El pasado fin de semana inauguré la temporada playera de este año. Fue un garbeo semiresacoso de poco más de una hora sobre la toalla para tamizar el color de tísico que se suele ‘lucir’ en invierno.
Apenas a unos metros se situaba un grupo de jóvenes entre los que se encontraban dos chicas con las tetas al aire, lo que hemos venido a denominar, en un nuevo acto de desprecio a nuestro idioma, ‘top less’. Sigo sin entender porqué se empeñan en llamar ‘hall’ a la entrada de una casa, ‘Champion League’ a la Liga de Campeones, ‘slip’ a los calzoncillos, ‘ranking’ a los niveles, ‘off’ cuando algo está apagado o 'speaker' a un locutor.
La contemplación pasajera –nada morsegona, que conste- de las chicas semidesnudas en la playa me hizo recordar tiempos pretéritos en los que aquello provocó escándalos, ríos de tinta e intervenciones de la Guardia Civil por lo inmoral que era considerado mostrar más protuberancias de las permitidas. Tengo casi cuarenta años, así que viví siendo niño aquellas redadas policiales, hoy ridículas, contra “la moral y las buenas costumbres”.
Mi familia tenía la tradición de veranear cada domingo en las maravillosas playas de Los Caños de Meca durante los meses de julio y agosto. Eran los años setenta, no existía masificación en aquellos acantilados, ni autocares llegados desde Chipiona o Sevilla, ni hippies lanzando basura entre el rocoso paraje, ni ladrillos sustituyendo a los árboles. Éramos la típica familia como la de los Alcántara de ‘Cuéntame…’ en su primer viaje estival, pero como la frecuencia era semanal, ya estábamos acostumbrados. Apenas divisábamos en la lejanía a algunos bañistas aislados, poco más.
Mi padre llevaba a su madre, es decir, mi abuela, mi tía a mi prima con apenas un par de años y yo mi pájaro en su jaula para que le diera el sol, revoloteando enjaulado como un poseso, asustado del cambio de aires. Cosas de críos… Sombrilla, tienda de campaña (en aquellos tiempos no estaba prohibido porque éramos pocos y no ensuciábamos) y neveras conformaban el mobiliario de un maravilloso día de asueto.
Las cosas cambiaron cuando los Caños de Meca fueron invadidos por los chicos y chicas que, al observar aquel bello paraje apenas frecuentado, decidieron apoderarse de esa zona del litoral barbateño para empezar a practicar el nudismo integral y reivindicar con ello la libertad que, en aquellos convulsos años de 1976, 1978,… aún era algo que había que ganarse a pulso.
A mí me daba igual ver a alguien desnudo paseando delante de nuestras narices, era una imagen para que la fotografiara mi amigo y gran fotógrafo IJ Poveda, porque en ella radicaba mucho de aquella sociedad: una familia tradicional con abuela con gorro en la cabeza y niño con pajarito enjaulado, y frente a ella, plácidamente andando, una pareja en pelotas. A quien no le daba igual era precisamente a la anciana de la familia. Su cara era un poema. Una vez le dio a una chica nudista por sostenerle, desafiante, la mirada a mi abuela, y se ganó una frase para enmarcar: “Qué cochina… A su casa, con su marido, a zurzirle los calcetines a su marido…”. Y eso que doña Catalina era una santa, una mujer abierta, amable y afable, que abominaba a Franco y apagaba el televisor Vanguard en blanco y negro cada vez que aparecía Manuel Fraga, pero aquello era demasiado para una mentalidad acostumbrada a la represión durante tantos años...
En otra ocasión, cuando Los Caños de Meca ya no sólo era paraíso de nudistas sino de mariconas locas –que son los peores enemigos que pueden tener los respetabilísimos homosexuales- y campaban a sus anchas echándose agua a gritito pelado, mi abuela volvió a mirar con asombro y desprecio a una que llevaba un traje verde limón con adornos chillones y dos pimientos verdes colgados de cada oreja. Sí, tal como leen. La loca se dirigió a doña Catalina al verla y le dijo: “Mira, se me ha picao un pendiente”, lo que provocó el descojone disimulado de mi padre, yo me tiré al suelo sin disimulo y mi abuela le volvió a espetar aquello de “qué cochina”, lo cual sin percatarse ya le estaba dando legitimidad como mujer a aquel ser estrafalario en lugar de como hombre al utilizar la hembra del puerco para insultarla.
Los tiempos, afortunadamente, han cambiado. A aquellos sarasas, a los nudistas ‘decentes’, la Guardia Civil los multó en más de una ocasión, los llevó detenidos delante de mis narices,… Ante el imparable avance de esta forma de disfrutar de la naturaleza, la zona más rocosa y acantilada de los Caños tuvieron que designarla oficialmente como playa nudista y prohibir la entrada a menores de 18 años (¡), hasta que todo aquello se normalizó. Ahora no nos escandalizamos de dos tetas, un culo o una picha. Bueno, sí, ante las pintas que vemos en ocasiones. Yo no practico el nudismo no por vergüenza, sino porque jugar a las palas con aquello colgando o ponerme boca abajo me resulta muy incómodo. Pero de eso les hablo mañana, de los deportes y el nudismo... ;-)
miércoles, 16 de abril de 2008
lunes, 14 de abril de 2008
Otro brindis al sol
Del fax del periódico recojo una nota de prensa que me hace sonreír con suficiencia. Hay acontecimientos, actitudes o decisiones que durante determinado tiempo te provocan indignación o tratas de cambiarlas en la medida de tus posibilidades. Transcurridos los años, te colocas por encima del bien y del mal. No me malinterpreten, no es una actitud petulante o provocada por un estado de creencia superior al resto. Es sólo hastío y la firme convicción de que, a estas alturas de la película, nadie va a engañarme.
La Asociación de la Prensa de Cádiz remite un comunicado en el cual apoya las reivindicaciones de la prensa diaria, ahora que se desarrollan las negociaciones para el III convenio del sector. Permítanme que me entre la risa floja, como les dije antes.
Hace creo que unos cinco años, la Asociación de la Prensa gaditana que preside el provocador Fernando Santiago (Pepe Contreras dixit) envió a mi periódico a uno de sus ‘miembros de base’ para que rellenáramos un amplio formulario, contestando a unas preguntas sobre lo que los periodistas de Información Cádiz opinaban sobre su profesión, salarios, horarios laborales, condiciones de trabajo, seguridad laboral, etc. Para eso sí parece que existía nuestro periódico, para otras cosas no. El objetivo era, según detallaba el colega, conocer “de primera mano”, es decir, desde el bolígrafo de los profesionales de los medios gaditanos, el estado en el que se encontraba esta profesión en la provincia para acometer una de las principales tareas pendientes de las empresas, administraciones y entidades colegiadas o representativas en esta profesión: acabar con la precariedad laboral, proteger a los periodistas de los abusos que padecen desde que se inició la eclosión de medios y lograr dignificar una vocación que ha acabado con muchos y buenos profesionales de los medios, ahítos de la explotación sufrida. Otro de los objetivos que hay que plantearse es la preparación de los profesionales, pero eso es un tema para otro día.
Yo volví a ser un ingenuo y rellené mis hojas, mientras que mi compañero de redacción Juan Manuel Romero, redactor ahora de Información El Puerto y ex director de por entonces Chiclana Información, le espetaba al enviado de la APC diciéndole que con él no contara para semejante teatro. Me pareció algo violento, por lo que le dije a Juanma que, con esa actitud, jamás podríamos cambiar las cosas, desde los redactores hasta los que tenemos cargos direccionales en nuestros puestos periodísticos. Me miró con suficiencia y me dijo que hablara con él de aquello en un par de años.
El hecho es que aquel sondeo sirvió para editar un librito muy cuidado sobre lo que ya sabemos los periodistas: que estamos mal pagados, que los horarios son horrendos y que, en definitiva, nos invade la precariedad laboral. Santas pascuas. Me pregunto si el verdadero objetivo de la APC era conocer la realidad para comenzar a solventarla con valentía desde el órgano corporativo que teóricamente representa a la profesión o simplemente publicar lo que sucede para aparentar una cierta preocupación y, en definitiva, regodearnos estérilmente en nuestras narices lo mal que está esta profesión. Debió ser la segunda opción, porque nada se ha avanzado en materia de desarrollo de medidas que protejan a los periodistas de la precariedad que padecen. A nivel nacional podremos estar hablando de negociaciones de convenios y otras nimiedades, pero la APC no ha abierto la boca, ni con la garra suficiente ni con la efectividad que deberían reclamar sus propios asociados, en una provincia en la que, cuando yo comencé a trabajar, existían tres emisoras de radio y los dos diarios más tradicionales del Grupo Joly. Desde mediados de los ochenta acá han aparecido otros grupos, el fenómeno de los gratuitos, nuevas frecuencias, televisiones a pares, y un movimiento de trasvase de periodistas en busca de dos pesetas más en sus salarios que hacen imposible una estabilidad laboral y económica que creí iban a defender con su lucha órganos de representación como la APC.
Así que ahora no me vaya Fernando Santiago a venir con el brindis al sol de esta nota de prensa que les comenté al principio de mi reflexión. Es tan incongruente como todo lo suyo. Me llama la atención que la APC diera a conocer en marzo que el balcón de la sede gaditana de esta entidad iba a servir para que cantaran saeteros cada día de la Semana Santa, con todo lujo de detalles de horas y cantaores, (http://www.prensacadiz.com/vErNoTaPrEnSa.asp?id=117), qué notable simbiosis de la APC con las tradiciones religiosas de la ciudad, cuando Fernando Santiago publica el 17 de marzo en El País un artículo titulado ‘Homosexualidad y Semana Santa’ (http://www.elpais.com/articulo/andalucia/Homosexualidad/Semana/Santa/elpepuespand/20080317elpand_8/Tes) en el que, entre otras lindezas, se mofa e insulta a los que tenemos nuestras creencias religiosas encauzadas a través de las hermandades y cofradías.
Que existan en ocasiones incongruencias en el seno de nuestras corporaciones nazarenas o en la Iglesia es tan lógico como las que pueda tener Santiago ofreciendo su balcón a los saeteros cuando brama contra los cofrades o, entre otros muchos ejemplos que podemos citar, aleccionando al voto socialista cuando es el máximo representante de los periodistas gaditanos, debiendo ser la ecuanimidad y la imparcialidad dos de las principales características de un cargo de esta categoría. Y ya me dirán si no es mofa y befa las perlas de Santiago en ese artículo, en el que existen verdades admisibles mezcladas con frases tan maniqueas y repugnantes como esta al reflexionar sobre lo sucedido con Vittorio & Luchino en la hermandad de San Esteban de Sevilla: “Lo que resulta extraño es que gente inteligente y culta como estos diseñadores sevillanos dediquen su tiempo a tamaña superchería, pero eso es otro asunto. Hay mucha otra gente de talento que profesan una pasión singular por todo lo concerniente a los desfiles profesionales, lo que me resulta igual de inexplicable porque a la postre la Semana Santa es un reducto de fanatismo idólatra”.
Ni que decir tiene que no tomaré en cuenta el incluso denunciable insulto de Fernando Santiago al decir que practico la superchería por ser cofrade. Ya saben que la superchería es un engaño hecho con dolo, un fraude impuesto, y yo no engaño, y menos con intención de intereses ni imposiciones, por el hecho de hacer penitencia con mi túnica de nazareno. Y menos aún soy fanático ni idólatra y, afortunadamente, los cofrades no somos reducto de nada, sino concitadores de millones de personas en las calles y en los templos. Le pese a Santiago y a quien le pese. Ah, pero insisto… bien que ha prestado su balcón para exaltar lo que él califica de superchería. Tan incongruente y absurdo como, según la describe, mi fe.
Yo no voy a llamarle fanático, ni idólatra, ni superchero porque a él le van el cuero y los pinchos convertidos en palabras, que al fin y al cabo es lo que le pone, y no le voy a dar ese gusto a su abyecta mente.
La Asociación de la Prensa de Cádiz remite un comunicado en el cual apoya las reivindicaciones de la prensa diaria, ahora que se desarrollan las negociaciones para el III convenio del sector. Permítanme que me entre la risa floja, como les dije antes.
Hace creo que unos cinco años, la Asociación de la Prensa gaditana que preside el provocador Fernando Santiago (Pepe Contreras dixit) envió a mi periódico a uno de sus ‘miembros de base’ para que rellenáramos un amplio formulario, contestando a unas preguntas sobre lo que los periodistas de Información Cádiz opinaban sobre su profesión, salarios, horarios laborales, condiciones de trabajo, seguridad laboral, etc. Para eso sí parece que existía nuestro periódico, para otras cosas no. El objetivo era, según detallaba el colega, conocer “de primera mano”, es decir, desde el bolígrafo de los profesionales de los medios gaditanos, el estado en el que se encontraba esta profesión en la provincia para acometer una de las principales tareas pendientes de las empresas, administraciones y entidades colegiadas o representativas en esta profesión: acabar con la precariedad laboral, proteger a los periodistas de los abusos que padecen desde que se inició la eclosión de medios y lograr dignificar una vocación que ha acabado con muchos y buenos profesionales de los medios, ahítos de la explotación sufrida. Otro de los objetivos que hay que plantearse es la preparación de los profesionales, pero eso es un tema para otro día.
Yo volví a ser un ingenuo y rellené mis hojas, mientras que mi compañero de redacción Juan Manuel Romero, redactor ahora de Información El Puerto y ex director de por entonces Chiclana Información, le espetaba al enviado de la APC diciéndole que con él no contara para semejante teatro. Me pareció algo violento, por lo que le dije a Juanma que, con esa actitud, jamás podríamos cambiar las cosas, desde los redactores hasta los que tenemos cargos direccionales en nuestros puestos periodísticos. Me miró con suficiencia y me dijo que hablara con él de aquello en un par de años.
El hecho es que aquel sondeo sirvió para editar un librito muy cuidado sobre lo que ya sabemos los periodistas: que estamos mal pagados, que los horarios son horrendos y que, en definitiva, nos invade la precariedad laboral. Santas pascuas. Me pregunto si el verdadero objetivo de la APC era conocer la realidad para comenzar a solventarla con valentía desde el órgano corporativo que teóricamente representa a la profesión o simplemente publicar lo que sucede para aparentar una cierta preocupación y, en definitiva, regodearnos estérilmente en nuestras narices lo mal que está esta profesión. Debió ser la segunda opción, porque nada se ha avanzado en materia de desarrollo de medidas que protejan a los periodistas de la precariedad que padecen. A nivel nacional podremos estar hablando de negociaciones de convenios y otras nimiedades, pero la APC no ha abierto la boca, ni con la garra suficiente ni con la efectividad que deberían reclamar sus propios asociados, en una provincia en la que, cuando yo comencé a trabajar, existían tres emisoras de radio y los dos diarios más tradicionales del Grupo Joly. Desde mediados de los ochenta acá han aparecido otros grupos, el fenómeno de los gratuitos, nuevas frecuencias, televisiones a pares, y un movimiento de trasvase de periodistas en busca de dos pesetas más en sus salarios que hacen imposible una estabilidad laboral y económica que creí iban a defender con su lucha órganos de representación como la APC.
Así que ahora no me vaya Fernando Santiago a venir con el brindis al sol de esta nota de prensa que les comenté al principio de mi reflexión. Es tan incongruente como todo lo suyo. Me llama la atención que la APC diera a conocer en marzo que el balcón de la sede gaditana de esta entidad iba a servir para que cantaran saeteros cada día de la Semana Santa, con todo lujo de detalles de horas y cantaores, (http://www.prensacadiz.com/vErNoTaPrEnSa.asp?id=117), qué notable simbiosis de la APC con las tradiciones religiosas de la ciudad, cuando Fernando Santiago publica el 17 de marzo en El País un artículo titulado ‘Homosexualidad y Semana Santa’ (http://www.elpais.com/articulo/andalucia/Homosexualidad/Semana/Santa/elpepuespand/20080317elpand_8/Tes) en el que, entre otras lindezas, se mofa e insulta a los que tenemos nuestras creencias religiosas encauzadas a través de las hermandades y cofradías.
Que existan en ocasiones incongruencias en el seno de nuestras corporaciones nazarenas o en la Iglesia es tan lógico como las que pueda tener Santiago ofreciendo su balcón a los saeteros cuando brama contra los cofrades o, entre otros muchos ejemplos que podemos citar, aleccionando al voto socialista cuando es el máximo representante de los periodistas gaditanos, debiendo ser la ecuanimidad y la imparcialidad dos de las principales características de un cargo de esta categoría. Y ya me dirán si no es mofa y befa las perlas de Santiago en ese artículo, en el que existen verdades admisibles mezcladas con frases tan maniqueas y repugnantes como esta al reflexionar sobre lo sucedido con Vittorio & Luchino en la hermandad de San Esteban de Sevilla: “Lo que resulta extraño es que gente inteligente y culta como estos diseñadores sevillanos dediquen su tiempo a tamaña superchería, pero eso es otro asunto. Hay mucha otra gente de talento que profesan una pasión singular por todo lo concerniente a los desfiles profesionales, lo que me resulta igual de inexplicable porque a la postre la Semana Santa es un reducto de fanatismo idólatra”.
Ni que decir tiene que no tomaré en cuenta el incluso denunciable insulto de Fernando Santiago al decir que practico la superchería por ser cofrade. Ya saben que la superchería es un engaño hecho con dolo, un fraude impuesto, y yo no engaño, y menos con intención de intereses ni imposiciones, por el hecho de hacer penitencia con mi túnica de nazareno. Y menos aún soy fanático ni idólatra y, afortunadamente, los cofrades no somos reducto de nada, sino concitadores de millones de personas en las calles y en los templos. Le pese a Santiago y a quien le pese. Ah, pero insisto… bien que ha prestado su balcón para exaltar lo que él califica de superchería. Tan incongruente y absurdo como, según la describe, mi fe.
Yo no voy a llamarle fanático, ni idólatra, ni superchero porque a él le van el cuero y los pinchos convertidos en palabras, que al fin y al cabo es lo que le pone, y no le voy a dar ese gusto a su abyecta mente.
sábado, 12 de abril de 2008
ministra gaditana
¿Se han fijado en el listado de blogs de esta página, en la parte inferior de la derecha? Entre ellos se encuentra el de Bibiana Aído.
Me ha sorprendido gratamente la noticia que anoche en su edición digital adelantaba El País a nivel nacional e Información Cádiz en el ámbito provincial. Bibiana Aído, gaditana, nacida para más señas en Alcalá de los Gazules hace 31 años, será designada ministra de Igualdad por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que afronta su nueva legislatura con cambios en los ministerios y la creación de algunos nuevos. El cometido de pugnar contra los elementos que generan desigualdad social y enfrentamientos por administrar sus derechos entre los hombres y las mujeres le ha sido encomendado a una luchadora joven y con una carrera política meteórica.
Bibiana Aído ha desempeñado los cargos de delegada provincial de Cultura, directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco y había sido recién elegida por los andaluces como parlamentaria autonómica. Es hija de Francisco Aído, mano derecha de Paco González Cabaña en la Diputación gaditana y por tanto de una familia de arraigada tradición socialista.
No creo que nadie esperara este nombramiento que debe ser motivo de satisfacción para los gaditanos no sólo por las dosis de egoísmo que pueda conllevar para una provincia maltrecha, sino por el hecho de contar con una política gaditana elegida por Rodríguez Zapatero para formar parte del Gabinete presidencial, algo que no está el alcance de todos.
Se hablaba desde hacía tiempo de que Aído era la sustituta en ciernes de Rafael Román a la candidatura para la Alcaldía de Cádiz. El congresista del PSOE ya había tocado techo con los resultados electorales de 2007 y lo habían dejado que quemara sus naves, entre otras cosas suyas, en el estéril enfrentamiento con Teófila Martínez que, aunque cada vez da más signos de errores en las decisiones políticas que adopta, dudosamente aconsejada por Jorge Moreno, aún es una figura intocable para el electorado gaditano. De manera que enviar a Aído a enfrentarse a Martínez en los comicios municipales de 2011 no era otra cosa que quemar a la prometedora política, aunque en eso parecían empeñados algunos medios de comunicación locales y provinciales.
Ahora, el PSOE despeja cualquier duda. O mejor dicho, Zapatero, que, alejándola de las calderas de Pedro Botero que supone la política local en una ciudad como la capital gaditana, engullidora de políticos válidos (léase Julio Braña o Jesús Gargallo como ejemplos), le abre las puertas al ejercicio del poder con mayúsculas y deja a la provincia sorprendida ante la decisión de entregarle una cartera.
Me alegro mucho por Bibiana Aído, una mujer agradable, con un blog (http://www.bibianaaido.wordpress.com/) que, como ella, rezuma progresismo en una sociedad que sigue necesitando abrir las miras en numerosos ámbitos, y que, paradójicamente en las últimas horas publicaba en su espacio en la red un artículo sobre la desigualdad de sexos, cuando a poco de redactarlo tiene la confirmación de que está en su mano paliar los problemas que ha venido denunciando.
Me ha sorprendido gratamente la noticia que anoche en su edición digital adelantaba El País a nivel nacional e Información Cádiz en el ámbito provincial. Bibiana Aído, gaditana, nacida para más señas en Alcalá de los Gazules hace 31 años, será designada ministra de Igualdad por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que afronta su nueva legislatura con cambios en los ministerios y la creación de algunos nuevos. El cometido de pugnar contra los elementos que generan desigualdad social y enfrentamientos por administrar sus derechos entre los hombres y las mujeres le ha sido encomendado a una luchadora joven y con una carrera política meteórica.
Bibiana Aído ha desempeñado los cargos de delegada provincial de Cultura, directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco y había sido recién elegida por los andaluces como parlamentaria autonómica. Es hija de Francisco Aído, mano derecha de Paco González Cabaña en la Diputación gaditana y por tanto de una familia de arraigada tradición socialista.
No creo que nadie esperara este nombramiento que debe ser motivo de satisfacción para los gaditanos no sólo por las dosis de egoísmo que pueda conllevar para una provincia maltrecha, sino por el hecho de contar con una política gaditana elegida por Rodríguez Zapatero para formar parte del Gabinete presidencial, algo que no está el alcance de todos.
Se hablaba desde hacía tiempo de que Aído era la sustituta en ciernes de Rafael Román a la candidatura para la Alcaldía de Cádiz. El congresista del PSOE ya había tocado techo con los resultados electorales de 2007 y lo habían dejado que quemara sus naves, entre otras cosas suyas, en el estéril enfrentamiento con Teófila Martínez que, aunque cada vez da más signos de errores en las decisiones políticas que adopta, dudosamente aconsejada por Jorge Moreno, aún es una figura intocable para el electorado gaditano. De manera que enviar a Aído a enfrentarse a Martínez en los comicios municipales de 2011 no era otra cosa que quemar a la prometedora política, aunque en eso parecían empeñados algunos medios de comunicación locales y provinciales.
Ahora, el PSOE despeja cualquier duda. O mejor dicho, Zapatero, que, alejándola de las calderas de Pedro Botero que supone la política local en una ciudad como la capital gaditana, engullidora de políticos válidos (léase Julio Braña o Jesús Gargallo como ejemplos), le abre las puertas al ejercicio del poder con mayúsculas y deja a la provincia sorprendida ante la decisión de entregarle una cartera.
Me alegro mucho por Bibiana Aído, una mujer agradable, con un blog (http://www.bibianaaido.wordpress.com/) que, como ella, rezuma progresismo en una sociedad que sigue necesitando abrir las miras en numerosos ámbitos, y que, paradójicamente en las últimas horas publicaba en su espacio en la red un artículo sobre la desigualdad de sexos, cuando a poco de redactarlo tiene la confirmación de que está en su mano paliar los problemas que ha venido denunciando.
jueves, 10 de abril de 2008
Ayer me preguntaban por décimocuarta vez mi particular opinión sobre Chiquilicuatre y su cancioncita elegida para representar a España en Eurovisión. Hasta ahora he guardado un sepulcral silencio porque el tema se estaba poniendo tan manido que me parecía algo hortera participar de él. Tanto como salir con chándal un sábado por la noche, que los hay, o pintarse un rabillo del ojo en plan Cleopatra cinematográfica, o participar en programas como Locos por el fútbol para mostrar lo 'preparada' que está una afición futbolera...
Dado que la fecha de celebración del concurso eurovisivo está cercana y además me llama poderosamente la atención la estrategia televisiva, dedicaré mis torpes letras de hoy a un asunto con dos caras.
La primera es la relevante, la que personalmente me interesa. Si yo fuera TVE, le haría un contrato de por vida y garantizado al tipo que ha provocado que España entera esté hablando más de Eurovisión que de cualquier otra circunstancia, incluida la investidura de Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno, los posibles sustitutos de Rajoy (de eso hablaremos en próximas horas) o la Liga de fútbol, ya en manos merengonas.
Eurovisión le importaba a los españoles lo mismo que a mí mis ex parejas. Sólo repuntó el interés mediático y catódico cuando participó Rosa con aquella canción con estribillo en inglés. Manda cojones, participar por España y en lugar de hacerlo con nuestro propio idioma, hablado por 360 millones de personas, hacer el cateto con gorgoritos en la pobre lengua de Shakespeare.
Después de Rosa, apenas nada. Y antes como que tampoco. Recuerdo, conmocionado, aquella ‘Ay quién manera mi barca, quién…’ cantada por Remedios Amaya en Eurovisión 83, que acabó en el puesto décimonoveno. Aquella letra no la entendieron los chipriotas, ni los belgas, ni los daneses, ni los suecos… En estos últimos decidieron convertirse todos los jurados eurovisivos, así que se lo hicieron a la hora de votar y nos quedamos con cero puntos. Estupendo. ¿Un fragmento de aquella profunda letra?: “Ay, ¿quién maneja mi barca? Que a la deriva, Que allí me lleva/Las trenzas de tu madre, anda y dime quién/Que dime quién se las peina, dime quién/Que dime quién se las peina/Voy a pedirle que me trence, anda y sí/Tu cabeza, mi cabeza, anda y sí…”. Los pelos como escarpias. Y mi oído musical en la UCI.
La cosa es que el tipo que ha inventado que todo el mundo vote para elegir al representante español y además filtrar los candidatos hasta ofrecer un ramillete de frikies propios de la cantina de La guerra de las galaxias es una máquina de marketing y de generar ideas peregrinas para hacer dinero. ¿El motivo de mi consideración? Busquen, 24 horas después del festival, los índices de audiencia en España. Ya se están organizando quedadas multitudinarias en ciudades para ver el esperpento del Chiquilicuatre, reuniones familiares con reservas de botellas de alcohol, palomitas, manjares de calidad en función de la economía en el final de mes, los foros echan humo sobre opiniones,… Estoy convencido de que Eurovisión batirá todos los récords de audiencia de TVE, porque el mamarracho que llevamos es tan penoso como atractivo, tan vergonzante como adecuado para un festival que, antaño tenía un sentido y ahora otro.
En aquellas pasadas décadas se convertía en el escaparate de artistas incipientes de un negocio discográfico que se movía mucho más limitadamente y sin tantos cauces de producción como hoy. Eurovisión era la puerta para la gloria para artistas y el productor que los pillaba, de ahí el esmero. Hoy día, el carácter ‘formal’ de este concurso se ha perdido por razones obvias: los tiempos cambian, las canalizaciones discográficas y el entramado productivo se mueve por emisoras de radio de gran relevancia, por intereses televisivos en países donde hace 30 años existían una o a lo sumo dos emisoras, hoy estamos hablando de miles de canales en un solo país,…
Así que lo suyo es cambiar la filosofía de Eurovisión y transformarlo en un ejemplo de otro tipo de músicas que, sobre todo, diviertan al personal. No vamos a hacer un festival con New Age en el que se peleen cuatro galeses con gaita, dos húngaros con mandolina y un jurado con el pedante de Michael Nyman. Vamos a divertirnos, así que…¿Qué mejor que el individuo este con prominentes gafas, flequillo a lo Loquillo y patillas a lo pastoreñoartificialmuertodehambreperollevochaquetayvivael15-A?
Yo confieso, como la película de Hitchcock: veré Eurovisión este año y me descojonaré por partes. Y Masiel que se calle, que no critique tanto, que su Lalala era más feo que pegarle a un padre con un calcetín sudado y su estribillo todo un ejemplo de pobreza letrística, por no hablar de su aspecto. Mas malaje que el gato del Doctor No, que diría mi amigo Sánchez Reyes. A ver si es que ahora el Lalala era el Let it be de The Beatles, vamos,…
Dado que la fecha de celebración del concurso eurovisivo está cercana y además me llama poderosamente la atención la estrategia televisiva, dedicaré mis torpes letras de hoy a un asunto con dos caras.
La primera es la relevante, la que personalmente me interesa. Si yo fuera TVE, le haría un contrato de por vida y garantizado al tipo que ha provocado que España entera esté hablando más de Eurovisión que de cualquier otra circunstancia, incluida la investidura de Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno, los posibles sustitutos de Rajoy (de eso hablaremos en próximas horas) o la Liga de fútbol, ya en manos merengonas.
Eurovisión le importaba a los españoles lo mismo que a mí mis ex parejas. Sólo repuntó el interés mediático y catódico cuando participó Rosa con aquella canción con estribillo en inglés. Manda cojones, participar por España y en lugar de hacerlo con nuestro propio idioma, hablado por 360 millones de personas, hacer el cateto con gorgoritos en la pobre lengua de Shakespeare.
Después de Rosa, apenas nada. Y antes como que tampoco. Recuerdo, conmocionado, aquella ‘Ay quién manera mi barca, quién…’ cantada por Remedios Amaya en Eurovisión 83, que acabó en el puesto décimonoveno. Aquella letra no la entendieron los chipriotas, ni los belgas, ni los daneses, ni los suecos… En estos últimos decidieron convertirse todos los jurados eurovisivos, así que se lo hicieron a la hora de votar y nos quedamos con cero puntos. Estupendo. ¿Un fragmento de aquella profunda letra?: “Ay, ¿quién maneja mi barca? Que a la deriva, Que allí me lleva/Las trenzas de tu madre, anda y dime quién/Que dime quién se las peina, dime quién/Que dime quién se las peina/Voy a pedirle que me trence, anda y sí/Tu cabeza, mi cabeza, anda y sí…”. Los pelos como escarpias. Y mi oído musical en la UCI.
La cosa es que el tipo que ha inventado que todo el mundo vote para elegir al representante español y además filtrar los candidatos hasta ofrecer un ramillete de frikies propios de la cantina de La guerra de las galaxias es una máquina de marketing y de generar ideas peregrinas para hacer dinero. ¿El motivo de mi consideración? Busquen, 24 horas después del festival, los índices de audiencia en España. Ya se están organizando quedadas multitudinarias en ciudades para ver el esperpento del Chiquilicuatre, reuniones familiares con reservas de botellas de alcohol, palomitas, manjares de calidad en función de la economía en el final de mes, los foros echan humo sobre opiniones,… Estoy convencido de que Eurovisión batirá todos los récords de audiencia de TVE, porque el mamarracho que llevamos es tan penoso como atractivo, tan vergonzante como adecuado para un festival que, antaño tenía un sentido y ahora otro.
En aquellas pasadas décadas se convertía en el escaparate de artistas incipientes de un negocio discográfico que se movía mucho más limitadamente y sin tantos cauces de producción como hoy. Eurovisión era la puerta para la gloria para artistas y el productor que los pillaba, de ahí el esmero. Hoy día, el carácter ‘formal’ de este concurso se ha perdido por razones obvias: los tiempos cambian, las canalizaciones discográficas y el entramado productivo se mueve por emisoras de radio de gran relevancia, por intereses televisivos en países donde hace 30 años existían una o a lo sumo dos emisoras, hoy estamos hablando de miles de canales en un solo país,…
Así que lo suyo es cambiar la filosofía de Eurovisión y transformarlo en un ejemplo de otro tipo de músicas que, sobre todo, diviertan al personal. No vamos a hacer un festival con New Age en el que se peleen cuatro galeses con gaita, dos húngaros con mandolina y un jurado con el pedante de Michael Nyman. Vamos a divertirnos, así que…¿Qué mejor que el individuo este con prominentes gafas, flequillo a lo Loquillo y patillas a lo pastoreñoartificialmuertodehambreperollevochaquetayvivael15-A?
Yo confieso, como la película de Hitchcock: veré Eurovisión este año y me descojonaré por partes. Y Masiel que se calle, que no critique tanto, que su Lalala era más feo que pegarle a un padre con un calcetín sudado y su estribillo todo un ejemplo de pobreza letrística, por no hablar de su aspecto. Mas malaje que el gato del Doctor No, que diría mi amigo Sánchez Reyes. A ver si es que ahora el Lalala era el Let it be de The Beatles, vamos,…
martes, 8 de abril de 2008
Cuando no se sabe gestionar
La undécima edición del Festival de Cine Español de Málaga comenzó el pasado fin de semana.
Se trata de un evento cinematográfico que conozco bien. Aunque por motivos laborales no he pedido asistir en los dos últimos años, viví de cerca los balbuceos de este evento en el que Salomón Castiel puso todo su empeño desde los albores del proyecto. Me identifiqué con sus primeras ediciones, de las que guardo un grato recuerdo, pulsando el extraordinario crecimiento que paulatinamente iba experimentando, desde la declaración de intenciones que parecía lejana de aunar la producción cinematográfica española para convertirse en un gran escaparate del cine patrio, hasta finalmente conseguirlo con el apoyo además que supone la presencia física en la ciudad de numerosas estrellas de la pantalla.
Málaga está haciendo un gran trabajo que sirve además para ruborizar a los gaditanos. Personalmente, me sonrojo por soportar a políticos y técnicos que mantienen uno de los eventos cinematográficos de España más antiguos como es Alcances porque no desean ser señalados como los que desconectaron a la Muestra Cinematográfica del Atlántico del respirador que le insufla un mínimo álito de vida.
Hablemos en plata. Alcances cumplirá 40 años en septiembre, y el que antaño era un prestigioso festival que servía para poner el colofón del verano en Cádiz se ha convertido en una pesada carga para el equipo de Gobierno de Teófila Martínez.
Alcances llenaba el Falla de numerosos aficionados al cine durante ocho días, las calles se engalabanan, los bares obtenían beneficios y, dentro de la modestia que siempre hemos aceptado, se 'respiraba cine' en la capital gaditana. Aún recuerdo las extensiones de proyecciones incluso a otras poblaciones de la provincia.
Ahora es todo un vergonzante ejemplo de festival que se desarrolla en un lugar inadecuado, en un multicines que rezuma tanto glamour como un menú infantil pedido en un almuerzo de relevancia, con su pollo empanado y patatas fritas; Alcances va dando bandazos desde hace años, sin saberse bien a qué dedicarlo. Recuerdo cuando no hace muchos años se concretó en hacer una sección oficial con películas españolas. Aquello no se supo mantener por una manifiesta indefinición, llegó Málaga y... ahí tienen los resultados.
Se dedicó después al cortometraje, al documental, ya no se sabe qué premiar, tanto los autores como los aficionados ya desconocemos a qué atenernos. No hay cartelería adecuada, no hay programas de mano, no hay anuncios, no hay actores ni actrices, apenas algún personaje de medio pelo de países irrelevantes,...
Antonio Castillo, concejal de Cultura, es tan buena persona como poco cinéfilo y no se rodea de técnicos que sepan de qué va esto. Hace siete años me solicitó un informe sobre "Cómo veía yo Alcances para mejorarlo". En un cajón debe estar, se vieron algunos atisbos de mejora, pero todo cayó fue en saco roto,...
El Ayuntamiento de Cádiz se escuda en la falta de dinero y apoyo de otras administraciones, pero yo fui presidente de un cine club durante años y sin un duro me traje a Carlos Pumares, Luis García Berlanga y críticos a nivel nacional. Hay cosas que no dependen del presupuesto, sino de la capacidad de gestión de quienes las organizan, de la ilusión, del saber hacer,...
El equipo de Gobierno del PP debería hablar claro y decir que Alcances le importa tres rábanos con bicho dentro, como así lo demuestra ignorando a la muestra y empleando y buscando recursos para el Festival Iberoamericano de Teatro (FIT), con un presupuesto cinco veces más grande que Alcances y...¿Cuántos espectadores? ¿Por qué nunca se dan cifras de asistentes a este festival artificial? ¿Se quiere competir con el de cine de Huelva a través del teatro? ¿Los gaditanos van a representaciones teatrales de grupos de Honduras, Guatemala o Ecuador? ¿Les interesa o es una imposición artística artificial de un Ejecutivo local que no ha valorado los miles de aficionados al cine que acudíamos cada año a Alcances, creando un ambiente en la ciudad que, de apostar por él gradualmente, podía haber convertido a Cádiz en lo que es Málaga ahora? ¿Por qué no se buscan patrocinadores privados para Alcances y para otros proyectos sí en los que parece empeñada Teófila Martínez, cuando a los gaditanos no nos importan?
Tengo envidia de Málaga. Y de sus políticos, y son del mismo signo que los de Cádiz. Y de sus gestores.
Foto: Imanol Arias y yo, hace varios años, en el Festival de Málaga.
Se trata de un evento cinematográfico que conozco bien. Aunque por motivos laborales no he pedido asistir en los dos últimos años, viví de cerca los balbuceos de este evento en el que Salomón Castiel puso todo su empeño desde los albores del proyecto. Me identifiqué con sus primeras ediciones, de las que guardo un grato recuerdo, pulsando el extraordinario crecimiento que paulatinamente iba experimentando, desde la declaración de intenciones que parecía lejana de aunar la producción cinematográfica española para convertirse en un gran escaparate del cine patrio, hasta finalmente conseguirlo con el apoyo además que supone la presencia física en la ciudad de numerosas estrellas de la pantalla.
Málaga está haciendo un gran trabajo que sirve además para ruborizar a los gaditanos. Personalmente, me sonrojo por soportar a políticos y técnicos que mantienen uno de los eventos cinematográficos de España más antiguos como es Alcances porque no desean ser señalados como los que desconectaron a la Muestra Cinematográfica del Atlántico del respirador que le insufla un mínimo álito de vida.
Hablemos en plata. Alcances cumplirá 40 años en septiembre, y el que antaño era un prestigioso festival que servía para poner el colofón del verano en Cádiz se ha convertido en una pesada carga para el equipo de Gobierno de Teófila Martínez.
Alcances llenaba el Falla de numerosos aficionados al cine durante ocho días, las calles se engalabanan, los bares obtenían beneficios y, dentro de la modestia que siempre hemos aceptado, se 'respiraba cine' en la capital gaditana. Aún recuerdo las extensiones de proyecciones incluso a otras poblaciones de la provincia.
Ahora es todo un vergonzante ejemplo de festival que se desarrolla en un lugar inadecuado, en un multicines que rezuma tanto glamour como un menú infantil pedido en un almuerzo de relevancia, con su pollo empanado y patatas fritas; Alcances va dando bandazos desde hace años, sin saberse bien a qué dedicarlo. Recuerdo cuando no hace muchos años se concretó en hacer una sección oficial con películas españolas. Aquello no se supo mantener por una manifiesta indefinición, llegó Málaga y... ahí tienen los resultados.
Se dedicó después al cortometraje, al documental, ya no se sabe qué premiar, tanto los autores como los aficionados ya desconocemos a qué atenernos. No hay cartelería adecuada, no hay programas de mano, no hay anuncios, no hay actores ni actrices, apenas algún personaje de medio pelo de países irrelevantes,...
Antonio Castillo, concejal de Cultura, es tan buena persona como poco cinéfilo y no se rodea de técnicos que sepan de qué va esto. Hace siete años me solicitó un informe sobre "Cómo veía yo Alcances para mejorarlo". En un cajón debe estar, se vieron algunos atisbos de mejora, pero todo cayó fue en saco roto,...
El Ayuntamiento de Cádiz se escuda en la falta de dinero y apoyo de otras administraciones, pero yo fui presidente de un cine club durante años y sin un duro me traje a Carlos Pumares, Luis García Berlanga y críticos a nivel nacional. Hay cosas que no dependen del presupuesto, sino de la capacidad de gestión de quienes las organizan, de la ilusión, del saber hacer,...
El equipo de Gobierno del PP debería hablar claro y decir que Alcances le importa tres rábanos con bicho dentro, como así lo demuestra ignorando a la muestra y empleando y buscando recursos para el Festival Iberoamericano de Teatro (FIT), con un presupuesto cinco veces más grande que Alcances y...¿Cuántos espectadores? ¿Por qué nunca se dan cifras de asistentes a este festival artificial? ¿Se quiere competir con el de cine de Huelva a través del teatro? ¿Los gaditanos van a representaciones teatrales de grupos de Honduras, Guatemala o Ecuador? ¿Les interesa o es una imposición artística artificial de un Ejecutivo local que no ha valorado los miles de aficionados al cine que acudíamos cada año a Alcances, creando un ambiente en la ciudad que, de apostar por él gradualmente, podía haber convertido a Cádiz en lo que es Málaga ahora? ¿Por qué no se buscan patrocinadores privados para Alcances y para otros proyectos sí en los que parece empeñada Teófila Martínez, cuando a los gaditanos no nos importan?
Tengo envidia de Málaga. Y de sus políticos, y son del mismo signo que los de Cádiz. Y de sus gestores.
Foto: Imanol Arias y yo, hace varios años, en el Festival de Málaga.
domingo, 6 de abril de 2008
Charlton Heston
Tuvo entre sus brazos a estrellas relumbrantes de belleza, en algunas ocasiones de dulzura rezumada, como Haya Harareet en Ben Hur, o rabiosamente faccionales, como Sofía Loren en El Cid. A ninguna de ellas sabía besar. Las tomaba robóticamente y acercaba la boca de sus protagonistas a sus duros labios como el que tomaba una muñeca de trapo, juguete de un inconmensurable poder.
Charlton Heston no sabía besar, pero nadie como él abría el Mar Rojo y lanzaba su báculo al marmóreo suelo del orgulloso faraón para transformarlo en una serpiente capaz de devorar al reptil de Ramsés. Nadie como él para protagonizar aquella magistral secuencia de inicio de Sed de mal. Sólo Heston podía mirar a Stephen Boyd de aquella manera antes de ser conducido a galeras para jurarle que volvería y le haría morder el polvo al despiadado romano. El mismo al que le arrebata el brazo de su pecho en el estertor de la muerte tras aquella mítica carrera de cuádrigas y llora de impotencia y rabia sabiendo que su madre y su hermana están vivas...
Heston lució palmito en El planeta de los simios y nos dejó sin habla durante días en aquella secuencia en la que maldice al mundo, arrodillado frente a una vencida Estatua de la Libertad, símbolo de la civilización. No parecía el mismo actor que el de aquellos torpes andares huyendo de la realidad que no deseaba admitir cuando Michael Moore lo visitó en su casa y le dejaba aquella foto de la pequeña muerta por culpa de las armas, haciéndolo protagonista involuntario de su documental...
No fue nunca un magnífico actor, pero no podía haber otro Rodrigo Díaz de Vivar ni otro Judá a los sones de Miklós Rózsa, ni a los de Jerry Goldsmith. Su prominente mandíbula, sus ojos claros y expresivos, sus limitaciones, conformaban un producto de esa bendita alquimia que genera el cine en ocasiones.
Charlton Heston ha muerto. Descansa en paz, Moisés de cabellos falsos y tan artesanos como el propio De Mille, romano enamorado de Cleopatra, director circense, Miguel Ángel sixtino, aventurero de Pekín, hombre para la eternidad, pirata crepuscular, viejo obcecado en las armas,.. viejo amigo.
Charlton Heston no sabía besar, pero nadie como él abría el Mar Rojo y lanzaba su báculo al marmóreo suelo del orgulloso faraón para transformarlo en una serpiente capaz de devorar al reptil de Ramsés. Nadie como él para protagonizar aquella magistral secuencia de inicio de Sed de mal. Sólo Heston podía mirar a Stephen Boyd de aquella manera antes de ser conducido a galeras para jurarle que volvería y le haría morder el polvo al despiadado romano. El mismo al que le arrebata el brazo de su pecho en el estertor de la muerte tras aquella mítica carrera de cuádrigas y llora de impotencia y rabia sabiendo que su madre y su hermana están vivas...
Heston lució palmito en El planeta de los simios y nos dejó sin habla durante días en aquella secuencia en la que maldice al mundo, arrodillado frente a una vencida Estatua de la Libertad, símbolo de la civilización. No parecía el mismo actor que el de aquellos torpes andares huyendo de la realidad que no deseaba admitir cuando Michael Moore lo visitó en su casa y le dejaba aquella foto de la pequeña muerta por culpa de las armas, haciéndolo protagonista involuntario de su documental...
No fue nunca un magnífico actor, pero no podía haber otro Rodrigo Díaz de Vivar ni otro Judá a los sones de Miklós Rózsa, ni a los de Jerry Goldsmith. Su prominente mandíbula, sus ojos claros y expresivos, sus limitaciones, conformaban un producto de esa bendita alquimia que genera el cine en ocasiones.
Charlton Heston ha muerto. Descansa en paz, Moisés de cabellos falsos y tan artesanos como el propio De Mille, romano enamorado de Cleopatra, director circense, Miguel Ángel sixtino, aventurero de Pekín, hombre para la eternidad, pirata crepuscular, viejo obcecado en las armas,.. viejo amigo.
jueves, 3 de abril de 2008
Roger Waters en Granada
El 9 de mayo será una fecha para enmarcar con letras de oro entre los amantes de la buena música. El que fuera líder de Pink Floyd, Roger Waters, ofrecerá un concierto en el campo de fútbol de Atarfe (Granada), para lo que ya se han puesto a la venta 30.000 entradas.
No es cuestión de gustos. Personalmente no le veo nada atractivo a un concierto de Shakira que no sea ella misma y sus turgentes curvas, pero admito que sus espectáculos se convierten en acontecimientos en los países en los que actúa. Se trata de un ejemplo para llegar a la conclusión de que, independientemente de las predilecciones musicales que consideremos, conciertos de míticos autores y grupos –como el caso de los Rolling Stones, The Police, Héroes del Silencio o Alejandro Sanz- son eventos de gran relevancia social, de movilizaciones en las poblaciones que los acogen, de pingües ingresos económicos y de músicos ya consagrados por encima de gustos y opiniones.
Tal es el caso de Roger Waters. A todo el mundo no le gustará la música que lleva haciendo durante décadas el alma de Pink Floyd, pero cualquiera de las presencias de ambos es un acontecimiento de los más grandioso que puedan darse en el directo de hoy día sobre un escenario.
Hubo que esperar 24 años para verlos de nuevo juntos en el Live 8. En 1983, y tras publicar The Final Cut (considerado como el tercer disco del famoso The Wall), la banda liderada por Waters se autodestruía por el monstruo que ellos mismos habían creado. Un grupo con escenarios que jamás se habían instalado, que empleaba orquestas sinfónicas en sus conciertos (Michael Kamen, autor de bandas sonoras como Robin Hood, príncipe de los ladrones las dirigía), estrellaba aviones entre el público, construía muros enormes, hacía volar un cerdo hinchable del tamaño de un campo de fútbol o provocaba desperfectos en edificios históricos por la fuerza de su sonido decidía separarse ante las irreconciliables posturas de sus dos principales dirigentes, Roger Waters y David Gilmour. La fama, la grandilocuencia, estar 25 años en el top de la lista de éxitos de Estados Unidos con The Dark Side of the Moon eran suficientes motivos como para terminar en tragedia.
Ante la conmoción de sus seguidores, Waters abandonó el grupo y siguió en solitario, denunció a Gilmour, Richard Wright y Nick Mason por seguir utilizando el nombre de Pink Floyd para sacar discos y programar giras (perdió el juicio) y cada uno continuó por su camino. Los fans de la banda seguían escuchando sus discos y esperaban nuevos trabajos, pero ya no era lo mismo. El alma de los Floyd era Waters, a pesar de la característica voz de Gilmour y su guitarra, habiendo sido considerado uno de los 20 mejores guitarristas de la historia. El solo de guitarra final de la canción Comfortably Numb está considerado como el mejor de la historia del rock, junto con el de Stairway to Heaven, de Led Zeppelin.
Pink Floyd sacó al mercado dos trabajos en su nueva etapa sin Waters, A Momentary Lapse of Reason (1987) y The Division Bell (1994), este último un gran trabajo. Sus giras fueron multitudinarias. Aún es recordado el concierto en Venecia en 1989. Su alcalde en aquellos años, el republicano Antonio Casellati, no le dio la importancia que requería al espectáculo que estaba previsto acoger en su ciudad, y no previno la avalancha de 200.000 personas que llegaron a una capital que él no preparó para acoger a tantas personas. La ciudad de los canales quedó paralizada, saturada de gente y de basura, y ello le costó su puesto. Presentó su dimisión poco después del espectáculo tras unas graves trifulcas en el Ayuntamiento y la petición multitudinaria de sus ciudadanos de que se marchara, unos por permitir el concierto, otros por no haberle dado la relevancia que se sabía iba a tener la presencia de Pink Floyd en Venecia.
El transcurrir de los años vino a calmar los ánimos de Waters y sus antiguos colegas, así que alcanzaron un acuerdo y, aunque se prometieron no volver a tocar juntos jamás, fueron tentados en 2005 para participar en los macroconciertos Live 8 en distintos puntos del planeta en contra de la pobreza. Al ser por una causa solidaria, los Floyd aceptaron volver a reunirse todos, lo que supuso un acontecimiento mundial. El 2 de julio, millones de personas en todo el mundo estaban pendientes del televisor, unos miles afortunados en directo. Waters, Gilmour, Wright y Mason salían al escenario. La foto que hoy ven es de ese histórico reencuentro. Interpretaron cuatro temas que sonaron como en sus viejos tiempos. Yo permanecí frente al TV con el vello erizado durante aquellos 20 minutos. La cámara mostraba ocasionalmente a algunos espectadores con lágrimas en los ojos. Waters se veía distendido. En uno de los temas dirigió una mirada de complicidad a Gilmour. Éste, con su habitual flema en los conciertos, apenas se la devolvió. Pero es que él es así. Siguió concentrado en su cante, en su guitarra acariciada más que tocada,… Aquello fue glorioso, orgásmico, y 24 años después, sonaba igual de bien. La aclamación popular hizo que las preguntas posteriores a los integrantes de la banda fueran todas en la misma dirección: “¿Volverá Pink Floyd a unirse?”.
Waters y Gilmour lo dejaron claro: No. Quizás permanecería abierto un resquicio si se celebrase otro macroconcierto para pedir la paz y un acuerdo entre israelíes y palestinos. Así lo aseguraron. Pero nada más. Además, La BBC hizo una encuesta en la cual Pink Floyd resultó ganador como Mejor Espectáculo del Live 8 y las ventas de sus discos se elevaron en casi un mil por ciento. David Gilmour donó el excedente de las ganancias declarando que “no sería ético hacer dinero por un evento cuyos principios son la caridad y la solidaridad...”.
Desde entonces, Pink Floyd con Gilmour de líder apenas ha celebrado conciertos, y Roger Waters inició en 2006 una gira monumental con The Wall, la obra cumbre del grupo, realmente concebida en gran parte por él. Como el acuerdo alcanzado permitía que los derechos de The Wall los pudiera explotar Waters por separado, éste preparó un espectáculo… que ahora llega a Granada.
Sólo será un concierto en España. Como para perdérselo. Yo ya tengo mi entrada.
No es cuestión de gustos. Personalmente no le veo nada atractivo a un concierto de Shakira que no sea ella misma y sus turgentes curvas, pero admito que sus espectáculos se convierten en acontecimientos en los países en los que actúa. Se trata de un ejemplo para llegar a la conclusión de que, independientemente de las predilecciones musicales que consideremos, conciertos de míticos autores y grupos –como el caso de los Rolling Stones, The Police, Héroes del Silencio o Alejandro Sanz- son eventos de gran relevancia social, de movilizaciones en las poblaciones que los acogen, de pingües ingresos económicos y de músicos ya consagrados por encima de gustos y opiniones.
Tal es el caso de Roger Waters. A todo el mundo no le gustará la música que lleva haciendo durante décadas el alma de Pink Floyd, pero cualquiera de las presencias de ambos es un acontecimiento de los más grandioso que puedan darse en el directo de hoy día sobre un escenario.
Hubo que esperar 24 años para verlos de nuevo juntos en el Live 8. En 1983, y tras publicar The Final Cut (considerado como el tercer disco del famoso The Wall), la banda liderada por Waters se autodestruía por el monstruo que ellos mismos habían creado. Un grupo con escenarios que jamás se habían instalado, que empleaba orquestas sinfónicas en sus conciertos (Michael Kamen, autor de bandas sonoras como Robin Hood, príncipe de los ladrones las dirigía), estrellaba aviones entre el público, construía muros enormes, hacía volar un cerdo hinchable del tamaño de un campo de fútbol o provocaba desperfectos en edificios históricos por la fuerza de su sonido decidía separarse ante las irreconciliables posturas de sus dos principales dirigentes, Roger Waters y David Gilmour. La fama, la grandilocuencia, estar 25 años en el top de la lista de éxitos de Estados Unidos con The Dark Side of the Moon eran suficientes motivos como para terminar en tragedia.
Ante la conmoción de sus seguidores, Waters abandonó el grupo y siguió en solitario, denunció a Gilmour, Richard Wright y Nick Mason por seguir utilizando el nombre de Pink Floyd para sacar discos y programar giras (perdió el juicio) y cada uno continuó por su camino. Los fans de la banda seguían escuchando sus discos y esperaban nuevos trabajos, pero ya no era lo mismo. El alma de los Floyd era Waters, a pesar de la característica voz de Gilmour y su guitarra, habiendo sido considerado uno de los 20 mejores guitarristas de la historia. El solo de guitarra final de la canción Comfortably Numb está considerado como el mejor de la historia del rock, junto con el de Stairway to Heaven, de Led Zeppelin.
Pink Floyd sacó al mercado dos trabajos en su nueva etapa sin Waters, A Momentary Lapse of Reason (1987) y The Division Bell (1994), este último un gran trabajo. Sus giras fueron multitudinarias. Aún es recordado el concierto en Venecia en 1989. Su alcalde en aquellos años, el republicano Antonio Casellati, no le dio la importancia que requería al espectáculo que estaba previsto acoger en su ciudad, y no previno la avalancha de 200.000 personas que llegaron a una capital que él no preparó para acoger a tantas personas. La ciudad de los canales quedó paralizada, saturada de gente y de basura, y ello le costó su puesto. Presentó su dimisión poco después del espectáculo tras unas graves trifulcas en el Ayuntamiento y la petición multitudinaria de sus ciudadanos de que se marchara, unos por permitir el concierto, otros por no haberle dado la relevancia que se sabía iba a tener la presencia de Pink Floyd en Venecia.
El transcurrir de los años vino a calmar los ánimos de Waters y sus antiguos colegas, así que alcanzaron un acuerdo y, aunque se prometieron no volver a tocar juntos jamás, fueron tentados en 2005 para participar en los macroconciertos Live 8 en distintos puntos del planeta en contra de la pobreza. Al ser por una causa solidaria, los Floyd aceptaron volver a reunirse todos, lo que supuso un acontecimiento mundial. El 2 de julio, millones de personas en todo el mundo estaban pendientes del televisor, unos miles afortunados en directo. Waters, Gilmour, Wright y Mason salían al escenario. La foto que hoy ven es de ese histórico reencuentro. Interpretaron cuatro temas que sonaron como en sus viejos tiempos. Yo permanecí frente al TV con el vello erizado durante aquellos 20 minutos. La cámara mostraba ocasionalmente a algunos espectadores con lágrimas en los ojos. Waters se veía distendido. En uno de los temas dirigió una mirada de complicidad a Gilmour. Éste, con su habitual flema en los conciertos, apenas se la devolvió. Pero es que él es así. Siguió concentrado en su cante, en su guitarra acariciada más que tocada,… Aquello fue glorioso, orgásmico, y 24 años después, sonaba igual de bien. La aclamación popular hizo que las preguntas posteriores a los integrantes de la banda fueran todas en la misma dirección: “¿Volverá Pink Floyd a unirse?”.
Waters y Gilmour lo dejaron claro: No. Quizás permanecería abierto un resquicio si se celebrase otro macroconcierto para pedir la paz y un acuerdo entre israelíes y palestinos. Así lo aseguraron. Pero nada más. Además, La BBC hizo una encuesta en la cual Pink Floyd resultó ganador como Mejor Espectáculo del Live 8 y las ventas de sus discos se elevaron en casi un mil por ciento. David Gilmour donó el excedente de las ganancias declarando que “no sería ético hacer dinero por un evento cuyos principios son la caridad y la solidaridad...”.
Desde entonces, Pink Floyd con Gilmour de líder apenas ha celebrado conciertos, y Roger Waters inició en 2006 una gira monumental con The Wall, la obra cumbre del grupo, realmente concebida en gran parte por él. Como el acuerdo alcanzado permitía que los derechos de The Wall los pudiera explotar Waters por separado, éste preparó un espectáculo… que ahora llega a Granada.
Sólo será un concierto en España. Como para perdérselo. Yo ya tengo mi entrada.
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