La película de Scorsese había generado una gran polémica cuando se estrenó en 1988 y llegó el momento en el que la televisión se planteó emitirla, en noviembre de 1992. Los responsables de la pública, acojonados porque la movida contra el filme de Scorsese seguía dando la brasa y se había ya anunciado en la parrilla, decidieron que alguien tenía que hacer un prólogo a modo de introducción antes de ofrecerla, para así tratar de calmar a los sectores catódico -los consejeros del PP en TVE estaban indignados- y católico -distintas asociaciones religiosas pidieron que se boicoteara aquella banda horaria-, amén de que algunos pudieran formar numeritos en la vía pública. Así que el ente, que por entonces dirigía Jordi García Candau, echó mano de un viejo conocido, Fernando Sánchez Dragó, que ya había trabajado en TVE presentando programas como 'El mundo por montera', y le encargaron que suavizara aquella polémica emisión con una intervención previa instantes antes de la película. El escritor hizo una pulcra y brillante defensa de la película de Scorsese, templando ánimos y asegurando que el objetivo del director del filme no había sido caer en lo irrespetuoso sino invitar a la reflexión sobre el papel más humano de Cristo y visto desde la óptica de una novela, nunca desde la ortodoxia de los evangelios. Recuerdo su explicación sobre el triunfo del mensaje de Jesús sobre las pretensiones del demonio representado en aquella niña que aparece en la película y desclava al nazareno y aquello me invitó a reflexionar aun más sobre una cinta tan apasionante como a veces plúmbea.
La película la vieron 2,6 millones de personas en TVE-2 y tuvo una cuota de pantalla del 20,8%. Los retrógrados tuvieron suerte, porque en La 1 emitían 'Hola Raffaella', que tuvo esa noche 4,3 millones de espectadores. Prefirieron a la Carrá antes que a Scorsese. Ellos se lo perdieron.
Nada más que por eso, agradezco a Fernando Sánchez Dragó su existencia.
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