James Caan fue un actor inconmensurable cuya carrera estuvo permanentemente unida a Francis Ford Coppola. Cierto es que muchos lo recordarán como el sargento Eddie Dohun en 'Un puente lejano' aun tratándose de una película coral, como Alex Fredd encarnando a aquel profesor adicto en 'El jugador' o la víctima de Kathy Bates en 'Misery'. También es cierto que, si recurro a su papel en 'El padrino', estaré haciendo lo mismo que millones de personas al enterarnos de su muerte. Pero no tengo más remedio que inmortalizarlo y recordarlo en aquellos minutos que me estremecieron tanto en mi infancia que se convirtieron en indelebles en mi memoria y además fueron culpables de mi amor al cine entre tantos otros momentos de clásicos irrepetibles.
Connie es vejada y maltratada salvajemente por Carlo. La secuencia es áspera, la cámara de Coppola los sigue nerviosamente hasta el dormitorio, donde la elipsis de la paliza definitiva de la bronca sin necesidad de mostrarla a los espectadores es extraordinaria. Los gritos desesperados de la hermana de Santino enlazan con los del bebé en la secuencia siguiente, en la que el hijo de Corleone sale como un toro desbocado en busca del chufla del marido de Connie. 'Il consigliere' le alerta, pero Sonny no escucha. Salen tras él para protegerlo. Al llegar al puesto de peaje, los sonidos de las ametralladoras rematándolo parecen durar minutos y minutos. No hay música, solo ruido, humo y un James Caan rematado en el suelo con una pasada de metralla y una patada en el rostro. Cuando el coche enviado para proteger a Sonny llega, ya nada se puede hacer. El panorama es desolador. Sigue sin haber música, no hay diálogo, fundido a secuencia siguiente. Así de sencillo, y de complicado, se hace cine maestro.
Cierto: James Caan no tenía justamente aquí un papel en el que demostrar su talento, había que ir cabreado y retorcerse al ser disparado. Pero fue protagonista de una de los momentos que me dejaron sin palabras durante muchos días cuando visioné 'El padrino' por vez primera.
Ayer se nos fue otro grande. Ya no sé a qué podremos agarrarnos con el embudo estrechándose cada vez más.
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