Este 21 de enero se han cumplido justamente 15 años de esta fotografía.
El Cádiz visitaba el Santiago Bernabéu para disputar su partido de Liga en Primera División. Poco después de aterrizar, el equipo y quienes formábamos parte de la expedición visitábamos el estadio para los preparativos habituales.
Mientras que en lo deportivo Juanito Marchante disponía primorosamente las equipaciones en el vestuario, se revisaba el césped, Chirino ya pensaba en qué le iba a decir a los árbitros para pelotearlos un poco y toda la intrahistoria futbolera demás, yo tomaba nota de las infraestructuras de comunicación y medios propios del Real Madrid.
Horas después se emprendía de nuevo el viaje en autocar al estadio antes del inicio del partido, con una gran cantidad de aficionados cadistas haciendo pasillo al bus desde mucho antes de llegar. Durante el partido me llamó mucho la atención la afición merengue, que parece siempre que va la ópera en lugar de a un partido de fútbol. Me resultó chocante ver a un tipo bastante curtido que trataba de insultar constantemente a nuestro entrenador desde su asiento, parecía que le iba a dar algo. Claro que lo máximo que llegaba a gritarle era "Esparraguito". Ele la grasia.
Subió algo el tono cuando, en el minuto 51, Cacique Medina adelantaba a los nuestros. Ríase usted de las caras merengonas de anteayer con el Alcoyano. Era chocante, ver a alguien de cierto porte insultar a Espárrago como si el uruguayo fuera un chaval recién llegado a un banquillo al que amedrentar, cuando don Víctor era un señor -con sus manías, eso sí- más que respetable si es que se pudiera medir el índice de respeto que se merecen los entrenadores por parte del público, que debe ser todo el del mundo.
Al final, la lógica se impuso y Roberto Carlos, Beckham y Robinho nos metieron tres chícharos para dejar el resultado en 1-3. Se estrenó antes en Cádiz el brasileño, que lo primero que hizo fue un sombrerito a Fleurquin. Si lo llega a coger después el 'uru', que era como le llamábamos cariñosamente, el niño no la hubiera contado, porque el bueno de Andrés digamos que era bastante expeditivo con los contrarios.
Quince años como digo, a mí me parece que hace veinticinco, pero recuerdo todo como ayer. Extraña paradoja. Debe ser que también he vivido muchas cosas laborales desde entonces a acá, pero mi etapa en el Cádiz como director de medios será siempre inolvidable. Junto con mi experiencia en la radio, han sido los mejores años profesionales de mi vida. Pude desarrollar muchas ideas y me dejaban trabajar. Otras etapas laborales se convirtieron en una inesperada y triste involución, en lugar de evolución, en el constante aprendizaje profesional de la vida, provocada por alguna que otra persona, de esas que se creen tocadas por Dios, incapaces de aprender porque creen saberlo todo, de escuchar, acomplejadas e irrespetuosas con tu trayectoria y tus aportaciones y que necesitan rodearse de una corte de plebeyos eunucos para evitar que le hagan sombra. Al final siempre se sabe cómo son, ya lo estamos viendo.
Hablaba de aquel partido, de aquel viaje a Madrid. Siendo imparcial, os diré que de la experiencia en Primera División a la hora de visitar otros estadios, siempre sobresalió el recibimiento que nos dio el FC Barcelona. Personalmente, mientras que no tuve quejas del trato de los responsables de Comunicación del Real Madrid por entonces -desconozco si son los mismos, pero ya ha llovido- sí fue bastante frío y no más allá del protocolario. Todo lo contrario del de los directivos culés, constantemente pendientes de mí y de enseñarme el impresionante tinglado de comunicación que tienen allí. Descubrí su periódico, me encantó y lo copié para el Cádiz el tiempo que continué trabajando en el club. Después llegó Baldasano, con su brazo ejecutor, Moisés Israel, un tipo malencarado y estéticamente surgido del elenco de los personajes malvados de las películas de Disney, que nos largó a unos cuantos y a mí me dijo que "vamos a internacionalizar el club y tu gabinete porque el Cádiz con nosotros va a jugar la UEFA". Me entró la risa floja y solo le pregunté si se había leído mi informe de 500 páginas sobre lo hecho en mi departamento. A los tres meses Baldasano se largó llevándose a su Iago particular.
Pero eso ya es otra historia en la que yo no estuve porque todo tiene sus momentos, sus etapas...
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