Estoy conmocionado desde que mi prima hermana Laida me enviara esta y otras fotos que no recordaba hechas hace casi cuarenta años. No paro de sentir dolor en la tráquea, no de tristeza al ver algunas de ellas, sino de emoción, o de algo difícilmente descriptible. Debe ser la edad, cuando ya te has metido en los cincuenta hace varios años pareces mirar hacia atrás aun con mayor sensibilidad si cabe.
Las fotos juegan maravillosas malas pasadas. Son como ámbares en los que se quedaron intactos los recuerdos, en los que intentas penetrar para volver a atraparlos pero las capas del tiempo no te lo permiten y se escapan sin remedio. Es poder ver lo vivido sin poderlo tocar y sentirlo como si lo tocáramos. Yo, que sueño casi todas las noches que corro por pasillos y salitas de antaño buscando los tiempos perdidos, tendré esta noche una imagen aun más fresca de aquellos momentos en mis años felices. Esta vez seguro que acompañado de esos niños que aparecen conmigo en la foto.
(En recuerdo muy especial a Daniel Nieto).
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