Es necesario prestigiar las instituciones, entidades, asociaciones de cualquier naturaleza. Para ese cometido debemos contar con personas con capacidad de gestión, dedicadas a la tarea sin devaneos ni compatibilidades que dividan el esfuerzo; personas de intachable seriedad en sus actitudes, con conocimiento y convencimiento profundo del lugar, del estamento donde se encuentran.
Deben evitar adulterarse con terceros que divagan y mostrarse ante los demás inmortalizados con la zafiedad y el desprestigio personalizados. Tienen el deber de caminar rectos en su cometido, con paso firme, dejando a un lado la mediocridad que tanto grita hoy día y trepa por ocupar el lugar antaño reservado para los elegidos. Deben alejarse de la vulgarización que confunde hoy los derechos igualitarios con el falso axioma de que todos pueden gobernar; deben desoír las incongruencias y defender lo suyo ante los foros que lo merezcan con el convencimiento que otorgan las decisiones bien tomadas y la madurez en el comportamiento.
Para el progreso de cualquier institución deben existir personas consecuentes con un pasado en el que crearon grandezas que ahora destruyen terceros con el convencimiento de que es necesario defender lo creado no como derecho, sino como el ético y moral deber paternofilial en el que no cabe el abandono de un hijo hasta que deja de existir.
Se busca gente íntegra de verdad. Para cualquier mesa desde donde decidir destinos, para cualquier despacho. Para la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario