Lo siento, pero no me meto en la película en ningún momento. Este aparentemente interesante pastiche entre el cine de M. N. Shyamalan con ramalazos de Ari Aster juega sus dos bazas sin conseguir hacerme partícipe de ella. La primera, la historia, que termina por diluirla en un metraje interminable, con pretenciosidades como ciervos (de grandes también) y otros vericuetos impensables en una situación de caos generalizado en un país incomunicado camino de la autodestrucción. La segunda, sus seis protagonistas. Todo en ellos está encorsetado, es falsuno, las derivas personales no aportan nada ¿Para qué puñetas quiero yo ver bailar a Julia Roberts y a Mahershala Ali?), y para que el espectador sea el séptimo protagonista en esa casa como marco de coexistencia deben darse unos ingredientes fiables. Y no, no me creo nada.
La Roberts está estupenda como siempre y dice la enormísima frase con la que para mí empieza y acaba el interés por esta película, y eso que la pronuncia al inicio: «No soporto a la puta gente».
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