La Esperanza Macarena fue la primera imagen foránea de San Fernando que tuve frente a mis ojos cuando era pequeño. El ritual de visitarla cada Viernes de Dolores con mi familia fue algo que desde siempre se mantuvo y posteriormente lo hice con algunas de mis amistades. Mi pareja es hermana de esta hermandad y mi padre ha iniciado los trámites para ello, por lo que puedo decir que tengo dos personas muy cercanas que pertenecen a la familia macarena. Recuerdo que en facebook borré hace ya unos dos años a un imbécil porque colgó un fotomontaje en el que a la Señora de la Esperanza le había colocado una bomba y una frase insultante arriba. El cretino creyó que lo había eliminado de mi nómina de amigos de la red social por un asunto indirectamente personal y me llamó 'hijo de puta' solo por eso. Es decir, más razón aun para borrarlo desde entonces por el mal gusto de aquella foto y su exabrupto, uno más de tantos de los que hacía gala.
Con todo ello quiero decir que soy un devoto de la Virgen de la Macarena y, aunque hermano de otra hermandad en Sevilla, mi admiración y fe hacia Ella es infinita.
Creí francamente que esta imagen y su cofradía evitarían participar del desmadre de cultos externos que estamos padeciendo de unos años acá. Que en San Fernando tengamos continuamente procesiones de uno y otro estilo, con pasos y bandas o parihuelas y niños adoctrinados, no es un (mal) ejemplo para otras localidades, puesto que este paroxismo por sacar a las imágenes con un cometido más que infundado se viene dando ya en numerosas ciudades, y Sevilla no iba a ser menos, donde la tergiversación de la fe con estos actos está incrementándose sin que nadie lo solucione. Una cosa parece clara: al menos allí estas cosas dan dinero para la hostelería, agencias de viajes, etc. Aquí en La Isla obviaré el análisis.
Lo que resulta obvio es que no vamos a defender que salga la Macarena porque Sevilla vaya a llenarse de catetos venidos de los pueblos que consumen bocadillos para ver el mismo paso que pudieron contemplar un mes antes. Es gracioso leer el otro día en un periódico hispalense el titular "El paso de la Macarena ya está siendo montado". Me pregunto, ¿pero no lo desmontaron unas semanas antes? ¿Para qué lo hicieron? Podrían haberlo dejado ya, o mejor, aguardar ansiosamente que transcurrieran los doce meses preceptivos para volver a montarle el maravilloso altar que es su paso de palio y bendecir a todos en una nueva 'Madrugá', que es cuando la Macarena debe salir a la calle y punto.
Me equivoqué, algo que ya presagié cuando hace un par de años contemplé atónito -a distancia, obviamente- las andas de la Esperanza de San Gil sin palio y en un estadio olímpico. Y ahora, sin ánimo de restarle un ápice de importancia al hecho histórico, le dan por montar un auténtico espectáculo por cumplirse el medio centenar de años de su coronación canónica.
Cuando las cosas se tergiversan, se saturan, se hacen con no sabemos qué intenciones, terminan torciéndose. La Iglesia no parece enterarse y es la directa culpable de este desmadre, y cuando quiera pararlo ya no podrá hacerlo. Si es que quiere, porque quizás le interese mantenernos distraídos con procesiones mientras este puto país se cae a pedazos, la gente pierde su empleo, les basta con insultar a los políticos cuando ladrones también los hay hasta en las cofradías y la preparación religiosa entre tantos excursionistas de estos días es absolutamente nula. Al hilo de Palacio, ya me dirán qué tiene de lógico el numerito de las sillas y la prohibición de Asenjo de cobrarlas. Eran siete mil, a cinco euros, 35.000 euros para no sabemos bien qué porque el asunto se ha quedado ahí difuminado. Ahora, tras el espectáculo de oropeles visto hace una semana, la Iglesia suspende el acto religioso final cuando la procesión regrese porque se prevé un gran retraso en la llegada de la Virgen a su basílica. En un alarde de populismo, Manuel García, hermano mayor de la Hermandad de la Macarena, afirma a los medios de comunicación que "no se puede hablar de horarios. Cuando la Virgen de la Esperanza y la gente quieran se llegará a la basílica". Estos últimos desmadres y lo de las sillas ha servido para que la oposición a García y a su junta de gobierno vuelvan a cargar en su contra. Al último cabildo de la Macarena se presentaron dos listas, ha habido una dimisión... Jamás pensé que estos lamentables hechos alcanzarían a una corporación que siempre me pareció estar por encima de todo, como Ella.
Pero no. Hace tiempo que los excesos han alcanzado a todos y ahí vamos. Tanto que me froto los ojos al costarme mucho creerme lo que leo relativo a lo previsto para las próximas horas: un espectacular altar de 1.200
metros cuadrados, concebido como los brazos de las columnatas de Bernini
de San Pedro; más dos tribunas laterales, la de la izquierda para más de 250 sacerdotes que concelebrarán con el arzobispo, monseñor Juan José Asenjo,
y a la derecha, donde se situarán las corales, la
orquesta sinfónica y un coro de voces blancas; en total más de 450
personas. Y ojo, si ya me parece desproporcionado para una coronación canónica, imagínense para un cincuentenario. Es inmoral.
¿Es esta la Iglesia que quiere Dios? ¿Es la Iglesia que queremos cuando en conversaciones de barras de bar una gran mayoría se escandaliza con estos hechos y muestra su disconformidad con el fenómeno de la saturación de procesiones? ¿Por qué entonces guardamos silencio? ¿Tememos a algo o simplemente hacemos como los curas?
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