(Publicado en facebook el 24 de marzo de 2013)
Creo que en 2013 se cumplen cuarenta años que
visto esta túnica, la de mi Hermandad de la Misericordia. Se dicen bien
pronto. Recuerdo que la primera vez que lo hice, iba al lado del
senatus, que lo portaba Tito Collantes. Desde entonces, mi hábito
penitencial siempre ha estado ahí, aguardando cada Jueves Santo el
ritual de revestirte con él, concienciarte conforme ha transcurrido el
tiempo que tu túnica no es un traje de chaqueta para ir a los cultos, ni
un elemento de exorno, ni distintivo
personal más o menos colorista. La túnica es lo que me convierte en
anónimo durante horas para reflexionar sobre todo un año, sobre lo que
nos rodea, inquieta, lo que amamos y lo realizado, lo que falta por
hacer y lo que se ha hecho... Necesito siete, ocho horas revestido de mi
túnica para, al contrario de lo que muchos dicen, no perder el tiempo
acompañando al Señor, sino pensando, reflexionando constantemente,
deteniéndome esa vez al año para ver mi vida durante doce meses
transcurrir por la llama de mi cirio o los recovecos del escudo de la
pértiga en el caso de mi penitencia en Santo Entierro. Son horas íntimas
en tiempos en lo que no nos detenemos jamás a lo largo de 365 días para
pensar, mirar con perspectiva desde el espíritu...
Necesito
esas horas como las necesita el cofrade de verdad, no el aficionado a la
Semana Santa. Mi túnica y mi rosario es a los que me agarro fuertemente
en varias ocasiones a lo largo de la estación de penitencia en las que
me entra el temor por lo venidero, por lo que sucederá en todo un año.
¿Dónde estaremos el Jueves, el Viernes Santo de 2014? ¿Se habrá
solucionado este, aquél problema? ¿Cuáles más surgirán? ¿Quiénes no
estarán ya con nosotros, solo en el recuerdo, sin que ahora imaginemos
ni asimilemos su ausencia?
No me concibo sin mi túnica el
Jueves Santo y me resulta extraño que haya quien no la vista en función
de quien gobierne una hermandad o esgrimiendo el victimismo de la
penitencia desde el exterior. La penitencia se hace dentro, para eso nos
ungieron con el nombre de 'cofrades' y por voluntad propia. Desde fuera
no se hace penitencia, siento ser tan lacónico y conciso. Y menos de un
día paseando entre un templo y un bar.
Dios me dé fuerzas y
salud para seguir vistiéndola cada año. Si alguna vez no lo hiciera,
será porque le prometí a Ella que en una ocasión me escaparía para verla
salir por San Gil, y aún no he cumplido mi palabra. Seguro que la
Señora no se enfada conmigo...
Agradezco de corazón lo que voy a
vivir a partir de hoy. El ingente trabajo periodístico-fotográfico de
cada cofradía y esa misión con mucho cariño en mis hermandades de
Columna y Vera+Cruz. A la primera jamás la acompañé vestido de nazareno
por mis obligaciones laborales, pero estoy con ellos desde dentro de la
salida y en numerosos puntos del recorrido. Anoche viví un momento
íntimo colosal cuando, allá las diez de la noche, entré en la Iglesia
Mayor, ya cerrada al público, para hablar con mis hermanos y contemplé
el paso del Señor Atado a la Columna totalmente encendido. Estuvo un
rato así. No pude contener mi emoción al presenciarlo como si fuera ya
hoy a las seis y media de la tarde...
El Martes Santo viviré
las emociones que me transmite mi Hermandad de San Benito de Sevilla y
las compartiré con Aurori como cuando un niño le enseña a alguien algo
"que es suyo" para sentirse orgulloso. El Miércoles Santo acompañaré a
mis hermanos de la Vera+Cruz haciéndoles todas las fotos posibles en
momentos muy particulares. Tampoco vestí nunca su túnica, porque desde
siempre, los que éramos de Misericordia y también de Vera+Cruz teníamos
el 'bendito problema' de que el día antes estábamos afanados en la
preparación de los pasos de Jesús de la Misericordia y María Santísima
de la Piedad.
El Jueves Santo es el día grande y este año
agradezco de corazón a mi hermandad el homenaje que van a concederme,
junto a otros varios hermanos, por mi constancia a la hora de vestir la
túnica. Allí estaré, en La Pastora, por la mañana. Y el Viernes Santo me
ungiré con el ruán y el esparto para reflexionar una vez más, en esta
ocasión sobre todo lo vivido durante la Semana.
Tengo este año
la dicha de vivir esos momentos revestido de mis túnicas desde dos
lugares que me sirven aún más para vivir mi Semana Santa íntima. El
Jueves Santo, siendo el último nazareno de cirio del Señor de la
Misericordia, unido a su paso, lugar que se me concede por ser el
hermano más antiguo que procesiona en su filas. El Viernes Santo, mis
hermanos del Santo Entierro me han regalado el mejor presente que me
puede dar una hermandad: acompañar al Señor Yacente delante de su urna,
con una pértiga en la Presidencia, todo un honor que no sé cómo
agradecer a su junta de gobierno. Tendré, pues, a mis titulares, muy
cerca, tanto como a los otros que acompaño sin vestir la túnica por las
razones que he expuesto.
Por todo ello, porque ahora sí que ha
llegado lo que el cofrade siente de verdad, porque todo el año queda
relegado ante estos siete días, porque es el momento, nuestro momento,
me siento orgulloso de vestir la túnica. Que tengáis una Semana Santa
para vivirla desde el corazón y la fe y nos sirva para ser mejores
cristianos y personas. Especialmente para algunos amigos que necesitan a
Dios ahora más que nunca: Rafael, José Luis... Acercaos a Él de la
manera que os indicará, dejaos llevar, pero siempre con el corazón
limpio. Veréis como cada parte encaja en el rompecabezas de Dios, que
mueve las piezas hasta colocarlas sin que nosotros sepamos a veces dónde
toca situarnos. Esa es la grandeza de la vida, hermanos.
Un fraternal abrazo a tod@s.
No hay comentarios:
Publicar un comentario