Si este tío malencarado y que mira con aviesa intención ('bizcotur', que así lo definiría Cela en su papel en 'La colmena' si hubiera pasado por el café La delicia) no hubiera nacido un día como hoy, Hitchcock nunca hubiera rodado en Hollywood, no existíría 'King Kong' y tampoco 'Lo que el viento se llevó', por decir solo un par de títulos sagrados del cine.
Tenía tanto olfato para la pantalla como hijoputez con los directores que trabajaban para sus proyectos. Era el típico productor que llegaba al rodaje y había que hacer lo que a él le apetecía, o te cortaba la película en el montaje y te quitaba o ponía actores. Con Hitchcock terminó casi a puñetazos y después las tuvo gordas con otros grandes directores, entre ellos George Cukor, al que hechó precisamente de 'Lo que el viento se llevó' tras un año de trabajo al acusarlo de maricón.
En este folletín de cuatro horas tuvo suerte, porque a pesar de notarse que hasta cuatro tíos se colocaron tras la cámara para hacerla, lo mal que están algunos actores, lo insoportable que es su protagonista y la pobreza de sus diálogos, dejó para la historia una película intocable y sagrada para el 99% del personal, que llora a moco tendido en esa secuencia amanerada del puño en alto con aspecto de diorama belenístico navideño.
Siempre nos quedará Max Steiner, al que también jodió lo que pudo David O. Selznick, un grande a pesar de todo. #UltimoEstreno
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