Lolo Picardo, gerente de la Venta de Vargas, ofreció -en la noche del lunes 12 de mayo- una charla en la que hizo una semblanza de la historia de este restaurante. Fue invitado por la asociación de Antiguos Alumnos Salesianos de San Fernando. Lolo es directo heredero de la familia que tanto trabajó por la Venta durante décadas y un hombre que ha entendido que, para estar en la picota no solo gastronómica sino económica, hay que inventar. Las actuaciones flamencas y actos que organiza en este local han venido a revitalizarlo, amén del mantenimiento de la calidad de sus productos.
La espina que Lolo Picardo tiene clavada posee dos puntas: una, que la Venta de Vargas sea más reconocida en el exterior que en su propia tierra. Y conocida también. Quizás lo segundo es lo que causa lo primero. Tranquilo, porque esta es una ciudad acostumbrada a devorar a sus hijos y a pisotear lo propio. EL periódico digital que dirijo ha tenido más visitas de Sevilla que de San Fernando el pasado fin de semana, y me pregunto qué le interesará a un sevillano un rosario de la aurora en la Bazán. La otra arista que hiere a Picardo es la tierra baldía alrededor de Camarón. O quemada. O interesada. O virgen. Pero ese es otro tema.
Jesús Castilla y Rancapino se animaron a pespuntear la charla de Lolo con fandangos y alegrías. Y mientras, mil historias de famosos en la Venta, de la envidia de Caracol, de los cabreos de Lola Flores, de nazis uniformados exigiendo cachondeo étnico en el patio o de cómo había que mantener abierto el negocio de madrugada en tiempos de represión nocturna.
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