Aunque parezca extraño, no lo tengo catalogado como un creador nato de música cinematográfica. No comento esto peyorativamente, sino que siempre he tenido la sensación de que Sakamoto es más "músico" que "músico de cine" y, de hecho, creo que, a pesar de grandes trabajos como los que hizo para las películas de Bertolucci, especialmente 'El último emperador', su labor para la pantalla la desarrolló con más desdén que ilusión, en buena parte por culpa de una industria, la cinematográfica, en la que el músico sufre muchas veces la incomprensión del director o las indecisiones de los productores. Los compositores orientales, además, tienen 'su' propio concepto y filosofía de las cosas que les rodean, incluyendo las imágenes, todo ello propiciado por una cultura muy particular y que no es tan compatible ni adaptable a la occidental como nos pueda parecer. Otro día podemos hablar de lo complicado que es tratar, por ejemplo, que Joe Hisaishi asista a festivales de música de cine y conciertos, por razones análogas a lo que cuento.
Sea como fuere, Sakamoto ha sido un icono musical contemporáneo, una 'firma de prestigio' y autor de bandas sonoras que se nos quedará para siempre en la memoria como 'Feliz Navidad, Mr. Lawrence', aunque como sucedía con el 'Carros de fuego' de Vangelis, sea solo por unos compases musicales -demasiado reiterativos, por cierto- que les valió valorar una obra global para una película por sólo un tema musical. #UltimoEstreno
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