo que les escribía antes de entrar a citar detalles del concierto. Como para ir a ver a Roger Waters y tratar de ligar. Je. Somos una deformación similar a la del propio Roger, que tiene una cara con las facciones de Richard Gere pero rabiosamente dionisíaco. Pero ¿y qué? En unos meses he visto sobre un escenario a Alejandro Sanz, Héroes del Silencio, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, la Electric Light Orchestra, y los últimos veinte años a Sting, Jean Michel Jarre, Gun´s and Roses, Juan Luis Guerra, Mecano, Celtas Cortos, Miguel Bosé, Status Quo,... Pero lo vivido en Atarfe hace apenas unas horas no tiene parangón. No es cuestión de gustos. Es cuestión de todo lo demás. Y después, en último lugar, vienen las preferencias personales... y los gustos.
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