Por un lado, el ineludible morbo que el mal le da al ser humano, más aún cuando se trata del propio demonio. Por otro, el hecho de que aquella película de William Friedkin, rodada hace nada menos que medio siglo, es una obra descomunal, un filme tan extraordinario que ha venido originando una sucesión de productos discipulares por el propio hecho que supone ser maestra en sí.
Han pasado cincuenta años y alguien recurre a lo que en el cine viene siendo una costumbre destructora de lo monoicónico. Alien fue uno, un ser admirable, puro, como el propio Ash lo definió, el monstruo que apenas veíamos en pantalla para mitificar aún más su inmensidad. Al poco vino James Cameron, hizo una buena película de acción pero puso a los marines a combatir a ejércitos de aliens. Al carajo lo que Ash defendía como apóstol del ser único espacial y rey de la hijoputez. Kubrick nos impactó con el monolito, llegó Peter Hyams y puso a cientos de ellos dando volteretas por el espacio. A la mierda el concepto único que teníamos de él. Ahora, no hay una niña poseída: hay dos, una blanca y otra negra, para que no se diga que no hay correctismo político. Y las va a salvar una ridícula pandilla de superhéroes distinta a aquellos dos sacerdotes, Merrin y Karras, porque el correctismo también alcanza a la religión. Ahora el exorcismo lo hace un grupete en el que está una bruja que practica rituales africanos, una pareja tipo adventista ultra, un ateo, una monja arrepentida... Vamos, que lo entiendo, que el demonio no es patente del cristianismo, pero apesta demasiado tanta universalidad para que todos vayamos al cine.
Consideraciones ideológicas aparte: la película es mala de narices. Soportar los primeros veinte minutos es ya para dar un Oscar al espectador. Meterles el demonio a las niñas por hacer una pamplina infantil con bisutería de una muerta es de una pobreza guionística sonrojante. El uso del Tubular Bells en la música es de una pesadez a la altura del propio Mike Oldfield sacando secuelas del disco cada X años, y las exageraciones actorales son tan ridículas como la pomposidad de Ellen Burstyn, reaparecida a los cincuenta años, en esa también moda americana, como en Indiana Jones, de recuperar a intérpretes para tocar el corazoncito del espectador. ¡Y ojo, que no solo va a aparecer Burstyn, que el final nos depara otra sorpresa! Todo es coba para que esta cosa infecta nos parezca decente.
Te cuento muchas más cosas en la videocrítica de 'El exorcista: creyente' en el canal #UltimoEstreno de Youtube a través de este enlace. Ya sabes que, tanto en el vídeo del canal como aquí, puedes comentar tu opinión y lo que se te ocurra de la película y suscribirte a él si aún no lo has hecho:
No hay comentarios:
Publicar un comentario