El popular compositor Henry Mancini nació el 16 de abril de 1924.
Su capacidad para crear bellas composiciones, especialmente en la década de los sesenta, con la elegancia por bandera y sin necesidad del empleo de amplias orquestas –su condición jazzística la reflejó constantemente en el cine- lo convirtieron en un músico proclive a la capacidad retentiva en nuestra memoria. ‘Charada’, ‘Dos en la carretera’, ‘Días de vino y rosas’ y, especialmente, ‘Moonriver’, han sido canciones que ya han pasado a ser consideradas sagradas en el mundo del celuloide.
Consciente de que puedo ser apedreado e incluso quemado en la gran plaza pública que conforman los aficionados a la música de cine, diré que Mancini no está entre mis predilectos, lo que no es obstáculo para que reconozca lo que anteriormente he expuesto.
El vídeo que os he montado hoy recoge secuencias de cuatro películas con bandas sonoras de Mancini, dos de ellas porque la primera, ‘Sed de mal’ (1958), es su primer score, y la segunda, al tratarse de quizá la más conocida y apreciada.
La secuencia con la que se inicia la película y que Orson Welles mantiene durante minutos sin cambiar de plano es antológica y en las escuelas de cine y cursos de montaje la hemos analizado obligatoriamente. Mancini hizo lo que mejor sabía hacer como ya demostró desde entonces: manejar el ritmo brillantemente y, con los compases que le da el reloj de la bomba que posteriormente explota, desarrolla el tema con sones jazzísticos.
Lo que siempre me he preguntado es porqué puñetas Orson Welles no volvió a trabajar con Bernard Herrmann en ‘Sed de mal’. ¿Qué obra maestra hubiera compuesto Herrmann para esta joya con este inicio y la temática de la película?
Después os ofrezco un puñado de momentos de ‘Desayuno con diamantes’. En los créditos iniciales ya suena el tema principal que proliferará en la película hasta en la sopa, apareciendo constantemente como os recuerdo en algunas secuencias que os muestro en el vídeo.
No soy nada amante de un filme sobrevalorado que no soporta más de un visionado con amabilidad. A pesar de inmortalizar a Audrey Hepburn, el papel no estaba escrito para ella, sino para Marilyn Monroe, como quería el autor de la novela, Truman Capote, que se encontró en la pantalla con una versión edulcorada de su libro, en el que “boyera repugnante” es de las frases más suaves que se pueden leer. La protagonista, Holly Golightly, es prostituta, drogadicta y bisexual, si bien, y como en Hollywood “todos los sueños son posibles”, la historia se cambió para suavizar los devaneos de la Hepburn en un papel ciclotímico, en el que habla por los codos y dice y hace demasiadas estupideces que ralentizan algunas secuencias de una película con el clamoroso fallo de casting femenino y también masculino, con un George Peppard hierático y perdido.
‘Desayuno con diamantes’ le dio a Henry Mancini dos de sus cuatro Oscar de una tacada, por la banda sonora y la pesada canción ‘Moonriver’. Sí hay dos momentos interesantes musicalmente hablando en el filme que os muestro en el vídeo: los dos protagonistas en la tienda cuando roban las máscaras de animales, cuyos compases preludian lo que Mancini compondría al año y medio después con ‘La pantera rosa’, y los minutos finales de la película. Ahí el compositor sí demuestra ser brillante. Peppard sale del coche, deja a la insoportable Hepburn dentro y ésta va en su busca al encendérsele la bombilla. Es, de nuevo (y van…), el tema principal, pero cambiado de tono, es decir, lo ‘baja’ a menor para contribuir a la gravedad de la secuencia. Al instante, tras el encuentro con él y con su gato al que lo putea minutos antes en otro ataque de esta histérica insoportable, el tema vuelve a su tono normal, aportándonos la sensación de feliz conclusión de una historia con forzados momentos en su desarrollo a lo largo de su metraje.
La última secuencia pertenece a los créditos de ‘Basil el ratón superdetective’ (1986), que me sirve para recordaros que Mancini trabajó también para la animación, en este caso con la Disney. El tema principal es más sinfónico y a lo largo del filme el compositor experimenta un poco más allá de sus influencias jazzísticas. Es muy recomendable.
(Texto perteneciente al libro ‘Las bandas sonoras para despedir los días’, de próxima publicación)