Es probable que 'Rifkin's Festival' sea el canto de cisne de Woody Allen. Camino de los 90 años, la agudeza y la inteligencia con la que, según sus seguidores, mostraba los devaneos de la existencia humana, el amor o los complejos en películas inolvidables apenas se ven reflejadas en su último filme, estrenado este viernes tras su pase en San Sebastián.
Si Allen deja de dirigir porque ya se autojubile, a mí, que nunca me ha entusiasmado el director neoyorkino, me hará un favor y no tendré que ir a ver sus películas, que generalmente me aburren como una ostra. Si sigue rodando, volverá a darle vueltas y vueltas a lo de siempre. Porque al fin y al cabo, Allen lleva toda su vida haciendo la misma película, tratando el mismo tema.
En 'Rifkin's Festival' cruza a cuatro protagonistas y construye una pareja difícilmente creíble al espectador: la que conforman el alter ego del director encarnado por un Wallace Shawn de geriátrico y una Elena Anaya a la que parece ser Allen le decía durante el rodaje que era "la peor actriz del mundo". Yo le hubiera dicho que usted es uno de los directores de actores más malos de la historia del cine y hubiera salido el sol por donde saliera.
Más allá de la casi lástima que da el personaje de Shawn, la morbosísima Gina Gherson y las referencias al cine de Buñuel o Ingmar Bergman que hace Allen aunque con sal gorda, sin rodeos, 'Rifkin's Festival' no ofrece nada. Bueno, sí: las ganas de Allen de rodar en Nueva York y en París antes que en San Sebastián, por mucho paisaje de cuadro que aparezca de Donosti.
La secuencia de Sergi López, por cierto, es bastante sonrojante.
Por lo demás, mañana habremos olvidado, que es lo peor que le puede suceder a un Allen agotado.
Os dejo la videocrítica recién grabada para el canal #UltimoEstreno de Youtube, invitando a todos/as a suscribiros si aun no lo habéis hecho.
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