Soy de una generación que, siendo quinceañero, entre las opciones que tenías para divertirte estaba terminar las clases para escaparte durante un (buen) rato para ir al salón recreativo más cercano a tu casa.
Aquellos enormes locales llenos de coloristas máquinas, sonidos mezclados del Pacman, el Galaxian 4, Cosmic Alien, Scramble, etc. un tipo generalmente malencarado con riñonera llena de dinero para cambiarte y olor a tabaco por todos lados eran santos lugares para pasarlo bien con unas cuantas monedas en el bolsillo.
Hoy día, tal y como están las cosas, sería impensable que los chavales de esa edad se pasaran horas en sitios así, o como hacíamos nosotros, nos coláramos en los bares donde había recreativas si el dueño y el camarero no te echaba solo con una mirada y un grito con una concisa frase: "¡Ehh! ¡Ámono!". Al parecer, ahora es más sano tenerlos todo el día pegados a un móvil o a las redes sociales. Porque nosotros, los "chavales de las máquinas y del Spectrum", íbamos a terminar degenerados, drogadictos y con el coco vaciado de tanto matar marcianos en salones de humo y güichis llenos de alcohólicos.
Pues aquí estamos, décadas después.
Aquellos locales pasaron de moda y los ordenadores acabaron con las máquinas recreativas. Muchas de ellas se quedaron arrumbadas en naves industriales, otras en los propios bares cuando cerraban para siempre sus puertas, eran armatostes que pesaban como dos muertos juntos por culpa de aquella madera maciza, el monitor Hantarex italiano como los televisores antiguos, y así, aquellas máquinas que tanto nos habían hecho disfrutar, con sus siluetas tan características y sus diseños, fueron olvidadas, maltratadas, decenas y decenas llevadas a chatarra... un crimen que acabó con muchas de ellas, algunas incluso enterradas bajo tierra en campos donde luego se sembraron patatas. Y no os miento, he conocido casos así.
Aquellos "chavales de las máquinas" mostramos entonces interés por rescatarlas, por contactar con antiguos empresarios que las explotaban, que las tenían llenas de polvo como estorbo en locales y que aun no las habían enviado al desguace. Y comenzamos una ingente tarea que, en estos últimos años, ha suscitado que se hayan creado nutridos grupos de amigos de toda España, asociaciones incluso y algunos locos que se han recorrido cientos de kilómetros visitando naves industriales y garajes para ver qué se encontraba dentro de ellos, fotografiar y recuperar si era posible.
De modo que como internet es hoy día el gran vehículo de contacto entre la gente, los que amamos aquellas máquinas que tanto significaron en nuestra infancia y juventud hemos logrado ir recuperando aquellas aun 'vivas', algunas en un estado decente, otras muy maltrechas a las que se les ha tenido que hacer muchas cosas... El objetivo era comprarlas a precio de saldo, tenerlas para siempre y recuperarlas, sabiendo que pasaron vaya usted a saber por qué lugares, salones o bares.
Y comenzó un negocio alrededor de esto que nadie pudo imaginar, las máquinas antiguas empezaron a cotizarse ante la demanda, y la labor de encontrarlas a precios asequibles y en estado 'rescatable' se convirtió en un peregrinar incluso de años tras ellas. Tanto creció el interés que aparecieron empresas que ya fabrican clones de aquellas máquinas, reproducen sus muebles y en internet puedes encontrar un puñado de fabricantes si quieres una máquina nueva, eso sí, a precios que superan los mil euros, muebles con maderas que no tienen nada que ver con las antiguas, monitores planos en lugar de las pantallas antiguas, nada de los cajetines originales de las monedas, etc. Son "otra cosa" y además caras.
Tras años de búsqueda, hace un par de meses pude encontrar a un empresario sevillano que tiene unas cuantas máquinas originales en su nave y las ha adecentado. Cuestión de ir, verlas, intercambiar impresiones, etc. para llegar a la conclusión de que, por fin, encuentras una maravilla, una Inder de finales de los ochenta original con su monitor Hantarex en buen estado a precio asequible. Trato hecho.
Y tras su traslado, una puesta a punto ya en casa de cosas como la sustitución de altavoces, la luminaria delantera superior y otros detalles, ya puedo decir que la reina de mi despacho es una recreativa de antaño que viene a completar un museo muy de mi época solo para cincuentones tocados de la cabeza, donde de repente aparecen mis Spectrum, un proyector de 16 mm. o lo mismo un balón del Cádiz CF firmado por todos los jugadores de la plantilla de Primera División en 2005.
A lo que iba: me siento feliz por mi máquina recreativa y porque creo que quienes las rescatamos hacemos justicia con lo que ellas significaron en aquellos años ochenta y noventa, tan lejanos en el tiempo, en un país con aficiones y metas muy distintas a las actuales. Son historia viva que van mucho más allá de unos mamotretos con placas y circuitos primitivos. Son testigos de quienes hace ahora cuatro décadas teníamos toda una vida por delante, ilusiones intactas... y ganas de matar marcianos.
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