Foto: diario El País. |
Más allá de cualquier torpeza política coyuntural del gobierno español con la gestión de la atención a Brahim Gali, Marruecos es un país gobernado por un reyezuelo y una dictadura encubierta que usa políticamente a su paupérrima población. Sin paños calientes, que para eso ya tenemos a Estados Unidos y sus intereses que tanto limitan la acción que España pudiera emprender con unos vecinos que jamás han sido fiables.
Tensar la cuerda desgasta y tiene precio, pero ser unos peleles de Marruecos es inadmisible cuando EEUU también tiene muchos intereses en España. Y eso es oro para ponernos en nuestro lugar de una vez por todas.
A las estrategias políticas se une en estos días -y frecuentemente, basta con comprobarlo- la repugnante inmoralidad de la utilización de la población. Si en los conflictos bélicos sabemos quiénes son los países que emplean como escudos humanos a sus ciudadanos, en los enfrentamientos políticos también tenemos claro qué estados abandonan a su suerte a sus hombres, mujeres y niños, miles de ellos malviviendo en sus territorios de origen, y los alientan con su pasividad para 'invadir' territorio español y así generar el conflicto. Es desalentador que no exista condena de la comunidad internacional por este tipo de 'escudo humano' mucho más perverso que en los conflictos bélicos abiertos.
Nos hemos acostumbrado a una frontera pintoresca entre España y el reino alauita, donde decenas y decenas de personas la cruzan diariamente para trabajar en España, en casas particulares de ceutíes que dan empleo a mujeres que envían sus maridos a la ciudad autónoma. El contraste a pie de carretera entre un país y otro nos resulta hasta turístico, desde las pastelerías tradicionales a grupos de marroquíes que todos los días buscan electrodomésticos tirados en los extremos de la calzada. Pero esa imagen repetida desde hace décadas es una muestra más del fracaso de las políticas de igualdad mundiales -si es que alguna vez las hubo- y las aspiraciones por un mundo en el que el ser humano disfrute de la dignidad que le corresponde por derecho.
"Días después de que Mohamed VI fuera 'molestado' por la Guardia Civil al interceptarlo con una moto náutica y ropa de playa, sin distintivo alguno, [agosto de 2014] y diera sus quejas al Rey de España, pasamos tres jornadas de continuas oleadas de pateras a través de las aguas del Estrecho. Fueron miles los inmigrantes irregulares procedentes del norte y de la fachada atlántica de Marruecos que llegaron a España, lo cual era muestra de hasta qué punto la cooperación marroquí es enormemente importante y valiosa en ese ámbito". (Libro de memorias 'Cada día tiene su afán'. Jorge Fernández Díaz, ex ministro del Interior).
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