miércoles, 30 de septiembre de 2020

Nick Mason: Saucerful of Secrets y todos contentos



Siempre me cayó bien Nick Mason. Parecía el miembro de Pink Floyd con el carácter más lánguido, quizá porque fue el que menos participó en los litigios autodestructivos del grupo. El que tenía más claro que, ocurriera lo que ocurriera, él era (de) Pink Floyd y nadie iba a privarle de ser miembro de pleno derecho de la banda de su vida.
En aquellos momentos de la batalla más cruda entre Roger Waters y David Gilmour, tras la publicación del álbum 'The Final Cut' (1983), Mason se puso de canto pero dejó claro que él seguiría en el grupo con su batería. Si en lugar de Waters se hubiera largado Gilmour, hubiera continuado dándole a las baquetas y responsabilizándose de la mastodóntica percusión de la banda o lo que quedara de ella.
Cuando Gilmour decidió publicar un nuevo trabajo de Pink Floyd tras la ruptura y las batallas en los tribunales con Waters ('A Momentary Lapse of Reason', 1987), en el diseño interior de la carpeta de este disco apareció una gran fotografía con solo dos de los cuatro miembros de la banda: el propio Gilmour... y Nick Mason. Richard Wright quedaba en segundo plano en esta incierta etapa y ni siquiera su imagen formó parte del 'nuevo grupo' resultante de aquel amargo litigio.
Las aguas se calmaron al paso de los años. Gilmour está en constante actividad haciendo doblete con Pink Floyd y sus propios temas, Waters sus satisfactorias giras donde miles de espectadores esperan escuchar lo mejor de la que fue su banda. Wright murió de cáncer. Casi todos contentos comercialmente hablando, pero quedaba Mason como un verso suelto que también quería ser parte del millonario soneto que siempre ha sido Pink Floyd.
Ahora, el baterista aparece con una banda creada ex profeso para interpretar repertorios floydianos. ¿Y qué dicen sus excompañeros? Imagino que nada que desapruebe la iniciativa, porque lo que Mason ofrece son temas de Pink Floyd de aquellos primeros años, antes de 1972, piezas hoy de culto entre quienes ya bien suman sobradamente el medio siglo de cumpleaños, nacidas de la mente de Syd Barret, la mayoría desaconsejables de tocar en directo al público de Gilmour o Waters que prefieren vibrar con la gloria que les dieron temas como 'Pigs', 'Money' o 'Another Brick in the Wall'. Salir al escenario con 'The Scarecrow' convertiría en témpanos de hielo a más de la mitad de los espectadores actuales de Waters o Gilmour. Los que peinan canas y sus hijos y nietos.
Esa 'tajada' de música lisérgica de aquellos Floyd iniciáticos, con apasionantes baterías experimentales, es la que reclama, con su habitual mano izquierda, Nick Mason. Y le han dejado. De esta manera, además, los tres ya tienen sobre los escenarios todo el repertorio, único e inmortal, que deparó Pink Floyd y fomentará la venta de los discos de hace justamente cincuenta años, que es por donde más puede flojear el negocio porque trabajos como 'Wish You Were Here' o 'The Wall' se venderán siempre sin despeinarse.
De manera que ahora sí: todos contentos.

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