Ninguna colectividad puede tener éxito en sus objetivos si cada individuo que la forma no traslada los propósitos a sus particulares ámbitos. Y menos aún si tanta valentía pública y coherencia con lo expuesto no se practica en el día a día. Por eso me muestro escéptico con los movimientos globales contra el sistema como 'Democracia ya'. Sus auspiciadores me merecen el máximo de los respetos, pero deben saber que tanta gente apoyándolos se puede convertir en un simple escaparate para tratar de cambiar el mundo desde el lado más cómodo.
Ya tengo localizados a un puñado de periodistas -a todos los niveles- partiéndose el pecho por cambiar el mundo que tanto parece oprimirles, defendiendo las concentraciones a la usanza de la de la Puerta del Sol. Lo curioso es que en sus actitudes cotidianas son incapaces de defender el corporativismo que necesita el periodismo para que la profesión no continúe convirtiéndose en un cementerio de amargados haciendo sonrojantes subproductos en cuyos resultados tienen mucho que ver los ¿empresarios? a los que ni les chistan cuando les obligan a escribir esas bazofias. Eso mismo sucede en otros campos profesionales, de manera que mucha igualdad y defensa de los derechos de todos de boquilla pero que no se sepa lo que hace tu otra mano, que está apuntando nombres de a quiénes van-vas a echar a la calle de la redacción porque así te lo exige el propietario de turno del grupo mediático para el que curras.
Es muy fácil pedir justicia social en el anonimato o en las redes sociales, pero no tener cojones para practicarla en el día a día con lo que nos rodea, donde les reímos las gracias a mucho vecino hijoputa suelto, a politiquillos trepas del pueblo o le damos la mano a pregoneros de iglesias que horas antes han repartido cartas de despido de padres de familia o no han tenido bemoles para alzarse contra cercanas injusticias laborales. De igual modo estamos contra el sistema pero locos porque nos metan en una Diputación a darnos un puesto de medio pelo. O decimos que la justicia es un cachondeo en este país pero grabamos en el móvil la cancioncilla de Carlos Carretero dándole tono a aquello de "qué me gusta un sobrecito lleno de billetitos". No dudamos en protestar contra las especulaciones inmobiliarias pero nos damos patadas por ser unos plastas todo el puto día hablando de fútbol, cuando los clubes profesionales se han convertido en piedras angulares de la especulación de la construcción en España, con suelos recalificados, ciudades deportivas y demás ripios que bien tuve que compendiar en un informe de 300 páginas que en su día le hice al presidente del Cádiz CF entre los años 2006 y 2007 cuando quería demostrar con esos datos que su club-empresa no disfrutaba de los privilegios de otros del país porque en sus respectivas ciudades existía suelo con el que hacer negocios. Por alguna carpeta del disco duro de uno de mis ordenadores lo debo tener grabado...
De todas maneras, si las protestas globales sirven para inquietar a tanto culo asentado, bienvenidas sean. Yo secundo la idea de cambiar el mundo, incluso siendo menos globalista, de crear un sistema político de verdad y no esta vergüenza, pero para ello hay que evitar coches oficiales, diecisiete parlamentos, otras tantas televisiones autonómicas -sería curioso ver a los periodistas pisarse cuellos para evitar ir a la calle-, dieciocho tipos de libros de texto y una democracia real que no dependa de un bicolorismo utilizado por la derecha y un tricolorismo ignorante y torpe, porque aun estoy esperando a que me digan porqué puñetas tengo que ser republicano y poner en mi muro de facebook una bandera roja, amarilla y morada. Debe ser que sólo existe un modelo de república, el de 1931, que cometió innumerables fallos que dieron pie a la pandilla de descerebrados que la liaron parda en 1936 empuñando las armas. Pero eso ya es otra historia. ¿O quizás no?
Totally agree!
ResponderEliminarPues si, estoy contigo, pero las veces que me he metido a arreglar "injusticias" he salido escaldado.
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