Hay quien prestará especial atención a las películas románticas en una fecha como la de hoy. Si alguien va a repasar algunas, que no se olvide de «Breve encuentro». No puede haber algo más romántico que enamorarse en una estación de trenes porque a ella se le ha metido una carbonilla en el ojo. Y no puede haber algo más triste que hacerlo de quien no debes, queriendo confesar al bueno de tu marido que aquel desconocido le ha dado un vuelco a tu 'perfecta' vida.
¡Qué película tan maravillosamente amarga hizo David Lean y qué incómoda para aquellos años cuarenta! Y para ahora, si me apuran. Las cosas le suceden a las personas más corrientes en los lugares más corrientes. Y Lean lo cuenta entre trenes que van y vienen, entre jueves que son huidas hacia adelante y secundarios de los que zafarse como la vida misma. «¿No es terrible cuando la gente se empeña en ser amable?».
Lástima que, a pesar de lo puntualmente bien que Lean ubica la música del concierto número 2 para piano de Rachmaninoff, decidiera no contar con un compositor cinematográfico de la época. En 1947, año en el que «Breve encuentro» sumó tres nominaciones a los Oscar, competían con sus bandas sonoras enormes monstruos como Bernard Herrmann, Miklos Rozsa, Franz Waxman... Se llevó la estatuilla Hugo Friedhoffer por «Los mejores años de nuestra vida». Cuando se hacía música. Y cine.
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