Es muy complicado hacerse una opinión sobre la idoneidad de que, a día de hoy, se celebran eventos públicos de cierto calibre, desde conciertos de todo tipo de músicfa, competiciones deportivas a festivales de cine.
Acaba de comenzar el Festival de Málaga y en septiembre tendrá lugar el MOSMA, la cita anual en la capital costasoleña dedicada a la música cinematográfica. A partir del próximo mes llegarán Fimucité en Tenerife, San Sebastián, Sitges en octubre, que ya ha abierto el plazo de acreditaciones para la prensa... Este festival ha anunciado una actividad mixta, es decir, habrá películas que se podrán ver presencialmente y otras a través de internet. Evidentemente, y como siempre he defendido, visionar una película en una pantalla de televisión no es ir al cine. Pero la situación no es la adecuada para no adoptar medidas excepcionales en un año que será una gota de agua en festivales que llevan décadas funcionando. Transcurrido el tiempo, esta limitación se verá como anecdótica, como así sucedió en festivales como Cannes cuando incluso las contiendas bélicas obligaron a suspenderlos.
Lo que quiero decir es que no es bueno tanta ligereza a la hora de lanzar una opinión sobre si es oportuno ir a un festival de cine, a un concierto o a la primera comunión del niño del vecino. Creo que no hay un españolito de a pie a día de hoy que tenga sobre la mesa suficientes datos como para decidir con certeza. Lo lógico es considerar que, si las autoridades competentes permiten estas concentraciones con unas medidas teóricamente adecuadas que eviten los efectos del COVID-19, podemos participar de ellas cumpliendo con las directrices que se impongan. Pero la teoría también decía hace un mes que el virus estaba en recesión, que los rebrotes eran posibles -todos lo sabíamos- pero sin que tuviéramos la sensación de que esto se está yendo de control por día que pasa. Por horas, diría yo.
El desconocimiento en profundidad de la enfermedad en cuestión, la relajación en muchos aspectos en la contención, la necesidad de que la economía del país deba continuar normalizándose... son factores que se agolpan en nuestra mente, después de haberlo hecho ya en quienes deciden, en el ámbito político y sanitario, qué se debe hacer y qué no.
No soy una vieja tras un visillo enclaustrada en mi casa esperando acontecimientos, pero no hay peor circunstancia para el ser humano que hacer frente a algo que desconoce. El mundo, ciertamente, es de los valientes, pero la valentía debe ir en proporcionalidad a la necesidad de ponerla en práctica y, en este caso -no lo obvio- de que esta sociedad no se vaya económicamente al carajo.
Yo, por lo pronto, y como una decisión muy personal, no me acreditaré para ningún festival de manera presencial. Mis deseos más animosos para Málaga y su festival, al que le guardo mucho aprecio. Desde sus primeros años estuve allí con momentos inolvidables guardados en el bolsillo de la memoria. Y deseo lo mejor para el MOSMA y Fimucité en septiembre, de los que ofreceré información de lo que acontezca, mermada por la distancia, pero con todo el cariño del mundo.
A diferencia de tanto agorero suelto en este país, yo, francamente, no tengo ni puta idea de lo que va a suceder. Pero por mí que no quede.
https://www.diariosur.es/festival-malaga/primera-biznaga-sanitarios-20200822004918-nt.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
Lo que quiero decir es que no es bueno tanta ligereza a la hora de lanzar una opinión sobre si es oportuno ir a un festival de cine, a un concierto o a la primera comunión del niño del vecino. Creo que no hay un españolito de a pie a día de hoy que tenga sobre la mesa suficientes datos como para decidir con certeza. Lo lógico es considerar que, si las autoridades competentes permiten estas concentraciones con unas medidas teóricamente adecuadas que eviten los efectos del COVID-19, podemos participar de ellas cumpliendo con las directrices que se impongan. Pero la teoría también decía hace un mes que el virus estaba en recesión, que los rebrotes eran posibles -todos lo sabíamos- pero sin que tuviéramos la sensación de que esto se está yendo de control por día que pasa. Por horas, diría yo.
El desconocimiento en profundidad de la enfermedad en cuestión, la relajación en muchos aspectos en la contención, la necesidad de que la economía del país deba continuar normalizándose... son factores que se agolpan en nuestra mente, después de haberlo hecho ya en quienes deciden, en el ámbito político y sanitario, qué se debe hacer y qué no.
No soy una vieja tras un visillo enclaustrada en mi casa esperando acontecimientos, pero no hay peor circunstancia para el ser humano que hacer frente a algo que desconoce. El mundo, ciertamente, es de los valientes, pero la valentía debe ir en proporcionalidad a la necesidad de ponerla en práctica y, en este caso -no lo obvio- de que esta sociedad no se vaya económicamente al carajo.
Yo, por lo pronto, y como una decisión muy personal, no me acreditaré para ningún festival de manera presencial. Mis deseos más animosos para Málaga y su festival, al que le guardo mucho aprecio. Desde sus primeros años estuve allí con momentos inolvidables guardados en el bolsillo de la memoria. Y deseo lo mejor para el MOSMA y Fimucité en septiembre, de los que ofreceré información de lo que acontezca, mermada por la distancia, pero con todo el cariño del mundo.
A diferencia de tanto agorero suelto en este país, yo, francamente, no tengo ni puta idea de lo que va a suceder. Pero por mí que no quede.
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