Hoy, 26 de enero, se cumplen cien años del nacimiento de Paul Newman.
Trato en mi vida de no automedicarme jamás, con la excepción de la medicina en la que se convierte el cine perfecto. Por eso me atiborro de pastillas, en forma de secuencias, de «El buscavidas». Una y otra vez desde el primer día que probé sus efectos. Desde que Eddie Felson pronuncia uno de los discursos más amargos que pueda hacer un perdedor como él. Desde que Rossen ubica milimétricamente a cada personaje en pantalla haciendo cine sin que nos haga pensar que quizás estemos ante una obra teatral. Desde que Sarah dice que en sus ratos libres bebe y Kenyon Hopkins decidió convertirla en el alter ego de 'Relámpago' desnudándola de la música que había compuesto para ella. Para no tener, no tiene ni tema musical, aunque se grabara previamente. "No se asuste. No estoy borracha. Soy coja". Ahí sí suena Hopkins antes de que compren una botella en la licorería. "Tenemos un contrato de mutua tristeza y una impenetrable oscuridad nos rodea", escribe Sarah, ebria, frente a una máquina de escribir. Después, al año, vendrían los días de vino y rosas de Lee Remick y Jack Lemmon.
¡Qué cine, madre mía!
https://www.youtube.com/watch?v=ikKggodJI4U
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