No sabía que el director musical de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos era David Arnold ('Stargate', 'Godzilla', 'Die another Day') con el que estoy en esta fotografía en el marco del Festival de Música de Cine de Úbeda en el año 2007. Si lo llego a saber, le insisto para que lograra en este evento lo que hoy parece imposible: reunir a Roger Waters, David Gilmour y Nick Mason (Richard Wright ya falleció) para que los Pink Floyd participaran en ella. Me cachis...
Anoche vi el espectáculo y lo que me ocurre con estas cosas es lo mismo que con las películas dobladas. Llegas, justificas el porqué es un disparate amputar la voz de los actores y el listo de turno te dice "sí, pero en España doblamos muy bien las pelis". Es decir, que o me explico mal o es que no se entiende lo que quiero decir. Por mucho que los actores de doblaje sean lo mejor del mundo, la voz de Paul Newman es la suya y el hecho de cambiarla ya es motivo suficiente como para no entrar en el debate sobre si se imitan bien sus tonos dramáticos vocales.
Con las ceremonias de los Olimpiadas me sucede igual, porque por muy brillante que sea el show, no entiendo qué puñetas tiene que ver todo ese espectáculo con el deporte. Cada vez que un país acoge los JJOO, parece que aprovecha para hacer una exhibición de su poderío con los ingredientes más intrínsecos de su cultura, sus casposos monarcas y durante tres horas nos machacan con intervenciones en las que el deporte no está presente. Digo yo que una clausura anoche de una hora con la participación de los deportistas, especialmente los ganadores de medallas por equipos en competiciones vistosas, música sinfónica con la Orquesta de Londres -qué manera de desaprovecharla-, un par de recuerdos deportivos del último siglo, los discursos, desfiles y el emotivo apagado de la llama olímpica, y ya iríamos más que satisfechos. Es que meter a Annie Lennox en los Juegos Olímpicos es como si en la ceremonia de los Óscar apareciera José Tomás, que es un grande del toreo pero importa un rábano en el cine, o en el desfile patrio del 12 de octubre surge en el horizonte Manolo Escobar sobre su carro, historia viva de esta España querida. A mí me importa un carajo que me cuenten cómo ha evolucionado Reino Unido en su historia durante tres horas de ceremonia de apertura del mayor espectáculo deportivo del mundo, y otro cipote que las Spice Girl se reúnan para cantar sus espantos y tengan que hacerlo precisamente en las Olimpiadas, mientras lo más parecido al deporte que vimos anoche fue al equilibrista emulando la portada del 'Wish You Were Here' de Pink Floyd. Hombre, ya que tenemos el concepto de ceremonia olimpista equivocado, al menos que contáramos con la banda británica y sus tres componentes, o que alguien se hubiera acordado de Alan Parsons, el mejor ingeniero de sonido que ha dado la tierra inglesa en toda su historia. A lo mejor no quiso estar, ni idea.
Imagino que los mismos salidos que cuelgan todo el día fotos de tías casi en bolas en el facebook -no sé qué opinarán sus parejas- estarán ya practicando el preonanismo pensando que los siguientes juegos son en Brasil, cuyas tres horas de apertura olimpista se convertirán en todo un compendio de tetas zumbonas y culos inmensos.
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