Resulta curioso que los cimientos del cine se hayan tambaleado durante estos últimos meses debido a una huelga promovida precisamente por los artistas cinematográficos que menos han progresado y carentes de la más mínima imaginación. Todo ha evolucionado en el celuloide de treinta años hacia acá: los directores de fotografía han logrado prodigios de luz, las bandas sonoras han experimentado variedades estilísticas que suplieron al clasicismo anacrónico para las nuevas tendencias ideológicas y estéticas que emergieron desde los años setenta, las cámaras y técnicas de montaje nada tienen que ver con lo existente en los tiempos de De Mille, Curtiz, Wyler,... Pero los guiones son indudablemente peores.
En este aspecto no hemos avanzado nada. Lo más negativo de las películas de hoy día son las historias que cuentan, lo manido de sus sinopsis, lo simplón de la narración, la carencia de diálogos chispeantes,... Y justo los que menos han progresado, los que menos ofrecen, van a la huelga. Cuanto menos, paradójico.
En esta pobreza guionística actual, siempre habrá excepciones que, independientemente de lo atrayente que para determinados sectores del público puedan ser por las temáticas tratadas, aportan ejemplos de originalidad en las historias que nos cuentan a través de las imágenes y nunca defraudan por su rabiosa originalidad. Tal es el caso del cineasta Tim Burton, que esta semana estrena en España su última película: Sweeney Todd, la historia de un sangriento y vengativo barbero en connivencia con la actriz fetiche del director, Helena Bonham Carter.
Tim Burton es sinónimo de frescura, de dinamismo y prácticamente el valedor del regreso del cine gótico a la pantalla actual. Sus trazos y personajes de sus obras maestras Pesadilla antes de Navidad o La novia cadáver están fuertemente influenciadas por un expresionismo neogótico al que contribuye de una manera excepcional su músico habitual, Danny Elfman, con el que ha trabajado en la gran mayoría de sus películas, con las excepciones de Ed Wood y Sweeney Todd, esta última por razones obvias, ya que la historia original es un musical que escribió en su día Stephen Sondheim, uno de los grandes letristas del musical hollywoodiense.
Exhibidor de un dudoso gusto temático y visual (Sleepy Hollow), narrador de fantásticas historias con reminiscencias de clásicos de Tod Browning (Eduardo Manostijeras), gamberro espacial y desmitificador de las catástrofes espaciales (Mars Attacks!), contador de historias imposibles paternofiliales (Big Fish) o de transformar a Johnny Deep en Michael Jackson en una revisitación liliputiense (Charlie y la fábrica de chocolate), Tim Burton nunca defrauda desde el punto de vista de la elección de sus historias. Incluso rescatando historias de leyendas existentes muchas décadas atrás como La novia cadáver, ha sabido envolverlas con los aderezos de su mundo particular, en el que tienen mucho que ver sus dibujos y sus técnicos como Danny Elfman, para traernos momentos inolvidables en el cine, caso de Martin Landau oliendo la fragancia de las rosas, Will con su padre en brazos en el agua en Big Fish o Sally cosiéndose su brazo recién huida en Pesadilla antes de Navidad.