El 15 de marzo de 1972 se estrenaba en Estados Unidos 'El Padrino'. Con ella se iniciaba una trilogía de la que seleccionas secuencias que te acompañan en cada etapa de tu vida hasta completarla.
Cuando la ves siendo niño, te impresiona el asesinato de Sonny en la aduana. Aun faltaban muchos años para Tarantino.
Si vuelves a visionarla en tus primeros escarceos juveniles, prestas atención a la relación amorosa de Vincent Mancini y Mary Corleone (muy a pesar de Sofía Coppola).
En la profundización por el montaje cinematográfico, en edades 'académicas' y convertido en una esponja de cursillos de cine, repetías una y otra vez hasta desgastar la cinta de vídeo los primeros veinte minutos. Creías en América y en la venganza. Los entremezclabas con la hitchcockiana secuencia del restaurante Louis de El Bronx y su maravillosa teatralidad final tras irse al infierno McCluskey de un tiro con el que Michael le descerraja las sienes.
Cuando empezaron las puñaladas traperas de verdad en tu vida rememorabas aquella quijotesca frase de "si un hombre honesto tiene enemigos, son enemigos míos".
Ya en la madurez estableces un paralelismo entre las incesantes ocupaciones de tu vida con Al Pacino y aquella puerta que se cierra ante los ojos de Diane Keaton.
Supongo que, en la vejez, surgirá en nuestra mente aquella frase de Michael Corleone y la imagen de la hojarasca llevada por el viento que daba inicio a la tercera parte: "Querido hijos: han pasado unos cuantos años desde que me trasladé a Nueva York...".
Pues hoy han pasado 45 años. Y Nino Rota, siempre, como hilo argumental musical, inmortal. Como el buen cine.
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